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martes, 9 de diciembre de 2014

Hazme justica Señor. (Encuentro con Ernesto Cardenal)

Cómo no reconocerlo, con el pelo blanco y largo saliendo por los costados su infaltable boina negra. Me acordé de las fotos de él que publicaba Proceso  a finales de los años 80. Estábamos desayunando en el restaurante Los Vitrales del Hilton de Guadalajara, cuando entró apoyado en un bastón de tres patas y precedido por algún ayudante.

Más para avisar que lo había visto que por confirmarlo le dije a mis acompañantes:

– Creo que es Ernesto Cardenal.

-Sí es, me corroboraron.

-Me gustaría entrevistarlo dije, quisiera saber qué piensa de la revolución Sandinista, ahora.  Me acordé del libro que Piketti acababa de estar firmando en la fería “El Capital en el Siglo XXI” y completé la frase: que piensa de la revolución… de las revoluciones en el siglo XXI.

-Pues entrevístalo, me dijeron mis acompañantes, que no se habían dado cuenta que sólo lo había expresado como un deseo, no como una voluntad. En ese momento pensé que era posible hablar con él. Estaba en la mesa de al lado, sólo,  mientras su ayudante se había levantado a tomar algo del bufet.

Aunque muchas personas no lo creen, siempre he sido tremendamente tímido en algunas circunstancias. Está era una de ellas. Pensaba lo desagradable que ha de ser que quieras desayunar con calma y que de la mesa de al lado se paré alguien a querer hablar contigo, nada más porque te reconoció.  Me parecía una descortesía terrible.

Sin embargo me levanté de la mesa y… me dirigí a su ayudante.  Le pregunté si pensaba que sería posible hablar con él un momento. Me dijo que sí, que Cardenal iba a dar una conferencia de prensa en un rato más, pero que como a eso de las 10:15 estarían en el Lobby y sería un buen momento para hacerlo.

Regresamos cada uno a su mesa y seguimos desayunando, pasadas apenas las diez de la mañana, Pedro -que así me había dicho llamarse, el acompañante- pidió la cuenta en la mesa de Ernesto Cardenal, en la que desayunaba también una mujer, que pienso era otra poeta  traducida al alemán por el mismo traductor de Cardenal.

Nosotros ya habíamos terminado de desayunar y únicamente estábamos a la espera de que el poeta nicaragüense y sus acompañantes lo hicieran. Cuando ellos salieron, dejamos pasar unos minutos porque Cardenal camina con lentitud. 

El problema fue que dejamos pasar demasiado tiempo y los perdimos de vista. Cuando salimos al Lobby del hotel se iba un taxi y pensamos que lo habíamos perdido, hasta que alguien a quien platicamos nuestra desventura, nos dijo: está del otro lado del hall.

La timidez volvió a aparecer mientras me acercaba yo al grupo donde se encontraba Ernesto Cardenal en el centro, sentado ya en una silla de ruedas. Me acerqué a Pedro y se hizo a un lado para darme acceso a Cardenal, mientras me presentaba a una de las personas al lado de él, como el traductor de la poesía de Cardenal.

Quedamos Cardenal y yo de frente. Le dije si venía con frecuencia a la FIL de Guadalajara y me contestó que sí. Después hice un juego de palabras sobre la revolución de las palabras y la palabra revolución para preguntarle: ¿Qué es hoy para usted la palabra revolución?

Se sonrió y me dijo: No me hagas preguntas difíciles.

Después intercambiamos algunas frases más, en las que me enteré del libro que venía a presentar y de que vive en Managua. Fue muy cortés, pero obviamente está un poco cansado de este tipo de conversaciones. Hubiera sido más inteligente de mi parte preguntarle por las cosas que a él  le interesan, la poesía por ejemplo y no juegos de palabras mensos.

Nos tomamos la clásica foto y me despedí de él,  muy agradecido por los minutos que me concedió.

El encuentro con él me hizo recordar algunos de sus poemas como la famosa oración por Marilyn Monroe o el de hazme justicia señor, tan adecuado en estos momentos: 



Hazme justicia Señor
                              porque soy inocente
Porque he confiado en ti
                              y no en los líderes

Defiéndeme en el Consejo de Guerra
defiéndeme en el Proceso de testigos falsos
                                                  y falsas pruebas

No me siento con ellos en sus mesas redondas
ni brindo en sus banquetes
No pertenezco a sus organizaciones
ni estoy en sus partidos
ni tengo acciones en sus compañías
ni son mis socios

          Lavaré mis manos entre los inocentes
          y estaré alrededor de tu altar Señor

No me pierdas con los políticos sanguinarios
en cuyos cartapacios no hay más que el crimen
y cuyas cuentas bancarias están hechas de sobornos

No me entregues al Partido de los hombres inicuos
                                                  ¡Libértame Señor!
Y bendeciré en nuestra comunidad al Señor
                                                            en nuestras asambleas

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