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lunes, 31 de agosto de 2015

Poner el reloj de la UNAM a la hora.



Cuando paso algún tiempo sin escribir para el blog, no consultó los reportes, que periódicamente me llegan, del número de visitas que recibe, porque imagino que al no estar escribiendo, habrá pocas visitas.
Sin embargo este lunes decidí abrir el archivo, predispuesto a aceptar que no debe haber muchos accesos, pero me sorprendí, sí los había. Me dio curiosidad ver cuáles eran los textos que estaban buscando los visitantes y me llevé otra sorpresa momentánea. Los lectores están buscando el texto “Suemi rectora”.
La sorpresa fue momentánea, porque me dí cuenta, de inmediato, de que era imaginable. La UNAM cambia de rector el próximo 17 de noviembre y ya se han empezado a “mover las aguas”. Algunas de las personas que buscan información sobre el cambio de rector de la UNAM, a través de internet, son remitidos por los buscadores a ese texto que escribí hace cuatro años, cuando Suemi se candidateó.
Hace cuatro años también publiqué en el blog otro texto que titulé “Narro contra Narro” porque me parecía que el rector, que se postulaba en ese momento para reelegirse, era quien tenía mayores posibilidades de éxito. Por cierto que noté que también este texto ha estado siendo leído recientemente. Hoy las cosas son diferentes, no hay posibilidad de reelección y todo  mundo puede aspirar a suceder a José Narro.  
En la UNAM se escuchan permanentemente nombres de quienes podrían participar en el proceso de elección del rector, pero desde el regreso de vacaciones la efervescencia ha aumentado.  Probablemente debido al anuncio de que quien hasta ese momento había fungido como subsecretario de relaciones exteriores, Sergio Alcocer, regresaba a la UNAM.
El universitario y exfuncionario del gobierno federal no se anduvo por las ramas y en entrevista a El Universal aceptó querer ser rector. A la declaración de Alcocer siguieron otras, como la de Rosaura Ruiz quien también sin ambages aseguro que es tiempo de que la UNAM tenga una rectora . Si quedaba  alguna duda de que la carrera por la rectoría había comenzado, estas dos entrevistas las disiparon.
Las dos entrevistas y la declaración de los entrevistados de su deseo de ser rectores presionaron los tiempos de la Junta de gobierno y la obligo a publicar un comunicado anunciando que el próximo 24 de septiembre publicará la convocatoria con la cual dará inicio al proceso institucional de designación. En otras palabras lo que decía el comunicado era: ¡Tranquilos!, no por mucho madrugar, amanece más temprano.
No obstante la inquietud se mantiene y un grupo de académicos de la UNAM dirigió un comunicado a la junta de gobierno pidiéndole seguir algunos lineamientos para “transparentar” el proceso de elección del rector, entre ellos el de hacer públicas las presentaciones de los candidatos, sus planes de trabajo y las deliberaciones del órgano colegiado.
Ni que decir que nada tranquilizará ya la inquietud universitaria. Se trata de elegir a la persona que será el líder de una comunidad de más de 300 mil personas y que es La Universidad Pública Nacional, de un país con más de 100 millones de habitantes. Una universidad, que aunque no nos guste, se ha envejecido. No sólo en su planta académica, sino en su “pensamiento”. Es una Universidad que requiere renovarse para estar a la altura de los jóvenes talentosos que cada año aprueban el examen de ingreso.
El proceso que ya se inició es ahora, más que otras veces, una buena oportunidad de poner el reloj de la UNAM a la hora de los tiempos de un país que requiere como nunca calidad en su educación superior para dar a sus jóvenes talentosos alternativas.
Una oportunidad también de ejercer la autocrítica y mirar lo que otros  hacen bien fuera y lo que nosotros no hacemos tan bien dentro. Oportunidades que ojalá no desperdiciemos tratando de descalificar a uno y otros posibles aspirantes.

viernes, 31 de julio de 2015

Mendeleiev y la tabla periódica.

Entre las oportunidades que los viajes presentan hay dos que disfruto mucho. Una es la de poder recorrer librerías con títulos que probablemente no se encuentren en México y la otra es el tiempo que los traslados, de avión sobretodo, ponen a mi disposición para su lectura. 
En las vacaciones que recién terminaron, pude darme esos dos lujos. Uno de los libros que adquirí habla de la historia de los elementos químicos, parte de él lo leí en uno de los traslados y al llegar a México, inspirado en esa lectura,  escribí el siguiente texto sobre Mendeleiev y la tabla periódica. Se los comparto, esperando les parezca interesante.

Mendeleiev y la tabla periódica.


En la escuela siempre preferí las matemáticas a la física y la física a la química. La razón es muy sencilla: las matemáticas y en menor grado la física me parecían muy lógicas. Era fácil resolver una ecuación (a veces plantearla, no tanto). No había que aprender nada de memoria; las fórmulas, incluida la de la solución de la ecuación de 2do grado, se podían deducir.
En cambio la química me parecía un mar de datos inconexos, que había que memorizar, empezando por los símbolos de los elementos. Luego había que aprenderse de memoria las valencias y para rematar  las ecuaciones químicas no eran ecuaciones como las matemáticas. Esas ecuaciones no tenían signo de igual, sino una flecha que indicaba que los elementos de la izquierda se transformaban en los de la derecha…pero no siempre.
Fue hasta que ya estaba en la licenciatura, que aprendí los modelos atómicos y la consecuencia del principio de exclusión de Pauli sobre el llenado de las capas atómicas que empecé a entender un poquito el que -acepto-  es un mundo fascinante: el de la química.
Pienso que hubiera llegado antes a apreciar la química si me hubiera dado la clase de química Dimitriv Mendeleiev. Explicaré por qué.
En la década de 1860 Mendeleiev daba clases de química en la universidad de San Petesburgo y para explicar mejor a sus estudiantes las propiedades de los elementos químicos, hizo una tarjeta para cada elemento. En cada una puso las propiedades de ese elemento como su peso atómico y características químicas.
Después acomodó las tarjetas, de acuerdo al peso atómico. Empezó con el litio de peso atómico 7, siguió con el berilio 9, el  boro, carbono, nitrógeno, oxígeno, fluor…Seguía el sodio con un peso atómico de 23. Como el litio y el sodio tienen propiedades parecidas, la tarjeta del sodio, Mendeielev la puso debajo de la del litio
Después siguió con los otros elementos: magnesio, aluminio, silicio, fósforo...hasta que llegó al cloro. Como este último tiene propiedades parecidas al flúor, colocó su tarjeta debajo de la del flúor. Así continuo acomodando las tarjetas y al terminar con todos los elementos se le reveló un esquema en el que era evidente que las propiedades de los elementos eran funciones periódicas de sus pesos atómicos.
En 1869 publicó en su manual “Principios de Química” el “Intento de un sistema de los elementos basado en su peso atómico y en su afinidad química.”
En esos años se aceptaba la existencia de 63 elementos, aunque algunos en realidad eran compuestos. Por esa razón en el primer arreglo aparecían errores, dudas y faltantes.
Mendeleiev predijo, a partir de la periodicidad que se presentaba en las propiedades químicas de los elementos de su tabla, cuáles serían las propiedades de algunos de esos elementos faltantes.
No pasó mucho tiempo para que en 1875, el químico francés Paul-Emile Lecoq de Boisbaudran descubriera un elemento cuyas propiedades coincidían con las del hueco que se encontraba debajo del aluminio en la tabla de Mendeleiev.
En un principio, el descubridor reportó para la densidad  del elemento un valor inferior al predicho por Mendeilev, pero mediciones posteriores  mostraron que su valor era prácticamente el pronosticado por el ruso. 
En honor a su país natal Lecoq de Boisbaudran llamó a este elemento Galio
Cuatro años después el Sueco Lars Nilson descubrió otro elemento de propiedades semejantes a las del Boro, que resultó encajar en otro de los huecos que Mendeleiev había dejado en su tabla. Nilson, con igual fervor patrio que Lecoq de Boisbaudran, lo llamó escandio en homenaje a su tierra natal.
En 1886 el alemán Clemens Winkler reportó el descubrimiento de un elemento más que correspondía con otra de las predicciones de la tabla de Mendeleiev. Se trataba de un elemento semejante al Silicio al que Winkler bautizó -obviamente- como Germanio.
Durante veinticinco años todo marchó muy bien, hasta que en 1894 el Británico William Ramsay reportó el descubrimiento de un elemento que no encajaba en el arreglo de Mendeleiev. Se trataba del primero de los gases nobles que se descubrió: El Argón. 
En un principio Mendeleiev sugirió que no se trataba de un nuevo gas, sino de una forma diferente del nitrógeno cuya molécula tendría tres átomos. Sin embargo el subsecuente descubrimiento del helio, el neón, el kriptón, y el xenón, lo convencieron de que hacía falta agregar toda una nueva clase al sistema periódico. Los gases nobles.
La tabla periódica tendría que seguirse modificando en los años siguientes para dar cabida a los nuevos elementos que se seguían descubriendo, pero también sufriría un cambio conceptual. En la primera década del siglo XX Henry Mosely introdujo el concepto de número atómico (el número de cargas positivas en el núcleo de cada elemento) y correlacionó algunas propiedades químicas con ese número. Se vio entonces que el número atómico era preferible al peso atómico al organizar los elementos en un sistema periódico.
Para el año 1955 se descubrió en la Universidad de California Berkeley el elemento 101, al cual se le dio el nombre de Mendelevio en reconocimiento a la labor de Dimiti Mendeleiev.
No sería justo dejar de mencionar que alrededor de la misma época que Mendeleiev otros científicos habían concebido la idea de sistemas semejantes  de clasificación de los elementos químicos, basados en el peso atómico. Por ejemplo en 1866 John Newlandans elaboró un modelo inspirado en las octavas musicales, según el cual las propiedades químicas se repetían cada ocho elementos. También en 1870 Julius Meyer publicó una forma alternativa de la regla la cual aseguraba que las propiedades de los elementos variaban de manera periódica con su masa atómica.   
En fin quizás si me hubieran enseñado la química a partir de la lógica de la tabla periódica, me hubiera gustado desde antes.

domingo, 28 de junio de 2015

Pensar fuera de la caja.

Dice Jean Piaget que "La meta principal de la educación es crear hombres que sean capaces de hacer cosas nuevas no simplemente de repetir lo que otras generaciones han hecho; hombres que sean creativos, inventores y descubridores. La segunda meta de la educación es la de formar mentes que sean críticas, que puedan verificar y no aceptar todo lo que se les ofrece".
Sin embargo no parece que muchos profesores o instituciones estén de acuerdo con esa idea de Piaget. 
Platico a modo de ejemplo la siguiente anécdota: En un examen  de física  se preguntó cómo se podía conocer la altura de un edifico, con la ayuda de un barómetro.
Un alumno fue reprobado por haber respondido que eso se podía hacer muy fácilmente  atando el barómetro a una cuerda, subiendo a la azotea del edificio y después bajando lentamente el barómetro atado a la cuerda hasta que tocara el piso. La altura del edifico puede conocerse entonces sumando la longitud del barómetro a la de la cuerda.
Quienes evaluaron la respuesta la consideraron correcta, pero estimaron que el alumno no había demostrado saber nada de física. Decidieron, sin embargo, darle oportunidad de que lo hiciera.  Lo llamaron a una reunión y le dijeron que tenía 5 minutos para proponer alguna manera de determinar la altura del edificio, usando el barómetro, en la que se hiciera uso de algún principio de física.
Pasó casi todo el tiempo concedido y el alumno no decía una sola palabra. Uno de los profesores que lo examinaba, le recordó que el tiempo se estaba acabando y le preguntó si no tenía ninguna idea.
-Tengo varias respondió el alumno y dudo de cuál será la mejor. Por ejemplo, puede dejarse caer el barómetro desde la azotea, medir el tiempo que tarda en llegar al piso y después a partir de la fórmula h= ½ gt2 determinar la altura. Otra forma sería medir la sombra del  barómetro cuando se le coloca perpendicular al piso, después medir la sombra de edificio y  finalmente por la semejanza de los triángulos conocer la altura del  edificio. O también se puede atar el barómetro a una cuerda para tener un péndulo. Con la ayuda de ese péndulo se puede medir el valor de g, la aceleración de la gravedad, al nivel del piso y del techo del edificio. La variación del valor de g permitirá conocer la altura. También se podría, si hubiera una manera de hacerlo, recorrer la altura del edificio marcando la longitud de barómetro y luego contar cuántas veces se marcó y multiplicar ese número por la longitud del barómetro. Finalmente si queremos hacerlo de la manera obvia y tradicional medimos la presión atmosférica en la azotea y en el piso y a partir de la diferencia obtenemos la altura, pero si como se nos dice en clases debemos de buscar maneras innovadoras de resolver los problemas; la mejor sería buscar al encargado del mantenimiento del edificio y darle el barómetro a cambio del dato de la altura del edificio.

La anécdota que muy probablemente sea falsa, se platica atribuyéndola a Niels Bohr, en su época de estudiante en la universidad de Copenhage, pero sirva para recordar algo que con mucha frecuencia se olvida: alentar el pensamiento diferente. 

martes, 23 de junio de 2015

La isla de Santa Elena.

Esta es la segunda parte del artículo que nos comparte el Dr. Miguel Guzmán sobre las dos tumbas de Napoleón. Además del obvio atractivo histórico, el relato tiene interés científico, pues Rafael de la Parra, quien realiza la visita a la isla de Santa Elena es biólogo marino y hace el viaje como parte de un trabajo de investigación,  que también describe.

El pasado 18 de diciembre de 2014, hallándome en Puerto Morelos,  en la casa de mi hija Luz María (quien había congregado, para un convivio de fin de año,  a sus numerosos amigos, casi todos ellos estrechamente vinculados con la biología y la investigación submarina)  conversé con Rafael de la Parra ---un prestigiado biólogo marino mexicano, investigador del comportamiento y hábitos migratorios del tiburón ballena, y autor, así mismo de numerosos artículos científicos acerca de este animal marino, Rhincodon typus, el pez más grande del mundo que habita en los océanos, pues llega a medir catorce metros de longitud,  a pesar veinte toneladas y cuya longevidad es estimada en setenta años---, quien me comentó que visitaría la isla de Santa Elena, con el objeto de formar parte de un grupo estadounidense que realizaría investigaciones de las migraciones del tiburón ballena.
De  inmediato le solicité que si tenía la suerte de hallarse en la isla de Santa Elena,  frente a la tumba de Napoleón Bonaparte  (personaje de quien asevera Wikipedia  “es considerado como uno de los mayores genios militares de la Historia, habiendo comandado campañas bélicas muy exitosas, aunque con ciertas derrotas igualmente estrepitosas, y a quien sus soldados lo llamaban el Pequeño Cabo (le Petit Caporal), en tanto que los ingleses se referían a él con el despectivo Boney y las monarquías europeas como el tirano Bonaparte, el Ogro de Ajaccio o el Usurpador Universal”) tomara algunas fotografías, pues yo pensaba escribir algún texto acerca de ese personaje, y que me enviara un breve relato de su viaje a tan distante y aislada isla del Atlántico Sur.
Rafael de la Parra atendió mi solicitud  ---captar imágenes de ese sitio y describir la ruta de llegada a la isla de Santa Elena, así como los motivos de su viaje de investigación del tiburón ballena, y por ello me envió un extenso relato de su viaje a ese lejanísimo lugar (conviene tener presente que no sólo cuenta la gran distancia sino también la notoria dificultad para arribar a ese aislado peñón rocoso perdido en la inmensidad del Atlántico). De esa narración transcribo ahora algunos párrafos, ya que considero son muy interesantes para este artículo.   
“En el año 2007 registramos,  mediante rastreo satelital, una hembra que recorrió más de 7.000 km desde la Isla Contoy, en el Mar Caribe de México,  hasta el sur de las rocas de San Pedro y San Pablo,  en el hemisferio sur, en el océano Atlántico. Hace dos  años en la Tercera Conferencia Internacional sobre Tiburón Ballena, celebrada en Atlanta, Georgia; nuestra colega Elizabeth Clingham nos visitó desde la Isla de Santa Elena, y nos compartió sus hallazgos: la presencia de  tiburones ballena de alrededor de 10 metros de largo, con una interesante proporción de hembras presumiblemente preñadas, la cual se presenta en las cercanías de la isla, anualmente entre octubre y mayo.
“Nuestros colaboradores del Acuario de Georgia organizaron entonces una expedición de dos investigadores para estudiar esta interesante agregación. Sin embargo, uno de ellos enfermó y el médico le recomendó abstenerse de este viaje, A principios de diciembre de 2014 fui contactado, y me propusieron sustituir a este colega, en cuyo caso debía tramitar la visa sudafricana y los documentos necesarios para la expedición. Partí el 26 de diciembre de 2014 de Cancún con rumbo a Atlanta, para reunirme con nuestro colaborador, el Dr. Al  Dove, del Georgia Aquarium, y recoger una de dos enormes maletas con equipo, instrumentos, reactivos químicos y cámaras fotográficas submarinas (una de ellas diseñada para bajar hasta 600 m). De Atlanta fuimos a Londres y posteriormente a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica.
“El 29 de diciembre nos embarcamos Al y yo en el "Royal Mail Ship Saint Helena", con rumbo a la isla, a donde llegamos cinco días después, el 3 de enero de 2015, tras un crucero de fábula muy a lo "old fashion” inglés. El barco es mitad carguero y mitad crucero, así que las cenas de gala, y algunas de ellas de etiqueta, eran siempre de seis tiempos, con deliciosos manjares. ¡El año nuevo en medio del Atlántico fue sensacional!
“Durante nuestra estancia localizamos hasta tres grupos diferentes de tiburones ballena. Colocamos un total de 14 dispositivos de rastreo satelital. Obtuvimos más de 20 biopsias de tejido dérmico. Colocamos un dispositivo de seguimiento del comportamiento y fotografiamos más de 40 tiburones, probablemente diferentes, los cuales en promedio miden alrededor de 9.5 a 10 metros, mientras que aquí (en el Mar Caribe, en las aguas de la Isla de Contoy)  tienen una longitud promedio de 6.5-7 metros. La proporción de machos a hembras es casi de 1 a 1. Hicimos estimaciones fotogramétricas utilizando apuntadores láser. Colectamos muestras de zooplancton para conocer su alimento (muy similar al de aquí, en las  inmediaciones de Contoy, y se compone principalmente de huevos de túnidos. Realizamos unas 5 o 6 inmersiones de buceo scuba, la temperatura del agua es de 22 o 23 °C, a lo cual no estamos acostumbrados.
“Aún cuando nos informaron que era muy tarde para ver ballenas jorobadas, tuvimos la fortuna de ver a una hembra y su cría a su paso por la isla. Registramos y vídeo-grabamos a un tiburón martillo dentro del agua, así como un cardumen de "wahoos".
En fin una experiencia única e inolvidable. En esta isla estuvieron,  entre otras personalidades, Napoleón Bonaparte, Sir Edmund Halley y Charles Darwin, quien fue a estudiar la geología de la isla. Los "Saints" o “Helenitas” son gente extremadamente amable y muy hospitalaria. Disfrutamos la deliciosa variedad de vinos sudafricanos y probamos el licor de "amarula". No dejamos pasar la oportunidad de tomar el café cultivado en la isla, que tiene un sabor muy exquisito.
 “El día 16 de enero de 2015 emprendimos el regreso, por la misma ruta en sentido inverso y llegué a Cancún el 25 de enero de 2015.”
En su relato comentó Rafael de la Parra lo siguiente: “Fíjate Miguel, que los británicos escogieron un sitio muy hermoso para la sepultura de Napoleón.  Caminas por un prado muy bien cuidado y llegas a un claro en medio de un bosquecillo, con muchas flores. Algunas Bugambilias de diferentes colores han invadido los árboles más grandes y le dan un aspecto solemne a todo el entorno. Hay unas aves introducidas que realmente parece que "rebuznaran", pero al menos en esta parte escuchamos otras aves diferentes, y armoniosos cantos de pajarillos, y esto me emocionó mucho”.


guzmanperedo@hotmail.com

lunes, 22 de junio de 2015

Waterloo.

El 18 de junio pasado se cumplieron 200 años de la batalla de Waterloo, célebre por ser la que marca el final de Napoleón como emperador. Tan importante ha sido en la historia de Europa – y del mundo- esa batalla que ahora 200 años después el hecho será evocado llevando a cabo diferentes actos, entre ellos la recreación de la batalla.
El Dr. Miguel Guzmán Peredo me hace notar la efemérides y me envía un texto para compartirlo en el blog. En él, Miguel, con su habitual gusto por los detalles y los datos históricos habla de Napoleón y del hecho curioso de sus dos tumbas.
Para publicarlo lo he dividido en dos partes, una en la que habla principalmente de los datos históricos y de la tumba en Paris, otra en que se narra el viaje de estudio del biólogo Rafael de la Parra, amigo del Dr. Guzmán Peredo a la isla de Santa Elena y en el cual visitó la tumba de Napoleón en la Isla de Santa Elena. La segunda parte la publicaré mañana, espero disfruten ambos escritos.

Con gran fausto y suntuosidad será evocado el bicentenario de la batalla de Waterloo, calificada por los expertos en el arte militar como “una de las más grandes de la historia europea, y un acontecimiento clave que marcó la caída del emperador Napoleón Bonaparte y la llegada de una nueva era, por lo que, muy poco tiempo después de que este gran acontecimiento histórico tuviera lugar, el sitio de este enfrentamiento bélico, Waterloo, se convirtió en un mito. Waterloo fue la última gran batalla de Napoleón después de haber recuperado el poder en la conocida como “campaña de los cien días”. El enfrentamiento tuvo lugar el 18 de junio de 1815, y concluyó con la victoria del ejército aliado dirigido por el duque de Wellington (que agrupaba británicos, alemanes y neerlandeses) y del ejército prusiano, con el mariscal Blücher al frente. La unión de estas dos fuerzas acabó con la armada francesa, y significó el final para el emperador, quien tras verse obligado a abdicar, fue exiliado a la isla de Santa Elena”.

Waterloo.es actualmente patrimonio histórico de la humanidad, y se encuentra en Bélgica, si bien a la sazón formaba parte del Reino Unido de los Países Bajos. Se localiza a unos veinte kilómetros de distancia de Bruselas, la capital de Bélgica. Esa sangrienta y encarnizada batalla, que ocasionó la muerte de cincuenta y cinco mil combatientes, lleva dicho nombre, Waterloo, pero en realidad tuvo lugar en un paraje ubicado más al sur, en Braine l’Alleud. En este sitio se halla la llamada Colina del León, rematada por una columna de cuarenta metros de altura, coronada por un león colocado sobre un globo terráqueo. Se dice que desde esta altura se tiene una espléndida panorámica del campo de batalla.

En las inmediaciones de este monumento, en la parte céntrica de la población de Waterloo, se halla el Museo Wellington, donde son expuestos infinidad de objetos relacionados con esta sangrienta contienda, que significó el fin de la brillante carrera militar y política de quien en su momento de máxima gloria fuera Emperador de Francia.     
Napoleón Bonaparte, uno de los personajes de la historia universal que me parecen más fascinantes,  nació el 15 de agosto de 1769,  en la isla de Ajaccio, nombre de la ciudad capital del Departamento de Córcega del Sur, apenas un año después de que Francia adquiriese la isla de Córcega a la República de Génova. Por el lugar de su natalicio era llamado el “Gran Corso”  tan célebre guerrero francés. En Wikipedia leo que “Nacido Napoleone di Buonaparte  (Nabolione o Nabulione en corso), años después, cambió su nombre por el afrancesado Napoleón Bonaparte. Fue un militar y gobernante francés, general republicano durante la Revolución y el Directorio, artífice del golpe de Estado del 18 Brumario que lo convirtió en primer cónsul (Premier Consul) de la República el 11 de noviembre de 1799; cónsul vitalicio desde el 2 de agosto de 1802 hasta su proclamación como emperador de los franceses (Empereur des Français) el 18 de mayo de 1804, siendo coronado el 2 de diciembre; proclamado Rey de Italia el 18 de marzo de 1805 y coronado el 26 de mayo, ostentó ambos títulos hasta el 11 de abril de 1814 y, nuevamente, desde el 20 de marzo hasta el 22 de junio de 1815”.
Tras la derrota sufrida en Waterloo, por el ejercito conjunto de tropas británicas, holandesas y alemanas, comandado por Arthur Wellesley, mejor conocido por su título de Duque de Wellington, y el ejercito de Prusia, del Mariscal Gebhard Leberech von Blücher, Napoleón Bonaparte fue encarcelado y desterrado por el gobierno de la Gran Bretaña a la isla de Santa Elena, en el océano Atlántico, el 15 de julio de 1815.
Cabe mencionar que el viaje oceánico de Napoleón Bonaparte a la pequeña isla a la cual fue desterrado demoró trece semanas. 
En algún portal de internet leí que “El Northumberland, un navío de guerra de la Royal Navy,  al mando del almirante Cockburn, transportó a Napoleón a la isla volcánica de Santa Elena, que pertenecía a la Compañía de las Indias Orientales, donde fue confinado en un peñasco azotado por vientos impetuosos y expuesto a lluvias copiosas o a un sol que caía a plomo. El 17 de octubre de 1815 desembarcó en la isla y durante las primeras semanas se alojó en una pequeña habitación, situada bajo un granero, en una casa de campo llamada Briars, al cuidado de la acogedora familia de William Balcombe, un comerciante local, con cuya hija entabló una amistad. Betsy, de 13 años de edad, quien era el único miembro de la familia que sabía hablar francés. La salud de Napoleón empeoró con su traslado a Longwood House, una vivienda expuesta a un clima insalubre, que se convirtió en su último asilo en la isla. La muerte se debió, según la autopsia, a un cáncer de estómago, aunque existe la creencia de que pudo ser víctima de un envenenamiento con arsénico”.
A este respecto diré que en el portal de Wikipedia aparece lo siguiente: “Recientes investigaciones realizadas a muestras de cabello del general (cortado poco tiempo después de morir), que habían estado guardadas en un sobre vacío, revelan que estaban impregnadas con arsénico,  hasta tal punto que se necesitaban dosis altamente peligrosas para lograr aquella concentración. Esto último sugiere que es altamente probable que pudo morir a causa del veneno (lo que también concordaría con sus síntomas), ya sea de forma intencionada o no”
El paraje donde estaba ubicada la morada de Napoleón en Santa Elena era llamado por los habitantes de la isla el “Bosque de los Muertos”, por la insalubridad que privaba en ese malsano paraje insular), sito en una planicie expuesta a las más inclementes condiciones climáticas: tórridos calores y gélidos fríos, sin ninguna protección arbórea que hiciese que ese sitio donde purgaba un real estado de arresto domiciliario (hay que tener en cuenta que su domicilio se hallaba cercado, y era vigilado de manera permanente por una guarnición de soldados ingleses). Allí murió el 5 de mayo de 1821, antes de cumplir los 52 años de edad, quizá como resultado de un cáncer gástrico, o quizá por una afección  del hígado ---ya que no está del todo claro el motivo de su fallecimiento---, o bien envenenado con arsénico por sus captores.
El inhóspito escenario del exilio de Napoleón Bonaparte, la isla de Santa Elena  ---un peñón rocoso formado por los restos del volcán extinguido que le dio origen---, forma parte del llamado Territorio de Ultramar del Reino Unido, junto a las islas de Ascensión, Tristán da Cunha y Diego Alvares. Mide 17 kilómetros de largo y 10.5 de ancho. Tiene una extensión de 121  kilómetros cuadrados (como punto de comparación diré que la extensión territorial de la Delegación Iztapalapa, en el Distrito Federal, es de 116 kilómetros cuadrados).. La capital es Jamestown y el número de habitantes no llega a 7.000.  Está ubicada en medio del océano Atlántico Sur, a una distancia de más de 2.800 kilómetros de la República de Angola, en África, situada al Este, y a una mayor distancia ---2 900 kilómetros--- de Brasil, en América del Sur, al Oeste. Su latitud geográfica es de 15° 56′ Sur y 5° 45′ W.  más o menos la misma que la de Angola, y la de Brasilia, la capital de Brasil, . La distancia entre las  islas arriba mencionadas es la siguiente: entre Santa Elena y Ascensión es de 1.300 kilómetros, y entre Santa Elena y Tristán da Cunha es de  3.700 kilómetros. La distancia a las islas Malvinas (localizadas  frente a la ciudad de Río Gallegos, en la Tierra del Fuego, a una distancia ---en línea directa--- de 1.913 kilómetros) es de  más de 7.000 kilómetros. Por este motivo Santa Elena ha sido llamada la “isla más remota del mundo”.
En alguna página de internet leí que “Para llegar ---hoy en día--- a Santa Elena sólo tenemos una opción y es surcar las aguas del océano Atlántico. Tan solo podremos arribar a esta isla remota viajando en algún carguero de los que visitan estas latitudes cada dos o tres meses”
Vincent Cronin es el autor de una biografía de quien fuera un extraordinario militar, cuyas batallas están inscritas como las más brillantes del siglo XIX  (Napoleón. Javier Vergara Editor. Buenos Aires, Argentina, 1988). En esta obra  señala que “Durante sus cinco años y medio en Santa Elena  ---un punto en el mapa, una boya perdida en el Atlántico Sur, azotada por los vientos y las lluvias---, y hasta la última enfermedad, Napoleón mantuvo incólume su espíritu, pero nunca se entregó a la desesperación. Le agradaba decir que su cuerpo podía estar prisionero, pero su alma se mantenía libre….(Cuando falleció, el 5 de mayo de 1821) la guarnición inglesa y los destacamentos del escuadrón naval, con uniforme completo pero sin armas, presentaron los últimos respetos.  También ellos se sintieron  impresionados por el rostro del emperador muerto. Doblaron la rodilla y algunos oficiales pidieron se les permitiera besar una esquina de la capa de campaña de Napoleón, que le cubría los pies”. 

Otro biógrafo suyo, Emil Ludwig, escribió un hermoso libro (Napoleón. Editorial  Diana, México, D.F., 1953),  y allí asienta que pocos días antes de fallecer, el otrora Emperador de Francia estipuló en su testamento: “Deseo que mis cenizas reposen a orillas del Sena, en medio del pueblo francés que tanto amé”,  pero se le dio sepultura en Santa Elena. Dice ese biógrafo: “Las autoridades británicas rehusaron el traslado del cuerpo a Europa. La fosa fue abierta en un valle cerrado, junto a una fuente sombreada por dos sauces. El único honor que le rindió Inglaterra fue el de colocar un centinela junto a su tumba. Centinela que habría de montar la guardia durante diecinueve años, hasta el traslado de las cenizas a Paris”. 

Gilbert Martineau, autor del capítulo “Santa Elena, pequeña isla…”, dentro del libro Napoleón (Editorial Labor, Barcelona, España, 1970) describe que “Revestido de su uniforme de la Guardia Imperial, escoltado con el ceremonial previsto para un general inglés,  el emperador fue llevado, cuatro días más tarde, al Valle del Geranio, al son de los pífanos y de los tambores velados, y luego enterrado a la sombra de tres sauces y muy cerca de un arroyuelo. Era la primera etapa de su epopeya póstuma”

Napoleón Bonaparte fue inhumado en un paraje llamado, por otros historiadores, “Valle de los Geranios”. Otro autor menciona que el sitio era llamado Fuente de Torbett,  no lejos de la casa denominada Longwood  House, que fuera la reducida morada donde viviera por casi seis años este controvertido personaje. Ese paraje posteriormente recibió la denominación de “Valle de la tumba de Napoleón”. Su infame carcelero, un militar ingles de nombre Sir Hudson Lowe, no permitió que en la lápida funeraria se inscribiese la leyenda: “Napoleón, nacido en Ajaccio el 15 de agosto de 1769 y fallecido el 5 de mayo de 1821”  Actualmente ese sitio es propiedad del gobierno de Francia, y allí hay un museo consagrado a la memoria de quien fuera Emperador de los franceses. Una persona, comisionada por el gobierno de Francia, tiene el encargo de habitar en esta isla y velar por el cuidado de esa área.

En Wikipedia leo que “En 1840, a instancias del gobierno de Luis Felipe I, sus restos fueron repatriados. Trasladados en la fragata Belle-Poule, fueron depositados en Les Invalides (París). La llegada de los restos de Napoleón fue muy esperada en Francia. Durante su funeral sonó el Réquiem de Mozart. Cientos de millones de personas han visitado su tumba desde esa fecha”.

El  mausoleo de Napoleón, de  señalada magnificencia, se halla en el conjunto arquitectónico denominado  Palacio Nacional de los Inválidos. Bajo la cúpula principal de la Iglesia del Domo está el sarcófago de pórfido rojo ---material denominado por los romanos porphyra: “piedra púrpura”, el cual era utilizado por los altos dignatarios asirios, babilonios y egipcios, como signo de nobleza y distinción---, traído de Rusia, el cual ha sido colocado sobre un zócalo de granito verde,  procedente de la cadena montañosa de Los Vosgos, en Francia. Ese monumento fue diseñado por el célebre escultor francés Louis Visconti. Contiene seis ataúdes diferentes. El central, el más próximo a los restos de  quien fuera llamado frecuentemente el “Gran Corso”, es de acero recubierto de estaño. El segundo fue hecho en caoba. Los dos siguientes son de plomo. El quinto es de ébano y el exterior de roble. Los visitantes que llegan a este suntuoso lugar primeramente contemplan dicho féretro desde la parte superior, y para ello deben inclinar la cabeza. No ha faltado quien haga el comentario de que con ese movimiento pareciera que honran a uno de los más brillantes militares de la historia, no sólo de Francia sino del mundo.


guzmanperedo@hotmail.com

martes, 16 de junio de 2015

La dignidad encarnada.

No sé si me habría yo encontrado con Silvia Gurrola en un aeropuerto o estación de tren en algún rincón del planeta, pues a ella le gusta viajar y ha corrido mundo. A mí no me disgusta tampoco andar de un lado para otro, pero el hecho es que nos conocimos en Tequisquiapan, en un evento de firma de libros.
Como no había filas enormes de compradores, Silvia y yo, frente a nuestros respectivos libros tuvimos oportunidad de platicar, resultó que además del gusto por viajar, por escribir libros y por Tequisquiapan teníamos amistades en común.
No pasó mucho para que en compañía de nuestras respectivas parejas nos tomáramos un café y platicáramos sobre el duro oficio…no de escribir, sino de distribuir los libros.
Unos días después de esa conversación Silvia me escribió, invitándome a participar en la presentación que de su libro La dignidad Encarnada se haría en el museo del estanquillo días más tarde. En el evento participaban también, además de la propia Silvia, Henoc de Santiago y Bertha Alicia Esparza. Moderados todos por Viridiana Villegas.  Acepté con mucho gusto.
El día de la presentación, llegué con algunas ideas, fruto de mi acelerada lectura del libro. Listo por si me tocaba hablar en primer lugar. Viridiana informó el orden en que intervendríamos y me tocó el segundo turno, después de Berta Alicia Esparza. Mientras ella hablaba tomé una hoja de papel y empecé, a partir de lo que ella iba leyendo, a hacer algunas notas para el momento de hablar.
Lo que apunté fue lo siguiente:
  • África
  • Mujer y Poder
  • Literatura
  • Magia y Ciencia
  • Mercaderes.

Cuando llego el momento de participar empecé por aclarar que haría un resumen de lo que diría, por si no lograba retener la atención de la audiencia mucho tiempo.  El resumen fue: Que el libro me había gustado y que recomendaba su lectura.
Después de eso comenté que si bien la acción del libro transcurre en Mozambique, el libro es más universal. El mensaje que da es algo que aplica igual en África que en Oaxaca; es una historia de derechos humanos y de igualdad, es una historia de colonialismo y de lucha por la dignidad. La protagonista bien podría llamarse Tranquilina o Taurina y vivir en la sierra zongolíca y no en Mozambique. La novela, dije, es como esas gotas de agua que albergan en su interior un ecosistema tan complejo como el mundo exterior. Una especie de fractal que refleja en sus partes la complejidad del todo.
A continuación hablé de la relación entre la mujer y el poder. Inicié citando algunos de los datos que da el propio libro acerca de que la mitad femenina de la población posee apenas la centésima parte de la riqueza. Dije que nadie podía negar que las mujeres han sido por mucho tiempo víctimas de abuso del poder, pero que no sólo es asunto de género sino de una cierta proclividad humana al abuso en general. Use para ejemplificar el caso de un personaje de la novela, la doña, que es una mujer que en una posición de mando se corrompe y humilla a los hombres sobre los que tiene la posibilidad de mandar. Por supuesto que en la mayor parte de las sociedades son los hombres quienes detentan el poder y quienes humillan a quienes no lo tienen, hombres y mujeres. Con el agravante de que en el caso del abuso a las mujeres hay con frecuencia una componente de abuso sexual.
El tema de la sexualidad, que está presente en todo el libro, me llevó al de la literatura. Volví a plantear la pregunta de si se puede al leer una obra, saber si su autor es hombre o mujer. Dije que en principio se podría decir que no, que hombres y mujeres escriben igual. Aunque mencioné que al leer a Alice Munro había sentido que los temas y la perspectiva de sus relatos era profundamente femeninos.
Elogié el esfuerzo siempre presente en el libro, de imaginar el pensamiento del otro, de ponerse en sus zapatos y sentir como él; sobre todo por lo difícil que es para un autor hablar de los sentimientos sexuales del otro género.  Mencioné la manera como en la novela se describe el encuentro de un joven, llamado Milagro, con un par de chicas, digamos profesionales del querer. Compartí con el auditorio mi pensamiento al leer ese pasaje y preguntarme que tan “real” resultaba el comportamiento del protagonista al estar con las mujeres y luego al platicarlo a su mentor y a la mujer que junto con su mentor conducían el centro educativo en el que se encontraba el joven.
En todo caso la solución literaria que se le da en el libro sirve para hacer pasar el mensaje que la autora quiere y ese es otro punto interesante de comentar. La obra está escrita como una novela pero hay abundancia de datos numéricos, de descripciones y hasta de notas lingüísticas y culturales que traslucen la formación académica de su autora.
Ella misma, al hacer uso de la palabra más tarde, mencionó su formación académica de pedagoga, su trabajo en los organismos internacionales y su idea inicial de escribir un libro técnico con su experiencia en África. Idea que abandonó porque pensó, con mucha razón, que con la novela llegaría a un público más numeroso.
En el punto de la formación académica aproveché para hacer muy rápido una mención de algo que a mí, con formación científica, me llamó la atención: la relación de la magia con la religión en la sociedad mozambiqueña descrita. Mencioné, como ejemplo, los métodos de control natal (como enterrar la placenta dentro de una olla tapada) que el curandero recomienda y los que la ciencia europea empieza a difundir a través de programas de salud, que para ser aceptados requieren muchas veces ofrecer dádivas a quienes participan en ellos.
No quise abundar demasiado en el punto de la magia y continué con el de los mercaderes. Al hablar de la literatura había mencionado la visión que en el libro se tiene de la prostitución y del análisis que de ella se hace desde el punto de vista de un fenómeno económico, es decir de “oferta y demanda”. Retomé la idea para hablar de cómo en una sociedad víctima del colonialismo, los mercaderes encuentran un campo propicio para sus productos.
En mi apresurada lectura me encontré en la novela con mercaderes de sexo, de alcohol y de armas. El sexo como mercancía da a sus oferentes una manera “fácil” de ganar dinero, aunque las pone en manos de sus “protectores” y genera mafias y problemas de sanidad. Se mencionan en la novela cifras de contagios de enfermedades de transmisión sexual, de menores de edad y de violencia sufrida, como parte del “servicio”. Sin embargo -reflexiona una de las personajes del libro- mientras los hombres demanden la “mercancía” habrá quien la ofrezca.
Otra mercancía que sirve para mantener el estado de dominación es el alcohol. El alcohol como actividad de hombres que beben mientras las mujeres acarrean el agua. El alcohol como refugio del fracaso del “amor” que el dinero deja de comprar, el alcohol como pretexto para el maltrato familiar.
Y finalmente los mercaderes de armas. Aquellos que le venden armas a un bando y al otro, quienes siembran minas y cobran después por desactivarlas. Mercaderes de la muerte y del sufrimiento. Personas sin más moral que la del beneficio económico.

Al llegar a este punto pensé que era momento de concluir. Quise hacerlo con una evocación personal. Platiqué a los oyentes que la primera vez que había oído hablar de Mozambique fue en 1966, durante el campeonato mundial de futbol en Inglaterra. En ese campeonato, el primero con cobertura en vivo de la televisión,  Portugal obtuvo el tercer lugar gracias a la gran actuación de Eusebio, un joven nacido en Mozambique. En esos años en que Mozambique libraba su guerra de independencia contra Portugal, para mí, ese país era únicamente la tierra natal de una gran estrella del futbol. 

martes, 5 de mayo de 2015

De qué hablamos cuando hablamos del amor.

El título de esta entrada es el de un cuento de Raymond Carver, del que tuve conocimiento primero por Haruki Murakami, quien lo parafraseo para dar nombre a su reflexión autobiográfica: De qué hablo cuando hablo de correr. Murakami menciona este hecho en su libro y eso me dio curiosidad, busqué el texto de Carver y leí el cuento. Más recientemente a través de la película premiada con el Oscar en 2015 me reencontré con ese relato.
La película platica la historia de un hombre que tras haber sido exitoso en el cine comercial incursiona como director de teatro en Broadway. La obra que decide montar es justamente la adaptación del cuento de Carver.
En el relato, dos parejas de amigos beben ginebra y se plantean la pregunta que da nombre al cuento. Lo que se habla del amor al principio es acerca del rencor que el ex-marido de la actual mujer de uno de ellos, le tiene a él. Mientras beben el anfitrión coquetea con la mujer del amigo y en un momento dado, junto con esas manifestaciones de lo que es el amor, uno de los personajes platica la historia de una pareja de ancianos, “en la setentena” que sufre un accidente y salvan la vida, apenas. En el hospital el hombre sufre terriblemente porque a causa de los vendajes, curaciones y heridas no puede ver a su mujer. Esa ausencia de la imagen amada lo hace sufrir enormemente. La pregunta que planea el escrito de Carver es: ¿Es el amor ese sentimiento, del viejo por su mujer, tan lejano ya de los impulsos sexuales que deben asegurar la preservación de la especie?
No sé que motivó a Carver a escribir ese texto pero lo he recordado a propósito de una conversación que tuve hace pocos días acerca de los mecanismos químicos del amor.
El amor, me decía un amigo químico, no es como lo pintan. No hay flechazo de cupido, hay sustancias químicas viajando por nuestro cuerpo al influjo de una mirada, una voz, una imagen...
Me llamó la atención y traté de averiguar ¿De qué sustancias se trata?, ¿cómo viajan?, ¿Qué se desencadena su producción?...
Esto es algo de lo que encontré: Las sustancias químicas del amor son las hormonas y los neurotransmisores que son generados en las glándulas endócrinas y en las células nerviosas respectivamente y que son transportados por los sistemas circulatorio, linfático y nervioso.
Las hormonas regulan las funciones del cuerpo humano, el crecimiento, el sueño, la angustia, el deseo sexual, los estados de ánimo… se producen en glándulas como la pituitaria, la glándula pineal, el timo, la tiroides, las glándulas suprarrenales, el páncreas, los testículos y los ovarios.
La adrenalina fue la primera hormona que se conoció, la obtuvó por primera vez, de manera pura, el japonés Jokichi Takamine en 1901. Es interesante notar que en francés los riñones se llaman reins, palabra que a su vez viene del latín renes. Ad renes, significa junto a los riñones. A la adrenalina también se le conoce como epinefrina, que es más o menos lo mismo, pero a partir de las raíces griegas: Epi: encima, Nephros: Riñón. ¿Cómo se llamaría esa hormona si hubiera sido descubierta o sintetizada por un hispano hablante? (¿suprarenalina? ¿sobreriñonina?)
Los neurotransmisores, por su parte, se producen en las células nerviosas y se encargan de la transmisión de las señales de una neurona a otra. La acetilcolina fue el primer neurotransmisor en ser identificado como tal, en 1921, por el biólogo alemán llamado Otto Loewi, quien ganó el premio Nobel en 1936, compartido con Henry Hallet Dale, que la había aislado siete años antes. La acetilcolina interviene en la estimulación de los músculos y en la programación del sueño REM.
Una emoción es una respuesta de nuestro cerebro ante situaciones a las que debe hacerse frente rápidamente (un asalto o un beso robado, por ejemplo). Las emociones desempeñan un rol importantísimo en nuestra comunicación general con las demás personas, no sólo la amatoria. El gesto de un interlocutor puede informarnos del efecto que nuestras palabras le producen, nos da pistas de su posible respuesta y nos prepara para poder responder.
En el amor, las hormonas y neurotransmoisores son los responsables de que expresemos nuestras emociones, con una sonrisa o un gesto de disgusto, con la aceleración del pulso cariaco, del ritmo de la respiración o el sudor de las manos.
Una mirada, una imagen, una voz pueden desencadenar la producción de dopamina y endorfina, dos neurotransmisores que van a producir inmediatamente sensación de bienestar y a iniciar probablemente el proceso del amor.
La dopamina está asociada a la motivación: prevé el placer que vendrá y nos lanza a la acción en busca de él. La motivación será tanto mayor cuanto más más grande sea el placer que se espera.
La dopamina está asociada también con el gusto por lo nuevo, podría ser la causa por la que nos embarcamos en nuevas aventuras (amorosas y no tanto) a pesar de los riesgos que implican. Pero la dopamina no sólo podría ser la responsable de lanzarnos a nuevas aventuras, sino también, paradoja aparente, de hacernos no tener ojos más que para la persona amada. La secreción de dopamina causa cambios en nuestra atención, focalizándola en la persona amada e incluso actuando sobre zonas del cerebro asociadas al pensamiento crítico, inhibiéndolo, lo que nos haría idealizarla.
En el organismo funcionan mecanismos de recompensa ante el cumplimiento de una necesidad básica. Así por ejemplo beber produce una agradable sensación de ya no tener sed, igualmente al cumplir con la tarea de comer obtenemos como recompensa una sensación placentera. Ese mecanismo de premio nos hace volver a desear las situaciones que nos producen placer, generando un ciclo de reforzamiento.
Eso también ocurre en el caso del amor: el placer obtenido por las emociones que desencadena en nosotros el ser amado, será recordado por nuestro cerebro, que nos impulsará a tratar de repetir el proceso, generando un ciclo que hará que percibamos a nuestro compañero como un ser deseable para el cerebro. Cuando estos ciclos de reforzamiento se desajustan pueden ocurrir situaciones anómalas como las adicciones, a la comida, a la bebida o al amor.
Momentos románticos como una cena con velas, contemplar juntos el atardecer; las caricias y los besos pueden liberar otras hormonas como la oxitocina y la luliberina. La oxitocina es una hormona que produce sentimientos de calma y reduce el estrés. La oxitocina es además un participante importante en el nexo amoroso con los hijos. Se produce en el momento del parto y durante el amamantamiento.
La luliberina está asociada a la excitación sexual y a la preparación para la consumación del amor.
¿Descepecionante, enterarse de lo que pasa cuando alguien nos gusta? Quizás no tanto, finalmente el mandato de la biología a la especie es mantenerse y el amor es la manera de lograrlo. No sólo se trata del amor vinculado al deseo sexual, sino también al del cuidado de las crías y al de la responsabilidad dentro de la pareja, que está relacionado con otra hormona, la vasopresina.
No quisiera ponerme ni demasiado filosófico, ni demasiado cínico: (Yo creí que me amabas de verdad, no que únicamente te producida reacciones bioquímicas), así que prefiero terminar el texto con una reflexión acerca de la pregunta de Carver.
Los animales y hasta las plantas intercambian mensajes de seducción, mediante colores o aromas. La manera como los machos de alguna especie animal descubren a una hembra en celo es muchas veces a partir de las feromonas.
En los humanos no se sabe bien a bien cómo funcionan, si es que lo hacen. Aunque se acepta que existe el órgano para detectarlas y que el olor de cada persona es tan individual como sus propias huellas digitales.
Algún desconocido mecanismo químico puede estar funcionando para que nos guste una posible pareja y no otra; dicen que esa información está inscrita en los genes, que nos atraen personas con una estructura genética semejante. Seguramente un día lo sabremos, también un día entenderemos por qué mecanismo químico el viejo del relato de Carver sufre por no ver a su compañera de tantos años. Seguramente ese día, no muy lejano, terminaremos de entender que de lo que hablamos cuando hablamos del amor, es de química.