Mi buena amiga Estrella Burgos, editora de la revista ¿Cómo ves? me ha hecho el favor de escribir el prólogo del libro Derrotar a la ignorancia. Como en el Juego del Maratón. Les dejo su escrito, al que en esta entrada del blog he titulado Prólogo Estelar.
“Quien es incapaz de
hacer el esfuerzo de comprender la ciencia buscará siempre un camino real que
le evite la tarea de pensar” escribe Rafael Fernández en este libro. Es una afirmación que podría dar inicio a un
sabroso debate entre divulgadores, por ahora abre la puerta para preguntarse
por qué alguien sería incapaz de hacer tal esfuerzo. Más que incapaz, yo
pensaría que esa persona carece de la motivación necesaria. Nuevamente, ¿por
qué? El propio Rafael apunta a varias repuestas y posiblemente esté de acuerdo
conmigo en que no son pocos los culpables. Tal vez un sistema educativo que nos
va quitando el afán por entender; la codicia en aquellos medios de comunicación
que anteponen ganancias a su deber de informar; los mitos sobre la ciencia y
sus alcances y limitaciones…
La buena, muy buena
noticia, es que es posible motivar a la gente a hacer el esfuerzo de comprender
la ciencia. Ésa es una de las tareas de la divulgación del conocimiento
científico, quizá la más importante. O como dijo Carl Sagan, de cuyo trabajo
Rafael se ocupa en varios ensayos de este libro, conseguir “encender la chispa
del asombro”. Derrotar a la ignorancia, como en el juego del maratón,
necesariamente pasa por encender esa chispa, y si se hace con éxito muy bien
podríamos tener maravillosos fuegos artificiales que duren toda la vida. Se
habrá experimentado lo que Jorge Wagensberg denomina el “gozo del conocimiento”
en su libro homónimo y se buscará experimentarlo una y otra vez.
Rafael Fernández es
poseedor de un gran oficio para escribir textos de divulgación científica,
adquirido con muchos años de práctica y dedicación, motivado, me atrevo a
decir, por gozar del conocimiento. Y como excelente divulgador que es, no ha
olvidado lo importante que es conservar la capacidad de asombro. Este libro
puede verse como un recorrido por sus propios motivos de asombro y reflexión.
Puede verse también como un libro de libros, pues es una invitación constante a
leer a otros autores, divulgadores unos, científicos, filósofos, historiadores,
novelistas y poetas, otros. En el curso de la lectura de esta colección de
ensayos, a menudo cuesta trabajo resistir la tentación de ir a buscar tales
referencias, y no queda más remedio qué preguntarse a qué hora, cuándo y cómo
tuvo tiempo Rafael de leer tantísimo. Lo conozco hace más de tres décadas y
siempre me sorprende su capacidad lectora y de análisis. También su memoria.
Todo ello lo pone aquí para darnos cuenta, primero, del peso de la ignorancia,
y luego, del contrapeso de la ciencia. En su libro, al menos, gana por mucho el
contrapeso. Rafael lo logra porque cada ensayo aquí presentado es una
invitación a pensar, a discutir y a veces incluso a tomar papel y lápiz para
hacer cálculos numéricos y geométricos, o a hacerse de instrumentos para medir.
Éste es un libro que dice “ve y piensa”, “ve y prueba”, y se siente uno tentado
a buscar a Rafael para platicar con él de alguno de los muchos temas que aborda
y también a compartir la propia experiencia, si la hay, con ellos. Él nos ofrece
física, matemáticas y astronomía, pero sobre todo ofrece maneras distintas de
mirar las cosas: la de Aristarco, la de Tycho Brahe, la de Galileo, la de Kepler,
la de Newton (mucho Newton, felizmente)… La lista es larga y sustanciosa. De
postre nos sirve ciencias espaciales, la aventura humana de pisar la Luna y
enviar naves a otros objetos del Sistema Solar firmemente afincada en los
logros de esos matemáticos, físicos y astrónomos.
Derrotar
a la ignorancia
es un libro para gozar del conocimiento, para leerlo a ratos y volver, para
tenerlo siempre a mano. En suma, es un libro que enciende la chispa de nuestro
asombro y con ello nos motiva a hacer el esfuerzo de entender la ciencia.
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