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viernes, 13 de noviembre de 2015

Si apenas voy empezando…



Dicen que la vida es eso que te pasa mientras estás ocupado haciendo algo más. Así ha de ser porque me voy enterando que han pasado 40 años desde el día que la UNAM tiene registrado como mi ingreso a las filas de su personal académico. 
Sé que tengo cuatro décadas en la UNAM, pero la verdad no las he sentido pasar.  Me parece que son tres las razones principales por las que no me he dado cuenta del paso del tiempo: La primera es la gran libertad que la UNAM me ha dado para llevar a cabo mi desarrollo laboral. He estado en las Facultades de Ciencias, Cuautitlán, Acatlán, Química, Contaduría y Filosofía, además de la dependencia de mi actual adscripción: La Dirección General de Cómputo y Tecnologías  de la Información y la Comunicación (DGTIC).
He sido profesor de asignaturas como matemáticas, física, cómputo, etc.  pero también de lenguas como español para extranjeros y francés.  He podido llevar a cabo actividades de extensión de la cultura y divulgación de la ciencia, como los ciclos de conferencias que organizaba primero desde el colegio académico de profesores de la FESC y luego como Secretario Académico de la FESC, cuando hacía Ciencia, Conciencia y Café.
Dije Secretario Académico de la FESC. Efectivamente, he sido profesor y he sido funcionario. Fui funcionario en una Facultad y también en una dependencia de servicio, como la entonces DGSCA, en la que tuve la responsabilidad de la dirección de cómputo para la investigación.  Como si eso no fuera suficiente diversidad laboral, he podido disfrutar de varios años sabáticos que me han dado la oportunidad de conocer otros ambientes de trabajo;  como el de la organización civil ÚNETE dedicada a llevar las TIC a los salones de clase de la educación básica y pública,  que tuve el honor de dirigir durante sus primeros años. También fui Jefe de la Unidad de soporte técnico y telecomunicaciones del Tribunal Electoral del poder judicial de la federación y director de atención ciudadana del IFE (es ese entonces) donde tenía que tratar cotidianamente con representantes de los partidos políticos en las reuniones del grupo de trabajo de atención ciudadana.  
Una diversidad de actividades como para no aburrirse, en estos cuarenta años.
La segunda razón por la que el tiempo se me ha ido volando es el contacto con los estudiantes. He disfrutado mucho la interacción continua con los alumnos desde que éramos casi compañeros de generación, en mis primeros años de la ENEP,  hasta el día de hoy.  Estudiantes con los que hacíamos los cálculos de la frecuencia de paso del flujo” slug” en las primeras computadoras “portátiles” de la FESC, estudiantes, no siempre los mismos,  con los cuales construimos la instalación experimental del área “h” del Centro de Asimilación Tecnológica (CAT) de la FESC, con los que medimos la duración del eclipse de 1991, con los que participamos en certámenes de CONADE y con los que desarrollamos metrología para el IIE. Estudiantes que me acompañaron cuando me fui de la FESC a la DGSCA, estudiantes que han trabajado conmigo dentro y fuera de la UNAM. Alumnos que cambiaron su orientación de Matemáticos a astrónomos, después de hacer la tesis con un proyecto de visualización en la sala Ixtli, alumnos que con generosidad me siguen ayudando hasta el día de hoy,  en que pueden suplirme algunos minutos mientras voy a la ceremonia de entrega de medallas.
La tercera razón por la que no he sentido pasar los cuarenta años es porque aunque me lo puedan rebatir, yo siento que apenas voy empezando. Tengo siempre la impresión de que el mejor trabajo es el que estoy realizando en este momento y que lo mejor está siempre por venir. Me llama la atención que algunos compañeros se hayan jubilado y otros hablen de hacerlo pronto.
¿Por qué si vamos empezando?
Cuando dirigía ÚNETE conocí a Max Shein, el impulsor de la idea. Él tenía en esa época 94 años y estaba pensando no en lo que había hecho, sino en lo que quería hacer. Me di cuenta que a mí me pasaba un poco lo mismo, me importaba más lo que venía hacía adelante, que lo que había hecho antes.
Ayer poco antes de ir a la ceremonia de entrega de la medalla recibí a una tesista y analizamos el avance de su trabajo.  Cuando acabamos de ver su trabajo, me puse a publicar un cuestionario en la página de mi curso en Moodle y lo programé para que no fuera posible realizar la práctica que tocaba en unas horas más,  sin haber respondido el cuestionario. 
Resulta que me había dado cuenta que los alumnos no estaban estudiando antes de la práctica y me pareció que “forzar” el repaso de ciertos conceptos, mediante el requisito de contestar el cuestionario antes de permitir el acceso a la práctica era una buena estrategia.
Desafortunadamente se me ocurrió apenas ayer, cuando estamos ya en la penúltima semana del semestre, pero seguramente será algo que voy a hacer de manera más sistemática el próximo curso.
Al acabar la ceremonia de entrega de la medalla, me fui a dar clases y a relevar a mi estudiante que había iniciado la práctica.  Me sentí muy a gusto de ver que la idea del cuestionario, a los alumnos les había funcionado. 
Así que aunque han pasado ocho lustros (suena más impresionante) a mi me parece que apenas vamos empezando. Probablemente porque pienso como León Felipe:
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Para quienes no identifiquen a las personas en la foto que ilustra este texto, somos Federico Martín Polo y yo en la entonces ENEP Cuautitlán hacía 1975, es decir hace 40 añitos…

martes, 10 de noviembre de 2015

Prólogo estelar para derrotar a la ignorancia.



Mi buena amiga Estrella Burgos, editora de la revista ¿Cómo ves? me ha hecho el favor de escribir el prólogo del libro Derrotar a la ignorancia. Como en el  Juego del Maratón. Les dejo su escrito, al que en esta entrada del blog he titulado Prólogo Estelar.  

“Quien es incapaz de hacer el esfuerzo de comprender la ciencia buscará siempre un camino real que le evite la tarea de pensar” escribe Rafael Fernández en este libro.  Es una afirmación que podría dar inicio a un sabroso debate entre divulgadores, por ahora abre la puerta para preguntarse por qué alguien sería incapaz de hacer tal esfuerzo. Más que incapaz, yo pensaría que esa persona carece de la motivación necesaria. Nuevamente, ¿por qué? El propio Rafael apunta a varias repuestas y posiblemente esté de acuerdo conmigo en que no son pocos los culpables. Tal vez un sistema educativo que nos va quitando el afán por entender; la codicia en aquellos medios de comunicación que anteponen ganancias a su deber de informar; los mitos sobre la ciencia y sus alcances y limitaciones…
La buena, muy buena noticia, es que es posible motivar a la gente a hacer el esfuerzo de comprender la ciencia. Ésa es una de las tareas de la divulgación del conocimiento científico, quizá la más importante. O como dijo Carl Sagan, de cuyo trabajo Rafael se ocupa en varios ensayos de este libro, conseguir “encender la chispa del asombro”. Derrotar a la ignorancia, como en el juego del maratón, necesariamente pasa por encender esa chispa, y si se hace con éxito muy bien podríamos tener maravillosos fuegos artificiales que duren toda la vida. Se habrá experimentado lo que Jorge Wagensberg denomina el “gozo del conocimiento” en su libro homónimo y se buscará experimentarlo una y otra vez.
Rafael Fernández es poseedor de un gran oficio para escribir textos de divulgación científica, adquirido con muchos años de práctica y dedicación, motivado, me atrevo a decir, por gozar del conocimiento. Y como excelente divulgador que es, no ha olvidado lo importante que es conservar la capacidad de asombro. Este libro puede verse como un recorrido por sus propios motivos de asombro y reflexión. Puede verse también como un libro de libros, pues es una invitación constante a leer a otros autores, divulgadores unos, científicos, filósofos, historiadores, novelistas y poetas, otros. En el curso de la lectura de esta colección de ensayos, a menudo cuesta trabajo resistir la tentación de ir a buscar tales referencias, y no queda más remedio qué preguntarse a qué hora, cuándo y cómo tuvo tiempo Rafael de leer tantísimo. Lo conozco hace más de tres décadas y siempre me sorprende su capacidad lectora y de análisis. También su memoria. Todo ello lo pone aquí para darnos cuenta, primero, del peso de la ignorancia, y luego, del contrapeso de la ciencia. En su libro, al menos, gana por mucho el contrapeso. Rafael lo logra porque cada ensayo aquí presentado es una invitación a pensar, a discutir y a veces incluso a tomar papel y lápiz para hacer cálculos numéricos y geométricos, o a hacerse de instrumentos para medir. Éste es un libro que dice “ve y piensa”, “ve y prueba”, y se siente uno tentado a buscar a Rafael para platicar con él de alguno de los muchos temas que aborda y también a compartir la propia experiencia, si la hay, con ellos. Él nos ofrece física, matemáticas y astronomía, pero sobre todo ofrece maneras distintas de mirar las cosas: la de Aristarco, la de Tycho Brahe, la de Galileo, la de Kepler, la de Newton (mucho Newton, felizmente)… La lista es larga y sustanciosa. De postre nos sirve ciencias espaciales, la aventura humana de pisar la Luna y enviar naves a otros objetos del Sistema Solar firmemente afincada en los logros de esos matemáticos, físicos y astrónomos.
Derrotar a la ignorancia es un libro para gozar del conocimiento, para leerlo a ratos y volver, para tenerlo siempre a mano. En suma, es un libro que enciende la chispa de nuestro asombro y con ello nos motiva a hacer el esfuerzo de entender la ciencia.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Humo Blanco.



Estoy un poco sorprendido por el nombramiento de Enrique Graue como próximo rector de la UNAM, es cierto. No obstante su trayectoria y sus planteamientos, me parecía poco probable que hubiera un tercer médico en línea como rector.  Sobre todo considerando que entre los dos anteriores sumaban ya 16 años de médicos al frente de la UNAM.
Más allá del chiste fácil de “es que debemos estar muy enfermos”, cabe la pregunta ¿por qué otro médico? La respuesta me temo es ¿por qué no?, si es el que mejor cumple a juicio de los miembros de la Junta de Gobierno, con los requisitos establecidos en la legislación universitaria.
La pregunta obvia es ¿qué es cumplir de mejor manera los requisitos? Para responder me remito al texto que publiqué aquí mismo hace unos días titulado El rol de la Junta, en el que decía que: la Junta enfrenta nuevos retos y actualiza sus procedimientos, tratando de lograr  lo imposible: dejar a todos contentos. Obviamente dejar a todos contentos es imposible; había que buscar hacerlo con una mayoría y sobretodo que los descontentos no generaran problemas de estabilidad a la UNAM.
Desafortunadamente tanto a Bolivar como a Alcocer se les etiquetó, como emisarios de Peña Nieto y casi, casi sus peones para acabar con la universidad pública.  Todavía el día de ayer había carteles pegados en contra de ellos a las afueras del Instituto de Física de la UNAM. Desde luego que la acusación no sólo es falsa, sino injusta, pues centra su “juicio” en el hecho de que ambos han trabajado en el gobierno federal y deja de lado toda su trayectoria de académicos universitarios de muchos años.
Sin duda ese fue uno de los elementos que pesó, pues tal como dice el comunicado de la Junta de Gobierno en el que anuncia la designación de Graue:  la Junta de Gobierno ponderó, entre otras, las siguientes consideraciones: la calidad y la viabilidad institucional del proyecto; la necesidad de equilibrar la estabilidad y los cambios institucionales futuros; la imperiosa demanda de innovar en los procesos docentes e impulsar la formación de nuevas licenciaturas interdisciplinarias; la promoción de la vinculación entre investigación y docencia, así como entre Universidad y sociedad. Consideró también la situación de esta casa de estudios en el contexto nacional e internacional. (El subrayado es mío)
Por cierto que a la necesidad de ese equilibrio también me referí en el texto Si fuera miembro de la Junta de Gobierno al decir que necesitamos un rector que no precipité nuevamente a la universidad en una confrontación interna en aras de realizar los cambios necesarios.
Para tratar de ver en que medida lo que había yo escrito sobre el rector que necesitamos se podría cumplir con esta designación, entre a oír nuevamente el mensaje grabado de Graue, para la comunidad universitaria. 
Recuperé dos fragmentos que para mi son importantes, uno donde habla  de la transformación de la UNAM, el otro donde lo hace de las Tecnología de la Información y la Comunicación.
Dice en el primero de ellos:
Son estos momentos en los cuales los universitarios nos debemos hacer un espacio para revisar acciones y estrategias, trazadas por administraciones anteriores,  necesitamos reflexionar revalorar su pertinencia y en su caso reforzarlas para darles continuidad o bien sustituirlas o renovarlas para definir nuevas tareas.
En el fragmento que se refiere a las TIC dice: Contamos con una robusta planta docente que habrá que continuar rejuveneciendo, perfeccionar su ejercicio e integrarlo rápidamente a las tecnologías de la información. La capacidad educativa que estas tecnologías tienen puede conseguir que el estudiante desde etapas tempranas se confronte con casos problemas virtuales y que al resolverlos retenga mejor el conocimiento y desarrolle la flexibilidad y la capacidad de innovación que necesita el país y demanda la sociedad actual
Una verdadera revolución tecnológica debe suceder,  lo más rápidamente posible, en nuestros campos y ligarla con decisión, a la educación presencial. Para ello habrá que contar con una interconexión eficiente, rápida y disponible en todo tiempo y lugar.

Ojalá, por el  bien de la UNAM.