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jueves, 24 de agosto de 2017

La Fiesta del Eclipse en la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán



El once de julio de 1991 ocurrió en México un fenómeno natural notable: un eclipse total de
Sol. Un acontecimiento tan extraordinario tiene grandes repercusiones, tanto en lo humano como en lo científico. En la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán organizamos, junto con la Coordinación de la Investigación Científica de la UNAM, un campamento para su observación.
Los pronósticos del tiempo no eran muy halagüeños. La probabilidad de que en la zona de
Cuautitlán, el once de julio de 1991 fuera un día nublado y por ende resultara imposible observar el eclipse era alta. Muchas personas prefirieron viajar a sitios cercanos como el estado de Morelos y otros más lo habían hecho con anterioridad a Nayarit o Baja California.
Sin embargo tuvimos suerte quienes nos quedamos en Cuautitlán. La observación fue perfecta y el ambiente extraordinario.
Desde temprano se habían iniciado las actividades con la exhibición de videos y conferencias. El auditorio de Extensión Universitaria estaba a reventar y se palpaba la excitación por todas partes, lo mismo en los grupos de niños que terminaban de construir sus instrumentos de observación, "botéscopios" y "cucuruchoscopios", que en quienes compraban filtros para el sol y suvenires del eclipse.
En el área de las canchas de basquetbol se había encalado una superficie de aproximadamente 400 metros cuadrados con la esperanza de poder fotografiar las sombras volantes. Alrededor de ella se fueron instalando las cámaras fotográficas, las plantas y animales cuyo comportamiento se quería estudiar, el telescopio, y varios dispositivos para la observación indirecta del fenómeno.
Los asistentes nos movíamos nerviosamente visitando uno y otro de los sitios donde se realizaban experimentos. Algunos fuimos al rancho y a la estación meteorológica con que cuenta la facultad para observar las mediciones en curso. Tomábamos fotos y observábamos a través de los filtros y "botescopios" el progresivo avance del menisco oscuro sobre el disco brillante. Durante un par de horas el fenómeno se desarrolló lentamente.
De pronto, hubo un brusco descenso en la temperatura, la noche lo cubrió todo; un pájaro voló, salido quién sabe de dónde, y un murmullo colectivo salió de la multitud reunida alrededor del rectángulo de cal, como de una sola garganta. Se dejaron de lado los filtros y se observó el incomparable espectáculo luminoso. Se veían los planetas más cercanos al sol. La emoción tendía un lazo de unión entre todos los presentes. Después, casi tan bruscamente como había anochecido, volvió a amanecer y se elevó la temperatura nuevamente. Ya con luz del día, la gente seguía emocionada y comentando el suceso como si hubiera ocurrido hacía mucho tiempo. Con el segundo despertar del sol, en ese día, los asistentes empezaron a retirarse. El área blanca se fue quedando sola, las sombras volantes no se presentaron. El eclipse de sol del 11 de julio de 1991 era historia. Quienes lo vimos no lo olvidaremos.

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