Con motivo de la muerte de Neil Armstrong, este texto que escribí y publiqué en el libro "Para Coversar de Ciencia".
El cuarto y último timbre de la colección
"Luna 69" muestra la pisada del hombre en la luna. La fotografía de
esa huella es quizás una de las más famosas de toda la historia.
Es la materialización de un sueño largamente
acariciado.
El que un hombre
-Neil Armstrong, el primero- halla puesto pie en la superficie lunar, como
consta en la fotografía usada para el timbre, no fue solamente el resultado de
los trabajos de unos cuantos científicos, lo fue también de los esfuerzos de
muchos políticos, administradores, técnicos y, en último caso, de los
sacrificios de buen número de contribuyentes, pues los 30 mil millones de
dólares que costó a los Estados Unidos la carrera a la luna provinieron de
fondos públicos.
Muchos
ciudadanos se preguntaron entonces, y algunos lo siguen haciendo ahora, si
efectivamente tenía sentido la obsesión por ser los primeros en poner un hombre
en nuestro satélite.
Por supuesto, la idea
de llegar a la luna había inflamado desde antes las imaginaciones más
ardientes. Bergerac y Verne, entre muchos más, habían escrito ya historias de
hombres en la luna. Coddard, Oberth y Von Braun habían desarrollado la teoría
fundamental de los vuelos espaciales y habían construido cohetes como la V2, que en 1948 llevó en su
punta al mono rhesus Alberto.
Pero en 1961 las
cosas tomaron otro ritmo. Se vivía la guerra fría y los entonces soviéticos
acababan de tener éxito -el 12 de abril
en el intento de poner en órbita al primer ser humano. Correspondió a
Yuri Gagarin lograr la proeza de ser el primero en realizar una órbita en torno
a la tierra. Por cierto, Gagarin encontraría la muerte a la que había escapado
en 1961, siete años después, el 27 de marzo, probando un nuevo avión.
El 25 de mayo de 1961
el presidente Kennedy se dirigió al Congreso de los Estados Unidos para
comunicar su propósito de que esta nación pusiera un hombre en la luna antes
del fin de la década. Dijo que el logro que se tendría en el espacio sería
parte del combate que ocurriría alrededor del mundo entre la libertad y la
tiranía.
Algunos historiadores
presentan a Kennedy un tanto desinteresado por el aspecto científico del
proyecto, pero acorralado por la imagen de poderío tecnológico que estaban
adquiriendo los soviéticos luego de sus logros en cosmonáutica. Jerome Wiesner,
jefe de asesores científicos de Kennedy, recuerda que el presidente le había
dicho: ¿no puede usted encontrar algo qué hacer aquí en la tierra que
represente un uso más eficiente de los recursos? A lo que él respondió: no con
el mismo efecto político.
El
presupuesto de la
Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA),
que fue creada por Einsenhower el 10 de octubre de 1958, aumentó de 523.6
millones de dólares en 1960 hasta 5 mil 250 en 1965; es decir, se multiplicó
por diez. La persona encargada de administrar este dinero no fue un científico,
sino un abogado profesional y hombre de negocios que había dirigido la oficina
de presupuestos de los Estados Unidos en épocas del presidente Truman: James
Webb.
Cuando Kennedy se presentó en 1961 ante el congreso para solicitar el
financiamiento de un programa capaz de llevar al hombre a la luna antes del fin
de la década, los Estados Unidos tenían tan sólo una experiencia de quince
minutos en vuelos espaciales tripulados. Alan B. Shepard había realizado, el 5
de mayo de 1961, su publicitado vuelo suborbital. Webb empezó por reorganizar la NASA para hacer de una
colección de grupos de investigación más o menos ajenos entre sí, un equipo con
una meta común. Dio a contrato, a distintos grupos, la construcción del
propulsor del Apolo, del módulo de mando y del sistema de navegación.
Para el sistema de navegación se escogió al laboratorio de
instrumentación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), al frente del cual estaba Charles Stark
Draper. El laboratorio de Draper había producido la tecnología para dirigir los
Misiles Polaris. Al principio, Draper y David Hoag, el director técnico del
laboratorio para el proyecto Apolo, pensaron que la tarea resultaría "tan
fácil" como guiar un antimisil o circunnavegar la tierra bajo el agua en
un submarino nuclear. "Parecía sólo el estado del arte de la ingeniería
-dijo Hoag, pero agregó-, por supuesto que tuvimos que ir más allá del estado
del arte".
Un sistema de tres giroscopios y tres
acelerómetros controlaban los giros y movimientos alrededor de otros tantos
ejes de rotación y ejes de movimiento. El sistema de navegación al final resultó tan bueno que el Apolo
necesitó, luego de haber viajado 250 mil millas y de que la luna se había
movido en su órbita 200 mil millas, prender únicamente su propulsor durante
tres segundos para corregir su posición 300 millas náuticas.
Por
su parte, los Laboratorios de Propulsión a Chorro de Pasadena JPL fueron los encargados de decidir el sitio
del alunizaje, de responder a preguntas relacionadas con la constitución de la
corteza lunar y de , minimizar los riesgos de hundimiento de la nave en suelo
selenita al momento de posarse. Los laboratorios de Pasadena eran el sitio de
más avanzada tecnología de satélites.
Para cumplir su misión los JPL lanzaron más de una
docena de vuelos no tripulados: los Rangers, los Surveyor y los lunar orbiter.
El programa comenzó de manera muy poco prometedora. Los tres primeros Rangers
tuvieron problemas. Los dos primeros no alcanzaron a salir de la atmósfera
terrestre por fallas en el propulsor y el tercero pasó a 23 mil millas de la
luna a causa de defectos en el sistema de navegación.
El
Ranger 4 fue el primero en llegar a la luna en abril de 1962, pero por fallas
en su sistema computarizado no pudo obedecer las órdenes que se le enviaban. El
Ranger 5 volvió a fallar el blanco. El gerente de la JPL, Robert Crabtree dijo,
refiriéndose al equipo de ingenieros a cargo del proyecto: "esperaban que
fuera tan fácil como construir un coche, pero no era tan simple (…) aprendimos
la importancia de ser redundante. Hubo respaldos de las componentes para
asegurar un buen funcionamiento. Vimos que era necesario que las pruebas
terrestres se efectuaran en condiciones similares a las del espacio".
El Ranger 6, rediseñado y con sistemas de respaldo,
alunizó finalmente en febrero de 1964 en el Mar de la Tranquilidad. Unos
meses después, el 31 de julio, el Ranger 7, enviado en una misión kamikase, se
estrellaba contra la luna. Pero durante sus últimos 16 minutos y medio enviaba
4 mil 316 fotografías que confirmaban, sin lugar a dudas, la viabilidad de un
alunizaje. Todavía en 1965 los Ranger 8 y 9 enviarían 13 mil fotografías más.
La mayoría del Mar de la
Tranquilidad.
La
construcción del módulo de alunizaje fue encargada a Grumman, quien había
ganado su reputación trabajando para la naval. Incluidos en el programa para ir
a la luna hasta 1963, los ingenieros de Grumman debieron trabajar contra reloj.
Con el diseño de ingeniería casi concluido fueron forzados a reducir el peso
del módulo en mil kilogramos.
El
módulo de mando lo construyó la North American Rockwell, y al igual que Grumman
se vieron afectados por la disminución de presupuesto, efecto del aumento de
intensidad de la guerra de Vietnam y a causa de una serie de disputas acerca de
la mejor estrategia para aproximarse a la luna. La discusión consistía en si
debía irse a la luna mediante un ascenso directo o debería emplearse un camino
indirecto que incluyera órbitas alrededor de la tierra y de la luna.
La
primera posición era sostenida por los científicos, principalmente el jefe de
asesores en ciencia de la casa blanca, Jerome Wiesner. La segunda por la NASA, y contaba, entre otros
de sus defensores, con Von Braun. Al final se impuso la idea de la NASA.
Tras
varios ejercicios exitosos en tierra, en 1968 se realizó con el Apolo 5 la
primera prueba no tripulada de un módulo lunar. Resultó tan exitosa que no se realizó ya un segundo ensayo
previamente calendarizado. Un tercer y cuarto módulo fueron usados en los
viajes del Apolo 9 y 10. El quinto módulo fue el Águila, encargado de llevar a
Armstrong y Aldrin al suelo lunar, en la misión Apolo 11.
A
principios de 1967, el plan de llegar a la luna antes del fin de la década de
los sesentas sufrió un retardo de casi dieciocho meses, debido a la muerte de
quienes debieron ser los primeros tripulantes de una misión Apolo: los
cosmonautas: Grissom, White y Chaffee. La investigación realizada sobre las
causas del accidente encontró muchas deficiencias en el diseño, en la
ingeniería, la manufactura y el control de calidad. Antes de la tragedia se
tenía pensado llegar a la luna ,a fines de 1968.
El
primer vuelo Apolo tripulado, que debió efectuarse a principios de 1967, no fue
realizado sino hasta el once de octubre de 1968 con el Apolo 7. Los viajes de
los Apolo 8, 9 Y 10 a
finales de 1968 y 1969 terminaron de preparar el terreno para la gran aventura
final del Apolo 11.
El
lanzamiento del Apolo 11 se hizo el 16 de julio de 1969, a las 9:30 hora
local. La tripulación la integraban Neil Armstrong, comandante; Michael
Collins, piloto del módulo de mandos y Edwin Aldrin, piloto del módulo lunar.
Cuatro
días después, luego de maniobrar para vencer algunas dificultades de última
hora -que según platica Aldrin lo hubiesen decidido a abortar la misión si se
tratara de un simulacro Neil Armstrong lograba alunizar el módulo Águila. En
marzo de 1966, el mismo Armstrong había estado en peligro de perecer en el
curso de la misión Géminis 8, por el disparo accidental de uno de los cohetes
de maniobra. Armstrong tuvo entonces la sangre fría y la habilidad para
resolver el problema. La misión del Géminis se canceló pero los cosmonautas
salvaron sus vidas. Este mismo hombre acababa de maniobrar nuevamente con
pericia, venciendo la última dificultad, para que el hombre pisara la luna.
Faltaba un año, cinco
meses y once días para finalizar el decenio, si consideramos a 1970 dentro de
la década. La mitad de la promesa de Kennedy se había cumplido: el hombre había llegado a la luna,
pero faltaba la otra mitad, debían regresar sanos y salvos. Armstrong y Aldrin
permanecieron en la luna 21 horas y 37 minutos, haciendo algunos experimentos,
instalando equipo científico, recolectando muestras y, por supuesto, colocando
la bandera de los Estados Unidos y un mensaje de buena voluntad.
Mientras tanto
Collins, dentro del módulo de mandos Columbia, giraba en órbita lunar. Collins
tenía a mano un vademécum con dieciocho recetas para rescatar al Águila
en caso de que algo no funcionara. El Águila logró llegar bien al Columbia y
tras un pequeño sobresalto al momento del acoplamiento, los tres cosmonautas
volvieron a reunirse en un mismo vehículo, para emprender el viaje de regreso.
Ocho días después de
haber salido de la tierra rumbo a la luna, los tres tripulantes del Apolo 11
estaban de regreso, sanos y salvos. Kennedy, asesinado el22 de noviembre de
1963, en Dalias, Texas, había vencido póstumamente en la apuesta de ir y volver
a la luna antes del final de la década.
Hubo seis misiones
más del programa Apolo, entre ellas la famosa del Apolo 13, durante la cual sus
tripulantes James Lovell, Fred Haise y John Swigerth, estuvieron a punto de
perder la vid a 32 mil kilómetros de la tierra. El rescate de las astronautas
sirvió de base para el argumento de una película y para alimentar en la
inocencia de los niños de entonces la falsa creencia en la infalibilidad del
programa espacial norteamericano. Dieciséis años después la explosión de
Challenger despertaría las conciencias.
El 6 de diciembre de 1972
despegó el Apolo 17, último de la serie de vuelos tripulados a la luna pero no
había ya el reto de alcanzar nuestro satélite. Sin una meta tan importante que
lograr y con un cambio en la ; manera de dirigir la NASA, ésta se convirtió en
los ochenta, más bien, en una agencia de administración de contratos.
Hoy sigue existiendo el debate acerca de si valió o no la pena el
desafío de Kennedy. Los detractores del viaje a la luna dicen que fue un gasto inútil de recursos, que existían en la
tierra muchas otras necesidades que
resolver. Sus defensores, en cambio, argumentan que los esfuerzos de
investigación que se realizaron para la carrera espacial trajeron beneficios
inmediatos a nuestra forma de vida. Se citan por ejemplo las aplicaciones
médicas, en telecomunicaciones e industriales.
La discusión, que tiene fuertes ribetes ideológicos, va probablemente a
perdurar eternamente. En mi opinión, el viaje a la luna iba a efectuarse de una
u otra forma en algún momento, y por la razón que dio el alpinista George L.
Mallory para escalar montañas: porque están ahí. Del mismo modo, el espíritu de
aventura del hombre lo hubiera llevado a la luna por la simple razón de que
está ahí y había soñado con hollar su superficie desde que dejó de ser simio.
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