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miércoles, 9 de enero de 2013

El cementerio de Praga

El cementerio de PragaEl cementerio de Praga by Umberto Eco
My rating: 3 of 5 stars

Si imaginar la vida, de apenas hace unas décadas, sin Internet y sin redes sociales es difícil, pensemos en la vida a mediados del siglo XIX; sin cine, sin sicoanálisis, sin declaraciones de avistamientos de ovnis y sin luz eléctrica. Con sociedades donde la diversión era la lectura, el teatro y las reuniones en los salones, lidereados por personalidades del mundo social.
En ese mundo de novelas e historias publicadas por fascículos, no faltaban los antecesores de nuestros actuales vendedores de relatos paranormales que buscaban hacer su agosto escribiendo todo tipo de fantasías sobre sociedades secretas que conspiran para dominar el mundo o que son practicantes de algún culto demoníaco.
Ese es el mundo que retrata Umberto Eco en su novela “El Cementerio de Praga”.
Se trata de una novela sin duda muy bien construida y documentada; en la que, para mi gusto el elemento de drama es débil. No obstante que ocurren varios asesinatos, la trama, a mí al menos, no me parece verosímil y por momentos se vuelve tediosa y pierde el elemento de tensión.
No obstante, el libro es interesante por la información que proporciona sobre las sociedades secretas y por las frases de sua autor, como por ejemplo la que dice que una mística es una histérica que encontró antes a su confesor que a su médico.
La novela está armada con base en el diario que, siguiendo las enseñanzas de un tal Dr. Froïde, escribe el protagonista principal para recuperar la memoria. Se trata de un notario, dedicado a la falsificación de documentos, que se inmiscuye en diferentes episodios de la historia de Europa entre 1830 y finales del siglo XIX. A través de su diario va platicándolos, en busca de recuperar la memoria perdida.
Aparecen, en ese recuento, pasajes de la historia de Garibaldi, La comuna de París y el affaire Dreyfus, entre otros, en los que el protagonista ha participado.
Sin embargo, el desarrollo de la novela no es solamente lo que el notario escribe en su diario, sino que también interviene, cuando es necesario, un narrador omnisciente.
Dentro de la narración de la historia de Europa, se mezcla la historia personal del protagonista, que a lo largo de toda su vida “profesional” va elaborando sucesivas y “mejores” versiones de un documento que denuncia una conjura universal.
La primera versión de lo que más adelante serán sus Protocolos, los escribe el notario para los servicios de inteligencia Piamonteses a partir de tres textos:
1) Una carta, de quien en la obra es su abuelo, al abate Barruel, autor del libro: “Mémoires pour servir a l’histoire du jacobinisme.” En esa obra Barruel explicaría como la revolución francesa era el resultado de una conspiración de los templarios contra los reyes de Francia y la Iglesia.
2) El libro “José Blanco” de Alejandro Dumás. En ese libro se cuenta una reunión de logias masónicas en el Monte del Trueno para terminar con la monarquía y el clero.
3) El libro de Eugenio Sue “Los hijos del Pueblo” donde se platica la conjura jesuita para llevara al poder a Luis Napoleón.
Explica el autor la razón por la que las historias sobre conjuras son tan atractivas al público: “Dumas ofrece a la frustración de todos (a los individuos y a los pueblos) la explicación de su fracaso. Ha sido alguien reunido en el Monte del Trueno, quien ha proyectado tu ruina.”
El falsificador toma esas ideas para escribir para los servicios de inteligencia Piamonteses una supuesta reunión de Jesuitas en el Cementerio de Praga. De ahí el nombre de la novela.
Conforme van transcurriendo los capítulos, el protagonista va generado cada vez nuevas versiones de la reunión original, para nuevos clientes.
¿Quiénes conspiran y con qué propósito? Eso depende, obviamente, de para que cliente se elabora el texto e irá variando, con cada nueva versión del documento que el fraudulento notario fabrica. En cada capítulo se van presentando nuevos libros y autores que se ocuparon de temas semejantes y que se copiaron unos a otros.
Entre los más destacados esta el libro de Maurice Joly “Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu”, donde se explica la manera como Luís Napoleón se vale de la división de poderes para mandar como el príncipe de Maquiavelo.
Otro libro, escrito con material tomado de Joly y de Sue es la novela “Biarritz”, escrita por un provocador, de apellido Goedsche, que trabaja para la policía prusiana. La novela sin embargo la publica con el seudónimo John Retcliffe.
Quizás uno no se da cuenta, en el momento de leer la novela, pero ésta se va estructurando para platicar la génesis (imaginaria) del conocido libro “Los Protocolos de los sabios de Sión”.
Al recuento de fuentes que hablan de conjuras de sociedades secretas, se agrega el de textos antisemitas. Entre ellos : “Le Juif, le judaïsme et la judaïsation des peuples Chrétiens”, de Gougenot des Mousseaux.
También se menciona la extrapolación que hace Brafmann, un judío converso a ortodoxo, de la existencia de un gobierno judio mundial, a partir de los documentos del Kahal de Minsk. El Kahal es el gobierno de la comunidad judía.
La enumeración de documentos, libros y revistas sobre el tema continua, capítulo tras capítulo y resulta a veces difícil de seguir. Se habla de la revista “Contemporaine” que en 1878, publica los recuerdos de un supuesto padre Grivel. En ellos se incluyen trozos de la carta de quien en la novela se presenta como abuelo del protagonista, al abate Barruel.
Se mezclan también, en documentos posteriores, las ideas de Googenot y de Brafmann para producir diferentes discursos integrados en un solo texto, para diferentes públicos.
Quizás basta con este rápido repaso de algunas de las obras citadas por Eco para imaginarse la extensa labor de investigación bibliográfica que debió realizar para hacer la novela… o quizás la novela es el resultado de una investigación sobre el origen del Libro “Los protocolos de los sabios de Sión”, cuya evolución resulta menos tediosa de narrar como novela que como ensayo.
Me imagino que en las andanzas, que como buen historiador, Eco debe haber hecho por las bibliotecas y hemerotecas, dio con material interesante sobre la demonología en el siglo XIX. En particular dos publicaciones “Le diable au XIX siècle” y “La libre Parole” y decidió incorporarlas a la novela.
El primero es un libelo fantasioso escrito y publicado periódicamente por un alcohólico de nombre Charles Hacks, usando el seudónimo de Dr. Bataille y es el equivalente, en el siglo XIX, de las historias de OVNIS del siglo XX: una serie de relatos para engañar incautos y mantener un negocio; en ese caso de venta de las revistas. La publicación se nutre de reciclar antiguos relatos como los de Dumas, Sue y Maurice Joly, ya mencionados, aderezados con otros escritos exprofeso para la revista.
Para generar esos materiales “originales”, “Le diable au XIX siècle” cuenta con un pintoresco y fantasioso personaje llamado Taxil, que previo a sus trabajos para “Le diable au XIX siècle” había inventado historias sobre una ciudad sumergida en el lago Leman y una invasión de tiburones en Marsella.
En el número 89 del panfleto se publican las memorias de una tal Diana Vaugham, como las de una ex paladista. El paladismo era uno de los ritos demoníacos. Eco toma a Diana y la convierte en uno de de los personajes principales de su novela.
El mismo Eco refiere en la novela un estudio de Ragon, sobre la historia de la masonería. En esa obra se dice que existen más de cincuenta ritos, entre ellos los satanistas o paladistas.
La otra publicación rescatada por Eco, de los archivos para escribir su novela, “La libre Parole”, es un periódico antisemita fundado por Drumont para fustigar a los judíos.
Quizás esta es la mejor parte de la novela, donde se narra la animadversión entre Drumont y Taxil y la manera como finalmente el primero convence al segundo de confesar en la “Libre Parole”, que todo lo publicado en “Le diable au XIX Siècle” lo había inventado.
Todo ese material es muy interesante para un ensayo, sin embargo para convertirlo en novela había que introducir una trama.
Eco introduce, de manera no muy convincente, en la interacción del personaje central con las sectas demoniacas, un episodio que le hace perder la memoria. La amnesia del protagonista se narra en las primeras páginas y se pasan luego casi 500 más, para llegar a explicar el hecho -de sangre, por cierto- que la produjo.
Para mi gusto, hay pasajes como los de la Guerra italiana y Garibaldi, que no tienen nada que ver con la trama y que podían haberse omitido o sustituirse por otros pasajes. Solo sirven de pretexto para que el falsificador fabrique una versión diferente del documento que a lo largo de toda la obra va perfeccionando. Ese documento se supone es el que se conocerá después como “Los Protocolos de los Sabios de Sión.”
A mi me parece que Eco tenía ese material histórico ya narrado y simplemente lo metió a la novela.
En una tabla al final del libro, para el lector “excesivamente puntilloso”, Eco cita lo que dice Hitler en 1925 en Mein Kamp: “En los famosos protocolos de los sabios de Sión queda claro que la existencia de este pueblo se apoya en una continua mentira. El Frankfurter Zeitung dice lloriqueando cada semana que Los protocolos se basan en una falsificación: y en ello esta la mejor prueba de que son verdaderos... Cuando este libro se convierta en patrimonio común de todo el pueblo, el peligro judaico podrá considerarse eliminado.”
No es una cita poco importante, sobre todo vista a posteriori; luego de la segunda guerra mundial y de la persecución, sin nombre, del Nazismo hacía los judíos. Pone de relieve la importancia de un libro en el devenir histórico del siglo XX.
En esa misma nota, aclara Eco que en 1921 el London Times descubrió la relación de los “Protocolos de los sabios de Sión” con el libro de Maurice Joly.
En suma, se trata de una obra interesante, llena de datos y de detalles de erudición que son imposibles de retener por el lector. Hay muchas alusiones a pasajes de la demonología, como una serie de nombres de demonios: Abigor, Abracas, Adramelech, Haborym, Melchom, Stolas, Zaebos, los nombres de los “verdaderos” tres reyes magos Theobens, Menser y Saïr, o los de los respectivos amantes de Adán y Eva: Lilith y Samael.
Cuando me encontraba a la mitad de la lectura de la novela, se dio la noticia de que Eco había sido sorprendido con una prostituta menor de edad. Imposible seguir leyendo la novela sin que los pasajes donde se describen escenas sexuales llamaran más mi atención. Fue quizás por eso que una frase perdida, escrita como por descuido, puesta en los labios de uno de los personajes secundarios, me atrajo. La uso para concluir este comentario: “Siempre me han dicho que los grandes narradores se describen siempre en sus personajes”


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