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miércoles, 1 de abril de 2015

Variaciones sobre una minificción.






Hace unos días conversaba con amigos acerca de los textos de minificción.
Pronto el grupo de quienes hablábamos se partió en dos: quienes defendíamos que había en las minificicones actividad literaria de ficción y quienes decían que no; que sin demeritar el ingenio que algunos de los textos muestran, no se les puede llamar relatos de ficción.
Entramos por esa vía a hablar de la relación del artista con el público. Quienes defendíamos las minificciones, afirmábamos que el escritor sólo hace una parte del trabajo y que el lector, la otra. Yo, por ejemplo, cité a Paz que dice, palabras más, palabras menos: Una vez terminada la obra, deja de pertenecerle al autor y es del lector.
Sosteníamos que eso ocurre en todas las artes, incluida la pintura. En una novela de 900 páginas es probable que la aportación del lector sea relativamente menos importante que en una minificción de 10 o 20 palabras. Ejemplifiqué con el texto de Monsivais que dice:
Y fuera de esto, señora Lincoln, ¿disfrutó usted de la pieza?
Comenté que era “obvio” que se trataba de una pregunta a la viuda del presidente Lincoln, después de que este había sido asesinado en el teatro. Una obra maestra del humor negro de Monsivais. Agregué que si se suprimía la palabra Lincoln (una de las once que tiene el relato), el texto sigue narrando “algo”, probablemente para algún lector la estancia nocturna de una señora en el cuarto de un hotel, en el que se aparece un fantasma, o en el que hay goteras.
Aunque de manera un tanto forzada quienes desestimaban la posibilidad de las minificicones de narrar una historia iban aceptando que lo hacen.
Use como un segundo ejemplo la minificción que titulé Gourmets (me gusta siempre poner un título a las minificciones porque me parece que eso ayuda a darle contexto al lector), que dice:
Y ahí estaban desayunando, después de haberse comido a besos.
para mostrar como esas mismas palabras pueden narrar historias diferentes con sólo cambiar el título.
A continuación cuatro variaciones del mismo tema, seguidas por algunos comentarios:

Mañaneros.
Y ahí estaban desayunando, después de haberse comido a besos.

Post-naufragio.
Y ahí estaban desayunando, después de haberse comido a besos.

In-Fragantti.
Y ahí estaban desayunando, después de haberse comido a besos.

Cansados.
Y ahí estaban desayunando, después de haberse comido a besos.


  1. El “mañanero” es una expresión típica de la picaresca nacional para designar el acto sexual que ocurre en la primera hora de la mañana, antes de salir de la cama. El título traslada el acento del buen gusto, que sugiere el título Gourmets, para ponerlo en el ansia amatoria, que sigue las sabias indicaciones del refrán. “Al que madruga...”
  2. Post-naufragio. Tiene un tinte de humor negro, sugiere que han estado aislados y hambrientos, entonces comerse a besos no es una metáfora amatoria, es una necesidad de sobrevivencia, que se ha solventado con amor antes de ser rescatados y volver a desayunar “normalmente”.
  3. In- Fragantti Acerca la minificción de ese nombre al relato policíaco con tintes cursis. El lector puede suponer que en algún lugar del planeta esta penado comerse a besos, la policía busca a quienes han infringido esa regla y los encuentra desayunando.
  4. Cansados pone el acento no en el acto amatorio, sino en el después, en la restauración de las fuerzas perdidas que un buen desayuno ayuda a llevar a cabo.
Así que podemos decir que la minificción no sólo narra historias, sino que puede narrar muchas historias diferentes, con casi las mismas palabras. Si me preguntan mi opinión, de las 5 variantes, incluida la de Gourmets, la que mas me gusta es In-Fragantti por la nota de transgresión de los amantes.
Por cierto que quienes aseguraban que las minificciones son apenas algo más que ingenio, no terminaron de convencerse de que narran historias.