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lunes, 5 de agosto de 2013

Dos nadas.



Dice el tango que veinte años no es nada, pues entonces cuarenta son dos nadas. El tango se llama volver y hoy, por cierto, volvimos a clases en la UNAM. Las semanas anteriores la escuela, al menos el campo 1, que es donde me muevo lucía triste y desangelada. Llegabas a un estacionamiento casi desierto y pasabas por unos patios igualmente vacíos y silenciosos.
Hoy, desde el estacionamiento, se percibía ya la vida que le dan, a los edificios y a las instalaciones, la presencia de los estudiantes. De paso al cubículo del departamento de física en campo 1, veo a los alumnos sentados sobre las bancas, platicando; subiendo o bajando las escaleras de los edificios para ir a una nueva clase. Me encuentro con otros compañeros profesores, nos saludamos y comentamos sobre el inminente semestre.
No empecé hablando del tango solo por su nombre y por la vuelta a clases del día de hoy, lo hice sobre todo por los cuarenta años, las dos nadas del título de la entrega, que -días más, días menos- hoy cumplo de haber dado mi primer curso en la UNAM: El curso de Matemáticas Generales I de la carrera de biología, en la facultad de ciencias de la UNAM.
Y pues sí, “las nieves del tiempo blanquearon mi sien”, pero a diferencia del autor del tango que sentía casi casi la vida se le había acabado, a mí me parece que ese primer curso de matemáticas ocurrió el día de ayer.
Algún día probablemente me deje ganar por la nostalgia y escriba mis recuerdos de estos últimos cuarenta, muy felices años,  de trabajo universitario; con sus reglamentarios periodos sabáticos que también he disfrutado y en los que he aprendido -con dificultad- que hay vida fuera de la UNAM. Haber sido director general de UNETE,  jefe de unidad en el Tribunal Electoral y director de atención ciudadana en el IFE son experiencias profesionales que me han enriquecido y que los años sabáticos hicieron posible.
Podría hacer una lista de cómo era la UNAM hace cuarenta años, cuando empecé a trabajar en ella y de cómo es hoy. Por ejemplo no existían las unidades multidisciplinarias, el rector era Guillermo Soberón, había un muchísimo menor número de rechazados en los exámenes de ingreso, etc, etc. pero  no lo haré, prefiero ver hacía adelante a la UNAM que todavía no es y a cuya construcción prefiero sumar mi esfuerzo, ya habrá tiempo, para recordar en otro momento.
Ya seguiremos hablando de la construcción de una UNAM mejor, que obviamente pasa por la mejora de la FESC, pero por lo pronto pongo puntos suspensivos a este texto con una cita más del mismo tango: “Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor”…

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