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viernes, 22 de noviembre de 2019

Textos enredados


Las redes sociales y los dispositivos móviles han, sin duda, cambiado nuestra manera de comunicarnos: los mensajes son más breves, las conversaciones pasan de un tema a otro, de manera no secuencial; hay un poco de exhibicionismo de quien publica y de voyerismo, de quien lee; las conversaciones pueden volverse grupales y hay una menor atención en la corrección formal de lo que se escribe. 
Reflexionando en el tema, pensé en hacer un libro que incorporara algunos de estos elementos; un libro híbrido, que tuviera una versión navegable, en formato digital y otra en papel. Me pareció que era un reto interesante, decidí que algunos de los textos que he escrito en mis redes sociales eran una buena materia prima para hacerlo.

Como punto de partida, me pasé unos días navegando entre los archivos de mi computadora, entrando a las redes sociales, donde había publicado algunos de los textos, seleccionando los materiales y los temas que me parecía podrían ser de interés más general, no obstante su origen, casi personal.

Al final de la «excavación» tenía frente a mí una curiosa y heterogénea serie de escritos provenientes de mi Facebook, de Goodreads, de mi blog y hasta de mis correos electrónicos. Deliberadamente dejé fuera los textos que en mi blog están agrupados bajo los títulos de Indignados, cuyo tema es político y los de Divulgación de la Ciencia, que he recopilado en otras obras.

Los temas de los que hablaban los textos escogidos eran la literatura y los viajes. La parte de literatura tiene tres vertientes: una es la de la poesía, asociada casi siempre a la rebeldía, excepción hecha de los textos dedicados a Borges. Aparecen ahí personajes como el cantante español Paco Ibáñez a quien llamo El eterno rebelde, en el relato que hago de una noche en la que tuve la suerte de compartir con él, en casa de una amiga común. También se encuentra la breve crónica de una conversación con Ernesto Cardenal, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), en el 2014. Están en esa parte los recuerdos de las presentaciones de otros grandes poetas y compositores como Moustaki o Serrat, a las que asistí, y las evocaciones de Alberto Cortez y de Facundo Cabral.

Otra vertiente del tema literario es la crónica de libros. Escribo, cuando escribo en las redes sociales, de libros como El cementerio de Praga, La séptima función del lenguaje o La región más transparente, que son novelas, aunque muy distintas entre ellas.

También hablo de ensayos, de los que compilo una serie de textos que fui subrayando a lo largo de su lectura, como Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, de Octavio Paz, o de compilaciones de artículos como los de El lenguaje de la Pasión de Vargas Llosa, de libros de mis autores favoritos como Balzac o Borges, de libros de amigos míos como Mántica, de Abdón Flores, que incluye el relato París era una mierda o La dignidad encarnada de Silvia Gurrola, y hasta de libros míos como Eros y Tánatos, o el de las historias de la Historia del cómputo en México.

La tercera vertiente de la literatura, en estos textos, es la que tiene que ver con el lenguaje como divertimento. Están en esa categoría, escritos sobre el albur, las traducciones, las frases que no aparecen en El Quijote, el significado de palabras de uso poco corriente, textos difíciles de traducir al inglés o «respuestas» a poemas de Borges.

 También hay textos que van narrando la evolución de conversaciones a través de las redes sociales, sobre la génesis de un mini relato o sobre las novias (o novios) que no debemos tener. Son textos que muestran el lado más interactivo de las redes sociales y más lúdico del lenguaje.

En cuanto a los viajes, la parte central la constituyen los relatos escritos durante un invierno que viví en París. Aparece la lluvia y el mal tiempo, pero también la infaltable visita a una feria del libro y las realizadas a las casas museo de Balzac y de Victor Hugo, al cementerio del Père Lachaise. Se describen las caminatas por las calles de la ciudad y una cena en la Torre Eiffel, después de la cual mi acompañante y yo salimos al aire libre, bajo la lluvia –en el tercer piso– únicamente por el placer de ver al reflector que gira en lo más alto formar arco iris particulares, para nosotros.

Otros viajes de los que había escrito algunas notas, en mis redes sociales, son de Toulouse, en Francia o de Barcelona, Granada y Sevilla, en España. En América del Sur está una visita a Huaca Pucllana, unas ruinas en pleno barrio de Miraflores, en la Ciudad de Lima.  También hay relatos de paseos en la zona de Tequisquiapan, en el estado de Querétaro, como un descenso en bicicleta por rutas de la Sierra Gorda para llegar a la misión de Bucareli, o el vuelo en globo para catar vinos de Freixenet, con los miembros del Grupo Enológico Mexicano. Me seducía también el hecho, ya mencionado líneas arriba, del carácter lúdico de algunos de los escritos. Algunos de los textos eran un tanto personales, como el que habla de la noche en que compartí con Paco Ibáñez o el de la visita de unos amigos, en París que me obliga a hacer la limpieza del departamento. Aunque pensé que probablemente algunas personas encontrarían que esos textos están bien para el «diario del autor», hoy en día los diarios son digitales y se publican en las redes sociales.

Esa dualidad de exhibicionismo y voyerismo que se establece entre quienes leen y escriben en las redes sociales es otro de los aspectos que me gustó de presentar los textos de mis redes sociales. En suma, que los textos desenterrados eran de mi agrado y pensaba que lo serían también del lector, pero tenía aún que resolver la organización de ellos en forma de libro.

Me gustaba su temática, pero también su heterogeneidad. Me gusta leer libros que no siempre obligan a la lectura de «pasta a pasta», sino que admiten esa lectura aleatoria que pasa, por ejemplo, de los comentarios sobre el libro de Nôtre Dame a una visita a la catedral de Sevilla o de la evocación de Václav Havel, a hablar de la globalización con el pretexto de comer cous-cous en un restaurante de un suburbio parisino.

En vez de ver el conjunto de los textos como una línea, con un principio y un fin de lectura, los imaginé formando una red como la de las estaciones del metro. El lector puede entrar a la red en el texto (estación) que le quede más cerca, en cualquier sentido de la palabra cercanía.

Como ocurre con los trayectos en la línea del metro cada viajero, o lector, podrá trazarse una ruta y salirse donde quiera, definir su trayectoria; en función de sus necesidades, gustos, disponibilidad de tiempo. Incluso alguno recorrerá todas las estaciones, probablemente. Este libro es eso, un conjunto de textos propuestos al lector para ser leídos en el orden que a él se le antoje, con la esperanza de que le resulten atractivos.

El conjunto de los setenta y cuatro textos se presenta aquí agrupado en cinco Líneas de metro, con estaciones de correspondencia entre ellas: La línea 1, Poetas y rebeldes, tiene once estaciones, de Midi.El poeta ha muerto a Borges. La línea 2, Libros, tiene veintisiete estaciones, de Eros y Tánatos a Ensayos de Orwell. La línea 3, París, tiene trece estaciones, de Figuras parisinas a Por fin la lluvia nos dio una tregua. La línea 4, Otros viajes, tiene diez estaciones, de Midi. Ô Toulouse a Huaca Pucllana. La línea 5, Divertimentos, tiene trece estaciones, de Ladridos, béisbol, matemáticas y literatura a Borges. Dos divertimentos literarios. Las cinco líneas tienen entre ellas siete estaciones de correspondencia, en las cuales se puede pasar de una línea a otra. En dos de ellas convergen tres líneas: en la estación Borges, lo hacen las líneas de Poetas y rebeldes, y Libros.  En la estación Catedrales, lo hacen las líneas París, Libros y Viajes. Las otras cinco correspondencias son entre pares de líneas. En Midi se corresponden Poetas y Viajes. En Revolución lo hacen Poetas y París. En Ferias se conectan las líneas de París y Literatura, la de Poetas y Libros permiten el paso de una a otra en la estación Viajero y la de Libros y Viajes, lo hacen en la estación Tequisquiapan. Llegado a este punto, quedaba aún pendiente el asunto de qué título darle al libro. Podría haber parodiado la astucia de Magrite de aseverar: «esta no es una pipa» y decir alguna de las muchas cosas que no es este libro. Por ejemplo: este no es un libro. Preferí sin embargo buscar un título que describiera lo que sí es el libro. Pensé que los textos tratan de los temas de los que escribo en las redes sociales. Recordé de inmediato la frase que Murakami popularizó en su libro parcialmente autobiográfico De qué hablo cuando hablo de correr. Murakami a su vez tomó la frase del título de un libro de Raymond Carver: De qué hablamos cuando hablamos del amor (What We Talk About When WeTalk About Love). El título del libro es el de uno de sus relatos, en el que dos parejas de amigos se plantean la pregunta que da nombre al cuento, mientras beben ginebra. Así pues, me animé a proponer a los lectores esta colección de textos con el título: De qué escribo cuando escribo en las redes.

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