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viernes, 8 de septiembre de 2017

Hay sueños que te mueven el piso.


Para Mariana, que conserva la capacidad de maravillarse ante las luces en el cielo.

Anoche mientras un sismo de magnitud 8.2 sacudía la capital de México, yo dormía plácidamente. 
Desperté dos o tres veces por las sacudidas pero me volví a dormir otras tantas.  Cuando finalmente dejó de temblar empezaron a llegarme mensajes y llamadas -que agradezco mucho-  a mi celular. En ese momento desperté un poco más y cobré conciencia de que había sido un temblor fuerte.
Aprovechando que tenía el celular en la mano escribí un par de frases para el Facebook (“Y cuando desperté, Richter se encontraba aquí” y “Hay sueños que te mueven el piso”) y me volví a dormir. Fue hasta esta mañana cuando algunos compañeros de trabajo empezaron a preguntarme por las “luces del terremoto”, que se me ocurrió pensar en el fenómeno de unas luces que no ví.

Se trataba de  resplandores celestes que aparecieron en el momento del temblor. Vi de ellos unas fotos en internet. (La que ilustra este texto está tomada de Twiter) y traté de imaginar qué podría provocarlas. El pensamiento romántico me llevó, primero, a pensar en las auroras boreales y en que se hubieran producido una especie de auroras artificiales por algún mecanismo asociado al movimiento telúrico, pero deseché la hipótesis porque las auroras boreales se deben al movimiento de partículas que entran a la atmósfera, es decir a alturas mayores a la de las “luces del terremoto.”

Mi siguiente sospechoso fueron los relámpagos, ¿podrían haberse formado relámpagos a causa del sismo? Para responderme la pregunta se sucedieron en mi cabeza las siguientes ideas y dudas: Los relámpagos se forman cuando cargas eléctricas logran romper la resistencia que el aire, que es muy mal conductor, opone al movimiento de cargas eléctricas a través de él.  

Cuando llueve, esas cargas se producen por el movimiento de las gotas a través de las corrientes de aire. Pero en el caso del temblor, ¿qué podría haber producido las cargas eléctricas?

Me acordé entonces de algo que mi papá me explicó hace muchos años, cuando  me mostró por primera vez un encendedor que no necesitaba “piedra” para encender, era un encendedor piezoeléctrico. La piezoelectricidad es la producción de cargas eléctricas debido a la deformación de un sólido.

Es ese mismo fenómeno el que se utiliza ahora para encender las hornillas en las estufas de gas. Se aprieta un botón que deforma un cristal y se produce una corriente que genera una chispa para encender el gas. Esto me acercaba a la explicación, pensé.

Releí el Feynman volumen II capítulo 11-8 y encontré una muy somera descripción del fenómeno. Recurrí entonces a internet y junto con la piezoelectricidad, de la que sospechaba, me encontré la triboelectricidad, que es otro fenómeno conocido; es la electricidad que se genera por frotamiento, como por ejemplo la clásica regla de plástico frotada contra el pelo o por la ruptura de un sólido.  Así pues se puede generar electricidad por golpe o deformación de un sólido, como en el caso piezoeléctrico o por frotamiento o ruptura como en el caso triboeléctrico.

Ambos tipos de fenómenos eléctricos pueden generar luz al moverse las cargas producidas, a través de la atmósfera, generando fenómenos que reciben respectivamente los nombres de piezoluminiscencia y triboluminiscencia.

Durante un temblor ocurren tanto golpes, como deformaciones, frotamiento y ruptura de materiales sólidos, por lo tanto se generan estos fenómenos de piezoelectricidad y triboelectricidad.

Como hipótesis me parecieron adecuadas para explicar las luces de anoche, aunque siempre queda la duda: ¿cómo saber si esa es la causa? 
Habría que conocer con detalle los mecanismos de conversión de un tipo de energía en otro durante estos fenómenos y  hacer el cálculo de la cantidad de energía mecánica que se necesita para convertirla en la energía eléctrica que iluminó anoche la Ciudad de México y ver si alcanza. 
Con un terremoto de 8.2 grados Richter uno se siente tentado a pensar que sí, pero finalmente quién sabe.

Al llegar a este punto tuve una duda más: si esto es correcto, cuál es el umbral de energía mínima para producir “luces de temblor”, en otras palabras: ¿es posible que sismos de baja intensidad -que no sentimos- lleguen a iluminar la noche?

Antes de que las dudas me sigan “moviendo el piso” y empiece a pensar en buscar a mis amigos sismólogos, físicos del estado sólido y demás gente de “mal vivir”,  para plantear protocolos de investigación, mejor le dejamos aquí.

Postdata. A los pocos minutos de publicada esta entrada, me contactó de manera privada un viejo amigo y me comentó que para él se trataba de una coincidencia. 
Por supuesto que esa y otras posibles hipótesis no están descartadas. 
Lo que quise mostrar en el texto anterior es la manera en que se reflexiona construyendo hipótesis a partir de lo que conocemos. Después esas hiótesis deben verificarse mediante cálculos y experimentos; estos últimos son los jueces definitivos de la validez de cualquier hipótesis. 
Agradezco a mi amigo, quien concluye su señalamiento indicándome que permanece escéptico, pero agrega: "lo cual no obsta para que se aprecie la pronta respuesta y la reflexión..." 

Otra pregunta: ¿Alguien sabe si hay reportes (en revistas serias) de otras ocasiones en que se hayan visto luces en un terremoto?

2 comentarios:

  1. Hola!
    Gracias por el ejercicio de reflexión.
    Yo también pregunté a un amigo ingeniero civil experto en geotécnia y creo que aún sigue riéndose de mi duda.
    La coincidencia que comenta tu viejo amigo y la incredulidad del ingeniero civil no hicieron más que provocar mi curiosidad científica. Así que busqué en internet y encontré un sinnúmero de citas: desde Plinio, el viejo, hasta videos con celulares pasando por toda clase de referencias históricas en diversas épocas y momentos.
    Efectivamente hay muchos intentos de explicar el fenómeno. Me gusta la idea de las cargas eléctricas y la conductividad y el posible plasma que emane de la superficie.
    Sin embargo para una mañana de sábado, húmeda y relajada como la de hoy, lo que más disfruto es la posibilidad de la discusión y provocación intelectual. Gracias por provocar Dr. Fernandez.

    PD. Estaré pendiente de que los Institutos de Geofísica o Geología se manifiesten y nos den "luz" en este misterio...

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  2. Alex, gracias por tu comentario. le doy respuesta en la nueva entrada titulada "Segunda postdata temblorosa"

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