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sábado, 10 de octubre de 2020

Sueños de pandemia.

 

Hace unos días publiqué esta frase en mi facebook:  

“La vida es sueño; el insomnio, muerte. Dormilón de la Barca”.

Mi post dió lugar a la propuesta de una lectora para que publicara, yo en este blog, relatos inspirados en sueños tenidos durante la pandemia.
Las autoras de los relatos, me propuso, serían todas amigas mías, firmarían con seudónimo e ilustrarían el relato (deseable). Comenté la idea con algunas de ellas y me dijeron que les gustaba la idea y que aceptaban la invitación para paticipar.

Unos días más tarde, DEGAS’ALTO, MiMaGa y Telémaca me enviaron, las tres, sus sueños de pandemia con sus ilustraciones.  Los textos de DEGAS'Alto están originalmente escritoe en francés. La versión al castellano, es mía.

Comparto, con los lectores, los escrito en el orden alfabético  de los seudónimos. 

Espero que disfruten los relatos, como yo lo hice. 


Escribo mis sueños desde hace bastante tiempo. Casi siempre, podría decir. Antes de hacerlo disciplinadamente, lo hacía sobre hojas sueltas, pero hace ya varios años, compré cuadernos especiales, grandes y gruesos para anotar mis sueños nocturnos.

 


24 de mayo 2020
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     Primer sueño.

Sucede en México, en casa de un amigo. Hay un niño de 3 o 4 años. El dueño de casa hace entrar  al niño en una especie de elevador. El elevador sube cuando se le jala con una cuerda.

     Otro sueño. El árbol carnívoro.

En mi casa. En el camino de abetos que lleva del jardín a la entrada, me doy cuenta que una planta ha engrosado mucho, se ha vuelto como madera. La tocó y es como si se hubiera movido y una gran hoja hubiera venido a cubrirla. Veo el abeto, lleno de grandes caracoles grises, que abre un hocico enorme y se los come todos. Me sorprendo y voy del otro lado del seto . Ahí, una planta, un abeto me atrapa, está entumida pero tiene fuerza. Siento inmediatamente miedo y me encomiendo a dios. Estoy paralizada, no puedo avanzar y tomarme de un árbol para que el monstruo me suelte. Todos los abetos se han vuelto monstruos que quieren devorarnos.    

 

DEGAS’ALTO

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Tita

El instante se volvió eterno cuando se te destrozó el corazón, cuando la tristeza alcanzó el matiz más profundo, cuando el silencio tu alma inundó. Veintitrés años han transcurrido y, ¿cómo explicar que persista el dolor? ¿Cómo es que no hay fuerza suficiente para arrancar de raíz lo que se sembró? Solo lo entenderá quien una hermana haya perdido, quien entre sus manos sintió como el calor abandonaba el cuerpo de catorce años de alguien amado.

 No ha pasado un solo día sin que te preguntes ¿Qué llevó a Tita a tomar esa decisión?, ¿por qué partir por voluntad propia? En ninguno de tus sueños has hallado la respuesta, ahora solo tienes de su mirada triste un vago eco.

 A ratos piensas que en otro plano está bien, hasta que la incertidumbre acaba por convencerte de que jamás lo sabrás, sin embargo, podemos albergar una esperanza, debes saber que ella me permitió su presencia. Fue hace unas noches, recuerdo que recorría un camino de penumbra, de total oscuridad, apenas se percibían algunos árboles sombríos, y ahí, en algún punto se alertó mi visión, a mi izquierda, agachada y encorvada había una figura desnuda, le veía solo la espalda y el manojo de cabellos negros que se escurrían como lamentos, me quedé paralizada, era tu hermana Tita, seguía siendo una niña. En un parpadeo giró la cabeza hacia mí, no hubo palabras, solo había ausencia en su mirada. Unos segundos bastaron para grabarme su cuerpo frágil, pálido y distante, cuando reaccioné ya no estaba, aturdida continué por el sendero, el cual conforme avanzaba se tornaba menos denso.

Ahora se respiraba una bruma grisácea que me permitía mirar a lo lejos un espacio que me llamaba, no recuerdo que hubiera una puerta, pero sí sé que había una entrada, y cuando menos lo pensé ya estaba adentro. Como si hubiera dado vuelta a la página de otra historia, vi sentada en una silla a tu abuelita Victoria, sabía bien que ya no vivía, y ahí estaba con su cabello blanco trenzado, con el rostro sereno, como si me estuviera esperando.

Me costaba trabajo distinguir que más había en ese mundo brumoso, y con todo y ello, podía sentir otra presencia, deslicé a un costado la mirada y ahí estaba nuevamente Tita, de igual forma agachada en cuclillas, con ese cabello negro espeso cayendo sobre sus hombros, ahora de frente, recargada en el regazo de la abuelita. Se detuvo un momento el tiempo, hasta que ella quiso levantó la mirada, sus ojos que antes eran grises ahora se tornaban negros, mi corazón empezó a latir lento, nos miramos fijamente hasta que ella susurró: diles que estoy bien… después todo se desvaneció. Hoy, no hay palabras que alcancen a expresar lo profundo del encuentro.

El sentimiento me mantuvo por días ante la duda de competirte lo vivido por temor a abrir las heridas, después de varias lunas resolví transmitirte el mensaje deseando que lo recibas como la despedida que nunca se dio. 

Sé que no tendrás respuesta del porque decidió consumir su último aliento sin decir adiós, ante ese silencio yo te ofrezco su voz, y el saber que está acompañada de un ser que en vida tanto la amó.

 MiMaGa

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Un Sueño.  Una noche de Mayo de 2020.

 La brisa marina, me da en la cara. Casi me sorprende, y me obliga a abrir bien los ojos y estudiar las largas hileras de sillas blancas, vacías, que permanecen silenciosas en la explanada frente a mi.  Al verlas, me siento desorientada. No, no es una boda. Las sillas no tienen adornos ni flores. Son blancas ciertamente, pero no son nada fuera de lo común: sillas para eventos que se rentan a necesidad del usuario. Sigo caminando y comienzo a preguntarme cuál es el propósito de esas sillas.  Caminar sin saber dónde estoy, comienza a provocarme un poco de ansiedad. Me doy cuenta que tengo unas listas en la mano. Recuerdo todo en un segundo: El evento que estamos preparando (el más importante del año en el que invertimos casi seis meses de preparativos). Recuerdo números de inscripciones, llamadas telefónicas, impresión de folletos… empiezo a caminar nerviosamente entre las sillas, buscando tal vez a alguien que pueda explicarme. Pasó el evento? Me lo perdí? Se me olvidó?  Camino de lado a lado, ya en completo estado de angustia. Empiezo a buscar mi teléfono pero lo único que tengo en la mano son esas listas, inútiles, pero aún así no quiero soltarlas. A lo lejos veo a un auto que llega al estacionamiento. Me acerco con total esperanza de que sea alguien conocido que me ayude siquiera a entender dónde estoy y qué ha pasado.  Pero al llegar al estacionamiento que está junto a la playa, ya no hay nadie.  Camino entonces sobre la calle. La misma caminata que he hecho tantas veces: De Point Mugú hacia Zuma beach. El sonido del oleaje a mi izquierda, el olor del mar, las gaviotas volando sobre la playa desierta. Poco a poco, todo comienza a perderse en ese momento donde nada es necesario. Siento el papel de las listas en la mano y quiero soltarlas pero no me atrevo a dejarlas en el piso así que debo seguir con ellas, sintiendo como el papel se ablanda y se moja con el sudor de mi mano.

Pasado el estado de angustia, me convenzo a mi misma de que estoy soñando. Como tantas otras veces, analizo lo que sucede a mi alrededor y veo que no concuerda con mi realidad. Mi conversación interna me lleva a recordar que estamos en cuarentena. No hay evento. No hay apuro de llamar a nadie. No hay premura de llegar a ningún sitio.  Tampoco hay apuro para despertar. Cierro los ojos. Ya no tengo las listas en la mano. Sigo escuchando el mar. Sigo soñando.

 Telémaca.

viernes, 17 de julio de 2020

Cien y acabando. Los menos gustados.

Ya he repasado en otra parte los relatos que mas gustaron de la segunda cincuentena de Literatura de encierro. Ahí mismo están consignados el número, género y  perfil de los lectores que juzgaron los textos.  También se describen ahí los criterios que, en algunos casos, siguieron los lectores para realizar su selección

Paso a hora a describir los resultados de los menos gustados.

 

Decena 51-60

 En este conjunto de relatos hubo dos de los lectores que seleccionaron

 

Únete a él.

En lugar de rendirse ante el mortal poder del virus, el oncólogo decidió ayudarlo a matar células.

 

Las razones de los lectores:

Uno de los lectores: “La comparación se establece con base en el poder destructivo pero se pierde dada la diferencia entre matar y ayudar a seguir viviendo”.

Otro:  Ojo! No siempre quien aparenta ser el salvador, es el oasis en el desierto”.

Los otros dos textos que se mencionaron fueron De fábula y Mènage a trois. En la sección de La voz en off, más adelante, haré algunos cometarios, sobre este último.

 

Decena 61-70

Todos las opiniones de lectores de este grupo de cuentos breves recayeron en un relato diferente. La manera como resolví cual de ellos era el que gustaba menos fue seleccionando yo mismo, de entre los ya señalados, cual me gustaba menos. El relato seleccionado con esa metodología fue:

 

Pandora.

La ciencia abrió la caja: se liberaron las taras, las mutaciones, los virus, las enfermedades; los males todos. Al final salieron las vacunas,  los retrovirales; la esperanza

 

Las razones de los lectores:

Quien lo selecciono razonó así su elección: “Poca adecuación de la metáfora a la situación:  El contenido de la caja de Pandora no era un (casi) oxímoron. Poca verosimilitud: Se mete en la categoría de males a las mutaciones”.

 

Cuando revisé los relatos mencionados encontré que en este quizás no hay demasiada novedad. Por eso lo seleccioné.

 

Decena 71-80

Sucedió con los escritos de esta parte lo mismo que con los de la sección anterior. Todos los lectores escogieron uno diferente, así que tuve que elegir, de entre los que ellos habían nombrado, el que menos me gustaba a mí. Quedó entonces:

Endorfinas.

Un estudio, posterior a la pandemia, mostró que las parejas que durante el encierro salieron al mercado, acompañándose, desarrollaron menos estrés. Al menos las que al volver a casa se bañaban juntas.

 

Las razones de los lectores:

Quien lo seleccionó dio esta razón: “repito que fue difícil encontrar un ‘no me gusta’.  Creo que choca la idea de un estudio que se hizo sobre ‘parejas con más o menos estrés al ir juntos de compras’. Mi mente científica no puede entender un estudio donde una parte de la muestra no puede medirse con más precisión. Ni siquiera en un cuento”.

Yo agregué: El texto es apenas algo más que un  guiño de ojo cachondo a la creatividad que nos despierta el encierro.

 

Decena 81-90

Una vez más en esta parte, el relato que menos gustó fue diferente en todos los casos, Nuevamente hice la valoración de los textos mencionados y quedó:

 

Hogwarts.

Harry, había que lanzar ondas electromagnéticas contra el ARN del virus,  no ondas mecánicas contra la corteza terrestre. ¡Estás reprobado!

 

Las razones de los lectores:

Esta fue la razón que me dio la lectora que lo seleccionó:  “Es un relato de nicho. Habla de ondas electromagnéticas y mecánicas y aunque se entiende, es muy de ciencia”. 

A mí este texto me gusta, pero igual me gustan los otros que se escogieron. Me quedé con este finalmente porque acepté que quizás sea cierto que no es para un publico más general.

 

Decena 91-100

Una vez más en los textos de este segmento no hubo ninguno que se repitiera en la selección de los lectores. Se escogieron: Dantesco, ¡¡Afuera!!, Inspiración y Sin embargo. En este caso no escogí yo, de entre ellos, el que menos me gustaba porque Dantesco y Sin embargo habían sido seleccionados por algún otro de los lectores como el que más les gustó, con lo cual se rompía el empate, ¡¡Afuera!! No lo consideré por las razones que comentaré en la parte de Voz en off. Así que me quedé con

 

Inspiración.

Lo que iba a extrañar de la pandemia eran los sentimientos que en las noches convertía en literatura.

 

Las razones de los lectores:

Quien lo seleccionó, explicó así su parecer: “me gusta menos, porque otra vez aflora mi egoísmo y me anticipo a la pérdida de disfrutar estas lecturas. Muchas gracias por la oportunidad de participar, pero sobre todo por compartir la inspiración, ha sido un verdadero placer”.

No pude más que agradecer el comentario.

 

 

Voz en Off.

Quiero aprovechar algunos de los comentarios de los lectores para ilustrar nuevamente que el terreno que pisa el autor de relatos breves es resbaladizo. Doy dos ejemplos, seguidos de los comentarios de los lectores y mi reacción a ellos:

 

Mènage à trois :

Tras unos días de duda, finalmente ella aceptó: está bien, hagamos un trío: tu, Susana Distancia y yo.  Ambos prendieron su celular.

 

Comentario de un lector :  “me parece incongruente. La sana distancia no aplica en el celular”.

Siempre al escribir un relato corto se quedan en la cabeza del autor algunos de los elementos del contexto que el lector (re) construye. Si el texto está bien logrado no hay lugar a incongruencias. En este caso creo que no quedó claro y quizás deba reescribirlo para que se entienda que el celular es el que establece la sana distancia, que hará posible la relación erótica.

 

¡¡Afuera!!

La orden de romper el confinamiento llegó. El estornudo retumbó en el cuarto.

 

El comentario de un lector me hizo evidente que son posibles dos lecturas, al menos, del texto. En la primera una vez roto el confinamiento quienes van a salir son personas y estornudan, lo que significaría que no estaban curados. 

En la segunda -que me gusta más y es quizás más difícil de construir por el lector-: la orden de romper el confinamiento la da el alto mando de los virus y ellos obedientes abandonan con un sonoro estornudo, el cuerpo enfermo. Pienso que reescrituras alternas  como:

El cuartel general del Covid dio la orden de romper el confinamiento. El estornudo retumbó en el cuarto.

o

La orden de romper el confinamiento llegó. El estornudo liberó a los virus.

 

Pierden fuerza justamente al explicitar el desenlace.

 

Otros de los comentarios de los lectores me señalan, como indique en su momento, que algunos relatos con base científica son de nicho. Es probable, aunque en estos cien relatos en realidad hay muy pocos con esas características. Deliberadamente traté de evitarlos porque el libro de El último poema de FerMart está dedicado a ese género íntegramente.

En el caso del relato Hogwarts más que ser guiado por el contenido científico, lo fui por el acontecimiento del día en que escribía: un temblor de 7.5 grados. Otros relatos, a los que nadie juzgo de ser de nicho, son los de inspiración filosófica como Cartesiano o Angustia existencial. 

En una serie que se gesta día con día aparecen inevitablemente textos como como Maternidad (de la primera cincuentena) o San Juan, inspirados más bien en las fechas.

Quizás se piense que en la selección de los textos que gustaron menos mi voz ha estado “menos en off”,  que en la selección de los escritos que gustaron más. Esto es cierto sólo parcialmente. Efectivamente terminé, en algunos casos, decidiendo que relato era el que gustaba menos, pero lo hice escogiendo de entre los minirrelatos que ya habían sido seleccionados por los lectores.

El que hubiera tan poca coincidencia en las opiniones de los lectores se debe, sin duda, a que evaluaban distintos aspectos de los escritos. Por ejemplo las frases: “Como minirrelato está muy bien, pero no me gusta por lo que dice. No me gusta por lo pesimista” o “No tiene una intertextualidad indiferenciada y no es muy breve”- referidas ambas al texto de La liebre y la tortuga- ejemplifican con claridad, que cada lector evaluó aspectos diferentes. 

Me parece que en esto hay más ventajas que desventajas, pues me permitió ver los textos desde diferentes perspectivas. El propósito del ejercicio no era dar un premio (positivo o negativo) a ninguno de los relatos, sino ayudarme a ver cómo perciben lo que un autor quiere transmitir en escritos que rondan las veinte palabras, lectores con diferentes formaciones profesionales, sensibilidades y  géneros.

Creo que la gentileza de quienes explicitaban no solo su opinión sino también sus criterios de juicio han hecho evidente lo interesante del tema de la evaluación de este tipo de literatura tan particular.

La experiencia de escribir estos textos está marcada, qué duda cabe, por la forma en que transcurre la vida en estos días de confinamiento, pero no se trata en modo alguno de relatos de inspiración autobiográfica como lo sugieren algunos de los comentarios de los lectores.

Concluiré agradeciendo nuevamente a los amigos lectores que participaron en esta experiencia y a quienes me acompañaron a través de facebook en las publicaciones diarias, lo mismo que a Gabriel Ramos Zepeda, autor de la ilustración de este texto, inspirada en el relato Angustia existencial.

Lo que sigue ahora es terminar de escribir los textos que faltan para llegar a los 110 dedicarle quizás algún texto al tema del análisis de los minirrelatos.