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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Las Paredes hablan. (Invitación a construir.)

Decimos que las paredes oyen, para indicar del cuidado que hay que tener para que temas que tratamos intramuros no sean del conocimiento de extraños, pero si las paredes oyen, ¿no podrían también aprender a hablar?

Claro que sí. De hecho hablan y hablan muy fuerte y si no ahí está todo el muralismo mexicano, con la SEP, el Palacio Nacional y Bellas Artes, como ejemplos.

A veces las paredes hablan un lenguaje menos reconocido, pero quizás no menos artístico, como el del graffiti. Recuerdo que uno de los ciclos de Ciencia, Conciencia y Café -el sexto- tuvo como ilustración del póster la reproducción de un graffiti hecho por unos muchachos en un tanque. En ese ciclo Héctor Castillo, habló del tema “Contracultura Juvenil en la Ciudad de México”.

Parece que me estoy alejando de lo que quería decir, pero no es así. De lo que quiero hablar es de la necesidad de espacios donde expresar insatisfacciones, de los mensajes que tienen como origen el descontento y de la necesidad de desahogo.

El descontento me lo imagino como la energía que se acumula en las placas de la corteza terrestre y que se libera a veces con un gran temblor de magnitud mayor a ocho grados Richter. Esos temblores no ocurrirían si la energía se fuera liberando poco a poco en pequeños y prácticamente imperceptibles temblores de cuatro o cinco grados.

Es decir que no hay que permitir que los descontentos, insatisfacciones y malos entendidos se vayan acumulando, hay que atenderlos cuando son temblorcitos de pocos grados, antes de que se venga el gran sismo.

En ese sentido una manta que da voz a una pared, un funcionario que escucha a la comunidad, las autoridades que atienden las solicitudes de los académicos y hasta un blog donde escribir una queja, permiten liberar la tensión.

Estamos viviendo un periodo electoral y en estos momentos las tensiones son mayores, es cierto, sin embargo creo que hay que poner atención a los hechos. El que las paredes empiecen a hablar, quiere decir que hay un ambiente donde la incomodidad ha madurado y que permite surgir estas manifestaciones.

Esta mañana, por ejemplo, estuve en una reunión de unas treinta personas, con un lazo en común: el deseo de la no reelección y la voluntad de actuar para que no ocurra. Comentaba sobre lo plural de la reunión con mi compañero de la Izquierda, un profesor tan antiguo como yo en la FESC y me decía, un poco en broma, algo que es muy serio: “En 35 años nunca había visto nada igual. La directora ha unificado criterios”.

Las paredes están hablando y están diciendo que no queremos reelección. Muy bien, ahora demos el siguiente paso; construyamos una alternativa incluyente. No dudo que cada uno de nosotros tiene un proyecto para la FESC, pero en la mañana al ver a tanta gente con orientaciones tan variadas, pensaba en la riqueza que hay en ese grupo y en la manera en que se puede y debe aprovechar toda esa experiencia. Hace unos días Andrea hizo una serie de preguntas acerca de temas de la FESC, he respondido algunas de ellas, ¿Por qué no continuamos con ese ejercicio o algún otro que nos lleve a construir colectivamente alternativas para la dirección de la Facultad?



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