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jueves, 11 de mayo de 2017

La séptima función del lenguaje.



Cuando la lectura me es favorable, la realizó marcador en mano.  Voy por el texto señalando frases que me parecen interesantes. En mi reciente lectura de La séptima función del lenguaje, subrayé algunas.
Para no echar a perder la eventual lectura a nadie,  presentando las frases en el orden en que aparecen en la novela, las reacomodé aleatoriamente (usando un generador de números aleatorios de Excel). El resultado es la lista que a continuación aparece. Ojalá la encuentren interesante:

      1. El lirismo politizado corre el riesgo de sonar a catecismo.
      2. La iterabilidad inscribe, de manera irreductible, la alteración en la repetición.
3.       El criterio no es, pues, la fuerza de persuasión sino la relación de fuerzas políticas.
4.       Si Dios existe, es, en el mejor de los casos, un pésimo novelista que no merece ni respeto ni obediencia.
5.       No se puede conducir a un pueblo con los ojos vendados.
6.       Un hombre merece el apelativo de intelectual cuando se convierte en la voz de los sin voz.
7.       El semiólogo cuando pasea por la calle, intuye significación ahí donde los demás ven sólo hechos.
8.       Nadie puede estar seguro de que esté empleando las palabras con la misma exactitud y el mismo sentido que su interlocutor.
9.       Venid a escuchar el estrépito de las palabras, a admirar el entrelazado de los verbos y los adverbios, a saborear los circunloquios viperinos de los domadores de discursos.
10.   Es usted el que gobierna, es usted el responsable.
11.   Cuanta más cultura haya, más grande y diverso será el placer.
12.   La intuición es un concepto cómodo, como lo es Dios, para eludir las explicaciones.
13.   Si el placer existe, y si no podemos gozar de él más que en vida, la vida es sin duda un gozo.
14.   Hacer ciencia es, ante todo, aprender a ver el mundo en su globalidad, como un conjunto de hechos significantes.
15.   Nunca he sabido vivir historias de amor, no he vivido más que novelas.
16.   La crisis consiste exactamente en el hecho de que lo antiguo muere y lo nuevo no puede nacer.
17.   Era un semiólogo prematuro, en tanto que sabía descifrar el alma humana en los signos de nuestro comportamiento.
18.   Un diputado y/o un camorrista importante (a veces la diferencia no está muy clara)
19.   La polisemia es un pozo sin fondo de donde nos llegan ecos infinitos.
20.   Se fracasa siempre al hablar de lo que se ama.
21.   Se pregunta si en la vida de verdad, la izquierda puede estar realmente en el poder.
22.   En política, la victoria siempre es a la vez un final y un principio.
23.   Los mitos contemporáneos erigidos por la burguesía a la mayor gloria de si misma.
24.   El sol no se pone nunca en la biblioteca de Cornell.
25.   Ese optimismo inquebrantable que linda a veces con la irresponsabilidad, pero, bien mirado, es una potencia.
26.   Del pasado condicional (el peor de todos, el tiempo de los pesares)
27.   Quien habla actúa al mismo tiempo que habla.
28.   Cuando decir es hacer.
29.   El mundo cambia porque los intelectuales y el poder están en guerra recíproca.
30.   ¿No se tiene cada uno a sí mismo como el héroe de su propia existencia?
31.   Debería avergonzarse la retórica cuando traiciona a la memoria.
32.   Y en lo más alto los sofistas
33.   We don´t need Derrida, we have Jimi Hendrix
34.   El hombre que va a morir piensa en lo que ha sido, pero sobre todo en lo que  habría podido ser, ¿en qué si no?
35.   Indudablemente la derrota es la mejor escuela.
36.   La retórica, en realidad, no puede realizarse más que en democracia, porque necesita un espacio de debate.
37.   Filósofos de estilo nebuloso, atiborrados de complicados neologismos, de alambicados razonamientos, de erróneas analogías y de azarosas metáforas.

lunes, 1 de mayo de 2017

¿Por qué la gente inteligente cree en tonterías?



En 2015 -buscando entender porque ciertas personas inteligentes creen en temas como los horóscopos- escribí ¿Por que las personas inteligentes creen en tonterías? para el libro Derrotar a la ignorancia. El escrito, me parece,  tiene vigencia en estos días de campañas electorales y escándalos financieros. A continuación el texto:
 
Mi lista de contactos en Facebook no es muy grande, pero es ecléctica. Hay personas de distintas tendencias ideológicas, políticas y deportivas, lo cual la hace muy entretenida e interesante.
Por ejemplo, durante las elecciones presidenciales del 2012 me di cuenta que tenía en mi lista de contactos a seguidores de al menos tres de los cuatro candidatos (no sé si había alguno de Quadri,[1] pero tampoco me extrañaría; la lista, ya dije, es bastante plural).
Varios de mis contactos hicieron, a través de Facebook, una franca campaña a favor de sus respectivos candidatos. A muchos los considero personas inteligentes y sin embargo sus argumentos, a favor de uno u otro candidato, no me lo parecieron.
Algunos, por ejemplo, tomaban un rumor y lo difundían como verdad, confundían el conteo rápido de la elección presidencial, que haría el IFE, con conteos rápidos que haría una empresa privada, por encargo de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión. A partir de esta confusión concluían que habría fraude.
Otros daban, para el número de asistentes al cierre de campaña en el Zócalo de uno de los candidatos, una cifra francamente imposible. Hablaban no es hipérbole de millones de asistentes, cuando un cálculo mínimo muestra que suponiendo un metro cuadrado por persona, acomodar a un millón requiere una superficie de mil por mil metros, es decir que se trataría de un cuadrado de un kilómetro de lado. Obviamente esas no son las dimensiones del Zócalo.
Las dimensiones del zócalo son más o menos 200 metros por lado[2], es decir su superficie es de 40 000 metros cuadrados. Aceptando que cupieran cinco personas por metro cuadrado,  en las condiciones de compactación de los asistentes que se da en los mítines, tendríamos un máximo de 200 mil personas.  
Unos más publican videos que “demostraban” cualquier cosa, desde la compra de votos a la violencia familiar ejercida por uno de los candidatos, pasando por lápices para orquestar el fraude. No se trata de discutir si existen o no existen esos hechos sino de analizar qué tanto, en la época del Photoshop y la edición digital, se puede tomar como prueba un video. Me parece que es evidente que no es posible y que es necesario un análisis racional de las evidencias, antes de tomarlas como tales.
Poco a poco, la conducta de mis contactos hizo surgir la duda: ¿Cómo pueden personas inteligentes ser tan poco críticas cuando se trata de política? La respuesta la encontré casi por casualidad.
Por esas fechas tenía como vecino de oficina al licenciado Sergio González Muñoz. Sergio publicaba en varios diarios textos sobre el tema electoral. Uno de los escritos de Sergio, en aquella época, fue un comentario sobre el libro The Political Brain. The Role of Emotion in Deciding the Fate of the Nation.[3]
El libro está escrito por Drew Westen y se ha convertido en un clásico. Me quedó claro, a partir de la lectura de los comentarios escritos por Sergio, el importantísimo rol que tiene la emoción en lo que creemos. Entendí por qué mis contactos, personas inteligentes, casi todos, norman sus simpatías políticas más por la emoción que por la razón. Pero más aún: Comprendí también por qué gente igualmente inteligente cree en temas como los horóscopos, los ovnis o la parasicología.
Lo que recuerdo de la nota sobre el libro es que Drew Westen, junto con un grupo de neurólogos, llevaron a cabo durante la campaña presidencial de 2004, en los Estados Unidos de Norteamérica, un estudio de los procesos cerebrales de militantes partidistas, cuando procesan nueva información política que puede resultarles incómoda.
La idea era comparar la manera como un militante y un no militante razonaban en situaciones en las que a un militante se le daba acceso a informaciones y evidencias que confrontaban su deseo.  
Los resultados del estudio se hicieron públicos en enero de 2008, en el marco de la Octava Conferencia Anual de la Sociedad de Psicología Social y de la Personalidad en Memphis, Tennessee. Lo que notaron Drew Westen y sus colaboradores fue que cuando el militante se enfrenta a la información “incómoda”, su cerebro le da mayor peso a la evidencia confirmatoria, menospreciando la contradictoria. Esto lo hace debido a que la información “incómoda” le produce estrés y reacciona disipando esa incomodidad a través incluso de razonamientos incorrectos, si es necesario.
Además de las implicaciones que el estudio de Westen pueda tener en la planeación de una campaña política, como por ejemplo no tratar de “convencer” a los militantes de otros partidos sino dirigir los mensajes a los electores sin un voto definido, es interesante ver que el cerebro político es un cerebro emocional. Cuando se trata de política, no realizamos los análisis de manera desapasionada, procesando objetivamente los hechos y las cifras adecuados para tomar una decisión razonada, sino que lo hacemos selectivamente aceptando lo que confirma nuestros afectos y dejando de lado lo que los contradice.
Mientras más estrictamente racional sea un llamado o alegato político, menos participa la emoción, pero es justamente ésta y no la razón la que nos dice Westen participa en la decisión electoral.
Gracias a este estudio pude entender por qué personas inteligentes vierten los argumentos que vierten cuando argumentan a favor de un candidato… pero también comprendí por qué hay personas, no menos inteligentes, que aceptan los argumentos en favor de los horóscopos, de los ovnis y de los fenómenos paranormales. Simplemente porque no se trata de un asunto racional, sino de algo parecido al cerebro político estudiado por Westen.


[1] Gabriel Quadri, desconocido como político hasta antes de aceptar la candidatura a la presidencia por el Partido Nueva Alianza, contendió con los candidatos de los tres principales partidos PRI, PAN y PRD.
[2] Actualmente cualquier persona puede entrar a Google maps y sacar su propia estimación.
[3] “El cerebro político. El papel de la emoción al decidir el destino del país”, en inglés.

jueves, 27 de abril de 2017

La próxima historia de la FES-C y las Unidades Multidisciplinarias.



El fin de semana pasado la FES Cuautitlán –y con ella las unidades multidisciplinarias, todas- cumplieron 43 años. 
Inevitablemente los cumpleaños se prestan a la recapitulación histórica y al análisis de logros y tareas pendientes. 
Ayudó a esa reflexión la carta de aceptación para presentar dos trabajos en un congreso internacional, sobre el uso de las tecnologías en la educación, que recibí a principios de la semana.  Me di cuenta que desde 2014 en que cambió mi adscripción de la FESC a la DGTIC he estado publicando dos artículos y asistiendo a tres o cuatros congresos, anualmente. Sin contar con que este año obtuve la aprobación de un Papime y que hay, trabajando en él, tres estudiantes y otros tres profesores.  
Es dificil no pensar que este tipo de logros son posibles porque estoy en Ciudad Universitaria y porque cuento con apoyos de las autoridades de la DGTIC.
No quisiera ser injusto con una Facultad que siempre he querido, pero al menos en la División de Físico Matemáticas de la FESC hubiera sido imposible realizar estas actividades. Los apoyos a la academia, ahí, han sido nulos en los últimos años.
Afortunadamente no  ha sido el caso de otras divisiones como la de Químico Biológicas, donde se cuenta con una masa crítica de profesores con posgrado, con temas de investigación y laboratorios funcionando.
La desigualdad en el desarrollo académico de las distintas áreas puede tener diferentes causas, una de ellas podría ser la calidad (académica y moral) de los profesores adscritos a cada una de las divisiones y los esfuerzos, narrados en este mismo blog, por deshacerse en la  división de físico matemáticas de profesores capaces, como Yamalev.
Pero quizá la escasez de buenos profesores sea un síntoma y no una causa. Probablemente  la razón por la que no hay buenos profesores de física y matemáticas en la FESC sea porque no existen las carreras de matemático ni de físico, o en general de ciencias,  que atraigan a docentes de otro perfil.
Llegamos por esta vía a lo mencionado al principio: ¿Qué han sido y qué deben ser estas Unidades Multidisciplinarias?
¿Se las quiere como unidades realmente multidisciplinarias?¿Se las quiere principalmente como centros de docencia de licenciatura o se les quiere llevar a tener mayor participación en los posgrados de la UNAM?
Hace 25 años el Dr. Sarukhan, entonces rector de la UNAM, creo una coordinación para el avance académico de las Unidades Multidisciplinarias. Al frente de esa dependencia estuvo el Dr. Laguna quien realizó en poco tiempo un excelente papel. Desafortunadamente el Dr. Laguna enfermó y la coordinación fue perdiendo vigor.
Hoy 43 años después de fundadas la pregunta está vigente: ¿Qué deben ser estas unidades multidisciplinarias para la UNAM?
¿Es el momento de revivir la Coordinación para apoyar su desarrollo académico, o 43 años después cada una de ellas es lo que consiguió llegar a ser?