Mi director de la tesis de doctor, era un hombre nervioso.
Antes de que fuera el examen de grado me pidió que le hiciera la presentación a
él, para afinar detalles. Le dije que sí, pero que no le garantizaba que lo que
le presentara, en esa ocasión, sería lo
mismo que expondría el día del examen. ¿Por qué?, me preguntó, extrañado.
Porque no puedo, le contesté, siempre improviso.
Y así es, me cuesta trabajo repetir las cosas. Así fue en
los muchos exámenes de oposición en la UNAM. Lo mismo para las definitividades
de asignatura que para la plaza de carrera. La improvisación como arma secreta.
Igual sucede cuando doy clases, eso lo saben -¡pobres! –
mis alumnos. El discurso de la clase se va armando según las caras que veo y
que “leo”, pregunto y según las respuestas improviso una cosa u otra.
Hay veces que me gusta mucho como di alguna clase y la
quiero repetir la siguiente vez y me sale algo horrible, porque ni me acuerdo
bien de lo que dije, ni tampoco digo nada nuevo. Así que por eso mejor no trato
de repetir nada.
Obviamente cuando improviso no lo hago de la nada. Los
temas de los que hablo en clase son asuntos a los que les he dedicado atención
por lo menos en los últimos 45 años, desde que estaba en la prepa. Entonces
creo que sería más justo no decir que improviso, sino que me llevó 45 años
prepara la clase.
Podría, siguiendo la misma línea de pensamiento, afirmar que
llevo más o menos ese tiempo preparando la plática que daré el próximo jueves
22 de agosto en el campo 1 de la FES Cuautitlan, a las 9 de la mañana. El tema
es el uso del cómic de divulgación Dime
abuelita porque para un aprendizaje de la ciencia basado en el desarrollo
de competencias.
Me hubiera gustado poder dar un avance de la plática y
contarles lo que voy a decir el jueves, pero me pasaría lo mismo que con la
presentación a mi director de tesis del doctorado, lo que pusiera aquí, seguro
no será lo que diré el día de la presentación.
Así que mejor les platico a grandes rasgos, como se ha ido
gestando esta plática a los largo de los años:
El jueves voy a hablar del uso docente de un cómic que
hacemos desde hace dos años y medio. El cómic está basado en el libro del mismo
nombre que el cómic (o mejor dicho: al cómic le pusimos el mismo nombre que ya
tenía el libro) que escribí hace poco más de tres años.
El libro es la versión corregida y aumentada,
literalmente hablando, de dos capítulos del libro Para conversar de ciencia, editado alrededor de 1999. El libro
había tenido un relativo éxito pero los materiales se habían ido
desactualizando. En vez de reeditar el mismo libro, decidí sepáralo en
capítulos para alrededor de cada capítulo hacer un nuevo libro, agregando
material y corrigiendo el que se quedaba. Uno de los capítulos de Para conversar de ciencia que sirvió de
punto de partida al nuevo libro se llamaba…efectivamente: Dime abuelita porque.
Ahora se preguntarán, si han seguido leyendo, de dónde
venían los materiales de ese capítulo de Para
conversar de ciencia. Salieron de una recopilación de textos de
divulgación, que había yo escrito, principalmente en Revista de revistas de Excelsior, en una columna que llevaba el
nombre Para Conversar. Se sumaban a
los textos de Revista de revistas,
varios más, que había publicado en otras revistas como Contactos de la UAM,
Netmedia, revista red, etc.
Para seguir la historia de la gestación de la plática del
jueves próximo, les diré que escribía para Revista
de revistas porque me invitó a hacerlo su director Enrique Loubet, para quien
previamente había yo escrito textos en Comunidad
Conacyt, revista que él dirigía a finales de los años setenta y principios
de los noventa…del siglo pasado!!! Para esa revista llegué a enviar, por correo
postal (Smail = Slow mail) artículos mecanografiados en máquinas con el teclado
francés.
A Enrique Loubet lo conocí en el Curso de periodismo de
la ciencia, organizado por Conacyt en 1980, del cual él era instructor. Me
interesó asistir a ese curso y presenté mi solicitud, que fue aceptada, porque
por esas fechas hacía la revista Marcha,
órgano informativo del colegio académico de la FESC de aquellos años.
Algún día platicaré por qué se llamaba así la revista y
el honor que tuve de conocer a Carlos Quijano durante su exilio aquí en México…
el hecho es que en esa revista ya publicábamos los profesores de la FESC de
aquel tiempo artículos de divulgación científica.
Los temas acerca de los cuales escribíamos eran los de
nuestras clases, en mi caso física y matemáticas. Mis clases estaban más o
menos relacionadas con lo que había estudiado en la licenciatura, que además
eran los temas que me interesaban más, en la prepa.
Así que como ven los temas que me interesaban en la prepa
se convirtieron en el cómic Dime abuelita
porque. A esos intereses, ahora le he agregado su uso en el salón de
clases, para el desarrollo de competencias. Es decir le he agregado la
componente pedagógica.
Esa componente, aunque por una vía distinta, lleva el
mismo tiempo desarrollándose. En la
prepa también me gustaba mucho la literatura. Con el tiempo, un poco de trabajo
y aprovechando las oportunidades, me convertí en profesor de español para
extranjeros y de francés en la FES Acatlán.
Para poder dar clases de lengua, tuve que llevar un curso
de formación de profesor, donde estudie pedagogía (algo que por cierto no se
les pide a los profesores de ciencia).
El jueves -no se con detalle que voy a decir- pero se
juntarán, en la charla, esas dos vías. Ojala se den un tiempo para asistir y
hacer preguntas, si no, cómo voy a armar la plática.
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