El 18
de junio pasado se cumplieron 200 años de la batalla de Waterloo, célebre por
ser la que marca el final de Napoleón como emperador. Tan importante ha sido en
la historia de Europa – y del mundo- esa batalla que ahora 200 años después el
hecho será evocado llevando a cabo diferentes actos, entre ellos la recreación
de la batalla.
El Dr. Miguel
Guzmán Peredo me hace notar la efemérides y me envía un texto para compartirlo
en el blog. En él, Miguel, con su habitual gusto por los detalles y los datos
históricos habla de Napoleón y del hecho curioso de sus dos tumbas.
Para
publicarlo lo he dividido en dos partes, una en la que habla principalmente de
los datos históricos y de la tumba en Paris, otra en que se narra el viaje de
estudio del biólogo Rafael de la Parra, amigo del Dr. Guzmán Peredo a la isla
de Santa Elena y en el cual visitó la tumba de Napoleón en la Isla de Santa
Elena. La segunda parte la publicaré mañana, espero disfruten ambos escritos.
Con
gran fausto y suntuosidad será evocado el bicentenario de la batalla de
Waterloo, calificada por los expertos en el arte militar como “una de las más grandes de la historia
europea, y un acontecimiento clave que marcó la caída del emperador Napoleón
Bonaparte y la llegada de una nueva era, por lo que, muy poco tiempo después de
que este gran acontecimiento histórico tuviera lugar, el sitio de este
enfrentamiento bélico, Waterloo, se convirtió en un mito. Waterloo fue la
última gran batalla de Napoleón después de haber recuperado el poder en la
conocida como “campaña de los cien días”. El enfrentamiento tuvo lugar el 18 de
junio de 1815, y concluyó con la victoria del ejército aliado dirigido por el
duque de Wellington (que agrupaba británicos, alemanes y neerlandeses) y del
ejército prusiano, con el mariscal Blücher al frente. La unión de estas dos
fuerzas acabó con la armada francesa, y significó el final para el emperador,
quien tras verse obligado a abdicar, fue exiliado a la isla de Santa Elena”.
Waterloo.es
actualmente patrimonio
histórico de la humanidad, y se encuentra en Bélgica, si bien a la sazón
formaba parte del Reino Unido de los Países Bajos. Se localiza a unos veinte
kilómetros de distancia de Bruselas, la capital de Bélgica. Esa sangrienta y encarnizada
batalla, que ocasionó la muerte de cincuenta y cinco mil combatientes, lleva
dicho nombre, Waterloo, pero en realidad tuvo lugar en un paraje ubicado más al
sur, en Braine l’Alleud. En este sitio se halla la llamada Colina del León,
rematada por una columna de cuarenta metros de altura, coronada por un león colocado
sobre un globo terráqueo. Se dice que desde esta altura se tiene una espléndida
panorámica del campo de batalla.
En
las inmediaciones de este monumento, en la parte céntrica de la población de
Waterloo, se halla el Museo Wellington, donde son expuestos infinidad de
objetos relacionados con esta sangrienta contienda, que significó el fin de la
brillante carrera militar y política de quien en su momento de máxima gloria
fuera Emperador de Francia.
Napoleón Bonaparte, uno de los personajes de la
historia universal que me parecen más fascinantes, nació el 15 de agosto de 1769, en la isla de Ajaccio, nombre de la ciudad
capital del Departamento de Córcega del Sur, apenas un año después de que
Francia adquiriese la isla de Córcega a la República de Génova. Por el lugar de
su natalicio era llamado el “Gran Corso” tan célebre guerrero francés. En Wikipedia leo
que “Nacido Napoleone di Buonaparte (Nabolione o Nabulione en corso),
años después, cambió su nombre por el afrancesado Napoleón Bonaparte. Fue un militar y gobernante francés, general republicano durante la Revolución y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 Brumario
que lo convirtió en primer cónsul (Premier Consul) de la
República el 11 de noviembre de 1799; cónsul vitalicio
desde el 2
de agosto de 1802
hasta su proclamación como emperador de los franceses (Empereur des
Français) el 18 de mayo de 1804, siendo coronado el 2 de
diciembre; proclamado Rey de Italia el 18 de marzo
de 1805 y coronado
el 26 de
mayo, ostentó ambos títulos hasta el 11 de abril
de 1814 y,
nuevamente, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio
de 1815”.
Tras
la derrota sufrida en Waterloo, por el ejercito conjunto de tropas británicas,
holandesas y alemanas, comandado por Arthur Wellesley, mejor conocido por su
título de Duque de Wellington, y el ejercito de Prusia, del Mariscal Gebhard
Leberech von Blücher, Napoleón Bonaparte fue encarcelado y desterrado por el
gobierno de la Gran Bretaña a la isla de Santa Elena, en el océano Atlántico,
el 15 de julio de 1815.
Cabe
mencionar que el viaje oceánico de Napoleón Bonaparte a la pequeña isla a la
cual fue desterrado demoró trece semanas.
En
algún portal de internet leí que “El Northumberland, un navío de guerra
de la Royal Navy, al mando del almirante
Cockburn, transportó a Napoleón a la isla volcánica de Santa Elena, que
pertenecía a la Compañía de las Indias Orientales, donde fue confinado en un
peñasco azotado por vientos impetuosos y expuesto a lluvias copiosas o a un sol
que caía a plomo. El 17 de octubre de 1815 desembarcó en la isla y durante las
primeras semanas se alojó en una pequeña habitación, situada bajo un granero,
en una casa de campo llamada Briars, al cuidado de la acogedora familia de
William Balcombe, un comerciante local, con cuya hija entabló una amistad.
Betsy, de 13 años de edad, quien era el único miembro de la familia que sabía
hablar francés. La salud de Napoleón empeoró con su traslado a Longwood
House, una vivienda expuesta a un clima insalubre, que se convirtió en su
último asilo en la isla. La muerte se debió, según la autopsia, a un cáncer de
estómago, aunque existe la creencia de que pudo ser víctima de un
envenenamiento con arsénico”.
A este respecto diré que
en el portal de Wikipedia aparece lo
siguiente: “Recientes investigaciones realizadas a muestras de cabello del
general (cortado poco tiempo después de morir), que habían estado guardadas en
un sobre vacío, revelan que estaban impregnadas con arsénico, hasta tal punto que se necesitaban dosis
altamente peligrosas para lograr aquella concentración. Esto último sugiere que
es altamente probable que pudo morir a causa del veneno (lo que también
concordaría con sus síntomas), ya sea de forma intencionada o no”
El
paraje donde estaba ubicada la morada de Napoleón en Santa Elena era llamado
por los habitantes de la isla el “Bosque de los Muertos”, por la insalubridad
que privaba en ese malsano paraje insular), sito en una planicie expuesta a las
más inclementes condiciones climáticas: tórridos calores y gélidos fríos, sin
ninguna protección arbórea que hiciese que ese sitio donde purgaba un real
estado de arresto domiciliario (hay que tener en cuenta que su domicilio se
hallaba cercado, y era vigilado de manera permanente por una guarnición de
soldados ingleses). Allí murió el 5 de mayo de 1821, antes de cumplir los 52
años de edad, quizá como resultado de un cáncer gástrico, o quizá por una
afección del hígado ---ya que no está
del todo claro el motivo de su fallecimiento---, o bien envenenado con arsénico
por sus captores.
El inhóspito escenario
del exilio de Napoleón Bonaparte, la isla de Santa Elena ---un peñón rocoso formado por los restos del
volcán extinguido que le dio origen---, forma parte del llamado Territorio de
Ultramar del Reino Unido, junto a las islas de Ascensión, Tristán da Cunha y
Diego Alvares. Mide 17 kilómetros de largo y 10.5 de ancho. Tiene una extensión
de 121 kilómetros cuadrados (como punto
de comparación diré que la extensión territorial de la Delegación Iztapalapa,
en el Distrito Federal, es de 116 kilómetros cuadrados).. La capital es
Jamestown y el número de habitantes no llega a 7.000. Está ubicada en medio del océano Atlántico
Sur, a una distancia de más de 2.800 kilómetros de la República de Angola, en África,
situada al Este, y a una mayor distancia ---2 900 kilómetros--- de Brasil,
en América del Sur, al Oeste. Su latitud geográfica es de 15° 56′ Sur y 5° 45′ W. más o menos la misma que la de Angola, y la
de Brasilia, la capital de Brasil, . La distancia entre las islas arriba mencionadas es la siguiente:
entre Santa Elena y Ascensión es de 1.300 kilómetros, y entre Santa Elena y
Tristán da Cunha es de 3.700 kilómetros.
La distancia a las islas Malvinas (localizadas frente a la ciudad de Río Gallegos, en la
Tierra del Fuego, a una distancia ---en línea directa--- de 1.913 kilómetros) es
de más de 7.000 kilómetros. Por este
motivo Santa Elena ha sido llamada la “isla más remota del mundo”.
En alguna página de
internet leí que “Para llegar ---hoy en día--- a Santa Elena sólo tenemos una
opción y es surcar las aguas del océano
Atlántico. Tan solo podremos arribar a esta isla remota viajando en
algún carguero de los que visitan estas latitudes cada dos o tres meses”
Vincent Cronin es el autor de una biografía de quien
fuera un extraordinario militar, cuyas batallas están inscritas como las más
brillantes del siglo XIX (Napoleón. Javier Vergara Editor. Buenos
Aires, Argentina, 1988). En esta obra
señala que “Durante sus cinco años y medio en Santa Elena ---un punto en el mapa, una boya perdida en el
Atlántico Sur, azotada por los vientos y las lluvias---, y hasta la última
enfermedad, Napoleón mantuvo incólume su espíritu, pero nunca se entregó a la
desesperación. Le agradaba decir que su cuerpo podía estar prisionero, pero su
alma se mantenía libre….(Cuando falleció, el 5 de mayo de 1821) la guarnición
inglesa y los destacamentos del escuadrón naval, con uniforme completo pero sin
armas, presentaron los últimos respetos.
También ellos se sintieron
impresionados por el rostro del emperador muerto. Doblaron la rodilla y
algunos oficiales pidieron se les permitiera besar una esquina de la capa de
campaña de Napoleón, que le cubría los pies”.
Otro biógrafo suyo, Emil Ludwig, escribió un hermoso
libro (Napoleón. Editorial Diana, México, D.F., 1953), y allí asienta que pocos días antes de
fallecer, el otrora Emperador de Francia estipuló en su testamento: “Deseo que
mis cenizas reposen a orillas del Sena, en medio del pueblo francés que tanto
amé”, pero se le dio sepultura en Santa
Elena. Dice ese biógrafo: “Las autoridades británicas rehusaron el traslado del
cuerpo a Europa. La fosa fue abierta en un valle cerrado, junto a una fuente
sombreada por dos sauces. El único honor que le rindió Inglaterra fue el de
colocar un centinela junto a su tumba. Centinela que habría de montar la
guardia durante diecinueve años, hasta el traslado de las cenizas a
Paris”.
Gilbert Martineau, autor del capítulo “Santa Elena,
pequeña isla…”, dentro del libro Napoleón
(Editorial Labor, Barcelona, España, 1970) describe que “Revestido de su
uniforme de la Guardia Imperial, escoltado con el ceremonial previsto para un
general inglés, el emperador fue
llevado, cuatro días más tarde, al Valle del Geranio, al son de los pífanos y
de los tambores velados, y luego enterrado a la sombra de tres sauces y muy
cerca de un arroyuelo. Era la primera etapa de su epopeya póstuma”
Napoleón
Bonaparte fue inhumado en un paraje llamado, por otros historiadores, “Valle de
los Geranios”. Otro autor menciona que el sitio era llamado Fuente de Torbett, no lejos de la casa denominada Longwood House, que fuera la reducida morada donde
viviera por casi seis años este controvertido personaje. Ese paraje
posteriormente recibió la denominación de “Valle de la tumba de Napoleón”. Su
infame carcelero, un militar ingles de nombre Sir Hudson Lowe, no permitió que
en la lápida funeraria se inscribiese la leyenda: “Napoleón, nacido en Ajaccio el 15 de agosto de 1769 y fallecido el 5 de
mayo de 1821” Actualmente ese
sitio es propiedad del gobierno de Francia, y allí hay un museo consagrado a la
memoria de quien fuera Emperador de los franceses. Una persona, comisionada por
el gobierno de Francia, tiene el encargo de habitar en esta isla y velar por el
cuidado de esa área.
En Wikipedia
leo que “En 1840, a instancias del gobierno de Luis Felipe I, sus restos fueron repatriados. Trasladados en la fragata Belle-Poule, fueron depositados en Les Invalides (París). La llegada de los restos de Napoleón fue muy esperada en Francia.
Durante su funeral sonó el Réquiem de Mozart. Cientos de millones de personas han visitado su tumba desde esa fecha”.
El mausoleo de
Napoleón, de señalada magnificencia, se
halla en el conjunto arquitectónico denominado Palacio Nacional de los Inválidos. Bajo la
cúpula principal de la Iglesia del Domo está el sarcófago de pórfido rojo
---material denominado por los romanos porphyra:
“piedra púrpura”, el cual era utilizado por los altos dignatarios asirios,
babilonios y egipcios, como signo de nobleza y distinción---, traído de Rusia, el
cual ha sido colocado sobre un zócalo de granito verde, procedente de la cadena montañosa de Los
Vosgos, en Francia. Ese monumento fue diseñado por el célebre escultor francés
Louis Visconti. Contiene seis ataúdes diferentes. El central, el más próximo a
los restos de quien fuera llamado
frecuentemente el “Gran Corso”, es de acero recubierto de estaño. El segundo
fue hecho en caoba. Los dos siguientes son de plomo. El quinto es de ébano y el
exterior de roble. Los visitantes que llegan a este suntuoso lugar primeramente
contemplan dicho féretro desde la parte superior, y para ello deben inclinar la
cabeza. No ha faltado quien haga el comentario de que con ese movimiento pareciera
que honran a uno de los más brillantes militares de la historia, no sólo de
Francia sino del mundo.
guzmanperedo@hotmail.com