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jueves, 2 de diciembre de 2010

La voz del maestro (Feymman)

Hace unas semanas, en respuesta a un comentario dejado por Juan Manuel Torres Merino en la entrada de las órbitas de Kepler y de Sommerfeld, dije que escribiría con más calma sobre la relación de la docencia con la investigación, basándome en el experimento didáctico que llevó a cabo Calthec en los años sesenta, con Richard Feymman, quien en ese momento no había aun recibido el Premio Nobel.
Ahora escribo, no con más calma (Blog que se escriber con calma, no es un bolg), pero si con mayor amplitud sobre el tema. Con la idea de que leamos lo que se hacía en Caltech hace medio siglo y comparemos con lo que hacemos hoy en la FES Cuautitlán.

Entre Septiembre de 1961 ( El año en que Roger Maris rompió el record de Humeruns de Babe Ruth) y mayo de 1963 Richard Feymman impartió los cursos elementales de física en el Tecnológico de California.
El problema que queríamos resolver con estos cursos, dice Feymman, era el de mantener el interés de los entusistas e inteligentes alumnos que venían de las preparatorias hacía Calthec. Habiendo oído mucho acerca de lo interesante que es la física, al cabo de dos años de cursos de esta ciencia, muchos de ellos se encontraban más bien desmotivados porque había en sus cursos muy pocas ideas nuevas y excitantes. Los habían hecho estudiar planos inclinados y electrostática (¿Les suena conocido?).
Los tres libros “The Feymman lectures on Physics” son el resultado de ese trabajo, que “distrajo” al futuro premio Nobel de 1965 de sus tareas de investigación. Los libros reflejan solamente la parte de las conferencias de Feymman a un grupo de 180 estudiantes. La totalidad de alumnos se subdividia en grupos de 15 o 20 estudiantes para sesiones de interrogatorio y solución de problemas conducida, cada una, por un profesor asistente. Una vez a la semana había una clase de laboratorio.
Haciendo eco a la nostalgía debo platicar que un esquema semejante fue el que se seguía en la Facultad de Ciencias en los años en que cursé la licenciatura. Un profesor daba la clase en el auditorio a todos los alumnos que llevábamos la signatura y luego teníamos sesiones de ejercicios con profesores ayudantes, que eran muchas veces estudiantes brillantes que iban uno o dos años más adelante.
Feymman no es para nada complaciente con los estudiantes, dice claramente que las lecciones “estan dirigidas a los más inteligentes de la clase y deben asegurar que incluso ellos sean incapaces de abarcar todo lo que hay en las lecciones (...) por esa razón traté intensamente de que cada afirmación fuera lo más precisa posible”
Sin embargo, también piensa en los estudiantes que llama “menos activos”. Para ellos, dice, quería que hubiera al menos un núcleo de temas que pudieran comprender.
Señala Feymman dos preocupaciones que tuvo al diseñar las lecciones; una, mostrar claramente a los estudiantes que ideas podían deducirse de lo que ya conocían y cuáles eran simplemente ideas nuevas que había que agregar. Dos, no seguir un orden particular en la exposición de los temas, de manera que no fuera necesario haber cubierto extensivamente alguno, antes de poder mencionarlo cualitativamente.
También señala que a lo largo del “experimento” no hubo retroalimentación por parte de los estudiantes.
Así que al final el punto de vista de Feymman no es muy entusiasta sobre los resultados, dice. “Mi punto de vista -que, sin embargo, no parece compartirse con la mayoría de las personas que trabajaron con los estudiantes- es pesimista. No creo haberlo hecho muy bien con los estudiantes. Cuando veo la manera como los estudiantes manejaron los problemas de los exámenes, pienso que el sistema falló. Por supuesto mis amigos me señalan que hubo una o dos docenas de estudiantes que- muy sorprendentemente- entendieron casi todo en todas las lecciones” (...) Ellos tienen ahora, me parece, una formación básica de primer orden en física y ellos erán despues de todo a los que yo quería capturar. Pero entonces, dice Feymman citando a Gibbons, “rara vez el poder de la instrucción es eficaz, excepto en esas felices situaciones en las que es casi superflua”.
Dice al final Feymman: Pienso, sin embargo, que no hay otra solución al problema de la enseñanza que darnos cuenta que la mejor enseñanza puede hacerse únicamente cuando hay una relación individual directa entre un estudiante y un buen profesor- una situación en la cual el estudiante discute las ideas, piensa en las cosas y habla acerca de ellas. Es imposible aprender mucho simplemente sentado oyendo una lección o aún por la simple resolución de problemas de tarea. Pero en nuestros tiempos modernos tenemos tantos estudiantes que enseñar que tenemos que buscar algun sustituto de esa situación ideal. Quizás mis lecciones puedan hacer alguna contribución