Unos meses antes de las elecciones federales de éste año, comenté con mi buen amigo (y conocido de los lectores de este blog), el Dr. Guzmán Peredo sobre la llamada ley seca. Recordó él, en aquella ocasión un texto de su pluma, que había publicado en los años 90 del siglo pasado para Revista de revistas. Se quejaba ahí, Miguel, de que no se pudiera beber en sitios públicos, como los restaurantes, en los días de elección. Señalaba que eso no sucede en otros países.
Me ofrecí a preparar unos datos sobre el tema para comentarlos en una cena del grupo enológico. Las notas que preparé trazaban más o menos la historia de la legislación sobre la llamada ley seca y concluían con el decreto que la cancela.
Pasada la cena, ya comentadas las notas en el grupo de amigos, en vísperas de las elecciones, resultó que siempre sí hubo ley seca. Lo cual dio motivo a que Miguel y yo siguiéramos comentando el tema.
Me hubiera gustado publicar antes algo sobre éste tema, pero que no lo haya hecho es culpa de las olimpiadas que me han tomado el muy escaso tiempo libre que tengo, para escribir. (Por cierto, prometo también un texto, sobre los Juegos Olímpicos.)
Pero como bien dicen: Más vale tarde que nunca.. Así que en esta entrada publicaré el material del artículo original de Miguel Guzmán, aparecido en Revista de revistas y en la que sigue las notas que preparé y el corolario, de cómo fue que siempre si hubo ley seca. Espero lo encuentren interesante. A continuación el texto de Miguel Guzmán:
El vino y las elecciones
Si bene commemini, causae sunt quinque
bibendi: hospitis adventus, praecens sitis, atque
futura, aut vini bonitas, aut quaelibet altera
causa
Si mal no recuerdo, son cinco los motivos
para beber: la llegada
de un amigo, la
sed del momento, o la
futura, la bondad
del vino o cualquier
otra cosa .
Epigrama latino
“El día 2 de septiembre de 1991 apareció mi artículo El
vino y las elecciones, en Revista de Revistas, publicación de gratísimo
recuerdo (dirigida por muchos años por Enrique Loubet). Como me parece que los
argumentos que entonces esgrimí, para manifestar mi desagrado por tan insulsas
disposiciones gubernamentales, continúan siendo válidos al presente, ahora voy
a transcribir algunos párrafos de aquel escrito de hace dos décadas.
Allí señalé lo siguiente: ‘El pasado sábado 17 de agosto
acudí a comer, con un grupo de amigos, a un restaurante de la Zona Rosa. Al ordenar
el aperitivo nos informó el mesero que, debido al hecho de que al día siguiente
se realizarían elecciones en la ciudad de México, estaba prohibida la venta y
servicio de cualquier bebida espirituosa. Por esta absurda razón nos privamos
de acompañar los manjares con un delicioso vino, no fuera a ser que,
envalentonados por esa mínima cantidad de vino de mesa ingerido, armonizando
nuestros guisos, fuésemos (o fuesen todos aquellos, que para el caso es lo
mismo, que degustasen alguna bebida etílica durante la comida) a alterar, un
día después, el sacrosanto orden público que priva en una ciudad que no registra ningún hecho de violencia, y
donde todo es decoro, tranquilidad y paz’. (Esta misma circunstancia, por demás
desagradable,.me toco padecerla en otras ocasiones, en diferentes ciudades de
nuestro país, cuando coincidían esas fechas de elecciones con agradables viajes
por todo México).
‘En otra ocasión, en que disfrutaba de una opípara comida en
Londres (a mi parecer una de las cuatro ciudades capitales más fascinantes de
Europa, al lado de Paris, Madrid y Viena), bañada, por supuesto con un
exquisito vino, me enteré que ese mismo día se estaban celebrando las
elecciones para elegir a quienes ocuparían los escaños de la Cámara de los Comunes. Pero
allí no tuvo vigencia legal ninguna absurda “ley seca”, en perjuicio de habitantes
y turistas de la capital de la
Gran Bretaña, ni tampoco el alud de letreros, pancartas y demás inmundicia propagandística
con la cual ha sido contaminada visualmente la ciudad de México, no solamente
en la temporada en que se desatan estas innecesarias confrontaciones
políticas.
‘Pienso en el grave desacato que significaría para el sentido común ---y el orden gastronómico, que es más
importante--- el hecho de un parisino (o
cualquier turista, llegado a la
Ciudad Luz, a admirar sus incontables encantos urbanísticos)
fuese a la “Tour d’Argent”, “La
Coupole”, “Ledoyen”, “Lasserre, “Grand Vefour” y “Taillevent”
(verdaderos santuarios de la gastronomía en Paris”), o a cualquier otro
establecimiento de restauración de la capital francesa, y le salieran con el domingo siete de
que como al día siguiente tendrían lugar las elecciones para elegir a los
miembros de la
Asamblea Legislativa, o a quien sería el nuevo ocupante del
Palacio del Elíseo, no le podían servir vino
--o cualquier otra bebida espirituosa—
para armonizar con sus deliciosos platillos. Eso sería, a más de una herejía a los principios
fundamentales de la gastronomía, una indudable señal de gazmoñería y cretinismo
llevado al extremo’.
Hasta aquí la trascripción de algunos párrafos de aquel
escrito de hace poco más de veinte años. Continua Miguel Guzmán desarrollando
la misma idea, ya en el momento actual:
“Al mencionar esta “Ley Seca” (que por años ha privado ---o bien privó, en
el mejor de los casos--- en México), es conveniente recordar que en Estados
Unidos de América fue implantada en 1919 la Ley Volstead, vigente
hasta 1933 (la cual también fue conocida con los nombres de Acta de Prohibición
y “Ley Seca”), que penalizaba la elaboración, distribución e importación de
bebidas alcohólicas en todo el territorio
de la Unión
Americana. Esta disposición gubernamental favoreció lo mismo
la aparición de un amplísimo mercado negro de toda clase de bebidas
etílicas ---igualmente originales que
adulteradas---, que la irrupción de sangrientas bandas criminales.
En este tema, el de las ridículas prohibiciones de acompañar los
alimentos con vino (o la ingesta de otras ambrosías etílicas), en los días de
elecciones, no estamos solos los mexicanos, pues en otras naciones de este
continente existen legislaciones similares a las nuestras. En el portal
Wikipedia leí que “en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, Perú,
Uruguay
y Venezuela
esta norma entra en vigencia siempre cerca de cualquier tipo de elección a
nivel nacional, como por ejemplo votaciones para Presidente y Congresistas de la República, Alcaldes o
Presidentes Regionales. La norma se aplica de 48 horas antes del inicio de la elección
hasta 24 horas después de la misma”.
Ahora comentaré que en mayo de 2011 estuve en España por
casi dos semanas. Después de participar en la Feria Nacional del
Vino (FENAVIN 2011), la exposición más importante del vino en ese país, recorrí
los principales sitios de interés turístico de Madrid, Toledo, Aranjuez y
Segovia. Días después tendrían lugar las elecciones para elegir al nuevo
presidente, así como a diversos otros miembros del gobierno español. Me
sorprendió gratamente advertir, en esas ciudades, que salvo pequeños pendones,
colocados con un cordón en los postes del alumbrado público, no había ---por ningún lado— bardas pintarrajeadas, a perpetuidad, como es costumbre que ocurra en México.
Seguramente que el día de las elecciones,
resultado de las cuales José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE), hubo
de entregar la presidencia de España a Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP),
no tuvo vigencia, en todo el territorio de este país europeo, ninguna estúpida “Ley Seca”, que prohibiese
el consumo de bebidas espirituosas en tascas y restaurantes. Supongo que al
gobernante hispano que pretendiese aplicar tan insulsa disposición le darían,
cuando fuese el momento, un gran castigo en las urnas, a más de hacer de él
befa y escarnio por doquier”.
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