Murakami vuelve a tomar prestado el título de un libro,
para darle nombre al suyo. Así como a partir del libro “De qué hablamos cuando
hablamos del amor” dio nombre a “De qué hablo cuándo hablo de correr”, ahora
toma el nombre de una colección de cuentos de Hemingway “Men without women”
-libro, cuya existencia ignoraba yo-
para dar nombre a una colección homónima de siete cuentos de él.
Si sólo tuviera que decir si el libro me gustó o no, diría
que sí, pero vale la pena comentar un poco sobre las historias.
En la primera de ellas, “Drive my car” Murakami platica la
historia de un hombre que contrata una mujer para que sea su chofer, la mujer
es muy sería, pero termina haciendo amistad con quien la emplea. El hombre le
cuenta que su mujer, muerta en el tiempo en que ocurre el relato, lo engañó en
vida con otro hombre. El marido engañado
le platica a la conductora, que una vez muerta la mujer, él se hizo amigo del
amante, para conversar con él sobre ella. Esa es en esencia la historia, pero
al narrarla Murakami introduce una serie de reflexiones sobre la razón por la cual,
la mujer engañó al marido. La chofer le dice que debe haberse acostado con el
amante, posiblemente por qué no se sentía atraída por él: “Las mujeres tenemos
esas cosas”. Al final, como casi todos los relatos de Murakami, la historia se
desvanece: el duerme en el auto mientras ella maneja bajo la lluvia, después de
la conversación.
En la segunda historia: “Yesterday”, se habla de la breve amistad de
dos amigos, uno de los cuales ha fracasado en sus exámenes para ingresar a la
universidad, mientras que su novia de la preparatoria si lo ha logrado.
Sintiéndose inferior a ella y con la certeza de ir a perderla, le pide al amigo
que salga con ella. La cita ocurre, pero no se da ninguna relación más entre
ambos, ella le confiesa que está ya saliendo con otra persona. Enseguida de esa
reunión el ex novio deja de ir al trabajo, que era el sitio de encuentro de los
dos amigos, y desaparece de la escena. La historia continúa 16 años después,
cuando la ex novia y el ex amigo del ex novio se reencuentran, por casualidad,
en Alaska en un evento social. Ambos se apartan un poco del resto de los
asistentes y van a platicar a un lado, hablan de su cita años atrás y del amigo
común. Ella dice que él le ha enviado una tarjeta desde Denver, donde se
desempeña como Chef de Sushi. Como ella no se ha casado, ni el Chef tampoco
queda abierta la posibilidad de un reencuentro. El título de la historia se
debe a que el exnovio había inventado una letra en japonés para la música de
Yesterday. A lo largo de todo el relato hay largas reflexiones de Murakami -a
través de los personajes- acerca de la soledad de los jóvenes. Escribe: “Si
pienso en mí cuando tenía veinte años, lo único que logró recordar es que me
sentía tremendamente solo y aislado. No tenía novia que confortara mi cuerpo y
mi espíritu, ni amigos con quienes sincerarme.”
Como en muchos de los cuentos de Murakami, la anécdota es un tanto
banal, pero la manera de platicarla introduce reflexiones del autor acerca de
mucho temas, en este relato por ejemplo acerca de la diversidad cultural y
lingüística del Japón.
La tercera historia “Un órgano independiente” es un
análisis acerca del amor y las relaciones sexuales. El protagonista, un médico
cirujano, ha logrado disociar ambos y vive una vida plena, teniendo muchas
amantes, sin enamorarse de ninguna. Hasta
que, obvio, un día, se enamora y como cabría esperar lo hace de la mujer
“equivocada”, es decir de una que no se enamora de él. A partir de ahí el
relato es la sucesión de las penas del hombre, que termina por dejarse morir de
hambre. El cuento tiene muy claramente marcadas dos partes la primera donde
Murakami filosofa sobre el amor y las relaciones sexuales y la segunda, donde narra las desventuras finales del
hombre. Por mucho, la primera parte es la mejor. Como en los otros relatos, la
mejor parte no es la anécdota que platica, sino las acotaciones. Una
interesante, es la que da título al relato, dice el personaje principal que
todas las mujeres nacen con un órgano independiente, especialmente diseñado
para mentir. En dónde, cómo, y qué mentiras cuentan varía un poco, dependiendo
de cada una.
El cuarto relato, “Sherezade,” platica la historia de una
mujer que -como cabría esperar- cuenta historias que se continúan
indefinidamente. Lo hace al terminar de
hacer el amor con una persona, privada de su libertad, a la que provee de
víveres y sexo. Sherezade es el nombre
con la que él, la nombra para sí. Una de las historias que ella le narra es la
manía que desarrolló, siendo estudiante, de meterse subrepticiamente a la casa
de un compañero de clases del que se enamoró. Durante
sus visitas toma algún objeto de él y deja alguno de ella, hasta que en una
ocasión roba una camiseta de él. El hurto despierta sospechas y los dueños de
la casa, cambian la cerradura y cambian de sitio del escondite de la llave, que
ella conocía. Sherezade va a continuar su historia y adelanta que cuatro años
después volvió a encontrar al muchacho del que estaba enamorada y que en esa
ocasión aparecieron unos fantasmas, en ese momento debe interrumpir el relato y
lo deja para la próxima ocasión, Lo que siguió, Murakami ya no lo platica. Como
en los relatos anteriores, corren paralelo al relato opiniones y detalles
adicionales, como los de la relación sexual de ambos protagonistas, o la
certidumbre de ella de en otra vida haber sido una lamprea. Esa imagen de la
lamprea en el fondo del agua, es la que cierra el relato.
Kino, la quinta historia, es un relato en el que se teje
una complicada metáfora del desamor, a través del relato de las desventuras de un
hombre, engañado por su mujer y que monta un bar en una casa que fue de su tía.
En ese bar aparece y desaparece sin razón clara, una gata. Aparecen unas
serpientes, unos parroquianos pelean entre ellos y cuando enderezan su ira contra el dueño del local
que trata de calmarlos, son contenidos por otro cliente. Ese cliente providencial,
de nombre Kamita, parece saberlo todo y aconseja al dueño cerrar
momentáneamente el bar e iniciar un vida errante, de la que sólo dará noticias
a su tía enviándole una tarjeta en la que no pondrá su nombre, ni ningún otro
dato. El hombre obedece y una noche lo
despiertan unos toquidos, tarda en entender que no llaman a la puerta de la
habitación, sino “a las puertas de su corazón”. “Esa visita era lo que más
había ansiado y más había temido”. Entonces piensa en el dolor que (no) sintió en el momento que la
mujer lo engañó. “En el momento en el
que debí haber sentido un dolor verdadero, reprimí sentimientos de vital
importancia. Rehuí encontrarme frente a frente con la verdad porque no quería asumir
algo tan intenso y, debido a ello, he cargado con un corazón hueco, vacío. Las
serpientes han acaparado ese espacio, en el cual intentan ocultar el frío
latido de sus corazones.” A lo complejo del reato que introduce en varias
partes palabras en cursivas (de las que no entendí el por qué) se agrega lo que
puede haberse perdido en la traducción; Kamita aclara varias veces al decir su
nombre: “Se escribe con dios y arrozal, y se lee kamita, no Kanda”, en alusión
a que en japonés el nombre lo forman dos ideogramas que pueden tener diferentes
lecturas. ¿Tiene eso algo que ver con el relato? Me escapa.
Para mí el mejor relato de los sietes es que se llama.
“Samsa enamorado”, un especie de homenaje humorístico a Kafka. Se trata de un relato en el cual
(sin decirlo explícitamente y sólo a partir del nombre del protagonista) se
descubre que una cucaracha se ha convertido en un ser humano. Tampoco se dice
claramente, pero el lector intuye que la
historia ocurre en Praga probablemente en 1968, cuando entraron los tanques
rusos. La primera parte de la historia platica la adaptación del insecto al
mundo de los humanos, su lento descubrimiento de su nuevo cuerpo, la conciencia
de la desnudez y el hambre. En la segunda parte platica el enamoramiento del
metamorfoseado insecto, de una cerrajera jorobada que llega a reparar la
cerradura, descompuesta, del cuarto en el cual se ha despertado Samsa. El
flechazo inicial, lo describe así, Murakami: “Con el cuerpo todavía doblado por
la mitad, la muchacha cogió con la mano derecha el bolso negro de apariencia
pesada y se arrastró escaleras arriba como un insecto. Samsa agarrado a la
barandilla, la siguió despacio. Su manera de caminar despertó en él una
nostálgica sensación de afinidad” y más
adelante escribe los deseos de Samsa, en un mundo que estaba resquebrajándose:
“Lo único que sabía es que deseaba ver
una vez más a esa chica jorobada. Deseaba intensamente
verla. Quería estar a solas con ella y poder charlar tranquilamente. Quería ir
develando poco a poco con ella los misterios del mundo”.
El último de los cuentos es el que da nombre al libro: “Hombres
sin mujeres”. En esa historia un hombre recibe, después de la media noche, una
llamada indicándole que la esposa, de quien habla se ha suicidado. Obviamente quien recibe la llamada había sido
amante de la muerta. El ex amante entra entonces en una serie de reflexiones en
las que reinventa la historia con la mujer suicidada. Crea una serie de
metáforas y analogías en las cuales los hombres pierden a las mujeres, porque
ellas son seducidas por taimados marineros que las embarcan a Europa o África. En
un momento, el mismo narrador escribe: “Ni siquiera yo sé qué pretendo al contar todo esto. Supongo
que intento escribir sobre la esencia de algo irreal. Pero escribir sobre la
esencia de algo irreal se asemeja a quedar con alguien en la cara oculta de la
luna. Está oscuro y no hay señales. Encima, es vastísima.”
Enumera también el
narrador, lo que para él supone perder a una mujer. No se trata nada más
de renunciar a la relación sexual, sino también a la música que escuchan y a
las caricias en la espada de ella… para concluir que: “en eso consiste perder a
una mujer. Y en ocasiones perder a una mujer supone perderlas a todas. Así es
como nos convertimos en hombres sin mujeres”
Leídos los siete cuentos y releídos, para escribir estas
notas me quedó en primer lugar con Samsa
enamorado, en segundo con Un órgano
independiente, tercero Sherezade,
cuarto Drive my car, quinto Yesterday, sexto Hombres sin mujeres y séptimo Kino.
Los dos últimos son menos de mi agrado porque suponen un ejercicio de fantasía
en el que no alcanzo a seguir del todo al autor.