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sábado, 12 de mayo de 2012

Un biólogo se vuelve guionista y un cronista de viajes, divulgador de la ciencia.


Las últimas dos entradas del blog son parte del artículo “Historias de Ciencia” que Estrella Burgos ha compartido con los lectores del blog. En ellas nos ha explicado las dificultades inherentes a hacer del conocimiento de un gran público, temas complejos como aquellos de los que se ocupa la ciencia. Nos ha dicho que una manera de hacer buena divulgación de la ciencia es contar historias y nos ha dado la descripción de los elementos que constituyen una historia y un ejemplo de un artículo publicado en ¿Cómo Ves? Que cumple esas características.
En esta tercera y última parte del trabajo, Estrella nos platica dos casos interesantes: Un biólogo que abandona la academia para dedicarse al guionismo en Hollywood y el de un periodista, cronista de viajes, que escribe un libro de divulgación de la ciencia que gana premios internacionales. Esta es la historia, en las palabras de Estrella:   

"Hay otras maneras de contar buenas historias, como la que propone el realizador de documentales estadounidense Randy Olson en su libro Don’t be Such a Scientist (que podría traducirse como “no seas un científico de ésos”)[1] dirigido precisamente a científicos que quieran comunicarse mejor con el público. Olson trabajó por más de dos décadas como biólogo marino hasta que su otra pasión lo llevó a cambiar su plaza académica en una universidad por clases de actuación, guionismo y dirección de cine en Hollywood. Ahí aprendió qué es una historia. En su libro señala que la estructura de una historia es una serie de eventos relacionados entre sí que se despliega en el tiempo. El corazón de una historia es la fuente de tensión o conflicto, dice Olson, y el equivalente científico de “conflicto” son las preguntas. Lo que sigue es una estructura que propone Olson para armar una historia de ciencia en tres partes:
Parte I: Descripción del sistema que se estudia y el incidente “atractivo” (la formulación de una pregunta científica).
Parte II: Se exploran las posibles respuestas a la pregunta (hipótesis).
Parte III: El clímax: se revela la pieza clave de información que permitirá responder la pregunta. Se libera la tensión y el lector queda satisfecho.
   En el número 9 de la revista ¿Cómo ves?  hay un artículo con una estructura muy similar a la anterior. Su autor, el radioastrónomo y divulgador Luis Felipe Rodríguez, lo escribió una década antes de que Olson publicara su libro para científicos. El artículo ―la historia― se titula “En busca de otros mundos”. Empieza con una pregunta: ¿cómo buscar planetas fuera del Sistema Solar?, para a continuación plantear las posibilidades que han considerado los astrónomos, invitando al lector a reflexionar sobre ellas. Y las va descartando, paso a paso y junto con el lector, por sus dificultades técnicas, hasta llegar a la que finalmente funcionó: la pieza clave de información que menciona Olson. Y, en efecto, se libera la tensión y el lector queda satisfecho. También aquí abundan los elementos sobre la experiencia del quehacer científico.
   Veamos ahora el ejemplo de una historia de ciencia escrita por un periodista. No es un artículo sino un libro que sorprendió a muchos al obtener en 2004 y 2005 dos de los más prestigiados premios a la comunicación de la ciencia, el Aventis (de Estados Unidos) y el Descartes (de Gran Betaña). La sorpresa derivó de que su autor, quien además de periodista es escritor de viajes, nunca antes había hecho divulgación de la ciencia. Más todavía, antes de emprender el trabajo de escribir el libro galardonado no sabía de ciencia. Y ésa fue justamente su motivación, como lo expresa en la introducción: “No distinguía un quark de un cuásar; no entendía cómo podían mirar los geólogos un estrato rocoso, o la pared de un cañón, y decirte lo viejo que era… no sabía nada, en realidad. Me sentí poseído por un ansia tranquila, insólita, pero insistente, de saber un poco de aquellas cuestiones y de entender sobre todo cómo llegaba la gente a saberlas. Eso era lo que más me asombraba: cómo descubrían las cosas los científicos.”
   El libro se llama Una breve historia de casi todo (RBA Editores, 2004) y su autor es Bill Bryson. Los premios que obtuvo no podían ser más merecidos. Esta obra de hecho sí es una breve historia de casi todo lo que se refiere a cómo se llegó a las principales teorías que sustentan la ciencia contemporánea. Y está contada a partir de los protagonistas ―los científicos que desarrollaron esas teorías―. Los actores son muy numerosos, los escenarios también, y en cada capítulo aparecen las preguntas que buscaban resolver y las metodologías que utilizaron para hacerlo. Están también los fracasos, las alianzas y las rivalidades, las aportaciones pequeñas y las decisivas. Multitud de historias constituyen esta gran historia (pero breve) de casi todo, sazonadas con el gran sentido del humor que siempre ha caracterizado el trabajo de Bryson como escritor. En este libro está la experiencia del quehacer científico, la ciencia como lo que es: una empresa colectiva, dinámica y que se revisa a sí misma para corregir sus errores. Es un ejemplo muy ilustrativo de lo que ha señalado Luis Estrada y que se cita al principio de este texto: implica no sólo el conocimiento sino la vida y la actitud, la pasión y la crítica que las prácticas científicas conllevan. A Bryson le llevó tres años investigar para su libro y escribirlo".





[1] Olson, Randy, Don’t be Such a Scientist, Island Press, Washington, D.C., 2009

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