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lunes, 23 de junio de 2014

Huaca Pucllana y Chichen Itza. Ruinas particulares.

Me senté frente a la máquina con la idea de escribir algo acerca del congreso de Virtualeduca al que asistí hace unos días en Lima, Perú. Mientras lo hacía empezaron a llegar a mi cuenta de facebook comentarios a una publicación que había hecho sobre mi visita al sitio arqueológico de Huaca Pucllana, en esa ciudad. Respondí a algunos de ellos y entré, vía la red social, en una conversación, al final de la cual, me encontré con una interesante historia sobre las ruinas de Chichen-Itza.
Así que dejé de lado, aunque fuera temporalmente, la idea de escribir algo sobre Virtualeduca y decidí mejor compartirles las ideas que publiqué en el facebook y el desenlace que me llevó a la historia sobre Chichen Itza.
Empiezo por decir que me hubiera gustado aprovechar el viaje a Lima para ir a Machu Pichu, pero los tiempos no me daban. Desde Lima hay que volar a Cuzco y de ahí tomar tren a Machu Pichu. Luego hay que considerar un día de visita a las ruinas y el regreso. El congreso terminaba el viernes al mediodía y yo quería estar en México el domingo temprano, así que nomás no hubo como hacer la visita.
Hospedado por los rumbos de Miraflores y con la sede del congreso en el Museo de la Nación, requería de un traslado diario a las conferencias. Todas la mañanas pasaba por mí un taxista, al que conocí desde el primer día y que se convirtió prácticamente en mi chofer, durante la estancia en Lima. Con la frecuencia de los viajes y la oportunidad que nos daban los trayectos, fuimos; cada vez más, hablando de distintos temas.
Uno de esos, inevitable en la época de mi visita a Lima, era el futbol. Me comentó Hugo -así se llamaba el taxista- que era vecino de Hugo Sotil, el futbolista peruano que jugó en el Barcelona. El taxista me dijo también que era de la edad de Johan Sotil, hijo del Cholo Sotil y ahijado nada más ni nada menos que de Johan Cruyff, a quien por cierto había visto alguna vez de visita en casa de Sotil.
Como parte de esas conversaciones ocasionales, el viernes al salir del congreso y abordar el taxi de regreso al hotel, me “quejé” con Hugo de que no tendría oportunidad de ir a Machu Pichu. Se ofreció a llevarme a Pachacamac, unas ruinas que están como a 40 minutos de Lima. El tiempo ya no nos daba tampoco, porque cierran a las 5 pm, así que me sugirió ir a Huaca Pucllana en el barrio de Miraflores.
No tenía yo ni idea de que existían esas ruinas. Me dio curiosidad y acepté la propuesta. Nos recibió una guía de nombre Saskya, quien al empezar la visita nos dijo: en Lima levantas una piedra y hay ruinas. Como en México, pues, pensé.
Huaca, me informó Hugo, quiere decir ruinas y Pucllana, lugar de juegos. Huaca Pucllana significaría entonces: las ruinas del sitio de los juegos. Preguntó si se trataba de un juego de pelota como los que conocemos en México. Me explican que no, que se trataba de juegos ceremoniales.
El sitio tiene una construcción tipo pirámide hecha de adobes acomodados en forma vertical, como si fueran libros y dejando espacios entre ellos. Me dicen que esto es una precaución contra los sismos, pues al haber espacio entre bloque y bloque de arcilla, pueden oscilar en caso de temblor.
La construcción esta hecha en capas, construidas cada cierto periodo. Al cabo del cual se rompía una vasija, se le enterraba, se cubría totalmente la capa actual y se construía una nueva.  También hay en el sitio restos funerarios. Los constructores de ese sitio eran adoradores del tiburón, al que consideraban una deidad. Varias de las vasijas están decoradas con imágenes de este pez.
El sitio arqueológico se encuentra en parte de un gran terreno que en otra época perteneció a la familia Marsana, a la que no le interesaba la arqueología, sino la plata y decidió venderlo para que se construyeran condominios.
Un grupo de personas se encadenaron para evitar que se completara la venta (una parte ya se había realizado) y rescataron parte de este sitio arqueológico.
Esta historia de la pertenencia a un particular de un sitio arqueológico me recordó que alguna vez le había escuchado a mi amigo Miguel Guzmán una historia similar acerca de las ruinas de Chichen Itza, pero no la recordaba bien. Le escribí, vía facebook y le pedí que me recordara los detalles. Esta es su respuesta:
El anticuario (nombre que recibian ---a principios del siglo xix--- los estudiosos de las ruinas, quienes posteriormente serian llamados arqueologos) Edward Thompson adquirió, mediante trámite notarial, un predio rústico en el poblado de pisté, yucatán, donde se encontraban ubicadas las ruinas de Chichen Itza. El gobierno mexicano reconoció esa propiedad, de la cual Thompson extrajo (mediante draga y buceo, en los primeros años de la década de 1900, infinidad de piezas de oro, jade, cerámica y madera, gran parte de la cual fue enviada al museo Peabody, de la universidad de Harvard, en Massachusettes”



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