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martes, 16 de junio de 2015

La dignidad encarnada.

No sé si me habría yo encontrado con Silvia Gurrola en un aeropuerto o estación de tren en algún rincón del planeta, pues a ella le gusta viajar y ha corrido mundo. A mí no me disgusta tampoco andar de un lado para otro, pero el hecho es que nos conocimos en Tequisquiapan, en un evento de firma de libros.
Como no había filas enormes de compradores, Silvia y yo, frente a nuestros respectivos libros tuvimos oportunidad de platicar, resultó que además del gusto por viajar, por escribir libros y por Tequisquiapan teníamos amistades en común.
No pasó mucho para que en compañía de nuestras respectivas parejas nos tomáramos un café y platicáramos sobre el duro oficio…no de escribir, sino de distribuir los libros.
Unos días después de esa conversación Silvia me escribió, invitándome a participar en la presentación que de su libro La dignidad Encarnada se haría en el museo del estanquillo días más tarde. En el evento participaban también, además de la propia Silvia, Henoc de Santiago y Bertha Alicia Esparza. Moderados todos por Viridiana Villegas.  Acepté con mucho gusto.
El día de la presentación, llegué con algunas ideas, fruto de mi acelerada lectura del libro. Listo por si me tocaba hablar en primer lugar. Viridiana informó el orden en que intervendríamos y me tocó el segundo turno, después de Berta Alicia Esparza. Mientras ella hablaba tomé una hoja de papel y empecé, a partir de lo que ella iba leyendo, a hacer algunas notas para el momento de hablar.
Lo que apunté fue lo siguiente:
  • África
  • Mujer y Poder
  • Literatura
  • Magia y Ciencia
  • Mercaderes.

Cuando llego el momento de participar empecé por aclarar que haría un resumen de lo que diría, por si no lograba retener la atención de la audiencia mucho tiempo.  El resumen fue: Que el libro me había gustado y que recomendaba su lectura.
Después de eso comenté que si bien la acción del libro transcurre en Mozambique, el libro es más universal. El mensaje que da es algo que aplica igual en África que en Oaxaca; es una historia de derechos humanos y de igualdad, es una historia de colonialismo y de lucha por la dignidad. La protagonista bien podría llamarse Tranquilina o Taurina y vivir en la sierra zongolíca y no en Mozambique. La novela, dije, es como esas gotas de agua que albergan en su interior un ecosistema tan complejo como el mundo exterior. Una especie de fractal que refleja en sus partes la complejidad del todo.
A continuación hablé de la relación entre la mujer y el poder. Inicié citando algunos de los datos que da el propio libro acerca de que la mitad femenina de la población posee apenas la centésima parte de la riqueza. Dije que nadie podía negar que las mujeres han sido por mucho tiempo víctimas de abuso del poder, pero que no sólo es asunto de género sino de una cierta proclividad humana al abuso en general. Use para ejemplificar el caso de un personaje de la novela, la doña, que es una mujer que en una posición de mando se corrompe y humilla a los hombres sobre los que tiene la posibilidad de mandar. Por supuesto que en la mayor parte de las sociedades son los hombres quienes detentan el poder y quienes humillan a quienes no lo tienen, hombres y mujeres. Con el agravante de que en el caso del abuso a las mujeres hay con frecuencia una componente de abuso sexual.
El tema de la sexualidad, que está presente en todo el libro, me llevó al de la literatura. Volví a plantear la pregunta de si se puede al leer una obra, saber si su autor es hombre o mujer. Dije que en principio se podría decir que no, que hombres y mujeres escriben igual. Aunque mencioné que al leer a Alice Munro había sentido que los temas y la perspectiva de sus relatos era profundamente femeninos.
Elogié el esfuerzo siempre presente en el libro, de imaginar el pensamiento del otro, de ponerse en sus zapatos y sentir como él; sobre todo por lo difícil que es para un autor hablar de los sentimientos sexuales del otro género.  Mencioné la manera como en la novela se describe el encuentro de un joven, llamado Milagro, con un par de chicas, digamos profesionales del querer. Compartí con el auditorio mi pensamiento al leer ese pasaje y preguntarme que tan “real” resultaba el comportamiento del protagonista al estar con las mujeres y luego al platicarlo a su mentor y a la mujer que junto con su mentor conducían el centro educativo en el que se encontraba el joven.
En todo caso la solución literaria que se le da en el libro sirve para hacer pasar el mensaje que la autora quiere y ese es otro punto interesante de comentar. La obra está escrita como una novela pero hay abundancia de datos numéricos, de descripciones y hasta de notas lingüísticas y culturales que traslucen la formación académica de su autora.
Ella misma, al hacer uso de la palabra más tarde, mencionó su formación académica de pedagoga, su trabajo en los organismos internacionales y su idea inicial de escribir un libro técnico con su experiencia en África. Idea que abandonó porque pensó, con mucha razón, que con la novela llegaría a un público más numeroso.
En el punto de la formación académica aproveché para hacer muy rápido una mención de algo que a mí, con formación científica, me llamó la atención: la relación de la magia con la religión en la sociedad mozambiqueña descrita. Mencioné, como ejemplo, los métodos de control natal (como enterrar la placenta dentro de una olla tapada) que el curandero recomienda y los que la ciencia europea empieza a difundir a través de programas de salud, que para ser aceptados requieren muchas veces ofrecer dádivas a quienes participan en ellos.
No quise abundar demasiado en el punto de la magia y continué con el de los mercaderes. Al hablar de la literatura había mencionado la visión que en el libro se tiene de la prostitución y del análisis que de ella se hace desde el punto de vista de un fenómeno económico, es decir de “oferta y demanda”. Retomé la idea para hablar de cómo en una sociedad víctima del colonialismo, los mercaderes encuentran un campo propicio para sus productos.
En mi apresurada lectura me encontré en la novela con mercaderes de sexo, de alcohol y de armas. El sexo como mercancía da a sus oferentes una manera “fácil” de ganar dinero, aunque las pone en manos de sus “protectores” y genera mafias y problemas de sanidad. Se mencionan en la novela cifras de contagios de enfermedades de transmisión sexual, de menores de edad y de violencia sufrida, como parte del “servicio”. Sin embargo -reflexiona una de las personajes del libro- mientras los hombres demanden la “mercancía” habrá quien la ofrezca.
Otra mercancía que sirve para mantener el estado de dominación es el alcohol. El alcohol como actividad de hombres que beben mientras las mujeres acarrean el agua. El alcohol como refugio del fracaso del “amor” que el dinero deja de comprar, el alcohol como pretexto para el maltrato familiar.
Y finalmente los mercaderes de armas. Aquellos que le venden armas a un bando y al otro, quienes siembran minas y cobran después por desactivarlas. Mercaderes de la muerte y del sufrimiento. Personas sin más moral que la del beneficio económico.

Al llegar a este punto pensé que era momento de concluir. Quise hacerlo con una evocación personal. Platiqué a los oyentes que la primera vez que había oído hablar de Mozambique fue en 1966, durante el campeonato mundial de futbol en Inglaterra. En ese campeonato, el primero con cobertura en vivo de la televisión,  Portugal obtuvo el tercer lugar gracias a la gran actuación de Eusebio, un joven nacido en Mozambique. En esos años en que Mozambique libraba su guerra de independencia contra Portugal, para mí, ese país era únicamente la tierra natal de una gran estrella del futbol. 

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