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martes, 17 de marzo de 2020

Por los pelos.


El 11 de marzo yo todavía pensaba que estaría en España varios meses más. Tenía programado dar una conferencia el jueves 19, pero poco a poco se empezaba a hacer evidente que muchas de las cosas que planeábamos estaban en riesgo de no suceder.
Ya se había cancelado la semana del Mobil, los partidos de futbol se jugaban a puerta cerrada, las escuelas empezaron a analizar las estrategias a distancia. Las personas estábamos atentas a la evolución del número de contagiados, a las zonas de riesgo, etc.
No se había decretado el periodo de cuarentena pero era una posibilidad que flotaba en el aire, cada vez a menor altura. Murcia cerró sus fronteras, Igualada -muy cerca de Barcelona- las cerraría muy pronto.
Sin darme cuenta se empezaba a formar en mi cabeza la idea de volver a México. Me fui a dormir con esa posibilidad dándome vueltas en la cabeza. No tenía ningunas ganas de pasar dos semanas sólo en el departamento.  Eso cómo mínimo.
El jueves desperté con la convicción de volver “lo más pronto posible”. Hice un par de llamadas a personas muy queridas para comentarles mi convicción casi total. La plática con uno de ellos terminó con la frase: lo más probable es que colgando compre el boleto.
Así fue. Colgué y compré el boleto para el sábado 14 a las 10:10. El viernes 13 tenía trámites de la residencia temporal en España que no podía dejar de atender.
Además de cumplir esa obligación dediqué la parte restante del viernes a preparar maletas, a despedirme de los más allegados, a caminar por las calles y zonas que sabía iba a extrañar. Pasé por la Barceloneta e hice una foto de unas bañistas que luego subí al face book.
En la noche mientras me despedía de un amigo y conversábamos, nos llegó la noticia: el presidente de la Generalitat “cerraba” Cataluña. Los puertos marítimos y aéreos son competencia del gobierno central y permanecerían abiertos, pero no se sabía cuánto tiempo.
En la mañana rumbo al aeropuerto había poco autos en el camino.  Frente al mostrador de la aerolínea para documentar era otra cosa. La fila era enorme y faltaban tres horas para que el avión despegara, si llegaba a hacerlo.
En todos los miembros de la fila se notaba nerviosismo. Mientras avanzábamos para documentar comentábamos entre nosotros. La mayoría de las personas con las que hablé habían cambiado vuelos de fechas posteriores o de otras aerolíneas, a este vuelo. El cupo estaba totalmente saturado.
Hice la cola para documentar, después la de control de seguridad, luego la de revisión de pasaportes y finalmente la que llevaba al vehículo que nos trasladaría al puerto de embarque, que era un sitio remoto.
En las diferentes filas en las que me formé se veía mas o menos lo mismo: gente con mascarillas y una ganas infinitas de ya estar volando.
Todavía arriba del avión nos mantuvieron una hora esperando turno para despegar. Por fin el avión empezó a moverse para tomar turno en la fila de despegue. Mis compañeros eran una pareja de recién casados. Ella con una playera de Universitario de Nuevo León, él con una de Chivas. El país me abrazaba de nuevo.
Empezamos a platicar. Me contaron que habían estado de luna de miel, viajando en una excursión organizada por una empresa. El tour debería durar 17 días, pero empezaron a tener problemas en todas partes para circular y para entrar a sitios turísticos.  Le pidieron a la empres cancela r la excursión y volver a México.
La empresa se negó, aduciendo que no había problema. Que si ellos se querían regresar sería problema de ellos, que lo hicieran por su cuenta. Decidieron hacerlo de esa manera. Consiguieron un vuelo en ese avión, en el que según me dijeron ellos mismos, los boletos habían llegado a costar más de 100 mil pesos.
Me contaron su angustia de las últimas dos noches. Su miedo a no poder salir de Europa. Me hablaron de sus compañeros de excursión varados en Italia. De su estrés esa mañana a las 5:00 cuando llegaron a formarse en los puestos de documentación de la aerolínea y ya había gente. De los momentos de incertidumbre que se vivieron a las 7:00 cuando no se definía si habría o no el vuelo.
Para calmar nuestro nerviosismo hablamos también de futbol. Fueron once horas y un poco más de tensa espera por tocar el territorio nacional.
Tres comidas durante el vuelo, varias bebidas, lecturas, películas, deambular por los pasillos, intentos de dormir y por fin la voz del piloto: hemos iniciado el descenso. Tocamos tierra. Todos nos preguntábamos que tipo de controles tendríamos que pasar.
Yo tenía un número de teléfono para llamar y supuestamente irían a casa a hacerte una valoración. Mis compañeros de viaje, que debían transbordar a Monterrey tenían ya arreglada una cita con un médico.
Salimos del avión. Había personal de la aerolínea con un par de sillas de ruedas para otros tantos pasajeros, pero ningún control de temperatura, cuestionario o filtro. Tampoco al pasar migración. La única pregunta que me hicieron fue: ¿reside en España?
Recogí las maletas, pasé la verificación de contenido y sali a la sala donde ya me esperaban. Había logrado salir de España por los pelos[1].
Llamé al teléfono que traía y jamás obtuve respuesta. Me dieron que en el ABC podían hacer la prueba mediante un pago. Llamé al ABC y me informaron que primero tenían que valorar si era yo candidato a la prueba.
Las preguntas fueron si tenía fiebre, dolor de cabeza o dificultad para respirar. No tenía ninguna de las tres. Entonces, me explicó la voz a través del teléfono, no era candidato.
Le dije que venía de Cataluña, que había cerrado sus fronteras, que en el avión veníamos 230 personas y me contestó que no tenían muchas pruebas y que por eso las dejaban para los casos que presentaban síntomas. Decidí entonces, por las dudas quedarme en casa.
Al final veo que tanto en España como en México, hubo en un principio una especie de incredulidad. Los hinchas del Atlético viajaron a Liverpool cuando ya se sabía que Madrid tenía una alta tasa de contagio. Pero mientras allá poco a poco se fue tomando conciencia, se cerraron fronteras e incluso los opositores políticos fueron apoyando las medidas del gobierno central, lo que veo aquí es una negación del problema, producida probablemente por intereses comerciales que no se quieren tocar, como en el caso del Vive latino y por la ignorancia y desdén a la ciencia.
Desafortunadamente las consecuencias de un desliz personal tiene consecuencias sobre la sociedad entera, pues como escribí también en face book: entre los individuos como entre las computadoras, la protección del nodo lo es de la red.


[1] Aunque todavía en mi generación (al menos en mi familia) se usaba la expresión “por los pelos”, esta ha perdido curso en México. Los españoles la utilizan mucho para significar: por poquito. Generalmente cuando se trata de escapar de algo.

sábado, 29 de febrero de 2020

Lecturas del verano 2019. 4ta parte y bonus. La literatura griega.


En el 2019 el verano de lecturas fue largo. Tanto que llegamos ya al 2020 y aún tengo pendiente un comentario sobre esta cuarta parte de las lecturas veraniega: la parte que toca a la literatura griega. Empezaré por el libro “Una Antología del cuento griego”, editado por Natividad Gálvez.
El libro “Una Antología del cuento griego” lo saqué de la biblioteca de la Barceloneta y al terminar el plazo del préstamo lo refrendé, pues no había terminado su lectura. Tampoco logré terminarlo en el “tiempo de compensación” y como viajaba, a la FIL de Guadalajara, lo devolví sin terminarlo[1]. ¡Nunca hay suficiente tiempo para la lectura!
Conforman el libro una colección de 35 relatos, de 35 autores diferentes. Con esta lectura esperaba yo conocer a distintos autores griegos, a través de una de sus obras. El libro me dio más que eso.
Sobre todo porque en la introducción se hace un recuento del desarrollo de la lengua griega actual y su relación con la lengua griega clásica. Ignoraba yo esa evolución.
El aticismo, se platica, es la referencia normativa durante la época bizantina y la lengua demótica, es la lengua hablada común.
Para proteger a la lengua hablada de los excesos arcaizantes de los fanariotas (élite que dictaba los parámetros de la vida cultural) surge como vía intermedia, el kazarevusa, lengua culta, para limpiar de vulgarismos a la demótica.
Finalmente en 1976 la lengua demótica fue aceptada como la lengua oficial del estado, zanjando así el dilema de la convivencia entre una brillante antigüedad clásica y una modernidad (probablemente) infravalorada.
Vale la pena recordar que Grecia ha obtenido dos premios Nobel de literatura, en 1963 con Yorgos Seferis y en 1979 con Odyseas Elytis.
Los cuentos de la antología están escritos en diferentes épocas y por lo tanto con diferentes versiones de griego, aunque eso no se percibe en la traducción al español.
Lo que si se percibe es el trauma de la derrota de 1922 ante Mustafá Kemal Atatürk, conocida como el desastre de Asia menor. La victoria de Atatürk evitó la recuperación de los antiguos territorios griegos en los que se pretendía asentar una república griega moderna, con capital en Constantinopla, hoy Estambul.
La antología presenta los relatos cronológicamente. El primer autor, del recuento, Emmanuil Roidis, nació en 1836 y el último, VasilisTsiamvusis, en 1953.
Rara vez acometo la lectura de una antología secuencialmente, prefiero una lectura aleatoria y así hice con la Antología del cuento griego. El primer relato que llamó mi atención fue el de Historias de siempre. Me fijé en ese cuento porque busqué si venía algún trabajo de Nikos Kazantzákis, autor de Zorba el griego. No venía ninguno, pero venía este de Galatia Kazantzaki (nacida con el apellido Alexiu), quien fuera su esposa.
De ese relato, sobre el (des) encuentro de una pareja rescaté eta frase:
“Él también busca algo distinto. La diferencia está en que él pretende encontrarlo en todas partes y ella siempre en el mismo sitio.”
Después seguí leyendo una historia cada noventa páginas. Si llegaba al final del libro, las páginas que faltaban para llegar a noventa las contaba desde el principio. Así leí el resto de los cuentos.
Es imposible hacer un recuento de las historias y su temática, en lugar de ello lo que propongo a continuación son el título, el tema, autor y algunas frases de parte de los cuentos:
“Mentalidad de marido de Siros”, habla de un hombre perdidamente enamorado de su esposa que lo engaña. El texto está escrito por Emmanuil Roidis. Estas frases son de ese relato:
“Es posible que una mujer te perdone todo, infidelidades, insultos y golpes incluidos, excepto una cosa: que la quieras más de lo que se merece”.
“Estas puertas no pueden abrírnoslas ni una tierna esposa, ni una amante rendida, sino tan sólo una mujer coqueta, caprichosa y no siempre buena.”
Las frases suenan terribles pero muestran quizás la manera como un marido de Siros pensaba en el siglo XIX.
“La Generala”., trata de un adolescente enamorado de su vecina, la esposa de un general. El texto, lleno de nostalgia, está escrito por Menis Kumandareas. Estas frases son de ese relato.
“Algún duelo de los de antes (…), resultado indudable de alguna rivalidad por una mujer”.
“Pero entonces, aún era bonita y cándida la vida en nuestro barrio.
“Una mañana vinieron los obreros a cortar la araucaria del jardín. Con cada hachazo desaparecían uno a uno mis años infantiles. (…) Un nuevo mundo, de cemento, comenzaba a erigirse”.
“De hada del cuento había pasado a ser una mujer como las demás”.
En “Sobre una historia que no ocurrió”, se desarrolla el tema de una mujer que a partir de la lectura de la nota roja se cuestiona sobre una vivencia suya. El texto está escrito por Sirana Sateli. Estas frases son de ese relato:
“Empecé a pensar que pronto iba a amanecer. Lo pensaba como si sucediera por primera vez, como si no amaneciese todos los días”.
“Me regaló su abrazo en las noches, un abrazo no especialmente cálido, y una ilimitada libertad durante el día, que sin embargo no tenía como canalizar”.
“La vespa”, se ocupa de un gran experto en futbol que pierde un concurso de conocimientos de ese deporte. El texto está escrito por Vasilis Tsiamvusis. Estas frases son de ese relato:
“El futbol es como la canción rebética. Habla al Alma del pueblo y se pasa la lógica y la cultura por el forro. Por eso ha conquistado a todo el mundo”.
“En esta ciudad todo está infravalorado, todo es de segunda división para abajo, excepto en el futbol, donde somos de primera”.
“Inquilino”, cuenta la historia de un hombre que desconoce el espacio que habita, aunque le es familiar. El texto está escrito por Pavlos Mátesis. Estas frases son de ese relato:
 “A no ser que crea que todo esto dura días, mientras que quizá la verdadera realidad es que se trata de un único y prolongado momento de la noche”.
“Me persigue el miedo a pasar hambre. La muerte, las caras flacas, los ojos fieros se han instalado en mi para siempre”.
El cuento que más me gusto fue “Después de oír la señal”, de Ajileas Kyriakidis. Desafortunadamente me es imposible hablar de este relato sin hacer “spoiler”, pero vale la pena leerlo.

Bonus.  Diyimata
Para leer en el viaje a Guadalajara saqué de la biblioteca otro libro de literatura giega: "Diyimata".
Bajo este título, que significa relatos en griego, se agrupan diez cuentos con el subtítulo: antología del nuevo cuento griego. Es una obra recopilada por Irini Pitsaki y que comparado con el libro anterior de Antología del cuento griego, es más pequeña y se ocupa sólo de autores más recientes.
Los autores, Siranna Sateli, Dimitris Nolas y Menis Kumandareas están presentes en ambas antologías.
Me gustaron especialmente dos cuentos de esta Diyimata: el que se llama “Malvados demonios que como gusanos devoran los libros” de Yoryis Yatromanolakis y “La tierra vista desde la luna” de Eugenio Aranitsis .
El primero de ellos habla de un amor enfermizo, en este caso erótico, a los libros. Me recordó, con sus obvias diferencias, otras dos obras que tienen que ver con ese amor excesivo a los libros. Uno de ellos el Quijote y el otro Alexis el griego. En el Quijote, Alonso Quijano enloquece por leer tanto y en el segundo, el patrón de Zorba es apodado por él: rata papirovora, es decir devoradora de libros.  
El cuento de Yatromanolakis lleva al extremo erótico esta idea de la pasión por el libro que sienten algunos escritores. El texto es muy original, con descripciones y paisajes muy poéticos.
“La tierra vista desde la luna” es quizá el relato más enigmático de todos. Aranitisis habla de un anacoreta que está esperando el fin del mundo en una ermita. La acción es casi inexistente: El ermitaño inmóvil con los brazos extendidos y los pájaros que terminan por convertirlo en el sitio para hacer su nido. Sin embargo, las descripciones del lugar, las sensaciones, la luz, los sonidos, los pensamientos, resultan sumamente poéticas.
Todavía antes de acabar el verano alcancé a empezar a leer “El río de las congojas” y “La noche fenomenal”, pero eso ya no entra en el bonus.  


[1] Al volver de viaje, lo solicité nuevamente. En esta ocasión aplicó aquello de que “La tercera es la vencida”.