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sábado, 27 de octubre de 2018

La metamorfosis de las palabras.


Una tarde no muy lejana en plática de sobremesa en el jardín de la casa, Mabel Hernández me contaba de cómo su papá, Felisberto, escribió para salir del paso a las preguntas de reporteros y editores,  la “Explicación falsa de mis cuentos”. Dice Felisberto en ese texto: Obligado o traicionado por mí mismo a decir cómo hago mis cuentos, recurriré a explicaciones exteriores a ellos.
Recordé que el año pasado cuando presenté en la FIL de Guadalajara el libro El Último Poema de FerMart y otros 99 mini relatos de base científica entendibles para casi todo el mundo, recibí la misma pregunta varias veces.
En la mayoría de las entrevistas me preguntaron cómo se me ocurren los mini relatos que escribo. Mi respuesta fue siempre la misma: No sé.
No es una explicación falsa, es una respuesta sincera aunque frustrante: de repente me viene una frase a la cabeza, a veces me gusta como está y ya es prácticamente el mini relato.  Otras veces hay algo en la frase que no me gusta y le doy vueltas hasta que la desecho o encuentro la manera de remediar lo que no me gustaba.
Pocas veces soy consciente del mecanismo de construcción del mini relato que se va afinando a partir de una idea original.  Hace unos días  sin embargo, gracias al facebook pude tener “documentado” un par de ejemplos de cómo lo hago.
En el primer caso, el inicio fue un post de  Gabriel Ramos Zepeda que decía:  
Ella tenía una mirada sirena.
El texto jugaba con la semejanza de las palabras serena y sirena.  Cuando lo leí contesté instintivamente:
Si ella tenía la mirada sirena no escuches su llanto.
Esta frase agrega a la inicial dos elementos: uno tangible,  la palabra llanto y el otro referencial, el canto de las sirenas. La referencia al canto de las sirenas se hace a través de la semejanza de las palabras canto y llanto y aprovechando que el llanto está asociado a la mirada.
El primer elemento es obvio a todos los lectores, está en el texto. El segundo elemento, al no estarlo requiere de un contexto. En este caso conocer el mito del canto de las sirenas, notar la sustitución intencional de canto por llanto y recordar la cercanía del llanto con la mirada.
Se me ocurrió que una manera alternativa de decirlo era:
 No hay que hacer caso al llanto de las sirenas.  
Lo publiqué en el Facebook como una sugerencia a Gabriel
En esta versión alterna ha desaparecido el juego de palabras entre serena y sirena, también la alusión a la mirada y ha permanecido la semejanza entre llanto y canto y la alusión al mito del canto de las sirenas.  Me gustaba parcialmente, pero quería recuperar el parecido de Serena con Sirena, entonces escribí:
Enloquecedor.
Después de amar, la sirena quedó serena y su llanto se hizo canto.
En las frases anteriores no había ninguna acción. Si acaso una descripción (Ella tenía una mirada sirena.) y un par de consejos (Si ella tenía la mirada sirena no escuches su llanto y No hay que hacer caso al llanto de las sirenas.).
Aquí se construye ya la minificción. Aparecen tres verbos amar, quedar y hacer y un adverbio de tiempo: después. La acción amar y el adverbio permiten que la sirena este serena, lo que le da sentido al juego de palabras. Luego viene el desenlace: como la sirena esta serena ya no llora,  ahora canta… y ya sabemos que el canto de las sirenas enloquece. Para darle ese contexto final seleccioné el título: Enloquecedor.
De esa manera se construyó una minificción que narra (de manera fantástica, obviamente) el origen del mito del canto de la sirenas.     
Unos días después también a través de otra conversación feisbuquera con José Manuel Ortíz Soto sobre los (inexistentes) ladridos de los perros en la obra del Quijote hablamos de cronistas deportivos. Apareció el Perro Bermúdez en la conversación y dado que hablábamos de los ladridos, escribí para decir que el tal Bermúdez no era santo de mi devoción: El perro ladraba y nadie pasaba.
El ojo entrenado de José Manuel me dijo pon “El perro Bermúdez ladraba y nadie pasaba y ya tienes una minificción de actualidad”.  En ese momento se me ocurrió algo muy obvio : “Cuando desperté,  la televisión estaba prendida y el perro seguía ahí”.  De tan obvio ni siquiera lo escribí.
Más tarde manejando hacía Ciudad Universitaria pensé que el sueño podría ser parte del mini realto. Más tarde escribí:
La causa.
Los Perros ladran Sancho, ojala no despierten a Don Miguel.
Puesto de esa manera, el texto explica porque la frase no aparece en el Quijote, los perros sí ladraron al avance de Don Quijote y Sancho, pero Cervantes dormía.
Gracias al registro de las sucesivas frases en Facebook pude darme cuenta del proceso de elaboración de los mini relatos.
Con todo y los dos ejemplos,  no quedo muy satisfecho con las explicaciones. No se dice nada, por ejemplo,  de cómo se ocurre pasar de una versión a otra.  Cómo se imagina uno vincular llanto a canto. No lo sé. Simplemente aparece la semejanza. 
Esto me recuerda el caso de la niña de cuatro años que había aprendido francés y español,  a la que le preguntaban: ¿No es dificil hablar francés? y que contestaba: No, abres tu boca y salen las palabras.
 



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