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viernes, 27 de junio de 2014

La transformación del español por el uso de Internet

Días atrás, en el curso de una presentación a un grupo de maestros, use la expresión "autenticar usuarios", levantó la mano una de las asistentes para decirme, con todo comedimiento, que ella era maestra de etimologías y que la palabra autenticar no existe. Su intervención me recordó, un texto que había yo escrito -todavía en el siglo pasado- acerca de la manera en que el uso globalizado de Internet (y en general de las computadoras) están transformando el español. Cuando respondí a la maestra, hice mención a ese documento y quedé de envíarselo. Otra maestra que estaba a unos pasos de donde yo exponía, me dijo: "a mi también mándemelo, por favor". Busqué el escrito y cuando lo releí, lo encontré un poco envejecido, lo retoqué un mínimo para que no oliera tanto a naftalina, decidí publicarlo en este blog y compartirles la dirección a ambas maestras. Espero que a otros lectores también les interese el tema:


LA TRANSFORMACIÓN DEL ESPAÑOL POR EL USO DEL INTERNET

EI cómputo, las telecomunicaciones y las redes de computadoras están cambiando
nuestra forma de vida en muchos sentidos. Ya se acepta que incluso lo hacen con
nuestra forma de divertirnos. Pero... ¿y nuestra forma de hablar?, ¿
cómo se va a ver afectada?, ¿qué actitud tomar frente a la "invasión" de términos extranjeros?, ¿cuáles son las principales fuerzas que gobiernan la evolución de los lenguajes y cómo se ven afectadas por la explosión de Internet?

Al parecer no hay aún consenso de cómo responder a estas preguntas. Lo que sigue a continuación son mis opiniones de usuario, tanto de Internet como de la lengua, sobre
la transformaci
ón del español por el surgimiento de la red mundial de computadoras.

Empiezo por hacer énfasis en lo que me parece más importante: el lenguaje es algo vivo.

Quiero decir con esto, capaz de interactuar con el entorno, de transformarlo y de
transformarse en esa interacci
ón. El lenguaje lo vamos haciendo, día a día, los usuarios. En
alguna
época los usuarios únicos fueron los hablantes. En otra, quizás, tuvo mayor prestigio la palabra escrita, reputada como culta y desde principios de siglo veinte hay también una avalancha de palabras electrónicas cruzando el espacio.

Hasta tiempos relativamente recientes -finales de los años ochenta del siglo anterior- aunque numerosas, estas palabras electrónicas eran emitidas sólo por un pequeño número de personas: locutores y personal de radio y televisión o tenían impacto sólo en uno o dos oyentes, como en el caso de las conversaciones telefónicas. Pero desde el inicio de los noventa, Internet puso al alcance de casi cualquier persona, una audiencia enorme. Las listas de correo, los grupos de noticias, las páginas electrónicas, los blogs y las redes sociales, son medios por los cuales la palabra electrónica alcanza a casi cualquier persona. ¿Qué repercusiones tiene esto en el uso de nuestro idioma?

Hay que empezar por aceptar, que la mayor parte de los programas que se utilizan para
comunicarse a trav
és de Internet son programas desarrollados originalmente en inglés. Por
ejemplo, los programas para navegar la telara
ña mundial, los de búsqueda de información y los de lectura de correo electrónico.

Hay que agregar, además, que el mayor número de máquinas (servidores) con información
electr
ónica al alcance de todo público se encuentran en países de habla inglesa. Esto ha
enfrentado a los hispanohablantes al conflicto de estar usando de facto palabras "extranjeras" para hablar en su idioma. Expresiones como "autenticar" un usuario o "resetear" la m
áquina son cada vez más frecuentes, para no hablar de whatsapear, que se oye horrible (y por eso no hará huesos viejos).

La interrogante que muchos se plantean es ¿qué actitud tomar?: ¿incorporar las palabras "extranjeras" sin más?, ¿castellanizarlas?, o alternativamente proponer palabras españolas, ya sea creándolas exprofeso o extendiendo el sentido semántico de algunas ya existentes?

La primera reflexión que viene a la mente es el sentido que pueda tener calificar de palabra
extranjera a los neologismos. ¿Es palabra extranjera tel
éfono? Esta palabra es la versión castellana de la misma palabra en inglés, francés, alemán y un buen número de otras lenguas. Cuando los neologismos designan un objeto de uso universal tienden por esa razón a ser adoptados universalmente.

Tal podría ser el caso del vocablo hardware, cuya diferencia con teléfono sería que sólo es
neologismo en cuanto a su aplicaci
ón al cómputo. Hardware es la palabra inglesa para designar también la tienda que en español llamamos tlapalería, pero en el sentido de las partes de un equipo de cómputo que no son programas de computadora sólo existe recientemente, es decir es un neologismo.

Algo semejante podría también decirse de otras voces como por ejemplo software, debug, Iaptop, etcetera.

La "corrección" en el uso del idioma la va dando el uso. Al menos eso decía mi profesor de
etimolog
ías en la escuela preparatoria, el maestro Alfonso Torres Lemus: "El Uso es Ley". No entraré, por no caer en digresiones, a hablar del hecho bien conocido de que distintos grupos sociales tienen usos diversos y en consecuencia el concepto de corrección se vuelve esquivo, prefiero reflexionar sobre las fuerzas que guían el uso, es decir de los factores que mediante el uso van dando la normatividad1.

Una de las principales fuerzas que guía el uso del idioma es la facilidad, no la normatividad
de los acad
émicos y mucho me temo que en algunos casos la Academia ha tenido que modificar la norma para aceptar lo que la facilidad había ya consagrado de facto. Quizá haya sido el caso del ratón ciego o mur ciegalo, convertido en murciélago. Probablemente sea también el inevitable destino de algunos verbos irregulares por diptongación como soldar o forzar, que casi siempre en primera persona del presente de indicativo se conjugan como soldo y forzo en vez de sueldo y fuerzo.

Según esta fuerza guía, de la facilidad, es mucho más cómodo tener una sola palabra en todos los idiomas para referirse a un mismo objeto que tener tantas como idiomas. Son múltiples las razones por las que un mismo objeto es designado con más de una palabra, a veces incluso en la misma lengua. Una de ellas es el regionalismo. En Uruguay se llamará zapallos a lo que en otras partes se llama calabazas y yapa a lo que otros le dicen pilón, adehala o propina. Los españoles llaman ficheros a lo que en México, le decimos archivos y que ambos entendemos como files (fails) cuando navegamos la red.

Se hubiera podido pensar que este fenómeno de regionalización del lenguaje bastaría para terminar con el sueño de un lenguaje universal como el esperanto, pues sería suficiente que pasara un número suficiente de años, para que este idioma universal se convirtiera en el padre de varios otros; del mismo modo que el latín dio origen a las lenguas romances.

Sin embargo, el regionalismo es algo que tiende a desaparecer con la conexión mundial a
trav
és de la red de cómputo. Los sudamericanos, los norteamericanos, los europeos, los africanos y los asiáticos hispanohablantes estamos intercambiando mensajes entre nosotros
constantemente y un giro ling
üístico en una parte del globo, puede asimilarse rápidamente en otra.

Una fuerza más que guía la evolución de las lenguas, es la de la estética. El idioma se usa
tambi
én para crear obras de arte como poemas y novelas. Para este uso es común forzar el
significado de las palabras al m
áximo y valerse de figuras del pensamiento para hacerlas decir un poco más. Cierto que el lenguaje científico no es un uso particularmente estético de la lengua, pero no por ello escapa a esta norma general de estética. Recuerdo que a propósito de este tema de cómo nombrar en español ciertos objetos, alguien me comentó que se había propuesto que a los chips se les llamara escalopendra. Nunca encontré verificación de esa propuesta, pero si fuera cierta, bastaría apelar al criterio estético para preferir seguir usando el término chip. Esta fuerza de la estética es la que seguramente le cerrará el paso a "neologismos" como Whatsapear.

Otra de las fuerzas que van moldeando la evolución del idioma es el nacionalismo.

Es esta la principal fuerza que trata de acuñar nuevos términos en el idioma local para designar cosas que ya de suyo no son locales, sino universales. Esta fuerza se irá debilitando cada vez más, en la medida en que el concepto principal detrás -el de nación- se desvanezca. La idea de nación -si las cosas siguen marchando en la misma dirección en la que apuntan- se irá perdiendo dentro de la red mundial de cómputo.

No soslayo la inquietud que esto despierta, y con justicia, entre muchas personas. La razón principal de la inquietud no es que desaparezca o se diluya la idea de nación (lo que dicho sea de paso recuerda aquella canción del compositor francés Georges Brassens acerca de "los felices tontos que nacieron en algún lado"2 y que habla del absurdo que entraña el que cada quien encuentre que lo de su lugar de origen es superior a lo de los otros, quienes, por cierto, piensan lo mismo).

El problema es ¿qué surge en lugar de ese concepto de nación?

Algunos románticamente hablan de una comunidad universal donde todos tendremos la
misma nacionalidad. Otros piensan que no, que en realidad, de buena o mala gana, nos iremos asimilando al modelo de naci
ón que tienen quienes hablan el lenguaje en el que nos
comunicamos en esa gran comunidad internacional. Es decir, la red mundial de c
ómputo será el escaparate de un modo de vida, al que nos iremos integrando. A este futuro piensan que se oponen quienes sugieren no adoptar los términos anglosajones para designar los objetos que pueblan el ciberespacio.

En realidad esto equivale a la oposición que seguramente algunos mantuvieron para que
palabras como alfiler,
álgebra, almohada y alfil ingresaran al español, aduciendo que con ello
el imperio
árabe los devoraba.

Quienes así piensan ven en el lenguaje en general y en las palabras en particular, una
especie de Caballo de Troya en el que se emboscan prop
ósitos de dominación. No sé si tales propósitos son reales o no, pero sí creo que en caso de que lo fueran, no es oponiéndonos a la incorporación de neologismos provenientes del inglés que defendemos el idioma. A final de cuentas todo neologismo enriquece el idioma. Permite nombrar objetos o ideas nuevas con
precisi
ón e intercambiar opiniones sobre esos nuevos conceptos con colegas de otros países que también los adoptaron.

Una fuerza más que guía la evolución de las lenguas es la del mercado, incluyendo la parte
que corresponde al comercio de la ciencia y la tecnolog
ía. Son los países económicamente
m
ás desarrollados los que mejor aprovechan los avances tecnológicos. Muchos hispanohablantes nos acercamos al inglés, porque en este idioma se escribe casi todo lo importante de ciencia y tecnología. Nuestros idiomas van a sentir la influencia del inglés sobre de ellos, por razón de su importancia comercial.

El fenómeno sería inverso, si el español fuera el idioma de las comunicaciones científico-
tecnol
ógicas. Una manera menos obvia de defender el lenguaje, pero a la larga quizá más
efectiva, es fortalecer nuestro desarrollo tecnol
ógico. Descubriendo nosotros las cosas y
bautiz
ándolas, lo haríamos de manera natural, forzando a los demás, a referirse a ellas en español.

Un ejemplo es el descubrimiento casual, hecho por pescadores sudamericanos, de una corriente marina a la que bautizaron como "El niño", por haberlo hecho el 25 de diciembre, fecha del nacimiento del niño Jesús. Los anglófonos llaman a esa corriente el Ninio, que es su manera de pronunciarlo.

En suma, el propósito de usar siempre palabras españolas para designar conceptos y objetos que el desarrollo tecnológico va poniendo con mayor frecuencia a nuestro alcance es comprensible, pero puede no resultar en todos los casos la mejor estrategia porque:

  • Existen otras fuerzas que guían la evolución del lenguaje, como la comodidad, el comercio y el desarrollo científico-tecnológico.
  • La red mundial de cómputo, al tender a crear una sola comunidad mundial, tiende a diluir el nacionalismo, concepto que frecuentemente está en la base de la tendencia a rechazar la incorporación de palabras extranjeras.
  • El español no ha sido, hasta hoy, un lenguaje de la ciencia y la tecnología.
  • A escalas de tiempo mayor, las palabras que hoy decimos extranjeras se asimilan al
    idioma y lo enriquecen, como ocurri
    ó con los vocablos que provenientes del árabe o el náhuatl que se incorporaron a nuestra lengua, e incluso a partir de ella enriquecieron a otras. Es el caso, por ejemplo, de chocolate que pasó al inglés, al francés y a varias lenguas más.
  • El efecto principal de la masificación de las comunicaciones electrónicas será redefinir
    la importancia relativa de las fuerzas que moldean la evoluci
    ón del lenguaje, favoreciéndose -me parece- la tendencia a una denominación universal de los nuevos desarrollos tecnológicos.
1Estas fuerzas son las mismas que han normado la evolución del lenguaje desde antes que existiera Internet, pero su importancia relativa ha cambiado con su aparición.
2Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part

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