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viernes, 5 de abril de 2019

Hermano Alberto.


Pero sé, bien que sé...
que en mi viaje final escucharé
el ambiguo tañir de las campanas
saludando mi adiós, y otra mañana
y otra voz, como yo, con otro acento,
cantará a los cuatro vientos...

Qué suerte he tenido de nacer.


Para Mariana.

No tengo muy claras las fechas. Debe haber sido a principios, o mediados, de los setentas que descubríamos (hablo de mi generación) a Serrat, a Cabral y a Cortez.  
Serrat nos maravilló musicalizando poemas de Machado y de Miguel Hernández. Cortez también había musicalizado algunos poemas de Machado y al igual que Serrat, escribía sus propios textos  a los que ponía musica. Cabral era un vagabundo -ni de aquí, ni de allá- que parecía predicar con sus canciones llenas de poesía. Los tres acompañaron nuestro paso a la edad adulta.


No lo había hecho de Cortez, no por falta de gusto a sus canciones y poemas, sino  simplemente porque a veces hace falta un detonador para sentarse frente al teclado. Desafortunadamente, el disparador de estas letras fue la noticia de su muerte.
Lo primero que me vino a la cabeza fue el fragmento de su poema Que suerte he tenido de nacer, que he usado como epígrafe:

Pero sé, bien que sé...
que en mi viaje final escucharé
el ambiguo tañir de las campanas
saludando mi adiós, y otra mañana
y otra voz, como yo, con otro acento,
cantará a los cuatro vientos...


Qué suerte he tenido de nacer.

Recordé después otros de sus versos, los de Cuando un amigo se va. Pensé en el espacio vacío que no puede llenar la llegada de otro amigo; recordé, sin proponérmelo, las canciones que a mi me tocaron más de cerca. 
Vino a mi mente, inmediatamente, la letra de Mariana, la canción de la que tome el título de este texto, Hermano Alberto. 
Traté de imaginarme que sería hoy de aquella Mariana, a la que iban saliendo las hojas en aquellos años. ¿Estaría viva? ¿Sentiría la muerte de Cortez?
Pensé también y con sobrada razón en otros versos suyos, que cito con frecuencia: 

A mis amigos les adeudo la paciencia
de tolerarme las espinas más agudas;
los arrebatos de humor, la negligencia,
las vanidades, los temores y las dudas.
A mis amigos les adeudo algún enfado
que perturbara sin querer nuestra armonía;
sabemos todos que no puede ser pecado
el discutir, alguna vez, por tonterías.

Y vaya que si les adeudo enfados a mis amigos. Pero también con mis amigos, fuimos algunas noches a oírlo cantar y salimos de ahí entusiasmados a cenar y disfrutar un buen vino.  Quizás por eso mi memoria mandó en seguida de estos versos a los amigos, la letra de El vino, otro de sus textos, que cito frecuentemente:

Pero... ¡qué lindo es el vino!.
El que se bebe en la casa
del que está limpio por dentro
y tiene brillando el alma.

Que nunca le tiembla el pulso,
cuando pulsa una guitarra.
Que no le falta un amigo
ni noches para gastarlas
.


Y así apareció también el texto de te llegará una rosa cada día, que medie entre los dos una distancia; con esa frase de enamorado, que no ve en el mundo más que a la mujer que ama: Aquellos que no tienen fantasía, no podrán entender es muy complejo…” 

Ya de plano en los terrenos de la nostalgia, llegaron los recuerdos de Camina siempre adelante, un llamado a construirse el futuro que, los jóvenes de entonces, queríamos: Recuerda que hay un mañana, no te permitas perderlo, porque está buena la cama

Después recordé las letras que tantas veces repetí mientras tiraba bien de la rienda en mis estancias, pre-Internet, en el extranjero: Dónde estarán los amigos, distancia. Qué habrá sido de ellos. Pronto nos veremos, pronto. Y nos hemos visto sólo en estos versos. Textos todos de su canción, Distancia.

Y de los temas de ausencia de los amigos, a los de los amores desafortunados, no había ni un paso. Brincó de inmediato en mi cabeza, la letra del poema que el amor creó y que se aburre En un Rincón del alma.
 
El siguiente recuerdo resultó inevitable:
Para que la cuenta
del amor sumara,
ella puso el cuerpo,
yo el cuerpo y el alma.
Era toda viento,
yo todo, montaña.
Yo pura resina,
y ella pura llama.

El texto es de la canción El amor desolado, cuya letra creo que es de José Dicenta Sánchez, musicalizada por Cortez. 

Mientras iba recordando todo esto, iba poniendo una y otra cosa en el Facebook. Al final me dije que hacía un buen rato que no ponía nada en el blog, que podría aprovechar para armar un texto con los recuerdos, como fueron llegando, con las evocaciones que me provocaron y publicarlo aquí.

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