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viernes, 23 de septiembre de 2022

Las máquinas hacen trampa cuando juegan al ajedrez.

 


Texto gentileza de Manuel López Michelone 

(La Morsa)

 

Al menos eso es lo que se deduce de la intervención de uno de los participantes en la plática de café Másprofundo que el azul profundo celebrada el día 21 de septiembre, en la cafetería de la  FES Acatlán, como parte del ciclo de charlas de divulgación de la Ciencia llamado Ciencia, Conciencia y Café.

Participaron en ella Manuel López Michelone, mejor conocido como la Morsa, Jesús Díaz Barriga, Ingeniero Químico y aficionado al llamado juego ciencia y Fátima Ávila Bautista, jugadora de ajedrez, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras. Condujo la conversación Rafael Fernández, académico de la DGTIC.

Fue justamente La Morsa quien sentenció que: “estamos quizás hablando de una competencia poco justa, pues la computadora es un "ente" de naturaleza distinta a la humana e incluso "hace trampa" cuando juega, porque en su memoria mueve las piezas y viola el principio de ‘pieza tocada, pieza jugada’ “.

Se trató de una amena conversación, en la cual pudo intervenir, en diferentes momentos, el público asistente a la misma. Uno de ellos, por ejemplo, preguntó si no es aburrido el jugar contra los programas de computadora.

Manuel respondió que al contrario, tenemos la posibilidad única -que antes simplemente no existía- de jugar contra entes muy fuertes en el tablero, los cuales convierten una partida de ajedrez en un reto muy complicado. Finalmente, abundó,  el ajedrez no está resuelto y los programas se equivocan, aunque lo hagan de forma más sutil. Al final de cuentas es el hombre contra la máquina y quizás el reto es apasionante, en realidad.

 Quizás fue esa pasión de la que habló La Morsa, al responder, la que lo llevó a realizar su tesis de doctorado sobre Teoría de juegos,  particularmente de patrones en juegos de suma-cero e información perfecta.

Es decir, en los juegos en donde la ventaja de un jugador es exactamente la desventaja del otro y en donde además, toda la información del juego puede verse en el tablero. No hay información que no puede ver algún jugador.

 Juegos con estas características son el Go, el ajedrez y las damas inglesas. El póker, por ejemplo, no es de información perfecta porque los rivales no conocen las cartas que tienen sus antagonistas.

 Jesús Díaz Barriga al comentar sobre el trabajo doctoral de la Morsa dice que es interesante pues plantea la posibilidad de que en juegos como el ajedrez, se puedan usar patrones conocidos para resolver las posiciones encontradas en el tablero, en lugar de tener que analizar cada posición sin sacar ventaja de la naturaleza de los patrones que ocurren en ajedrez continuamente.

El conductor de la charla cuestionó si trabajar con patrones no inhibe la creatividad, que él considera atributo de la inteligencia. ¿No evita el pensar fuera de la caja?, dijo.  A lo que Manuel responde que “desde luego no tenemos todos los patrones conocidos y por ende, siempre parece haber margen a la creatividad, a pensar fuera de la caja”.

 Cuando abordaron el tema de  la derrota de Kasparov contra la máquina (Deep Blue - azul profundo), dijeron que ese hecho marcó un hito porque el mejor representante de la raza humana terminó cayendo ante el poder de la tecnología que parece no detenerse.

 Se aclaró que Kasparov perdió en 1997 contra la máquina de IBM, pero que hoy podemos decir que el avance en este tema es formidable y los programas de ajedrez, de los teléfonos celulares, suponen ser mucho más fuertes que la máquina de IBM.

 Jesús puntualizó que parte  de la causa de esta derrota es que los seres humanos tienen sentimientos: sufren, se ponen felices, etcétera, y eso de alguna manera afecta nuestro pensar.

 La máquina no asume sentimiento alguno y fríamente calcula las variantes. Kasparov además se cansa, y este es un factor que las computadoras desconocen.

 Antes de entrar de lleno al tema de la plática, Fátima -a petición del moderador- habla de su interés por el ajedrez, particularmente del tema del ocio y la eventual reconversión del ajedrez en un deporte. La ajedrecista platica sus primeros contactos con el juego ciencia y cómo fue permeando hasta convertirse en un tema recurrente en su vida.

Fátima habló del no perder de vista el contexto en el que se juega el ajedrez hoy en día, el cual es primariamente digital. Hoy en los teléfonos tenemos un mundo de entretenimiento y el ajedrez no escapa a ello.

 Jesús en cambio piensa que debemos plantearnos qué es el ajedrez ¿Arte? ¿Deporte? ¿Ciencia? Y cuestiona los avances que la inmersión el mundo digital ha traído al ajedrez.  De pronto, dice,  el ajedrez se juega como no se jugaba antes. Los valores reconocidos se trastocan, las estrategias probadas ya no parecen ser las más efectivas y además,  tercia Rafael, las máquinas son inmunes a los jugadores que molestan de alguna manera a sus rivales, y esto supone una manera diferente de ver y jugar contra estos programas.

 Manuel, por su parte,  apunta que los programas de ajedrez son por demás curiosos, porque "no hay nadie en casa". La computadora no sólo no sabe que está jugando al ajedrez sino que -peor aún-  no sabe qué es lo que está haciendo. Sólo mueve, al final de cuentas, bytes de un lado a otro y esto lo vemos reflejado como jugadas en el tablero pero eso, en el fondo, es simple interpretación humana.

Fátima señala que hay, en el ajedrez, un elemento social que no podemos ignorar y que lo hace ser  más que un juego: el de la comunicación social entre los que aman este juego. Jesús dice entonces que el cómputo, más allá de jugadores que buscan incidir en la psicología de los rivales, nos muestra que los elementos del juego no necesariamente son inmutables y que la misma ciencia de la computación ha encontrado nuevos caminos para jugar un ajedrez distinto, igualmente efectivo. Fátima coincide con este concepto, señalando que a partir del juego de las computadoras necesitamos desaprender muchas cosas que dábamos por hecho, en la teoría ajedrecística.

Alguien del público intervino también para preguntar qué consejos se pueden dar a quienes quieren progresar en ajedrez. La respuesta obvia, pero que parece que hay que indicarla siempre, dice Manuel, es la de la disciplina: estudiar con constancia y no pretender esperar que en un par de meses se llegue a Campeón Mundial. Pero más allá de eso, dice, hay que ir a los torneos a divertirse, a medir las fuerzas propias. Jesús agrega que además la competencia nos obliga a ver dónde estamos fallando, qué estamos haciendo mal, dónde están las deficiencias en nuestro juego.

 Rafael muestra que muchas veces requerimos saber qué apertura jugamos para conocer qué finales se pueden dar, qué estructuras se pueden presentar y apunta un concepto fundamental: el ajedrez nos enseña a tomar decisiones en la vida. A evaluar la posición que tenemos; porque en la vida, como en el ajedrez, podemos querer algo que -en la posición en la que estamos- no es posible.

 Jesús explica que el ajedrez requiere de cierto equilibrio para jugarse bien. Los jugadores que se obsesionan con el juego, desde que lo conocen, son candidatos al fracaso. A menos que sean un genio (como Fischer, por ejemplo).  Fátima entonces añade esta verdad que no debemos olvidar: el ajedrez nos enseña a perder. Cuestión que, sabemos, a nadie le gusta; pero que tiene un aprendizaje fundamental para la propia vida.

Alguien del público toma la palabra y pregunta si hay alguna relación directa entre el ajedrez y quizás el ámbito político. Fátima entonces nos remite a cómo es que las piezas de ajedrez tomaron su nombre. El ajedrez se fue convirtiendo desde el Chaturanga hasta llegar al juego como lo conocemos actualmente y desde luego, los nombres de las piezas y sus reglas de movimiento, tienen connotaciones en muchos ámbitos de la vida cotidiana.

 Otra persona del público pregunta sobre el tema de moda, en el mundo del ajedrez:  las acusaciones implícitas de Magnus Carlsen sobre el Gran Maestro estadounidense Hans Niemann;  de quien se asume juega haciendo trampas.

 Manuel piensa que ya Carlsen tiene que hablar y dar una versión oficial sobre lo que está pasando en este caso pues, aunque la información que tenemos es incompleta aún, este tipo de acontecimientos no son muy buenos para el ajedrez. Aunque finalmente estas encendidas polémicas llaman la atención de los medios..

 También en la conversación se tocó el tema de la belleza en el ajedrez, asunto en el que quienes participaban en la charla  llegaron a la conclusión de que la máquina no entiende de ello, pues no “sabe” qué es hermoso y qué no. La máquina solamente hace las jugadas que considera más fuertes.

 Ante la pregunta de un estudiante, los participantes en la conversación analizan si el ajedrez lento, clásico, tiene aún cabida en el mundo moderno y comentan, citando a Botwinick y a Fischer, ambos excelentes jugadores de partidas rápidas, que sí. .

Hoy estamos acostumbrados a las máquinas que juegan ajedrez, pero Manuel, recordó, en algún momento de la conversación, que la ciencia de la computación se puso a trabajar en la idea de crear un programa que jugara ajedrez porque -como Claude Shannon indicaba- se trata de un juego de pocas reglas, claras y programables.

Se buscaba, sobre todo, entender cómo aplicar lo que se aprendiera en ese intento de programación  en otros temas. Para saber, por ejemplo, cómo tratar con el manejo de las llamadas telefónicas en una central.

Quienes estuvieron en la conversación del día de ese día  y quienes la siguieron, a través del canal de Youtube de UNAM Digital, deben haber pensado que se cumplió con creces ese objetivo.

 

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