Dice el tango que veinte años no es nada, pues entonces
cuarenta son dos nadas. El tango se llama volver
y hoy, por cierto, volvimos a clases
en la UNAM. Las semanas anteriores la escuela, al menos el campo 1, que es
donde me muevo lucía triste y desangelada. Llegabas a un estacionamiento casi desierto y pasabas por unos patios igualmente
vacíos y silenciosos.
Hoy, desde el estacionamiento, se percibía ya la vida que
le dan, a los edificios y a las instalaciones, la presencia de los estudiantes.
De paso al cubículo del departamento de física en campo 1, veo a los alumnos
sentados sobre las bancas, platicando; subiendo o bajando las escaleras de los
edificios para ir a una nueva clase. Me encuentro con otros compañeros profesores,
nos saludamos y comentamos sobre el inminente semestre.
No empecé hablando del tango solo por su nombre y por la
vuelta a clases del día de hoy, lo hice sobre todo por los cuarenta años, las
dos nadas del título de la entrega, que -días más, días menos- hoy cumplo de
haber dado mi primer curso en la UNAM: El curso de Matemáticas Generales I de
la carrera de biología, en la facultad de ciencias de la UNAM.
Y pues sí, “las nieves del tiempo blanquearon mi sien”,
pero a diferencia del autor del tango que sentía casi casi la vida se le había
acabado, a mí me parece que ese primer curso de matemáticas ocurrió el día de
ayer.
Algún día probablemente me deje ganar por la nostalgia y
escriba mis recuerdos de estos últimos cuarenta, muy felices años, de trabajo universitario; con sus
reglamentarios periodos sabáticos que también he disfrutado y en los que he
aprendido -con dificultad- que hay vida fuera de la UNAM. Haber sido director
general de UNETE, jefe de unidad en el
Tribunal Electoral y director de atención ciudadana en el IFE son experiencias profesionales
que me han enriquecido y que los años sabáticos hicieron posible.
Podría hacer una lista de cómo era la UNAM hace cuarenta
años, cuando empecé a trabajar en ella y de cómo es hoy. Por ejemplo no
existían las unidades multidisciplinarias, el rector era Guillermo Soberón,
había un muchísimo menor número de rechazados en los exámenes de ingreso, etc,
etc. pero no lo haré, prefiero ver hacía
adelante a la UNAM que todavía no es y a cuya construcción prefiero sumar mi esfuerzo, ya habrá tiempo, para recordar en otro momento.
Ya seguiremos hablando de la construcción de una UNAM
mejor, que obviamente pasa por la mejora de la FESC, pero por lo pronto pongo
puntos suspensivos a este texto con una cita más del mismo tango: “Y aunque no
quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor”…
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