Está terminando febrero y yo no acabo de concluir las
tareas pendientes del año anterior. Hacer informes, montar la pastorela,
reunirme con amigos que no alcance a ver en las fechas decembrinas. Los
compromisos de este año se empiezan a sumar con los del pasado…asi que escribir
algo para el blog estaba en chino.
Hoy finalmente, encontré un remanso de tiempo que podría
aprovechar para preparar un artículo que quiero escribir o afinar una nueva
idea para la clase o sentarme a leer tranquilamente, los muchos libros cuyo
disfrute se rezaga…pero no, se me antoja más escribir para el blog; es una idea
que traigo desde hace unas semanas relativa a la labor del profesor.
Pienso que quienes disfrutamos la docencia, lo hacemos
justamente porque no la entendemos como una actividad regida por los límites de
tiempo y espacio que impone el aula. La tarea de preparar los materiales para
la clase y de corregir los trabajos no ocurre en el salón de clases y si la
hacemos es porque nuestra relación con los estudiantes trasciende el momento y
el lugar en que los vemos durante la clase.
Después de 43 años de dar clases, se ha tenido contacto con
muchos estudiantes. Alguna vez, en un centro comercial o en un restaurante,
alguien se acerca y dice: ¿Te acuerdas de mí?, fui tu alumno en la clase de…. Y
uno se pregunta y por qué no me iba a acordar. Otra vez puede ser por un correo
electrónico. De hecho, no hace mucho recibí, justamente, uno que decía:
Espero
se encuentre de maravilla y se acuerde de mi, tomé energía con usted hace como
2 o 3 semestres. Alguna vez le comenté que trabajaba en una secundaria ubicada
en Los Reyes La Paz.
Le cuento que cada año se realiza una Semana
Cultural en donde se realizan conferencias, talleres etc. Este año estará
dedicado a la Ciencia y Tecnología, e
invitamos a personalidades que orienten a nuestros alumnos sobre el tema, me
encantaría poder contar con su presencia, de ante mano sé que está muy ocupado
y sus tiempos son complicados, sólo sería un día…
Claro que me acordaba de la remitente, una tarde al
concluir la clase se me había acercado para preguntarme algo sobre el cómic Dime abuelita por qué. Había visto, me
dijo, que el autor se llamaba como yo y se había preguntado si sería la misma
persona…
No volvimos a hablar mucho del asunto, el curso concluyó y
tiempo después llegó el correo con la invitación, que por supuesto acepté.
El día programado para la plática tráfico estuvo benigno y
llegué casi una hora antes de la cita. Entré a la Escuela Secundaria Juan Jacobo Rousseau por una especie de patio
delantero, preguntándome si sería ahí. Dolores, la alumna que me había invitado
salió a recibirme y mientras llegaba la hora de la plática me presentó con la
directora y me ofrecieron un café, que en mi caso preferí fuera un jugo de
naranja.
Siempre he admirado el espíritu emprendedor y sobretodo en
tareas educativas. Como Director de Únete aprendí a valorar lo que significan
para la educación las escuelas particulares, que no son los grandes nombres de
ITAM, Ibero, TEC de Monterrey…sino pequeñas escuelas, algunas de monjas y otras
laicas montadas y mantenidas con un gran esfuerzo, que muchas veces no hacen
gran negocio y que mantienen su tarea sobre todo por cariño.
Así que esa mañana le pregunté a la directora por los
orígenes de la escuela, su funcionamiento, número de alumnos, etc. Tuvimos una
conversación agradable a la que se sumaron después otras personas y funcionarios
de la misma escuela.
Me platicó de su marido, profesor normalista, que había
fundado la escuela. De los orígenes con el jardín de niños hasta llegar a tener
grupos de preparatoria que ahora habían suspendido, para quedarse nada más con
la primaria y secundaria. Me habló de sus hijos, una de ellas abogado que había
reorientado su formación profesional para ir a trabajar en la escuela, a la
muerte del fundador. Ella nos acompañó más tarde en la conversación.
Entre plática, jugo de naranja y café llegó el momento de
la charla a los alumnos. En un patio trasero –me imaginé que era el del recreo
y me acordé de mi primaria, Profesor
Sábino Rodríguez - habían puesto sillas y creado un espacio para la plática
donde debe haber habido unos 40 estudiantes.
Hablé del cómic, de la ciencia, de la manera como el cómic
puede ayudar a enseñar ciencia. Al final quise saber si había preguntas y amenacé
que en caso de no tenerlas yo cuestionaría al auditorio. Alguien ante la amenaza
me preguntó mi edad.
Yo de todas maneras pregunté sobre sus vocaciones
científicas, sus expectativas profesionales, etc. Se estableció un diálogo en
el que hablé de la página de Facebook del cómic y no pudo faltar “la selfie pal
feis”, tomada por Carlos uno de los inquietos alumnos de la primera fila.
Mientras veía yo el entusiasmo de los jóvenes me preguntaba
que iba a pasar con él, al crecer. Ojalá me decía que las dificultades
inevitables que tendrán que enfrentar, como lo hicieron otras generaciones
anteriores, no los desmotive. Ojala mantengan esa energía y lleguen a ser profesionales muy exitosos. Me
acordé que la directora me acaba de platicar que lo único que les pide a sus
egresados, de los cuales por cierto Dolores forma parte, era que le llevasen copia
del título.
Así que para concluir, yo hice lo mismo. Les solicité a
esos cuarenta y tantos muchachos que en caso de que alguno de ellos estudie
ciencia, me lo haga saber.
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