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domingo, 28 de septiembre de 2014

Ruperto.

Cayó auténticamente del cielo, en la terraza de un departamento en Polanco. Me enteré porque los dueños del departamento publicaron la foto de Ruperto, que entonces no se llamaba aún así, en Facebook.  
El post decía: “¿Alguien sabe qué pájaro es este? Amaneció en la terraza, no puede volar ¡pero no se ve lastimado! ¿Cómo lo ayudo?
No faltaron los comentarios de todo tipo: los que sugerían llevarlo al veterinario, a un aviario, adoptarlo, darle de comer y beber y bautizarlo como Ruperto.

Para la pequeña comunidad que se formó alrededor de ese post, Ruperto se convirtió en tema de ciber charla. A mí -y supongo que a la mayor parte de quienes estábamos en esa conversación- Ruperto me inspiraba mucha simpatía. Había en su historia y en su aspecto algo de misterio y de soledad que llamaba a la solidaridad.

Tomé la foto que se había publicado de Ruperto y la envié a algunos conocidos biólogos, que a su vez la mandaron a colegas de ellos expertos en aves. En unos minutos obtuve datos sobre Ruperto.

Me mandaron unas láminas de un libro en el que se veía un ave, cuyo nombre es Polla Azul o Tingua, muy semejante a Ruperto y mi simpatía aumento pues, por las ilustraciones, pude darme cuenta que se trataba de un ejemplar en su etapa juvenil. 




Junto con las imágenes, me enviaron también una descripción que hablaba de sus migraciones nocturnas:

La polla azul tiene unas sorprendentes capacidades de vuelo. Aunque parece torpe y poco adaptada para los desplazamientos aéreos, el hecho es que realiza migraciones en forma regular. Las pollas azules que viven en el sur de Estados Unidos, en Argentina, sur de Brasil y Uruguay viajan todos los años para escapar del invierno, regresando en primavera a sus sitios de anidación. De tanto en tanto, algunas de estas tinguas migratorias aparecen extraviadas en sitios tan inverosímiles como Canadá, Europa y Sudáfrica. En Colombia, a nivel local, también hay desplazamientos regulares de estas tinguas. En la Sabana de Bogotá, estos desplazamientos parecen suceder sobre todo en los meses de diciembre-enero y de junio-julio; durante estas temporadas, a menudo se encuentran ejemplares muertos o extraviados en los jardines de las casas de la ciudad. Estos desplazamientos locales son poco conocidos y no se sabe bien hacia dónde van o de dónde vienen las aves. Uno de los factores que hace que las migraciones de tinguas pasen tan desapercibidas es que las aves viajan sólo durante la noche. 
Mayor resultó mi simpatía con Ruperto, al leer todo esto. El misterio se aclaraba: Ruperto era una -o un, vayan ustedes a saber- polla azul joven, que se había extraviado.

Mientras yo había mandado la foto de Ruperto y recibido la respuesta, el grupo de ciber amigos se organizaba para llevar al día siguiente a Ruperto al zoológico. Las opiniones se dividían, pensando en que lo iban a encerrar y que lo mejor era dejarlo ir.
La discusión no continuo, porque la naturaleza hizo su trabajo: la noche cayó y Ruperto, que como bien lo explicaba el texto que me mandaron, forma parte de una clase de aves que viajan sólo durante la noche, dio por terminado su obligado descanso, desplegó sus alas y volvió a volar.
¿Hacía dónde? Nadie lo sabemos, pero todos deseamos que encontrará su camino, a sus semejantes y que llegue al destino al que vuelan los de su especie.
La historia de Ruperto, me puso a pensar en los mecanismos de la navegación de los pájaros, ¿cómo se orientan en la noche? ¿Por las estrellas? Me parecería extraordinario que tuvieran en sus mentes un mapa celeste de la época del año en que migran. ¿por la temperatura? ¿por los aromas? No lo sé. Pero casi tan extraordinario como esa capacidad de moverse con exactitud de un sitio a otro, que tienen algunas aves, me pareció la llegada de Ruperto a un departamento en plena ciudad de México y la simpatía que suscito entre nosotros.
Su historia me puso en contacto con algo que no acabo de entender, con una especie de comunión con el orden del mundo animal y de simpatía con ese animalito cuya vida sentía en peligro, por su alejamiento de ese orden instintivo. 
Por eso quizás me emocionaron las últimas palabras publicadas en la conversación del grupo. Las que publicaron los dueños del departamento, una vez que se supo que Ruperto había partido:
Salí de casa después de haberme asegurado de que Ruperto hubiera comido y tomado agua... Regresé a casa y ¡ya había volado a la suya! Vuelve cuando quieras... Gracias por compartir con nosotros un instante de vida!” 
 
PD. Con el texto que me enviaron hice una búsqueda en internet y encontré la página de la que proviene, se las dejo por si fuera de su interés: http://www.opepa.org/index.php?option=com_content&task=view&id=622&Itemid=29



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