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martes, 28 de agosto de 2012

Por que está ahí


Con motivo de la muerte de Neil Armstrong, este texto que escribí y publiqué en el libro "Para Coversar de Ciencia".

El  cuarto y último timbre de la colección "Luna 69" muestra la pisada del hombre en la luna. La fotografía de esa huella es quizás una de las más famosas de toda la historia.
 Es la materialización de un sueño largamente acariciado.
El que un hombre -Neil Armstrong, el primero- halla puesto pie en la superficie lunar, como consta en la fotografía usada para el timbre, no fue solamente el resultado de los trabajos de unos cuantos científicos, lo fue también de los esfuerzos de muchos políticos, administradores, técnicos y, en último caso, de los sacrificios de buen número de contribuyentes, pues los 30 mil millones de dólares que costó a los Estados Unidos la carrera a la luna provinieron de fondos públicos.
Muchos ciudadanos se preguntaron entonces, y algunos lo siguen haciendo ahora, si efectivamente tenía sentido la obsesión por ser los primeros en poner un hombre en nuestro satélite.
Por supuesto, la idea de llegar a la luna había inflamado desde antes las imaginaciones más ardientes. Bergerac y Verne, entre muchos más, habían escrito ya historias de hombres en la luna. Coddard, Oberth y Von Braun habían desarrollado la teoría fundamental de los vuelos espaciales y habían construido cohetes como la V2, que en 1948 llevó en su punta al mono rhesus Alberto.
Pero en 1961 las cosas tomaron otro ritmo. Se vivía la guerra fría y los entonces soviéticos acababan de tener éxito -el 12 de abril  en el intento de poner en órbita al primer ser humano. Correspondió a Yuri Gagarin lograr la proeza de ser el primero en realizar una órbita en torno a la tierra. Por cierto, Gagarin encontraría la muerte a la que había escapado en 1961, siete años después, el 27 de marzo, probando un nuevo avión.
El 25 de mayo de 1961 el presidente Kennedy se dirigió al Congreso de los Estados Unidos para comunicar su propósito de que esta nación pusiera un hombre en la luna antes del fin de la década. Dijo que el logro que se tendría en el espacio sería parte del combate que ocurriría alrededor del mundo entre la libertad y la tiranía.
Algunos historiadores presentan a Kennedy un tanto desinteresado por el aspecto científico del proyecto, pero acorralado por la imagen de poderío tecnológico que estaban adquiriendo los soviéticos luego de sus logros en cosmonáutica. Jerome Wiesner, jefe de asesores científicos de Kennedy, recuerda que el presidente le había dicho: ¿no puede usted encontrar algo qué hacer aquí en la tierra que represente un uso más eficiente de los recursos? A lo que él respondió: no con el mismo efecto político.    
El presupuesto de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA), que fue creada por Einsenhower el 10 de octubre de 1958, aumentó de 523.6 millones de dólares en 1960 hasta 5 mil 250 en 1965; es decir, se multiplicó por diez. La persona encargada de administrar este dinero no fue un científico, sino un abogado profesional y hombre de negocios que había dirigido la oficina de presupuestos de los Estados Unidos en épocas del presidente Truman: James Webb.

Cuando Kennedy se presentó en 1961 ante el congreso para solicitar el financiamiento de un programa capaz de llevar al hombre a la luna antes del fin de la década, los Estados Unidos tenían tan sólo una experiencia de quince minutos en vuelos espaciales tripulados. Alan B. Shepard había realizado, el 5 de mayo de 1961, su publicitado vuelo suborbital. Webb empezó por reorganizar la NASA para hacer de una colección de grupos de investigación más o menos ajenos entre sí, un equipo con una meta común. Dio a contrato, a distintos grupos, la construcción del propulsor del Apolo, del módulo de mando y del sistema de navegación.

Para el sistema de navegación se escogió al laboratorio de instrumentación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT),  al frente del cual estaba Charles Stark Draper. El laboratorio de Draper había producido la tecnología para dirigir los Misiles Polaris. Al principio, Draper y David Hoag, el director técnico del laboratorio para el proyecto Apolo, pensaron que la tarea resultaría "tan fácil" como guiar un antimisil o circunnavegar la tierra bajo el agua en un submarino nuclear. "Parecía sólo el estado del arte de la ingeniería -dijo Hoag, pero agregó-, por supuesto que tuvimos que ir más allá del estado del arte".

    Un sistema de tres giroscopios y tres acelerómetros controlaban los giros y movimientos alrededor de otros tantos ejes de rotación y ejes de movimiento. El sistema de navegación al  final resultó tan bueno que el Apolo necesitó, luego de haber viajado 250 mil millas y de que la luna se había movido en su órbita 200 mil millas, prender únicamente su propulsor durante tres segundos para corregir su posición 300 millas náuticas.

Por su parte, los Laboratorios de Propulsión a Chorro de Pasadena  JPL fueron los encargados de decidir el sitio del alunizaje, de responder a preguntas relacionadas con la constitución de la corteza lunar y de , minimizar los riesgos de hundimiento de la nave en suelo selenita al momento de posarse. Los laboratorios de Pasadena eran el sitio de más avanzada tecnología de satélites.

Para cumplir su misión los JPL lanzaron más de una docena de vuelos no tripulados: los Rangers, los Surveyor y los lunar orbiter. El programa comenzó de manera muy poco prometedora. Los tres primeros Rangers tuvieron problemas. Los dos primeros no alcanzaron a salir de la atmósfera terrestre por fallas en el propulsor y el tercero pasó a 23 mil millas de la luna a causa de defectos en el sistema de navegación.

El Ranger 4 fue el primero en llegar a la luna en abril de 1962, pero por fallas en su sistema computarizado no pudo obedecer las órdenes que se le enviaban. El Ranger 5 volvió a fallar el blanco. El gerente de la JPL, Robert Crabtree dijo, refiriéndose al equipo de ingenieros a cargo del proyecto: "esperaban que fuera tan fácil como construir un coche, pero no era tan simple (…) aprendimos la importancia de ser redundante. Hubo respaldos de las componentes para asegurar un buen funcionamiento. Vimos que era necesario que las pruebas terrestres se efectuaran en condiciones similares a las del espacio".
El Ranger 6, rediseñado y con sistemas de respaldo, alunizó finalmente en febrero de 1964 en el Mar de la Tranquilidad. Unos meses después, el 31 de julio, el Ranger 7, enviado en una misión kamikase, se estrellaba contra la luna. Pero durante sus últimos 16 minutos y medio enviaba 4 mil 316 fotografías que confirmaban, sin lugar a dudas, la viabilidad de un alunizaje. Todavía en 1965 los Ranger 8 y 9 enviarían 13 mil fotografías más. La mayoría del Mar de la Tranquilidad.

La construcción del módulo de alunizaje fue encargada a Grumman, quien había ganado su reputación trabajando para la naval. Incluidos en el programa para ir a la luna hasta 1963, los ingenieros de Grumman debieron trabajar contra reloj. Con el diseño de ingeniería casi concluido fueron forzados a reducir el peso del módulo en mil kilogramos.
El módulo de mando lo construyó la North American Rockwell, y al igual que Grumman se vieron afectados por la disminución de presupuesto, efecto del aumento de intensidad de la guerra de Vietnam y a causa de una serie de disputas acerca de la mejor estrategia para aproximarse a la luna. La discusión consistía en si debía irse a la luna mediante un ascenso directo o debería emplearse un camino indirecto que incluyera órbitas alrededor de la tierra y de la luna.
La primera posición era sostenida por los científicos, principalmente el jefe de asesores en ciencia de la casa blanca, Jerome Wiesner. La segunda por la NASA, y contaba, entre otros de sus defensores, con Von Braun. Al final se impuso la idea de la NASA.
Tras varios ejercicios exitosos en tierra, en 1968 se realizó con el Apolo 5 la primera prueba no tripulada de un módulo lunar. Resultó tan exitosa  que no se realizó ya un segundo ensayo previamente calendarizado. Un tercer y cuarto módulo fueron usados en los viajes del Apolo 9 y 10. El quinto módulo fue el Águila, encargado de llevar a Armstrong y Aldrin al suelo lunar, en la misión Apolo 11.
A principios de 1967, el plan de llegar a la luna antes del fin de la década de los sesentas sufrió un retardo de casi dieciocho meses, debido a la muerte de quienes debieron ser los primeros tripulantes de una misión Apolo: los cosmonautas: Grissom, White y Chaffee. La investigación realizada sobre las causas del accidente encontró muchas deficiencias en el diseño, en la ingeniería, la manufactura y el control de calidad. Antes de la tragedia se tenía pensado llegar a la luna ,a fines de 1968.
El primer vuelo Apolo tripulado, que debió efectuarse a principios de 1967, no fue realizado sino hasta el once de octubre de 1968 con el Apolo 7. Los viajes de los Apolo 8, 9 Y 10 a finales de 1968 y 1969 terminaron de preparar el terreno para la gran aventura final del Apolo 11.
El lanzamiento del Apolo 11 se hizo el 16 de julio de 1969, a las 9:30 hora local. La tripulación la integraban Neil Armstrong, comandante; Michael Collins, piloto del módulo de mandos y Edwin Aldrin, piloto del módulo lunar.
Cuatro días después, luego de maniobrar para vencer algunas dificultades de última hora -que según platica Aldrin lo hubiesen decidido a abortar la misión si se tratara de un simulacro­ Neil Armstrong lograba alunizar el módulo Águila. En marzo de 1966, el mismo Armstrong había estado en peligro de perecer en el curso de la misión Géminis 8, por el disparo accidental de uno de los cohetes de maniobra. Armstrong tuvo entonces la sangre fría y la habilidad para resolver el problema. La misión del Géminis se canceló pero los cosmonautas salvaron sus vidas. Este mismo hombre acababa de maniobrar nuevamente con pericia, venciendo la última dificultad, para que el hombre pisara la luna.
Faltaba un año, cinco meses y once días para finalizar el decenio, si consideramos a 1970 dentro de la década. La mitad de la promesa de Kennedy se había  cumplido: el hombre había llegado a la luna, pero faltaba la otra mitad, debían regresar sanos y salvos. Armstrong y Aldrin permanecieron en la luna 21 horas y 37 minutos, haciendo algunos experimentos, instalando equipo científico, recolectando muestras y, por supuesto, colocando la bandera de los Estados Unidos y un mensaje de buena voluntad.


Mientras tanto Collins, dentro del módulo de mandos Columbia, giraba en órbita lunar. Collins tenía a mano un vademécum con dieciocho recetas para rescatar al Águila en caso de que algo no funcionara. El Águila logró llegar bien al Columbia y tras un pequeño sobresalto al momento del acoplamiento, los tres cosmonautas volvieron a reunirse en un mismo vehículo, para emprender el viaje de regreso.
Ocho días después de haber salido de la tierra rumbo a la luna, los tres tripulantes del Apolo 11 estaban de regreso, sanos y salvos. Kennedy, asesinado el22 de noviembre de 1963, en Dalias, Texas, había vencido póstumamente en la apuesta de ir y volver a la luna antes del final de la década.
Hubo seis misiones más del programa Apolo, entre ellas la famosa del Apolo 13, durante la cual sus tripulantes James Lovell, Fred Haise y John Swigerth, estuvieron a punto de perder la vid a 32 mil kilómetros de la tierra. El rescate de las astronautas sirvió de base para el argumento de una película y para alimentar en la inocencia de los niños de entonces la falsa creencia en la infalibilidad del programa espacial norteamericano. Dieciséis años después la explosión de Challenger despertaría las conciencias.
El 6 de diciembre de 1972 despegó el Apolo 17, último de la serie de vuelos tripulados a la luna pero no había ya el reto de alcanzar nuestro satélite. Sin una meta tan importante que lograr y con un cambio en la ; manera de dirigir la NASA, ésta se convirtió en los ochenta, más bien, en una agencia de administración de contratos.
Hoy sigue existiendo el debate acerca de si valió o no la pena el desafío de Kennedy. Los detractores del viaje a la luna dicen que fue un  gasto inútil de recursos, que existían en la tierra muchas otras necesidades  que resolver. Sus defensores, en cambio, argumentan que los esfuerzos de investigación que se realizaron para la carrera espacial trajeron beneficios inmediatos a nuestra forma de vida. Se citan por ejemplo las aplicaciones médicas, en telecomunicaciones e industriales.
La discusión, que tiene fuertes ribetes ideológicos, va probablemente a perdurar eternamente. En mi opinión, el viaje a la luna iba a efectuarse de una u otra forma en algún momento, y por la razón que dio el alpinista George L. Mallory para escalar montañas: porque están ahí. Del mismo modo, el espíritu de aventura del hombre lo hubiera llevado a la luna por la simple razón de que está ahí y había soñado con hollar su superficie desde que dejó de ser simio.


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