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martes, 26 de enero de 2010

Sheridan...continuación

Aquí a continuación, la segunda parte del texto de Sheridan sobre los salarios en la UNAM:

"Decía la semana pasada que, a mi parecer, el espíritu de la UNAM se debilita si tienen mayores ingresos los funcionarios y los académico-administrativos que los maestros y los investigadores, pues se crea una práctica del poder, una politización, una desacademización. ¿Qué ingresos son esos?

De acuerdo con la página de transparencia de la UNAM (www.transparencia.unam.mx) sus profesores e investigadores mejor pagados son los titulares C de tiempo completo, los TCTC. Llegar al nivel TCTC toma, en teoría, por lo menos 15 años de trabajo y productividad, pues hay que ascender por ocho niveles previos ganando concursos abiertos, concursos cerrados o cerrados abiertos (que los hay), mientras que un funcionario puede ser nombrado de un día para otro. Luego, difícilmente puede llegarse al nivel TCTC sin doctorado, pero en cambio se puede ser director de un instituto con sólo el grado de bachiller, y rector con 10 años de antigüedad académica.

Según la sección “Puestos académicos” de la página, los académicos mejor pagados, los TCTC, reciben un sueldo neto de 15 mil 826 pesos al mes. La sección “Puestos de funcionario” muestra que el funcionario con el salario más bajo de la UNAM, el “Supervisor de escuelas incorporadas”, recibe 13 mil 558 pesos al mes, es decir, sólo 2 mil pesos menos que el académico mejor pagado. El tercero peor pagado de la larga lista de cargos (el “Subjefe de departamento) gana 17 mil 179 pesos, que ya supera al TCTC. De ahí en adelante, en los 41 niveles que le siguen, todos los funcionarios de la UNAM tienen salarios netos más altos que un TCTC. Un “Delegado” gana un poco más que el doble (32 mil 717 pesos) y un “Jefe de unidad” el triple (45 mil 222 pesos).

Por otro lado, aunque esa página de transparencia no lo dice -pues sólo anota sueldos netos-, el TCTC recibe una compensación por antigüedad y puede recibir estímulos económicos a la productividad académica. Un TCTC con 30 años de antigüedad recibe casi 13 mil pesos mensuales por ese concepto. Y si tiene el nivel más alto en el sistema interno de estímulos -previa solicitud y previa evaluación cada tres años- recibe 34 mil más. Suman unos 61 mil pesos netos, más que apropiado para ingresar a la “justa medianía”, sí, pero menos de lo que gana un “Coordinador de gestión”, que recibe 64 mil 273 pesos al mes.

Además, puede ser uno de los 3 mil 374 investigadores de la UNAM que reciben estímulos económicos del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) del CONACyT, cuyo nivel más alto aporta unos 20 mil pesos, siempre y cuando salga airoso de las evaluaciones (bastante más estrictas que las de la UNAM). El SNI lo sube al rango de los 80 mil mensuales, que ya es un lujo, aunque inferior al que recibe un director de facultad o instituto que, a sus 70 mil netos mensuales, suma compensación por antigüedad y (si quiere) estímulos de la UNAM y del SNI; e inferior también al de cinco funcionarios de la UNAM que ganan 103 mil, a 12 que ganan 138 mil y el rector, que gana 142 mil. Claro, hay varios funcionarios de esta jerarquía que además de sus 138 mil netos al mes y su antigüedad reciben los más altos estímulos internos, para sumar 185 mil, y aun piden el apoyo del SNI para alcanzar hasta 205 mil netos y ganar no sólo más del doble que el académico mejor pagado, sino más que el rector, que los diputados y hasta el presidente de la república. Son los que además de sus tareas administrativas y políticas juran al SNI que dedican por lo menos 20 horas semanales a sus tareas académicas. Y son los que ya van a moderar sus gastos de representación…"

miércoles, 20 de enero de 2010

Sheridan ve lo que nosotros vemos...y lo publica

Guillermo Sheridan, conocedor de la UNAM, autor del libro "Alla en el Campus grande y quien estuviera muy cerca de Octavio Paz y de la fundación de Octavio Paz, escribe con regularidad en El Universal, sobre temas que tienen que ver con la Máxima Casa de Estudios, les transcribo su colaboración del día de ayer, que habla de asuntos que deben preocuparnos a todos, la desacademización y burocratización de la UNAM, pasndo por prácticas deshonestas:
"Celebré aquí hace dos semanas que el rector de la UNAM, Dr. José Narro Robles, criticase a la institución que preside y que ordenase a los funcionarios ahorrar recursos limitando el uso de teléfonos celulares, automóviles, gasolina, gastos de representación y otros lujos. El asunto se relaciona con la paradoja que aceptó el rector José Sarukhán hace 20 años cuando habló de la necesidad de “academizar” a la UNAM. Se reconocía que en la UNAM conviven el conocimiento y sus reglas con diversas formas de poder político (y sus propias reglas). Se entendía que en la UNAM hay una pugna con un poder no académico, pero capaz de “desacademizar a la academia”. Los usos políticos y partidarios de la universidad la “desacademizan”, pero también lo hace la preeminencia del interés de los funcionarios sobre el desinterés de los académicos. El dispendio aludido es un ingrediente más entre los que propician que en la mayoría de las instituciones públicas de educación superior del país la carrera de funcionario sea más redituable que la de académico. Así como hay quienes prefieren ingresar al Sindicato de la UNAM que a la UNAM, hay quienes prefieren administrar el conocimiento en oficinas que generarlo o enseñarlo en bibliotecas, laboratorios y aulas obviamente carentes de lujo. Desde luego, hay funcionarios universitarios íntegros, creativos y con un intachable sentido del servicio; pero el simple hecho de que el rector haya tenido que detener los gastos suntuarios ya delata privilegios que nunca debieron existir. Pero junto al problema de su costo está el otro, que es aún peor: el problema del poder que va de la mano con los privilegios. Se trata de privilegios que suelen ser adictivos: quien ha probado sus mieles, difícilmente aprenderá a prescindir de ellos. El resultado es que, para conservarlos y aumentarlos, hay quienes politizan su desempeño administrativo; quienes explotan políticamente y en beneficio propio el desinterés de los académicos; quienes no tardan en adquirir compromisos, en crearse alianzas políticas o prestarse a ellas. Esto se puede observar en todo tipo de prácticas. Habrá quienes distribuyen a su conveniencia los puestos disponibles, manipulan comisiones, hacen negocios, practican el nepotismo. Puede haber un director que se ordena a sí mismo prologar los libros de sus subordinados o hasta compartir su autoría, a lo que éstos se resignarán a la espera de un eventual provecho. Ha habido quienes despojan a sus subordinados de sus iniciativas para decorar su ansioso curriculum, y quienes optan por el silencio crítico propio y de los demás. Las prácticas más ofensivas son las que los funcionarios han diseñado para autopremiarse. Ser funcionario académico, por ejemplo, supone cumplir de entrada con uno de los requisitos para aspirar al máximo nivel de los estímulos económicos que se dan por méritos. Durante años, ser director suponía recibir de manera vitalicia el salario íntegro al dejar el cargo (ahora son sólo tres años). De todos modos, en tanto que el salario de un director es superior al de un mero académico, y en tanto que un director puede serlo hasta ocho años, la promesa de once años con un salario de primera se carga de atractivo. Y un director ambicioso que no puede serlo más, siempre podrá apelar a ardides para salir del brete, como cambiarle de nombre a su instituto y empezar de cero. Y no son malos salarios, como veremos la semana que viene…"