Buscar este blog

martes, 27 de marzo de 2018

Estrella Burgos y los siete pecados capitales.


Hace más de 37 años que Estrella Burgos y yo nos conocimos en el curso -que hoy llamaríamos diplomado- de divulgación de la ciencia impartido por el Conacyt en 1980. En esa época Estrella era una joven muy inquieta, no fumaba y sus rodillas le permitían correr.
Hoy sus rodillas no la dejan correr, fuma y sigue siendo una joven muy inquieta, a la que se le otorgó el “Premio Alejandra Jaidar 2017”  de divulgación de la ciencia. La noticia me dio mucho gusto, porque igual que la mayoría de las personas que la tratan diariamente, admiro su trabajo y la quiero mucho.
Aprovechando nuestra amistad le dije que quería entrevistarla con motivo del premio, pero no deseaba hacerle las clásicas preguntas de ¿Por qué decidiste dedicarte a la divulgación de la ciencia?, ¿En qué momento te diste cuenta que la divulgación era lo tuyo?... quería más bien una conversación que permitiera a quienes no la conocen personalmente, o muy cercanamente, hacerse una idea de la persona que es Estrella.
Lo que se me ocurrió fue que nos sentáramos a desayunar en el restaurante Nube 7 del Museo  Universitario de Arte Contemporáneo, mientras platicábamos de los siete pecados capitales. Eso resultaría un excelente pretexto para dar una idea de lo que es la persona que habla de ellos. 
Aquí la crónica de lo que conversamos esa mañana de finales de enero:

RFF. Empecemos por la lujuria, es el primero de casi todas las listas de pecados. No sé por qué. 

Estrella: Quisiera pensar en la lujuria como una cosa buena, como una cosa positiva, como el goce. Como el deseo,   como se dice en estos tiempos consentido, consensuado y aprobado. Como que me choca que esté en esa lista, porque es como pensar que ese tipo de cosas está mal.  Yo la sacaría de esa lista.

RFF. Entonces para ti, la lujuria no es un pecado. 

Estrella. No

RFF ¿Qué sería?, ¿un gusto?

Estrella. Un gusto… una necesidad hasta biológica, es algo que tienes, no es algo que tú escojas. Yo la entiendo más como el  deseo y la necesidad de satisfacción del deseo.

RFF. Pero al decir lujuria, hay como un superlativo de ese deseo, ¿no?

Estrella. El superlativo sería como la adicción sexual, supongo. Y eso sí sería muy malo.

RFF. O un sentido artístico, no hacer las cosas por hacerlas, sino con un cierto gusto, con refinamiento.

Estrella. Sí, pero ciertamente eso  no es la lujuria. Eso es otra cosa y es muy positiva. Estoy confundida entre lo  que yo podría entender y lo que se entiende, pero creo que al plantearlo como un pecado se parte de condenar algo, que en mi opinión, no sólo no es condenable; es indispensable. Más bien creo que no debe estar en esa lista, porque no me parece un pecado.

RFF. Entonces, ¿tú te considerarías lujuriosa?

Estrella. En mi concepción de la lujuria, sí.
RFF. ¿La pereza?

Estrella.  Tampoco sé si merezca ser un pecado capital. Me estoy rebelando contra los pecados capitales. Sí tengo mi lado perezoso, no me gusta levantarme temprano, me gusta remolonearme un poquito en la cama.

RFF. “Si es cuestión de confesar”, diría Shakira… 

Estrella. Así es, pero más que pereza es una cierta negligencia, porque a veces me doy la oportunidad de hacer algo que quiero hacer, en lugar de hacer algo que tendría que hacer y a lo mejor eso califica de pereza.

RFF. No, el desorden no es un pecado capital.

Estrella. ¿No?, ¿estás seguro? Jajajaja. Creo que la pereza tiene un lado muy positivo: muchos filósofos y pedagogos plantean que es importante aprender a aburrirse. Yo relaciono la pereza un poco con el aburrimiento, no con el ocio…pero sí soy perezosa.

RFF. Ya llevamos dos, la lujuria y la pereza. Ya sabemos que eres lujuriosa y perezosa… ¿y la gula?

Estrella: ¿Ya viene por mí, la Santa Inquisición? La gula tampoco debería de ser un pecado capital. Supongo que lo es porque los recursos son limitados, pero en cuanto al gusto por comer, disfruto mucho la comida a ciertas horas. Como muy despacito, no  puedo  entender a la gente que se “traga” las cosas en tres minutos y se va. Yo como despacito y eso me permite disfrutar mucho la comida. Ahora, la gula así como atiborrarse…

RFF. ¿Cómo la gran comilona?  

Estrella. O como Gargantua y Pantagruel.  Esa es una cosa atroz y puede que sí sea digno de ser considerado criminal, porque algo que puede ser un placer lo conviertes en algo espantoso.

RFF. Hablando de qué tan bien está hecha la lista de pecados capitales, la ebriedad no está en la lista, ¿tú crees que debería ser parte de la gula?

Estrella. Mmmm,…no. Yo la pondría en otro tipo de problemas. Es también un remedio a la ansiedad, a la angustia, a la desesperación…

RFF.  Sí, pero puesto en el contexto de la gula y de la comida, también es un condimento. Tú decías que te gusta comer despacito y cuando comes y te tomas una botella de vino…

Estrella. ¡Ah no!, eso está riquísimo, pero no  quiere decir que te pongas hasta atrás…aunque siempre tienes el riesgo. Jajajaja.

RFF. Ya te confesaste lujuriosa y perezosa. ¿También eres golosa?

Estrella. Pues sí.  Entiendo la gula no como un pecado capital, sino como el disfrute de lo que te comes. Yo soy, por ejemplo postrera. Como mucho también por los ojos. Me cuesta mucho decidir que voy a pedir en un restaurante, porque quisiera todo y puedo estar así, sin escoger hasta media hora. Son los meseros los que me obligan a tomar una decisión. Así que sí, sí soy golosa.

RFF. ¿La ira?

Estrella. La ira, yo sí creo que es un pecado capital. Me aterroriza. Soy muy mala para enfrentar a la gente enojada, me asustan muchísimo, no sé qué hacer.  Y cuando yo llego a sentir ira, me asusto de mi misma. Me siento muy mal, muy mal de haberme llegado a poner así.  Claro que la ira también la puedes entender como tu sentimiento hacía cosas con las que uno tiene que estar enojado. Uno tendría que sentir un enojo muy profundo ante la desigualdad, la injusticia, la pobreza. Ante el  maltrato, ante la violencia, ante todo eso. Pero la ira como tal, no es muy útil. La ira en el otro sentido: el de quien se pone como energúmeno porque las cosas no le salieron, lleva generalmente al maltrato. Eso es algo que yo aborrezco.

RFF. Entonces, tú no eres irascible.

Estrella. Muy de vez en cuando.

RFF. Que bueno, porque ya te habías confesado practicante de los primeros tres pecados. Te salvaste de uno.

Estrella. Ya me salve de uno, pero es que es de los más feos.

RFF. ¿La envidia?

Estrella. Ese es otro muy feo, también. Ese sí merece estar en la lista, por a lo que lleva, a veces. Todos los que somos fans de la novela policiaca, sabemos que la envidia puede llevar a unos crímenes espantosos.  Pero también creo que está dentro del abanico de los sentimientos humanos. Es muy destructiva y es, jugando a la sicología, un síntoma de que no estás muy contento contigo, con lo que tienes, con lo  que logras. 

RFF. ¿Crees que hay envidia de la buena y de la mala?

Estrella: Sí, sí lo creo.

RFF. Tú, ¿eres envidiosa de las buenas?

Estrella. Yo creo que sí. Si tú me dices: me voy a Paris, me da mucho gusto por ti, porque eres mi amigo y sé que lo  vas a disfrutar, pero digo: ¡Ay ojalá, yo también pudiera ir a Paris! Pero no me voy a molestar contigo, ni me voy a sentir menos. Entiendo que hay envidia de la buena cuando tú quisieras también tener la misma experiencia, pero no en lugar del otro, ni enojándote con él.

RFF. Cuándo tú sabes que alguien te tiene envidia, ¿Qué sientes?

Estrella. Pues es que yo nunca sé cuando  alguien me tiene envidia, si es que alguna vez alguien me la ha tenido.

RFF. ¿No sientes lo que decía -creo Oscar Wilde- de que el éxito sería la mitad de divertido si no viniera acompañado de envidia? ¿No sientes que la envidia sea en alguna medida reconocimiento de los otros a tu trabajo?

Estrella. Pues es que a veces puede ser, pero a veces no. A veces es que la gente te ve de una manera que tu ni te imaginas y que ni siquiera es real…

RFF. Y entonces tú les das las gracias por imaginarte de esa manera.

Estrella. Sí porque nadie envidia el infortunio, ni la desgracia, ni la fealdad…creo que la envidia viene más de ese sentimiento de que el otro no se merece lo que le pasa, o lo que tiene.

RFF. O de me lo merezco yo más que él.

Estrella. Sí y eso ya revela una serie de problemas muy feos de quien siente la envidia. 

RFF. ¿La avaricia? 

Estrella. Ese también me parece que sí debería de estar en la lista. No me considero para nada avariciosa, más bien me regañan por lo contrario. No entiendo la avaricia, porque me parece que uno de los grandes satisfactores de la vida está en compartir. Quizás por eso está en la lista, porque va en contra de compartir, de estar con los otros. El avaricioso acumula y guarda y ya nadie disfruta de eso, ni siquiera el propio avaricioso. Acordémonos de Scrooch…

RFF Sí, el avaro es el primero que no disfruta.

Estrella. Es el primero y además sufre, porque le tiene que dedicar mucha energía a la acumulación de esas riquezas… y a cuidarlas: “que no sepan y que no me roben”. La avaricia no trae nada bueno a nadie. ¡A nadie!  Y sí te quita una gran cantidad de las cosas buenas de la vida.

RFF. Tendríamos que disfrutar de tu no avaricia, más seguido, ¿no Estrella? … ¿Y la soberbia?

Estrella. Jajaja...Ese también merece estar ahí. No puedo decir que yo no haya sido soberbia o  arrogante. No estoy segura, pero es muy probable que lo haya sido. Es muy fácil caer en la soberbia y la arrogancia, pero es muy distinto a ser un soberbio de tiempo completo. A esa arrogancia le llamamos a veces narcisismo y a veces lo es. Puede ser patológica. También la soberbia te impide muchas cosas buenas de la vida. 

RFF. Es cierto.

Estrella. …Si soy soberbio, soy el mejor, los demás están por debajo de mí y todo el tiempo tengo que demostrar eso; ya no comparto, ya no conozco, ya no me interesa el otro.
Entonces: si he sido arrogante o soberbia, por favor discúlpenme, es horrible ser soberbio. Porque además el soberbio no aprende. Imagínate que horror estar en la vida y no aprender, ni poder ver al otro. 
Ponerse en los zapatos del otro es el sentido más profundo de la compasión, mientras más compasivo eres, mejor ser humano eres y más disfrutas de la vida. Entonces la soberbia sí merece estar en esa lista.

RFF. Terminamos con los pecados capitales. Ya dijiste varios que no deberían de estar en esa lista. ¿Alguno otro que sí debería de estar y no está?

Estrella. La mentira o la “mentirosidad”, no sé cómo ponerlo en forma de pecado. jajaja.

RFF. Muchas gracias Estrella. Creo que uno se hace una idea bastante agradable de quién eres a través de los pecados que cometes o de los que no quieres cometer…voy a escribir esto y veremos que da.

Estrella. Va a estar bien.  Por sus preguntas los conoceréis.

RFF. Y por sus respuestas, más.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Catástrofe Ultra blanca.


21 de marzo, la primavera va llegando, nos preparamos para vivirla intensamente. Atrás quedan las noches de invierno en las que nos sentamos –acompañados-  frente a la chimenea y nos dejamos hipnotizar por las formas del fuego. Esas horas en las que notamos no sólo las figuras caprichosas que forman las llamas sino sus distintos colores: azules, rojos, amarillos. 
Atrás queda también el deleite con el que nos servimos otra copa de vino para seguir observando la madera arder y continuar la conversación sobre temas de literatura o de gastronomía. Lindas esas noches de invierno en las que la plática se vuelve más íntima a medida que la leña y el vino se consumen.  No son noches como esas las que propician hablar de física.
Pero ahora la primavera ha llegado, ya no estamos frente a la chimenea.  Veo a la gente vestirse de blanco  para salir a “cargarse de energía” visitando alguno de los centros de cultura prehispánica y vuelvo a pensar en la madera ardiendo, en la luz que genera y decido que ahora, con el calor,  es mejor momento para hablar un poquito de física.  Pienso en que no únicamente los troncos que se queman producen luz, es decir radiación electromagnética en la región visible del espectro. También lo hace el filamento caliente de un foco o un pedazo de metal calentado en una forja. El Sol mismo, es un gas muy caliente, emitiendo luz.
La asociación de fuego, calor y luz debe ser inmemorial. Los primeros hombres habrán aprovechado el fuego para quitarse el frío y se habrán extasiado igual que nosotros frente al abigarrado oscilar de las flamas.  Sin embargo pasaron muchos años, de hecho hasta mediados del siglo XIX, para poder responder a la pregunta de qué colores se observan cuando un objeto como un metal o un gas, se calienta.
Ya para 1862 había suficientes datos experimentales que permitían conocer la forma en que la energía calorífica emitida por un cuerpo caliente se distribuía entre las diferentes frecuencias o longitudes de onda visibles o no. Fue en ese año que el alemán Gustav Kirchhoff, también conocido por el estudio de los circuitos eléctricos, acuña un término que marcaría la historia de la física: “la radiación de cuerpo negro”.
El cuerpo negro es un límite teórico para designar a un objeto que absorbe el 100% de la energía que recibe. Los metales bien pulidos reflejan la energía que incide sobre ellos y por lo tanto son malos para absorberla. De hecho es una práctica más o menos común pintar de plateado los techos de algunas casas para evitar que se calienten. Los objetos oscuros en cambio absorben la mayor parte de la energía que reciben.
Por esa misma razón la gente en invierno se viste de colores oscuros que son más “calientitos”, es decir absorben más la energía y en época de calor se viste de colores claros. En ciudades de climas cálidos la gente viste de blanco, no para recibir energía sino todo lo contrario para estar fresca. Así que no deja de seguir llamando mi atención cada año, el que la gente que va a cargarse de energía a las pirámides, se vista de blanco. Con ropas de ese color recibirán menos energía que con prendas blancas.
Pero dejemos de lado un rato a quienes van a las pirámides a cargarse de energía y  terminemos la historia de la radiación del cuerpo negro que fue motivo de estudio por parte de los mejores físicos de finales del siglo XIX, entre ellos Wien, Rayleigh, Boltzmann, Jeans, Stefan,  y claro Planck.
Los datos experimentales mostraban que la longitud de onda de la radiación emitida, depende de la temperatura. Wilhelm Wien encontró que la longitud de onda del máximo de radiación multiplicada por la temperatura de emisión es una constante. A este hecho lo conocemos hoy como la ley de Wien.
Josef  Stefan y Ludwig Boltzmann encontraron que la cantidad de energía emitida por una superficie en un tiempo dado es proporcional a la cuarta potencia de la temperatura. Esta es la ley que conocemos como de Stefan-Boltzmann.
Faltaba una formulación teórica que “explicara” la forma de la curva experimental de la radiación del cuerpo negro. Con la física de ese tiempo, anterior a la mecánica cuántica,  Rayleigh y Jeans, dos de los físicos más prominentes de la época propusieron una hipótesis para tratar de hacerlo. Basaron su razonamiento en un resultado obtenido por Maxwell, conocido como equipartición de la energía, según el cuál la energía total disponible debía distribuirse por igual entre todas las frecuencias posibles.
Su modelo reproducía bien los datos experimentales en la zona de las frecuencias bajas, pero predecía un crecimiento infinito en la región ultravioleta.  Creo que fue Paul Ehrenfest, discípulo de Boltzmann, quien bautizo este hecho como la “catástrofe ultravioleta”.
Quien finalmente creó una hipótesis para explicar teóricamente la radiación del cuerpo negro fue Max Planck. Su propuesta -la cuantización de la energía-  fue tan revolucionaria que revolucionó la física del siglo XX.
Pero en fin, hoy la gente se vestirá de blanco y se ira a cargar de energía, ¿no es una catástrofe?