Como siempre, la ciber plática con Jorge Tórtora es inteligente y lleva a pensar en temas interesantes. Contra lo que yo quisiera, creo que Jorge tiene razón cuando dice que la UNAM requiere cirugía mayor. Él no lo dice, pero lo digo yo, de no ser así cómo es posible que una Facultad como la FESC tenga la administración que tiene, cómo es posible que se nombre directora a una persona a la cual una parte importante de la comunidad, no solo en número, sino en calidad académica, le cuestionó su gestión y sus nexos con grupos de presión política y nada académicos. El grupo que aquí llamamos La Mafia.
Crecí en una Universidad en la que la disidencia era un motor del cambio. Aprendí de figuras como el Dr. Prieto, ex director de la Facultad de Ciencias y ex miembro de la junta de gobierno, el amor a la UNAM. A través de él, que me dirigió la tesis de licenciatura, creció en mí un respeto a la Junta de Gobierno. Después he tenido amigos y conocidos dentro de la Junta y la plática con ellos me ha hecho entender porque se toman ciertas decisiones. Por eso para mi la Junta de Gobierno ha sido una institución que se debe defender, aun cuando se le tilde de anti democrática. Lo escribí en este mismo espacio, es preferible el mecanismo de la junta al del voto directo, que lleva al acarreo, como el que se da en los departamentos que domina la mafia en la FESC. Y sin embargo…
...Y sin embargo la Junta ha cambiado. Releó, ahora que son cien años de la Universidad Nacional , el excelente libro “Síntesis histórica de la Universidad de México”, editado en tiempos de Soberón por la Dirección General de Orientación Vocacional y encuentro en la página 199, el origen de la Junta de Gobierno: Dice el libro, citando a Jimenez Rueda: “Unas elecciones de directores de dos escuelas, la Nacional Preparatoria y la de Medicina Veterinaria, fueron el pretexto para que hicieran crisis... la política de oposición, iniciándose uno de los conflictos más serios que ha sufrido la Universidad” y continuan ya los propios autores: “La situación fue tan grave que se produjo una separación de la Universidad en dos bandos, cada uno con su propio rector. Ninguno de ellos fue reconocido por el Presidente de la República, Gral. Manuel Ávila Camacho, quien en una consulta que se le hizo, propuso que una junta formada por los exrectores hiciera la elección.
Ellos eran: García Tellez, Gómez Morín, Ocaranza, Chico Goerne, Baz y De la Cueva. La elección recayó sobre don Alfonso Caso”
Hasta aquí la cita del libro. Como se ve, la idea era que integraran la Junta de Gobierno, personalidades “más alla del bien y del mal”, que no tuvieran intereses personales y sí un gran amor a la Universidad. Me preguntó si la actual Junta de Gobierno tiene miembros de esa talla. Cierto que hoy la UNAM ha crecido muchísimo y que es dificil conocerla toda. Los miembros de la Junta no vienen a la Facultad ni en los procesos de auscultación; lo hacen, a veces, como visita campestre y para dejarse agasajar por el director o la directora en turno, que les muestra el rancho y les obsequia una canasta de productos del mismo.
Hoy integran la Junta de Gobierno, varios investigadores y académicos aun en funciones en la UNAM, que por más cariño que le tengan, tendrán siempre intereses personales y necesidades de apoyo para sus propias investigaciones y aunque sus decisiones sean bien intencionadas y no estén influenciadas por esos factores valdría más la pena, no dejar lugar a la duda ni a la especulación, con el nombramiento de figuras como las de antaño. Hoy Soberón y Rivero Serrano tienen más de 70 años, pero no los tienen ni Carpizo, ni Sarukhan, ni de la Fuente, ¿no estaría mejor una Junta de Gobierno con estos nombres?¿No podríamos quitar la restricción de los 70 años?
Toda proporción guardada pensemos en los exdirectores de la FESC, con todo y el chiste del Paseo de la Reforma. Imaginémoslos integrando una Junta de Gobierno Local. En el primer periodo de Suemi, varios de ellos firmaron una carta en su apoyo, en el segundo ya no lo hicieron y algunos, como el Ingeniero Manuel Viejo, apoyaron abiertamente a otro candidato.
Uno de los problemas graves de la UNAM es que ya no creemos en nadie. No hay figuras moralmente incuestionables (aunque yo le tengo mucha simpatía al Dr. Peimbert). No se trata de poner ni como directores ni como miembros de la Junta de Gobierno a personas que se pasan la vida acumulando papers y citas, sino a intelectuales de a deveras, a personas que reflexionan críticamente sobre su país, sobre su universidad, que son valientes y que ante el riesgo que implica siempre tomar una decisión, optan no por la que “menos olas hace”, sino por la que enfrenta el problema. Si además de esas características escriben papers y son citados, mucho mejor, pero esa sola aptitud no basta. ¿Por dónde pues iniciar la cirugia mayor? Por volver creer en personas moralmente incuestionables, por volver a respetar el intelecto, no los parámetros de premiación de la productividad intelectual. No es lo mismo.
Lamantaría que lo dicho aquí molestara a alguién, porque en realidad otra de las cosas que hemos perdido es la capacidad de oír la crítica, es decir de atenderla. No escribo por molestar a nadie, sino porque lo escrito por Tórtora me hizo pensarlo.