La cátedra no duró mucho y tengo pocas fotos de esa época, pero -como espero que sea pueda leer en estos recuerdos- las personas que me acompañaron eran gente con un gran compromiso y generosidad.
Corren remebranzas:
La Cátedra de
Investigaciones Multidisciplinarias.
En la época en que
José Luis Galván era director de la FES C, el cubículo de Marcela
Astorga -en los laboratorios de Ciencia Básica- tenía una excelente
y hospitalaria cafetera.
Asistíamos con
regularidad, casi religiosa, a tomar café y platicar entre clase y
clase, varios profesores. Entre los infaltables, además de la
“dueña” del cubículo, estábamos Jorge Martinez, Roberto
Andrade y yo. Los vidrios del cubículo tenían pegados varios
carteles por lo que desde afuera no se veía su interior y de rato en
rato alguien llamaba a la puerta para preguntar algo.
Una mañana mientras
estábamos en el ritual diario del café y la conversación, tocaron
a la puerta; como esta abría hacía adentro, al hacerlo sólo se
veía la persona que atendía. Marcela abrió y yo oí una voz
femenina que me pareció agradable decir:
-¿No está el profesor
Roberto Andrade?
Desde la invisibilidad
de mi sitio, bromeé
-Dile que no está,
pero que estoy yo.
Efectivamente el infaltable Roberto, ese día
no estaba. Se oyeron unas risas de quienes habían tocado la puerta y
se despidieron.
-Era Graciela Arroyo,
dijo Marcela. Va a volver a tocar, es muy curiosa.
Efectivamente volvió a
tocar y entonces abrí yo. Así conocí a Graciela y a través de
ella a Laura Aguilar.
No estoy seguro de las
fechas de la anécdota, pero debe haber sido 1985, yo tenía un año
de haber regresado del doctorado y estaba lleno de entusiasmo por
echar a andar un área de investigación en mecánica de fluidos y
fenómenos de transporte, en la FESC.
Había profesores que
me decían que mis esfuerzos merecían mejor destino, que mejor sería
irse a Ciudad Universitaria e integrarse a algún instituto. En esa
época tuve una oferta del Dr. Prieto de Instituto de Física para ir
a trabajar allá, pero yo me sentía muy a gusto con la vida de
Cuautitlán. Dando clases y buscando apoyos para armar el
laboratorio.
En algún congreso,
personal del Instituto de Investigaciones Eléctricas se interesó en
la ponencia que presenté, pues era el tipo de trabajo que ellos
estaban desarrollando, establecimos una relación de trabajo y
terminé siendo asesor del Instituto hasta 1995, cuando el “error
de diciembre (¿o de noviembre?) acabó con los proyectos de
Investigación Básica del Instituto.
José Luis Galván me
había “acomodado” en el área H del CAT. Lo de que me había
acomodado es un decir, porque lo que había hecho era asignarme una
de las naves desocupadas, para que ahí trabajara. Con presupuesto
del IIE, que firmó un convenio de colaboración con nosotros y con
ayuda del Dr. Alain Baleix, que había sido mi compañero en el
laboratorio de Banleve, en Francia y a quien yo había logrado traer
como profesor visitante, construimos una instalación experimental en
esa área del CAT.
Cuando Alain concluyó
su periodo de profesor visitante, Galván me autorizó a remplazarlo,
contratando a alguien con 40 horas de nombramiento. Pegué anuncios
en las mamparas y respondió Gilberto Amaya Ventura. Así se integró
al equipo -que con él era de dos- Gilberto Amaya.
La amistad con Graciela
y Laura derivó necesariamente en el acercamiento de ellas a los
temas de fenómenos de transporte y de cómputo. Por alguna razón
que estoy seguro que ni ella misma sabe, Laura decidió hacer la
tesis conmigo, desarrollando un programa para resolver la ecuación
de transferencia de calor por el método del elemento finito. En la
escuela debe haber habido, en esa época, cuando más una decena de
computadoras personales y una de ellas la teníamos nosotros.
Un día a la entrada de
Campo 1, María Luisa Arias me había dado una computadora “portátil”
y me había dicho: “Te la manda José Luis, para que la desarmes y
te diviertas.” La máquina era una “maleta” que pesaba más de 8 kilos, con
una pantallita de color ámbar, de unas 7 pulgadas, que trabajaba con
MS DOS 2.0 y que no tenía disco duro. La carcasa “portatil”
medía como 80 cm x 60 cm x 30 cm.
En esa computadora
Laura desarrollaba su tesis.
Mientras Alain y yo
construíamos la instalación experimental y Laura hacía su tesis,
una nueva generación había entrado. De ella recuerdo a muchos
estudiantes, pero sobre todo a dos que harían la tesis conmigo, más
adelante: Claudia Loaiza y Guadalupe López Franco. Ambas se fueron
integrando, al volver Alain a Francia, al grupo con Gilberto, con
Laura y conmigo.
Cuando Lupita y Claudia
estaban llegando al grupo, vino el cambio de director y Keller me
nombró secretario académico. Entre los proyectos de la secretaria
estaba el programa de cátedras, que se implementaría a través de
la coordinación de investigación, que llevaba Sara Valdés y un
nuevo programa de conferencias de divulgación, que creamos:
“Ciencia, Conciencia y Café”.
El programa de cátedras
nos ayudó a formalizar la estructura del grupo, pues por primera vez
habría un mecanismo para solicitar apoyos y concursarlos.
Gracias a este programa
conformamos la Cátedra de Investigaciones Multidisciplinarias.
Participaron en él estudiantes de la carrera de Ingeniería Mecánica
y Eléctrica: Rodrigo Carrillo, Saúl Valencia, Alejandro Hernández
y Mario Dorantes; de las carreras de química: las ya mencionadas
Claudia y Lupita, además de Bety, que terminaría casándose con
Rodrigo.
En un momento dado,
incluso Teresa Carrillo, quien estudiaba en Acatlán y era hermana de
Rodrigo formó parte extraoficialmente de la cátedra, pues hizo
también la tesis conmigo usando Modulef para resolver ecuaciones
diferenciales de mecánica de fluidos.
Rodrigo y Saúl se
incorporaron a la cátedra después del eclipse de sol de 1991. Ellos
propusieron e instrumentaron un experimento para medir la intensidad
luminosa ese día. Los resultados los publicamos en un número
especial de la revista Comunidad de la FES C y los reproduje más
adelante en el libro “Para conversar de ciencia.” Por cierto la
foto de Laura Aguilar que ilustra este texto fue tomada durante el
campamento del eclipse en la FES C.
Yo me pasaba largas
jornadas entre la secretaría académica de la Facultad y el CAT,
donde operaba la instalación experimental, a la que con apoyo de un
Papime, que presentamos conjuntamente con la Dra. Marisa Ruiz de la
Facultad de Química, habíamos conseguido ir equipando.
Precisamente cuando
Keller es nombrado director yo tenía ya aprobado mi sabático para
ir al IMP a trabajar con Marisa Ruíz y en la primera reunión del
Cosejo Técnico del primer periodo de Keller, se aprobó posponer el
disfrute de esa prestación.
Siendo yo ya secretario
académico, me pidió el director ser el contacto oficial de la FES C
con el Dr. Laguna quien era el coordinador para el desarrollo
académico de las unidades multidisciplinarias. A mí me encantaba
mostrarle al Dr. Laguna los avances que hacíamos en la cátedra, así
que cuando me enteré que el rector Sarukhan haría una visita a la
facultad, me pareció que sería importante que visitara el CAT.
Así ocurrió. Después
de la visita de Sarukhan, Keller me dijo que al rector le había
parecido que el CAT era un espacio excelente para asentar y
desarrollar grupos de investigación. Ya por esos tiempos la relación
entre Keller y yo había dejado de ser buena; yo me daba cuenta, pero
no había percibido hasta que punto el director estaba ya incomodo
con mi permanencia en la secretaría académica.
Keller, que temía que
“pedirme la renuncia” pudiera derivar en una confrontación (lo
que no hubiera ocurrido, por cierto) vio en mi entusiasmo por el CAT
y en la opinión de Sarukhan (real o supuesta) una manera de
hacerlo.
Ya he platicado en otra
parte que Keller nos invitó a comer a Jorge Martínez Peniche y a mí
y me ofreció que creara yo, en terrenos del CAT, el Centro de
Investigaciones Multidisciplinarias. La idea me gustaba pues con el
Dr. Laguna habíamos comentado sobre hacer un plan para que
profesores de Ciudad Universitaria pudieran ir a las unidades
multidisciplinarias a pasar sus periodos sabáticos,
ayudando a despegar
grupos locales de trabajo1.
Las cosas no ocurrieron
así porque todo esto pasaba en el año anterior a la reelección de
Keller, quien con el argumento de que ya no era momento de arrancar
nuevos proyectos lo canceló unos meses después.
Vale la pena cerrar el
relato de manera semejante a como lo inicié, con una anécdota de
Laura Aguilar. Cuando Keller buscaba la manera “pacífica” de
hacerme a un lado, mandó llamar a Laura para hacerle una propuesta
de ser contratada por la dirección para atender algún proyecto.
Laura acudió al
llamado del director y luego pasó a mi oficina, que estaba enfrente
a darme la reseña de su entrevista. Cuando la ví entrar con su
playera de Ciencia, Conciencia y Café, le dije que a la mejor no era
el atuendo más apropiado para asistir a la cita con el director. Laura me
contestó algo que no he olvidado:
-Es para que vea que
tengo la camiseta bien puesta.
Valgan estas líneas
como testimonio de gratitud al trabajo desinteresado que Laura,
Lupita, Claudia, Rodrigo, Saúl, Mario, Alejandro, Teresa, Bety y
varios estudiantes más prestaron al desarrollo del proyecto de la
Cátedra de Investigaciones Multidisciplinarias de la FES C.
Como dato adicional
diré que Mario aún trabaja conmigo, Lupita es profesora en la FES
Cuautitlán, a dónde volvió después de acompañarme a DGSCA un
tiempo. Laura, por supuesto sigue siendo mi amiga y estamos empezando
a colaborar en temas de divulgación de la ciencia alrededor del cómic "Dime abuelita por que"
1Años
después, ya estando en DGSCA, comenté esto con el Dr. Enrique
Daltabuit y él consiguió ir a echar a andar, mediante un mecanismo
semejante, el Centro de Investigación Tecnológica de la FES
Aragón.
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