Las
redes sociales y los dispositivos móviles han, sin duda, cambiado nuestra
manera de comunicarnos: los mensajes son más breves, las conversaciones pasan
de un tema a otro, de manera no secuencial; hay un poco de exhibicionismo de
quien publica y de voyerismo, de quien lee; las conversaciones pueden volverse
grupales y hay una menor atención en la corrección formal de lo que se
escribe.
Reflexionando
en el tema, pensé en hacer un libro que incorporara algunos de estos elementos;
un libro híbrido, que tuviera una versión navegable, en formato digital y otra
en papel. Me pareció que era un reto interesante, decidí que algunos de los
textos que he escrito en mis redes sociales eran una buena materia prima para
hacerlo.
Como
punto de partida, me pasé unos días navegando entre los archivos de mi
computadora, entrando a las redes sociales, donde había publicado algunos de
los textos, seleccionando los materiales y los temas que me parecía podrían ser
de interés más general, no obstante su origen, casi personal.
Al
final de la «excavación» tenía frente a mí una curiosa y heterogénea serie de
escritos provenientes de mi Facebook, de Goodreads, de mi blog y hasta de mis
correos electrónicos. Deliberadamente dejé fuera los textos que en mi blog
están agrupados bajo los títulos de Indignados, cuyo tema es político y los de
Divulgación de la Ciencia, que he recopilado en otras obras.
Los
temas de los que hablaban los textos escogidos eran la literatura y los viajes.
La parte de literatura tiene tres vertientes: una es la de la poesía, asociada
casi siempre a la rebeldía, excepción hecha de los textos dedicados a Borges.
Aparecen ahí personajes como el cantante español Paco Ibáñez a quien llamo El
eterno rebelde, en el relato que hago de una noche en la que tuve la suerte de
compartir con él, en casa de una amiga común. También se encuentra la breve
crónica de una conversación con Ernesto Cardenal, en la Feria Internacional del
Libro de Guadalajara (FIL), en el 2014. Están en esa parte los recuerdos de las
presentaciones de otros grandes poetas y compositores como Moustaki o Serrat, a
las que asistí, y las evocaciones de Alberto Cortez y de Facundo Cabral.
Otra
vertiente del tema literario es la crónica de libros. Escribo, cuando escribo
en las redes sociales, de libros como El cementerio de Praga, La séptima
función del lenguaje o La región más transparente, que son novelas, aunque muy
distintas entre ellas.
También
hablo de ensayos, de los que compilo una serie de textos que fui subrayando a
lo largo de su lectura, como Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe,
de Octavio Paz, o de compilaciones de artículos como los de El lenguaje de la
Pasión de Vargas Llosa, de libros de mis autores favoritos como Balzac o
Borges, de libros de amigos míos como Mántica, de Abdón Flores, que incluye el
relato París era una mierda o La dignidad encarnada de Silvia Gurrola, y hasta
de libros míos como Eros y Tánatos, o el de las historias de la Historia del
cómputo en México.
La
tercera vertiente de la literatura, en estos textos, es la que tiene que ver
con el lenguaje como divertimento. Están en esa categoría, escritos sobre el
albur, las traducciones, las frases que no aparecen en El Quijote, el
significado de palabras de uso poco corriente, textos difíciles de traducir al
inglés o «respuestas» a poemas de Borges.
También hay textos que van narrando la
evolución de conversaciones a través de las redes sociales, sobre la génesis de
un mini relato o sobre las novias (o novios) que no debemos tener. Son textos
que muestran el lado más interactivo de las redes sociales y más lúdico del
lenguaje.
En
cuanto a los viajes, la parte central la constituyen los relatos escritos
durante un invierno que viví en París. Aparece la lluvia y el mal tiempo, pero
también la infaltable visita a una feria del libro y las realizadas a las casas
museo de Balzac y de Victor Hugo, al cementerio del Père Lachaise. Se describen
las caminatas por las calles de la ciudad y una cena en la Torre Eiffel,
después de la cual mi acompañante y yo salimos al aire libre, bajo la lluvia
–en el tercer piso– únicamente por el placer de ver al reflector que gira en lo
más alto formar arco iris particulares, para nosotros.
Otros
viajes de los que había escrito algunas notas, en mis redes sociales, son de
Toulouse, en Francia o de Barcelona, Granada y Sevilla, en España. En América
del Sur está una visita a Huaca Pucllana, unas ruinas en pleno barrio de
Miraflores, en la Ciudad de Lima.
También hay relatos de paseos en la zona de Tequisquiapan, en el estado
de Querétaro, como un descenso en bicicleta por rutas de la Sierra Gorda para
llegar a la misión de Bucareli, o el vuelo en globo para catar vinos de
Freixenet, con los miembros del Grupo Enológico Mexicano. Me seducía también el
hecho, ya mencionado líneas arriba, del carácter lúdico de algunos de los
escritos. Algunos de los textos eran un tanto personales, como el que habla de
la noche en que compartí con Paco Ibáñez o el de la visita de unos amigos, en
París que me obliga a hacer la limpieza del departamento. Aunque pensé que
probablemente algunas personas encontrarían que esos textos están bien para el
«diario del autor», hoy en día los diarios son digitales y se publican en las
redes sociales.
Esa
dualidad de exhibicionismo y voyerismo que se establece entre quienes leen y
escriben en las redes sociales es otro de los aspectos que me gustó de
presentar los textos de mis redes sociales. En suma, que los textos
desenterrados eran de mi agrado y pensaba que lo serían también del lector,
pero tenía aún que resolver la organización de ellos en forma de libro.
Me
gustaba su temática, pero también su heterogeneidad. Me gusta leer libros que
no siempre obligan a la lectura de «pasta a pasta», sino que admiten esa
lectura aleatoria que pasa, por ejemplo, de los comentarios sobre el libro de
Nôtre Dame a una visita a la catedral de Sevilla o de la evocación de Václav
Havel, a hablar de la globalización con el pretexto de comer cous-cous en un
restaurante de un suburbio parisino.
En
vez de ver el conjunto de los textos como una línea, con un principio y un fin
de lectura, los imaginé formando una red como la de las estaciones del metro.
El lector puede entrar a la red en el texto (estación) que le quede más cerca,
en cualquier sentido de la palabra cercanía.
Como
ocurre con los trayectos en la línea del metro cada viajero, o lector, podrá
trazarse una ruta y salirse donde quiera, definir su trayectoria; en función de
sus necesidades, gustos, disponibilidad de tiempo. Incluso alguno recorrerá
todas las estaciones, probablemente. Este libro es eso, un conjunto de textos
propuestos al lector para ser leídos en el orden que a él se le antoje, con la
esperanza de que le resulten atractivos.
El
conjunto de los setenta y cuatro textos se presenta aquí agrupado en cinco
Líneas de metro, con estaciones de correspondencia entre ellas: La línea 1,
Poetas y rebeldes, tiene once estaciones, de Midi.El poeta ha muerto a Borges.
La línea 2, Libros, tiene veintisiete estaciones, de Eros y Tánatos a Ensayos
de Orwell. La línea 3, París, tiene trece estaciones, de Figuras parisinas a
Por fin la lluvia nos dio una tregua. La línea 4, Otros viajes, tiene diez
estaciones, de Midi. Ô Toulouse a Huaca Pucllana. La línea 5, Divertimentos,
tiene trece estaciones, de Ladridos, béisbol, matemáticas y literatura a
Borges. Dos divertimentos literarios. Las cinco líneas tienen entre ellas siete
estaciones de correspondencia, en las cuales se puede pasar de una línea a
otra. En dos de ellas convergen tres líneas: en la estación Borges, lo hacen
las líneas de Poetas y rebeldes, y Libros.
En la estación Catedrales, lo hacen las líneas París, Libros y Viajes.
Las otras cinco correspondencias son entre pares de líneas. En Midi se
corresponden Poetas y Viajes. En Revolución lo hacen Poetas y París. En Ferias
se conectan las líneas de París y Literatura, la de Poetas y Libros permiten el
paso de una a otra en la estación Viajero y la de Libros y Viajes, lo hacen en
la estación Tequisquiapan. Llegado a este punto, quedaba aún pendiente el
asunto de qué título darle al libro. Podría haber parodiado la astucia de
Magrite de aseverar: «esta no es una pipa» y decir alguna de las muchas cosas
que no es este libro. Por ejemplo: este no es un libro. Preferí sin embargo
buscar un título que describiera lo que sí es el libro. Pensé que los textos
tratan de los temas de los que escribo en las redes sociales. Recordé de
inmediato la frase que Murakami popularizó en su libro parcialmente
autobiográfico De qué hablo cuando hablo de correr. Murakami a su vez tomó la
frase del título de un libro de Raymond Carver: De qué hablamos cuando hablamos
del amor (What We Talk About When WeTalk About Love). El título del libro es el
de uno de sus relatos, en el que dos parejas de amigos se plantean la pregunta
que da nombre al cuento, mientras beben ginebra. Así pues, me animé a proponer
a los lectores esta colección de textos con el título: De qué escribo cuando
escribo en las redes.
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