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martes, 13 de septiembre de 2016

Hombres sin mujeres.



Murakami vuelve a tomar prestado el título de un libro, para darle nombre al suyo. Así como a partir del libro “De qué hablamos cuando hablamos del amor” dio nombre a “De qué hablo cuándo hablo de correr”, ahora toma el nombre de una colección de cuentos de Hemingway “Men without women” -libro, cuya existencia ignoraba yo-  para dar nombre a una colección homónima de siete cuentos de él.
Si sólo tuviera que decir si el libro me gustó o no, diría que sí, pero vale la pena comentar un poco sobre las historias.
En la primera de ellas, “Drive my car” Murakami platica la historia de un hombre que contrata una mujer para que sea su chofer, la mujer es muy sería, pero termina haciendo amistad con quien la emplea. El hombre le cuenta que su mujer, muerta en el tiempo en que ocurre el relato, lo engañó en vida  con otro hombre. El marido engañado le platica a la conductora, que una vez muerta la mujer, él se hizo amigo del amante, para conversar con él sobre ella. Esa es en esencia la historia, pero al narrarla Murakami introduce una serie de reflexiones sobre la razón por la cual, la mujer engañó al marido. La chofer le dice que debe haberse acostado con el amante, posiblemente por qué no se sentía atraída por él: “Las mujeres tenemos esas cosas”. Al final, como casi todos los relatos de Murakami, la historia se desvanece: el duerme en el auto mientras ella maneja bajo la lluvia, después de la conversación.
En la segunda historia:  “Yesterday”, se habla de la breve amistad de dos amigos, uno de los cuales ha fracasado en sus exámenes para ingresar a la universidad, mientras que su novia de la preparatoria si lo ha logrado. Sintiéndose inferior a ella y con la certeza de ir a perderla, le pide al amigo que salga con ella. La cita ocurre, pero no se da ninguna relación más entre ambos, ella le confiesa que está ya saliendo con otra persona. Enseguida de esa reunión el ex novio deja de ir al trabajo, que era el sitio de encuentro de los dos amigos, y desaparece de la escena. La historia continúa 16 años después, cuando la ex novia y el ex amigo del ex novio se reencuentran, por casualidad, en Alaska en un evento social. Ambos se apartan un poco del resto de los asistentes y van a platicar a un lado, hablan de su cita años atrás y del amigo común. Ella dice que él le ha enviado una tarjeta desde Denver, donde se desempeña como Chef de Sushi. Como ella no se ha casado, ni el Chef tampoco queda abierta la posibilidad de un reencuentro. El título de la historia se debe a que el exnovio había inventado una letra en japonés para la música de Yesterday. A lo largo de todo el relato hay largas reflexiones de Murakami -a través de los personajes- acerca de la soledad de los jóvenes. Escribe: “Si pienso en mí cuando tenía veinte años, lo único que logró recordar es que me sentía tremendamente solo y aislado. No tenía novia que confortara mi cuerpo y mi espíritu, ni amigos con quienes sincerarme.”  Como en muchos de los cuentos de Murakami, la anécdota es un tanto banal, pero la manera de platicarla introduce reflexiones del autor acerca de mucho temas, en este relato por ejemplo acerca de la diversidad cultural y lingüística del Japón.
La tercera historia “Un órgano independiente” es un análisis acerca del amor y las relaciones sexuales. El protagonista, un médico cirujano, ha logrado disociar ambos y vive una vida plena, teniendo muchas amantes, sin enamorarse de ninguna.  Hasta que, obvio, un día, se enamora y como cabría esperar lo hace de la mujer “equivocada”, es decir de una que no se enamora de él. A partir de ahí el relato es la sucesión de las penas del hombre, que termina por dejarse morir de hambre. El cuento tiene muy claramente marcadas dos partes la primera donde Murakami filosofa sobre el amor y las relaciones sexuales y la segunda,  donde narra las desventuras finales del hombre. Por mucho, la primera parte es la mejor. Como en los otros relatos, la mejor parte no es la anécdota que platica, sino las acotaciones. Una interesante, es la que da título al relato, dice el personaje principal que todas las mujeres nacen con un órgano independiente, especialmente diseñado para mentir. En dónde, cómo, y qué mentiras cuentan varía un poco, dependiendo de cada una.

El cuarto relato, “Sherezade,” platica la historia de una mujer que -como cabría esperar- cuenta historias que se continúan indefinidamente. Lo hace al  terminar de hacer el amor con una persona, privada de su libertad, a la que provee de víveres y sexo.  Sherezade es el nombre con la que él, la nombra para sí. Una de las historias que ella le narra es la manía que desarrolló, siendo estudiante, de meterse subrepticiamente a la casa de un compañero de clases del que se enamoró.   Durante sus visitas toma algún objeto de él y deja alguno de ella, hasta que en una ocasión roba una camiseta de él. El hurto despierta sospechas y los dueños de la casa, cambian la cerradura y cambian de sitio del escondite de la llave, que ella conocía. Sherezade va a continuar su historia y adelanta que cuatro años después volvió a encontrar al muchacho del que estaba enamorada y que en esa ocasión aparecieron unos fantasmas, en ese momento debe interrumpir el relato y lo deja para la próxima ocasión, Lo que siguió, Murakami ya no lo platica. Como en los relatos anteriores, corren paralelo al relato opiniones y detalles adicionales, como los de la relación sexual de ambos protagonistas, o la certidumbre de ella de en otra vida haber sido una lamprea. Esa imagen de la lamprea en el fondo del agua, es la que cierra el relato.
Kino, la quinta historia, es un relato en el que se teje una complicada metáfora del desamor, a través del relato de las desventuras de un hombre, engañado por su mujer y que monta un bar en una casa que fue de su tía. En ese bar aparece y desaparece sin razón clara, una gata. Aparecen unas serpientes, unos parroquianos pelean entre ellos y cuando  enderezan su ira contra el dueño del local que trata de calmarlos, son contenidos por otro cliente. Ese cliente providencial, de nombre Kamita, parece saberlo todo y aconseja al dueño cerrar momentáneamente el bar e iniciar un vida errante, de la que sólo dará noticias a su tía enviándole una tarjeta en la que no pondrá su nombre, ni ningún otro dato. El  hombre obedece y una noche lo despiertan unos toquidos, tarda en entender que no llaman a la puerta de la habitación, sino “a las puertas de su corazón”. “Esa visita era lo que más había ansiado y más había temido”. Entonces piensa en  el dolor que (no) sintió en el momento que la mujer lo engañó. “En el momento  en el que debí haber sentido un dolor verdadero, reprimí sentimientos de vital importancia. Rehuí encontrarme frente a frente con la verdad porque no quería asumir algo tan intenso y, debido a ello, he cargado con un corazón hueco, vacío. Las serpientes han acaparado ese espacio, en el cual intentan ocultar el frío latido de sus corazones.” A lo complejo del reato que introduce en varias partes palabras en cursivas (de las que no entendí el por qué) se agrega lo que puede haberse perdido en la traducción; Kamita aclara varias veces al decir su nombre: “Se escribe con dios y arrozal, y se lee kamita, no Kanda”, en alusión a que en japonés el nombre lo forman dos ideogramas que pueden tener diferentes lecturas. ¿Tiene eso algo que ver con el relato? Me escapa.
Para mí el mejor relato de los sietes es que se llama. “Samsa enamorado”, un especie de homenaje humorístico  a Kafka. Se trata de un relato en el cual (sin decirlo explícitamente y sólo a partir del nombre del protagonista) se descubre que una cucaracha se ha convertido en un ser humano. Tampoco se dice claramente, pero el  lector intuye que la historia ocurre en Praga probablemente en 1968, cuando entraron los tanques rusos. La primera parte de la historia platica la adaptación del insecto al mundo de los humanos, su lento descubrimiento de su nuevo cuerpo, la conciencia de la desnudez y el hambre. En la segunda parte platica el enamoramiento del metamorfoseado insecto, de una cerrajera jorobada que llega a reparar la cerradura, descompuesta, del cuarto en el cual se ha despertado Samsa. El flechazo inicial, lo describe así, Murakami: “Con el cuerpo todavía doblado por la mitad, la muchacha cogió con la mano derecha el bolso negro de apariencia pesada y se arrastró escaleras arriba como un insecto. Samsa agarrado a la barandilla, la siguió despacio. Su manera de caminar despertó en él una nostálgica sensación de afinidad”  y más adelante escribe los deseos de Samsa, en un mundo que estaba resquebrajándose: “Lo único  que sabía es que deseaba ver una vez más a esa chica jorobada. Deseaba intensamente verla. Quería estar a solas con ella y poder charlar tranquilamente. Quería ir develando poco a poco con ella los misterios del mundo”.
El último de los cuentos es el que da nombre al libro: “Hombres sin mujeres”. En esa historia un hombre recibe, después de la media noche, una llamada indicándole que la esposa, de quien habla se ha suicidado.  Obviamente quien recibe la llamada había sido amante de la muerta. El ex amante entra entonces en una serie de reflexiones en las que reinventa la historia con la mujer suicidada. Crea una serie de metáforas y analogías en las cuales los hombres pierden a las mujeres, porque ellas son seducidas por taimados marineros que las embarcan a Europa o África. En un momento, el mismo narrador escribe: “Ni siquiera yo  sé qué pretendo al contar todo esto. Supongo que intento escribir sobre la esencia de algo irreal. Pero escribir sobre la esencia de algo irreal se asemeja a quedar con alguien en la cara oculta de la luna. Está oscuro y no hay señales. Encima, es vastísima.”
Enumera también el  narrador, lo que para él supone perder a una mujer. No se trata nada más de renunciar a la relación sexual, sino también a la música que escuchan y a las caricias en la espada de ella… para concluir que: “en eso consiste perder a una mujer. Y en ocasiones perder a una mujer supone perderlas a todas. Así es como nos convertimos en hombres sin mujeres”
Leídos los siete cuentos y releídos, para escribir estas notas me quedó en primer lugar con Samsa enamorado, en segundo con Un órgano independiente, tercero Sherezade, cuarto Drive my car, quinto Yesterday, sexto Hombres sin mujeres y séptimo Kino. Los dos últimos son menos de mi agrado porque suponen un ejercicio de fantasía en el que no alcanzo a seguir del todo al autor.

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