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lunes, 5 de julio de 2010

Calificar

Por fin vacaciones, tiempo de hacer lo que no siempre podemos hacer por el ritmo de trabajo del semestre, así que voy a aprovechar para escribir sobre temas de los que no he tenido tiempo de ocuparme, uno que incluso había prometido es el de la actividad inevitable de calificar.
Calificar es algo que nos parece “natural” y muy probablemente algunos profesores ni siquiera se pregunten por qué les toca a ellos calificar. Si lo pensamos bien es un poco ilógico que el mismo profesor que imparte el curso califique el aprendizaje de los estudiantes. Si los estudiantes no aprendieron, en alguna medida es responsabilidad del maestro que les enseñó. Así que evaluar uno mismo el desempeño de sus estudiantes es de alguna manera ser juez y parte.
La labor de evaluar es la que menos me gusta y la que mas me inquieta de las actividades docentes. El primer trabajo que escribí para un congreso de enseñanza fue precisamente sobre ese tema. En 1978 escribí la ponencia “La evaluación, análisis de su metodología” para el congreso de enseñanza de la química. Renunciaría gustoso a la tarea de evaluar bajo dos condiciones, que quien evaluara a mis estudiantes fuera incorruptible y que yo tuviese acceso a los datos de esa evaluación para poder reorientar mis estrategias docentes.
La evaluación no debe ser únicamente la manera de saber si el estudiante ha alcanzado o no el nivel suficiente para llevar los cursos subsecuentes o acceder al mercado laboral, sino también una manera de indicar al profesor que las estrategias que esta siguiendo son correctas.
Los pedagogos suelen distinguir entre evaluación sumativa y evaluación formativa para referirse a uno y otro uso de la evaluación. A mi, que me da más por las analogías deportivas, me gusta pensar en un profesor como un entrenador deportivo. Alcanzar los objetivos de aprendizaje de una asignatura es algo así como lograr correr los 100 metros por debajo de 10 segundos. El entrenador que tiene la fortuna de tener atletas con las condiciones naturales para alcanzar, con un entrenamiento adecuado esa marca, diseña un programa de entrenamiento para que los atletas poco a poco vayan mejorando su rendimiento.
Ojo, ya de pasadita haré notar a) que se requieren atletas con condiciones naturales (no es elitismo, pónganse a entrenar a personas sin las habilidades físicas necesarias y verán) b) Que los atletas no mejoran sus tiempos viendo al entrenador correr los 100 metros c) Que es indispensable la práctica de los atletas para mejorar sus tiempos y c) lo más importante para el tema de la evaluación: que el entrenador periódicamente cronometra los tiempos que están haciendo los atletas para saber si se aproximan o no a la meta fijada.
A nadie se le ocurre que la manera de entrenar sea ver al entrenador correr durante seis meses, al cabo de los cuales, se cronometra a los arletas a ver cuáles corren los 100 metros por debajo de los 10 segundos y sin embargo así procedemos a veces en las clases, los profesores hablamos, resolvemos problemas y los estudiantes nos ven resolverlos durante un semestre al cabo del cual les ponemos un examen en el que deben solucionar problemas como los que nos vieron resolver en clase.
Para tratar de evitar esto, he estado los últimos semestres usando el aula de cómputo para tener sesiones “prácticas” en las que los estudiantes resulven ellos, usando programas como Excel, problemas de la asignatura. Mientras ellos trabajan, yo voy entre las filas de computadoras viendo que va haciendo cada uno de ellos, respondiendo a sus dudas, sugiriendo maneras de hacer las cosas, etc, etc. Al final del semestre creo que logro tener una idea muy clara del nivel que cada uno de los alumnos alcanzó. Hay como en el caso del deporte alumnos con excepcionales habilidades que hacen un esfuerzo menor y aun así salen adelante por su talento natural, hay otros menos talentosos pero que con base en su trabajo y disiciplina alcanzan buenos resultados.
Es una tarea pesada la de corregir y calificar, sobretodo cuando se tiene un grupo de sesenta estudiantes y se dejan tareas semanalmente, durante 18 semanas y además hay trabajos finales, exámenes parciales y actividades extraclase que calificar; pero vale la pena, se conoce mejor a los alumnos y la evaluación es más justa.
Siempre habrá, es inevitable, quien pase sin merecerlo y también lamentablemente en ocasiones el humano error puede hacer su aparición y uno se equivoca. Pero bueno, para eso existen los mecanismos de corrección. Al final, pesado y todo calificar es parte de la labor de un profesor, parte de sus recursos para hacer que los estudiantes aprendan la materia y en ese sentido es una labor gratificante.