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jueves, 2 de mayo de 2019

Viajé a la luna para hablar de Toluca.


No, perdón. En realidad, fue al revés de lo que dice el título. Hace unos días Tuve el privilegio de impartir en la capital del Estado de México un taller de creación literaria para niños. El tema era La Luna.
No tenía mucha idea de cómo lo iba a hacer, porque no había visto al público y en estos casos es muy importante “sentirlo”, ver sus caras, leer sus gestos y sus sonrisas. Cuando los vi entrar me di cuenta de que iba a ser una experiencia muy interesante.
Había niños muy pequeños como Alexa de 3 años, que obviamente no iba a escribir nada. Al menos como escribimos nosotros, los adultos. Ella hizo varios dibujos; que es, más o menos, uno de los "dialectos" en que ahora se comunican algunos jóvenes.
Me acompañaba en la aventura mi colaboradora, Heidy Rivas. Heidy me había ayudado a preparar una serie de preguntas acerca de la luna para iniciar la actividad. Ella había seleccionado una lectura que era un cuento sobre un niño que quería ir a La luna. Al final resultaba que es niño era Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la superficie de la luna.
Leí el texto en voz alta, haciéndoles notar a los jóvenes talleristas algunos detalles. Por ejemplo, la relación entre el título: El niño que soñaba con viajar a la Luna y el desarrollo de la historia.
El primer párrafo, del cuento que leí, habla de que el niño que luego será Neil Armstrong tenía un sueño. Antes de concluir el párrafo aparece la pregunta ¿Sabes cuál era?
Expliqué que ese era un recurso para crear una especie de misterio, que invitara al lector a continuar adelante.
Sin mucho detalle, les fui hablando de la manera como se presentaban los personajes, de cómo se planteaba el núcleo del relato y su desenlace.
Al acabar la lectura -que nos habrá llevado unos diez minutos- los jóvenes tenían frente a sí casi cincuenta minutos para realizar su cuento.
Les pedí que antes de empezar a escribir, pensaran en el título. Les dije que un buen título puede servir de guía a lo que se quiere platicar.
Algunos escribieron rápidamente un título y pasaron a redactar el texto, otros se quedaron frente a la hoja en blanco muy concentrados.
A los que estaban bloqueado en su proceso creativo les dije que empezaran a escribir acerca de su bloqueo, hasta que las frases se fueran orientando poco a poco a platica una historia sobre la luna.
Vi que en algunos la parálisis creativa obedecía al deseo de hacer un relato perfecto. No iban a poner ninguna línea, que no llevará directo a un final contundente.
A ellos les explique sobre el proceso continuo de mejora que se logra escribiendo “mal” y corrigiendo.
Al final, para quienes no tenían aún ningún tema, les sugerí que hablaran del lado oscuro de la luna, que especularan sobre él.
Voy ahora a pasar a comentar algunos de los trabajos realizados por los asistentes:  
Los títulos de sus relatos fueron:

·         Mi historia sobre la luna.
·         Vivir en la luna
·         Mi mayor temor por ir a la luna
·         Mi miedo a la luna
·         El gran sueño hacía la luna
·         Porque la luna es redonda
·         El gran viaje hacía la luna.
·         Locura en la Tierra
·         El lado oscuro de la luna
·         El niño viaja a la luna
·         Alex y la luna
·         Viaje de mis mascotas a la luna
·         “La aventura de Maylin”. 
·         Atorado en el espacio
·         Mi viaje a la luna
·         ¿Qué es la luna?
·         El primer viaje de Neil
·         Romina viaja a la luna.
·         La aventura de la luna.
·         Mi viaje en la luna
·         La cara oscura de la luna
·         ¿Habrá ángeles en la luna?
·         El niño que venció su miedo para ir a la luna


No todos los textos que se escribieron son un cuento, pero sí todos son muy interesantes. Hay unos que son cercanos a la crónica, otros a la poesía. 
Daré algunos ejemplos: Mi historia sobre la Luna está escrito por Danna Paulina de 12 años y se asemeja más a la crónica. Dana habla de las conversaciones con su mamá sobre la luna. Me encuentro en su texto esta linda frase, como respuesta cuando le proponen ver películas sobre la luna: “Yo no quiero ver películas, quiero leer cuentos y saber más sobre la luna”.
En Vivir en la luna, Ashlee Dorian de 14 años desata su imaginación y viaja a la luna poniéndole cohetes a su casa. Una vez en la luna los extraterrestres se convierten en él y él, en los extraterrestres. Una especie de fusión cósmica.
El texto de Gisleny Yoselín es de corte autobiográfico. Para vencer su miedo a volar a la luna, reflexiona: “Cómo sabes si te caerías, si aún no has volado”.  Ella introduce en su texto una estructura bien armada de diálogos entre los personajes.  
Juan Yahem en su narración Atorado en el espacio hace uso de la técnica de crear interés mediante preguntas al lector. Juan concluye cada párrafo de su narración con una pregunta: ¿Sabes cuál es su miedo?, ¿Saben por qué le vino ese miedo? ¿Saben por qué? El único párrafo que no termina con una pregunta es el último. Ahí Juan da la respuesta: “Porque el teme que lo dejaran de admirar por pisar a la luna”.
Cada uno de los cuentos tiene frases e ideas muy interesantes. En muchas de las narraciones padre e hijo viajan juntos a la luna o construyen juntos la nave, para viajar al espacio. 
Alfredo Mora en su cuento El lado oscuro de la luna nos dice: “con sus ahorros compraron combustible y dos trajes espaciales para ir a investigar ese suceso de la luna”.
Si bien en los cuentos no falta imaginación, es una gran tristeza ver la terrible ortografía de prácticamente todos los cuentos. Viaje siempre lo escriben con B, pero no sólo eso los textos son “orales”. Por ejemplo, escriben: “se y so esplonauta”. Me imagino que quería decir “se hizo astronauta”.Aunque la palabra explonauta, me gustó. Es realmente necesario trabajar con los niños y jóvenes para dar su sitio al lenguaje correctamente  escrito..
He dejado para el final el que para mi gusto, es el mejor relato. Lo escribió Yazareth Galindo de 12 años. El cuento se llama La cara oculta de la luna y tiene un aire poético. Inicia Yazareth dicendo: “hace mucho tiempo la luna era muy feliz en el espacio hasta que los seres terrestres empezaron a viajar a ella y le lastimaban la cara haciéndole huecos grandes de sus naves espaciales y pequeños de las pisadas de los astronautas”.
Este cuento, que por cierto, tiene una buena ortografía, concluye con una hermosa frase: “ella no sabe que desde lejos ella era hermosa ya que se podía ver la forma de un conejo”.
Toda esta experiencia del taller de creación literaria para niños, me hizo acordar de la frase atribuida a Picasso:
“De niños todos somos artistas, lo difícil es seguir siéndolo cuando crecemos”.
Ojalá podamos darles a los jóvenes de las generaciones de estos talleristas, las herramientas para seguir siéndolo. Incluida, claro, una buena ortografía.
Gracias Ivett Tinoco por la invitación a impartir el taller.