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viernes, 30 de noviembre de 2018

“Esos gritos que me echáis, no son insultos que me hacéis…”


“Meterla doblada” no es lo mismo que “meter la pata”, aunque ambas expresiones sean en sentido figurado y aunque al decir la primera se realice la segunda.
Eso es lo que le pasó al frustrado “próximo” director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo II, quien como el mismo ha reconocido lamenta “profundamente haber utilizado una frase desafortunada y vulgar” (que) “odiaría que se interpretara como una agresión a las causas feministas o de la comunidad gay” (que ha) “apoyado decididamente durante toda (su) vida y con las que (está) claramente comprometido."
No voy a salir a defender lo que el mismo Taibo no ha hecho: la fortuna de la frase. Pero sí quisiera dar un poco de contexto a la expresión que ciertamente resultó desafortunada.
En efecto, la expresión utilizada no trata de descalificar ninguna de las causas que el mismo Taibo II ha defendido. Se trata simple y llanamente de un albur, dicho fuera de contexto. Trataré de explicarlo
Aunque se piense que en México todos somos albureros, eso no es cierto. A la mejor somos groseros, mal intencionados y hablamos en doble sentido, pero albur no es grosería (nada más), ni doble sentido (nada más). El albur es un combate por la supremacía “masculina”. Sí.  Si es un “juego” machista.
Aunque menos noble que el ajedrez, es un combate intelectual entre dos personas. Es un debate, es un intercambio de frases en el que se trata de “derrotar” al otro, Si no hay combate, no hay albur. Decir una grosería, una guarrada o emplear un doble sentido no es un albur.
Algunas personas, abusivamente, alburean a quienes no conocen el juego, es decir le lanzan una frase provocadora, generalmente en presencia de quienes la entienden, para divertirse con esa “derrota” de quien no puede contestar nada, pues ni cuenta se da que lo alburearon. Otra situación singular es la de quien se alburea solo, por descuido, al querer responder rápidamente. Es como un autogol.
La particularidad del albur es que las frases que se intercambian los contendientes son todas de contenido sexual, gana quien asume la actitud masculina y pierde el que tiene que “resignarse” a aceptar ser la parte femenina.
Es un juego escatológico y puede molestar cuando se le ve en esa perspectiva, aunque cuando los albureros son buenos, el diálogo podría (o debería) pasar desapercibido a los escuchas no iniciados.
Para ser un buen alburero se requiere, como en el ajedrez, buena memoria para conocer las jugadas clásicas y sus respuestas. Todos quienes albureamos hemos aprendido en un principio, como contestar de alguien que nos albureó.
Después algunos vamos a la parte más creativa, a la de inventar las propias respuestas, en el momento mismo del intercambio de albures y la de generar nuevos..
Como en el albur todo tiene que aludir al sexo en acción, el buen alburero está usando siempre (aunque muchas veces de manera intuitiva) figuras del lenguaje como la metáfora, la metonimia o la sinécdoque. No voy a dar ejemplos explícitos, pero todo conocedor del albur habrá ya pensado varios.
El punto es que el albur se convierte en el lenguaje de una comunidad que usa las mismas palabras del español que todos usamos, pero con otro significado, siempre sexual y con un propósito de exhibirse como el macho dominante.
Las palabras adquieren otros significados: los colores significan poseer (sexualmente) o ser poseído, lo mismo los alimentos o las prendas de vestir, aunque su color sea intenso. Pero a nadie que conozca el juego se le ocurre tomar literalmente una frase que es un albur. Para quienes están fuera del juego, estas frases no tienen mucho sentido. Por ejemplo, los calzones que bajo el agua se hacen lanchas.
Como todos los lenguajes, el albur se aprende “hablándolo”. Uno oye una frase, entiende su significado y luego la usa. Lo que dijo Taibo es una frase que usa la hipérbole, es decir hace una exageración retórica para enfatizar un hecho. Ese hecho es la consumación del acto sexual desde la perspectiva que en el albur da la victoria: la masculina.
Lo que torpemente, muy torpemente quiso decir Taibo es que la victoria había sido humillante, contundente, empleando una frase de uso común y corriente (en más de un sentido) con ese significado, entre la comunidad alburera. Si hubiera empleado esa misma expresión ante un grupo de amigos, con los que normalmente habla así, nadie se hubiera escandalizado. El asunto es que uso el lenguaje equivocado ante la comunidad equivocada.
La pregunta es ¿lo que Taibo dijo fue un albur o simplemente una guarrada? No es fácil explicarlo porque las expresiones que se usan en los albures han pasado al lenguaje común, sin que nos demos cuenta, como sinónimo de derrota o victoria, por ejemplo: ¡Ya nos chingaron! o ¡me los chingue!
En estas frases el verbo chingar tiene el estricto sentido de copular y a veces no se percibe, parecería que simplemente quiere decir vencer.
¿Pensó Taibo que la frase en cuestión es parte ya del lenguaje de todos y la empleó como para decir “nos los chingamos gacho” o actuó como esos abusivos que lanzan el albur sabiendo que quien escucha no entiende y no va a responder?
En todo caso el legislativo, al suspender la Ley Taibo, parece haberle contestado con el también clásico albur: “esos gritos que me echáis no son insultos que me hacéis, porque vosotros bien sabéís a que a mí me la manfiruláis”

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