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viernes, 18 de marzo de 2016

Lecturas de otras latitudes. Nueve minirelatos.


Me escribe Elena Geneau para porponerme una traducción al francés de algunos microrelatos. Me explica que se trata de un proyecto sin fines de lucro, que llevan a cabo un grupo de apasionados de la literatura y de la traducción. El proyecto, me dice, depende de la universidad de Nanterre-La-Defense, en Paris y esta dirigido por Caroline Lepage. Me pide enviarle tres o cuatro microrelatos, aunque me advierte que se publican solamente algunos por autor.
Los relatos no tienen que ser inéditos y no hay una temática precisa, basta con que no hayan sido traducidos al francés.
Le contestó manifestándole mi simpatía por el proyecto y explicándole mi relación con el idioma francés y con los traductores y las traducciones de ese idioma. Le comparto el link al texto “Traduttore Traditori  en este mismo blog.
Me pongo a buscar las minificciones en mis archivos y “desentierro” nueve, que compartí aquí, con la ide de que los lectores puedieran ayudarme a selecionar cuatro. Para eso  incluí en la parte lateral derecha del blog, una encuesta que permaneció abierta hasta el lunes 28 a las cero horas.  Los resultados de la encuesta vienen después de las nueve minificciones.
 


1. Luna nueva.
Con la luna nueva, el lobo se transformó en hombre y la mordida salvaje, en dulce beso al cuello de caperucita.

2. Por el avance de la ciencia.
En la clase de anatomía se dio cuenta que la voz del maestro y la conversación de los alumnos no lo habían despertado,  lo habían revivido…¡brevemente!.

3. ¡Ni en sueños!
Soñé contigo, dijo ella.
-¿Te faltaba yo al respeto, le preguntó él.
-No, lo tranquilizó ella.
Entonces no era yo, le respondió él.

4. Libre Albedrío.
Al saber que no existía el libre albedrío -que cada una de sus acciones estaba predeterminada por las leyes de la física y la química- se sintió tan decepcionado que decidió suicidarse.

5. Complaciente
¿Y esas marcas en tu dorso? le preguntaron. Me gusta darle la espalda al placer, respondió.

6. Inocencia.
La invité a pecar, un ángel lo evitó.
Airado le reclamé, por defenderla.
No la protejo a ella sino a ti, me explicó.

7. Constante.
No soy rabo verde: me gusta el mismo tipo de mujeres desde hace cincuenta años.

8. Congruencia.
Al terminar de amar nos recostábamos, uno junto a otro, con la cabeza colgando en el borde de la cama. Nos gustaba ver el mundo de revés por qué sólo así tenía sentido para nosotros. 

9. Viaje en turibus
Íbamos a ningún lado, nos deteníamos en cualquier parte y terminábamos en el lugar de siempre, amándonos como nunca

Resultados de la encuesta:
Se recibieron votos de 31 personas, cada una de ellas podía votar hasta por cuatro relatos. El orden de preferencia fue: 



1. Viaje en turibus                                         16 
2. Congruencia.                                             13
3. Complaciente                                            11
4. ¡Ni en sueños!                                           11 


5. Constante                                                     9
6. Libre Albedrío                                              7
7. Inocencia.                                                     7
8. Luna nueva                                                   6
9. Por el avance de la ciencia                        5
 
 

Licencia de Creative Commons
Lecturas de otras latitudes. Nueve minirelatos. by Rafael Fernández Flores is licensed under a Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional License.
Creado a partir de la obra en http://desarmandolamafia.blogspot.mx/2016/03/lecturas-de-otras-latitudes.html.

sábado, 20 de febrero de 2016

¿Habra un científico ( o más) en esos cuarenta y tantos muchachos?



Está terminando febrero y yo no acabo de concluir las tareas pendientes del año anterior. Hacer informes, montar la pastorela, reunirme con amigos que no alcance a ver en las fechas decembrinas. Los compromisos de este año se empiezan a sumar con los del pasado…asi que escribir algo para el blog estaba en chino.
Hoy finalmente, encontré un remanso de tiempo que podría aprovechar para preparar un artículo que quiero escribir o afinar una nueva idea para la clase o sentarme a leer tranquilamente, los muchos libros cuyo disfrute se rezaga…pero no, se me antoja más escribir para el blog; es una idea que traigo desde hace unas semanas relativa a la labor del profesor.
Pienso que quienes disfrutamos la docencia, lo hacemos justamente porque no la entendemos como una actividad regida por los límites de tiempo y espacio que impone el aula. La tarea de preparar los materiales para la clase y de corregir los trabajos no ocurre en el salón de clases y si la hacemos es porque nuestra relación con los estudiantes trasciende el momento y el lugar en que los vemos durante la clase.
Después de 43 años de dar clases, se ha tenido contacto con muchos estudiantes. Alguna vez, en un centro comercial o en un restaurante, alguien se acerca y dice: ¿Te acuerdas de mí?, fui tu alumno en la clase de…. Y uno se pregunta y por qué no me iba a acordar. Otra vez puede ser por un correo electrónico. De hecho, no hace mucho recibí, justamente, uno que decía:
Espero se encuentre de maravilla y se acuerde de mi, tomé energía con usted hace como 2 o 3 semestres. Alguna vez le comenté que trabajaba en una secundaria ubicada en Los Reyes La Paz.
Le  cuento que cada año se realiza una Semana Cultural en donde se realizan conferencias, talleres etc. Este año estará dedicado a la Ciencia y Tecnología,  e invitamos a personalidades que orienten a nuestros alumnos sobre el tema, me encantaría poder contar con su presencia, de ante mano sé que está muy ocupado y sus tiempos son complicados, sólo sería un día…
Claro que me acordaba de la remitente, una tarde al concluir la clase se me había acercado para preguntarme algo sobre el cómic Dime abuelita por qué. Había visto, me dijo, que el autor se llamaba como yo y se había preguntado si sería la misma persona…
No volvimos a hablar mucho del asunto, el curso concluyó y tiempo después llegó el correo con la invitación, que por supuesto acepté.
El día programado para la plática tráfico estuvo benigno y llegué casi una hora antes de la cita. Entré a la Escuela Secundaria Juan Jacobo Rousseau por una especie de patio delantero, preguntándome si sería ahí. Dolores, la alumna que me había invitado salió a recibirme y mientras llegaba la hora de la plática me presentó con la directora y me ofrecieron un café, que en mi caso preferí fuera un jugo de naranja.
Siempre he admirado el espíritu emprendedor y sobretodo en tareas educativas. Como Director de Únete aprendí a valorar lo que significan para la educación las escuelas particulares, que no son los grandes nombres de ITAM, Ibero, TEC de Monterrey…sino pequeñas escuelas, algunas de monjas y otras laicas montadas y mantenidas con un gran esfuerzo, que muchas veces no hacen gran negocio y que mantienen su tarea sobre todo por cariño.
Así que esa mañana le pregunté a la directora por los orígenes de la escuela, su funcionamiento, número de alumnos, etc. Tuvimos una conversación agradable a la que se sumaron después otras personas y funcionarios de la misma escuela.
Me platicó de su marido, profesor normalista, que había fundado la escuela. De los orígenes con el jardín de niños hasta llegar a tener grupos de preparatoria que ahora habían suspendido, para quedarse nada más con la primaria y secundaria. Me habló de sus hijos, una de ellas abogado que había reorientado su formación profesional para ir a trabajar en la escuela, a la muerte del fundador. Ella nos acompañó más tarde en la conversación.
Entre plática, jugo de naranja y café llegó el momento de la charla a los alumnos. En un patio trasero –me imaginé que era el del recreo y me acordé de mi primaria, Profesor Sábino Rodríguez - habían puesto sillas y creado un espacio para la plática donde debe haber habido unos 40 estudiantes.
Hablé del cómic, de la ciencia, de la manera como el cómic puede ayudar a enseñar ciencia. Al final quise saber si había preguntas y amenacé que en caso de no tenerlas yo cuestionaría al auditorio. Alguien ante la amenaza me preguntó mi edad.
Yo de todas maneras pregunté sobre sus vocaciones científicas, sus expectativas profesionales, etc. Se estableció un diálogo en el que hablé de la página de Facebook del cómic y no pudo faltar “la selfie pal feis”, tomada por Carlos uno de los inquietos alumnos de la primera fila.
Mientras veía yo el entusiasmo de los jóvenes me preguntaba que iba a pasar con él, al crecer. Ojalá me decía que las dificultades inevitables que tendrán que enfrentar, como lo hicieron otras generaciones anteriores, no los desmotive. Ojala mantengan esa energía  y lleguen a ser profesionales muy exitosos. Me acordé que la directora me acaba de platicar que lo único que les pide a sus egresados, de los cuales por cierto Dolores forma parte, era que le llevasen copia del título.
Así que para concluir, yo hice lo mismo. Les solicité a esos cuarenta y tantos muchachos que en caso de que alguno de ellos estudie ciencia, me lo haga saber.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Los Escépticos.



Esta semana se presenta el libro Derrotar a la ignorancia como en el juego del Maratón,  en la FIL de Guadalajara. Mañana me entrevista Radio Educación a las 13:30.
Les comparto este texto del libro.  

A principios de los años 90 se puso de moda un programa de televisión llamado ¿Y usted qué opina? que conducía Nino Canún. Nino hizo una serie de esos programas sobre el tema de los ovnis y para crear polémica a los supuestos avistamientos, que presentaba Jaime Mausán, invitaba a un grupo de personas que fuimos conocidos genéricamente como “Los Escépticos”.
Nunca me gustó el título, porque me parecía despectivo, era una manera de decir que éramos incrédulos; o peor, en algunos casos necios, cerrados a las “evidencias” videograbadas que la contraparte presentaba. Me parecía que el nombre mismo que nos daban era ya un veredicto del debate. ¿Por qué no llamar al otro grupo, “Los Crédulos” o “Los Fraudulentos”, según fuera el caso.
El grupo de los escépticos estaba conformado por personas muy interesantes a las que nos organizaba Mario Méndez Acosta.[1] No todos asistíamos a los mismos programas y es posible que olvide los nombres de algunas personas, pero entre los que recuerdo, además del propio Mario, estaba Carlos Calderón quien además de ser ingeniero y ganarse la vida como tal (lo mismo que Mario) era también ilusionista profesional y gran conocedor de todo tipo de trucos para engañar la buena fe de las personas.
Estaba también Mauricio José Schwarz quien a través de su blog El retorno de los charlatanes,[2] sigue dando una heroica lucha contra la ciencia fraudulenta y quienes medran con ella. Nos acompañaban también con frecuencia el sicólogo Héctor Escobar Sotomayor, su tocayo de apellido Chavarría y Luis Ruiz Noguez..
No tengo duda de que había dos tipos de “creyentes” en el fenómeno ovni: los que lo eran de buena fe y los que habían hecho de su “creencia” un buen negocio. Con ninguno de los dos grupos se podía argumentar, con los segundos por que como se dice informalmente: les iba en el gallo (o en el negocio). Con los primeros, porque estaban tan seguros de tener la razón; aunque se les dijera lo que se les dijera, siempre encontraban una manera de ajustarlo a su creencia.[3] Tengo la impresión de que muchas veces nos veían con un poco de conmiseración por vernos tan lejos de la verdad.
Como la transmisión ocurría en vivo, con público, varias veces en los cortes comerciales, en mi camino al baño, alguna persona se levantaba y cortésmente trataba de convencerme de lo que ella había visto y vivido.
Otras veces no eran tan corteses y los gritos y abucheos que seguían a nuestras intervenciones me hacía pensar en que estábamos jugando de visitantes en un estadio lleno de seguidores del rival.
Algunas veces entraban llamadas telefónicas apoyando alguno de nuestros puntos de vista, pero las más de las veces eran en contra de ellos. Algunas veces los amigos o compañeros que nos veían se quejaban: “Traté de llamar, pero era imposible que entrara la llamada”.
Por supuesto que era frustrante recibir ese tipo de respuesta de parte del público en el estudio y a través de las llamadas telefónicas. Me consolaba pensando que quizás en la audiencia que seguía la emisión habría varias personas a las que lo que decíamos les serviría.
Veía las intervenciones de mis compañeros escépticos y me daba cuenta de que aunque ingeniosas e inteligentes no eran atendidas; es más, muchas veces eran percibidas como agresiones; en parte seguramente porque el ingenio que llevaban tenía una fuerte dosis de sarcasmo.
El cuadro en general era poco alentador: Había dos tipos de creyentes, los de buena fe y los comerciales. Con ninguno se podía realmente dialogar.
Aunque no se podía realmente dialogar con ninguno de los dos tipos de creyentes —los de buena fe y los comerciantes—, la conversación pública no era para convencerlos a ellos, sino para tratar de que indecisos sobre el fenómeno ovni tuvieran elementos para darse cuenta del punto de vista racional, que eventualmente los acercara a la ciencia. Pero a ese público había que dirigirse de manera que no sintiera que nuestros argumentos eran de autoridad, la autoridad de la ciencia, que no pensara agredido por nuestro aparente sentimiento de superioridad, ni por nuestra frustración.
Siempre, mientras duró la emisión, consideré que la actitud desfavorable del público era debida a su ignorancia, a que no entendían el lenguaje de la ciencia, ni les interesaba.
Tuvieron que pasar varios años para que cayeran en mis manos libros como El cerebro político, Contra el método, El pensamiento salvaje, La Sorcière[4] y Religión y ciencia que, junto con otras lecturas, me hicieran entender, primero, porque las personas creyentes no oyen argumentos en contra de lo que creen y pensar, después, en una manera diferente de la confrontación directa, con los creyentes, que nos ayude a todos quienes estamos dispuestos al análisis de puntos de vista diferentes a quitarnos lo ignorantes.
Es cierto que puede ser muy terapéutico discutir con algunos de esos embaucadores mesiánicos y exhibir su mala fe, desafortunadamente la historia ha mostrado que no es por ese rumbo que la gente sin parte tomada en el debate se fijara en los argumentos racionales.



[1] En el texto “Sigue teniendo su dinero!, incluido en este mismo libro, se habla un poco más sobre la Sociedad Mexicana para la Ingestigación Escéptica (SOMIE), que Mario organizó.
[2] http://charlatanes.blogspot.mx
[3] Del motivo por el cual actúan de esa manera me ocupo en el texto “¿Por qué las personas inteligentes creen en tonterías?”
[4] “La bruja”, en francés.