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viernes, 6 de diciembre de 2013

Ritual Universitario.

Cada sociedad tiene sus rituales. En la UNAM, la auscultación de los miembros de la Junta de Gobierno a la comunidad, como parte del proceso de elección de un director (o rector) es un ritual. Yo diría un ritual que es una fiesta universitaria. Una fiesta donde los valores (ahora que esta tan de moda esa campaña) universitarios como el respeto, la tolerancia, la autonomía, la libertad de expresión, la honestidad, la equidad de género, la responsabilidad y la laicidad deben marcar la pauta y enmarcar el proceso.
Un ritual que inicia cuando se descubre el velo de misterio para que se conozcan los candidatos. Los grupos de simpatizantes de los diferentes aspirantes están listos para desplegar sus mejores esfuerzos logísticos en la búsqueda de las citas con cada uno de los miembros de la Junta de Gobierno.
Se preparan los mensajes que se quieren decir, se trata de tener respuestas a cuestionamientos que se consideren difíciles y luego finalmente ocurre la visita a la Junta y la visita de la Junta a las comunidades. Hay miembros de la Junta que tienen sus oficinas fuera de Ciudad Universitaria e incluso también fuera de la Universidad. Los grupos que apoyan a los candidatos se desplazan de un lugar a otro y coinciden en las antesalas. 
Amigos de mucho tiempo se encuentran cuando uno sale con un grupo que apoya a un candidato y otro entra con un grupo diferente. En el vestíbulo se saludan y bromean. Tener puntos de vista diferentes no es un pecado universitario, es parte de su fortaleza, de su tolerancia y respeto.
Cuando algún miembro de la Junta va a la facultad y recibe a sesenta u ochenta profesores en un auditorio, para oír sus opiniones; es interesante ver los protagonismos, las angustias y las diferentes retóricas. Todos con la mejor voluntad de aportar al proceso de selección. El miembro de la junta de gobierno, que visita la escuela, escucha y cada tanto escribe algo en un papel, es parte del ritual.
Ese ritual tiene sus propósitos para ambas partes. Para la comunidad que asiste a ver a los miembros de la Junta, el primer objetivo, quizás, sea el de liberar un poco el nerviosismo que todo el proceso genera, el ir y venir de una cita a otra y comentar con los compañeros los resultados de la entrevista, ayuda a distenderse, aunque resulte cansado. Otro propósito, obviamente, es el de mostrar las cualidades del candidato al que se apoya y si de pasadita, y sin que se vea mal, se puede insistir en que es mejor que los otros, pues se hace. Para algunos también será un propósito el de “mostrar músculo” como se dice coloquialmente y en ese afán, algunas veces, no se reprimirán para movilizar funcionarios como grupos de apoyo a “candidatos oficiales”. Esto generalmente ocurre cuando un director está tratando de reelegirse, pero también pasa cuando alguien que ya cumplió su segundo periodo no se resigna a dejar de influir en la política de la dependencia. Otros más listos, tienen un propósito más: han entendido que en el diálogo con los miembros de la Junta, como en cualquier otro diálogo, más importante que lo que decimos, es oír lo que nos dicen. Van a escuchar.  En lo que preguntan; los miembros de la Junta están planteando, para quien sabe escuchar, sus puntos de vista. Los puntos de vista de quienes finalmente tomarán la decisión. Creo que vale la pena estar atentos a las preguntas.
Para los miembros de la Junta, el ritual de auscultar a la comunidad también tiene un propósito: Determinar al mejor candidato, lo que no es una cuestión menor, pues el mejor candidato no lo es únicamente por sus dotes. El mejor candidato no es el mejor profesor, ni el mejor investigador, ni el que mejor realiza la extensión de la cultura. El mejor candidato es el que mejor puede desempeñar la labor, en las condiciones en que está la dependencia que habrá de dirigir. Y a eso la Junta habrá de dedicarle un buen esfuerzo, a entender cuáles son las condiciones en las que se encuentra una escuela, para determinar cuál de los perfiles de los candidatos es el que mejor aplica.
Si se me permite un símil ajedrecístico: no existe la mejor jugada de ajedrez, existe la mejor jugada en una situación específica.
Ese es el ritual que hemos estado viviendo estos días, el de quitarnos los nervios del proceso (si no, con mandar una opinión por escrito hubiera bastado), mientras ayudamos a la Junta de Gobierno a entender mejor la situación de la escuela y las características de los aspirantes (supongo que cada grupo habrá hablado nada más del suyo) para que pueda escogerse al candidato, que en las condiciones actuales de la escuela, resulte ser el más adecuado.

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