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sábado, 20 de febrero de 2016

¿Habra un científico ( o más) en esos cuarenta y tantos muchachos?



Está terminando febrero y yo no acabo de concluir las tareas pendientes del año anterior. Hacer informes, montar la pastorela, reunirme con amigos que no alcance a ver en las fechas decembrinas. Los compromisos de este año se empiezan a sumar con los del pasado…asi que escribir algo para el blog estaba en chino.
Hoy finalmente, encontré un remanso de tiempo que podría aprovechar para preparar un artículo que quiero escribir o afinar una nueva idea para la clase o sentarme a leer tranquilamente, los muchos libros cuyo disfrute se rezaga…pero no, se me antoja más escribir para el blog; es una idea que traigo desde hace unas semanas relativa a la labor del profesor.
Pienso que quienes disfrutamos la docencia, lo hacemos justamente porque no la entendemos como una actividad regida por los límites de tiempo y espacio que impone el aula. La tarea de preparar los materiales para la clase y de corregir los trabajos no ocurre en el salón de clases y si la hacemos es porque nuestra relación con los estudiantes trasciende el momento y el lugar en que los vemos durante la clase.
Después de 43 años de dar clases, se ha tenido contacto con muchos estudiantes. Alguna vez, en un centro comercial o en un restaurante, alguien se acerca y dice: ¿Te acuerdas de mí?, fui tu alumno en la clase de…. Y uno se pregunta y por qué no me iba a acordar. Otra vez puede ser por un correo electrónico. De hecho, no hace mucho recibí, justamente, uno que decía:
Espero se encuentre de maravilla y se acuerde de mi, tomé energía con usted hace como 2 o 3 semestres. Alguna vez le comenté que trabajaba en una secundaria ubicada en Los Reyes La Paz.
Le  cuento que cada año se realiza una Semana Cultural en donde se realizan conferencias, talleres etc. Este año estará dedicado a la Ciencia y Tecnología,  e invitamos a personalidades que orienten a nuestros alumnos sobre el tema, me encantaría poder contar con su presencia, de ante mano sé que está muy ocupado y sus tiempos son complicados, sólo sería un día…
Claro que me acordaba de la remitente, una tarde al concluir la clase se me había acercado para preguntarme algo sobre el cómic Dime abuelita por qué. Había visto, me dijo, que el autor se llamaba como yo y se había preguntado si sería la misma persona…
No volvimos a hablar mucho del asunto, el curso concluyó y tiempo después llegó el correo con la invitación, que por supuesto acepté.
El día programado para la plática tráfico estuvo benigno y llegué casi una hora antes de la cita. Entré a la Escuela Secundaria Juan Jacobo Rousseau por una especie de patio delantero, preguntándome si sería ahí. Dolores, la alumna que me había invitado salió a recibirme y mientras llegaba la hora de la plática me presentó con la directora y me ofrecieron un café, que en mi caso preferí fuera un jugo de naranja.
Siempre he admirado el espíritu emprendedor y sobretodo en tareas educativas. Como Director de Únete aprendí a valorar lo que significan para la educación las escuelas particulares, que no son los grandes nombres de ITAM, Ibero, TEC de Monterrey…sino pequeñas escuelas, algunas de monjas y otras laicas montadas y mantenidas con un gran esfuerzo, que muchas veces no hacen gran negocio y que mantienen su tarea sobre todo por cariño.
Así que esa mañana le pregunté a la directora por los orígenes de la escuela, su funcionamiento, número de alumnos, etc. Tuvimos una conversación agradable a la que se sumaron después otras personas y funcionarios de la misma escuela.
Me platicó de su marido, profesor normalista, que había fundado la escuela. De los orígenes con el jardín de niños hasta llegar a tener grupos de preparatoria que ahora habían suspendido, para quedarse nada más con la primaria y secundaria. Me habló de sus hijos, una de ellas abogado que había reorientado su formación profesional para ir a trabajar en la escuela, a la muerte del fundador. Ella nos acompañó más tarde en la conversación.
Entre plática, jugo de naranja y café llegó el momento de la charla a los alumnos. En un patio trasero –me imaginé que era el del recreo y me acordé de mi primaria, Profesor Sábino Rodríguez - habían puesto sillas y creado un espacio para la plática donde debe haber habido unos 40 estudiantes.
Hablé del cómic, de la ciencia, de la manera como el cómic puede ayudar a enseñar ciencia. Al final quise saber si había preguntas y amenacé que en caso de no tenerlas yo cuestionaría al auditorio. Alguien ante la amenaza me preguntó mi edad.
Yo de todas maneras pregunté sobre sus vocaciones científicas, sus expectativas profesionales, etc. Se estableció un diálogo en el que hablé de la página de Facebook del cómic y no pudo faltar “la selfie pal feis”, tomada por Carlos uno de los inquietos alumnos de la primera fila.
Mientras veía yo el entusiasmo de los jóvenes me preguntaba que iba a pasar con él, al crecer. Ojalá me decía que las dificultades inevitables que tendrán que enfrentar, como lo hicieron otras generaciones anteriores, no los desmotive. Ojala mantengan esa energía  y lleguen a ser profesionales muy exitosos. Me acordé que la directora me acaba de platicar que lo único que les pide a sus egresados, de los cuales por cierto Dolores forma parte, era que le llevasen copia del título.
Así que para concluir, yo hice lo mismo. Les solicité a esos cuarenta y tantos muchachos que en caso de que alguno de ellos estudie ciencia, me lo haga saber.

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