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martes, 6 de octubre de 2009

El Tigrista empedernido.

A mediados de la década de los setentas, la época en la que se creó la FES Cuuatitlán, los Diablos Rojos del México dominaban, de la mano del inmortal Cananea Reyes, la liga Mexicana de béisbol. Los Diablos fueron campeones en 73, 74 y 76. En 1975, el año en que no fueron campeones, ingresó a la FESC una generación notable de estudiantes a las carreras de Química. Muchos de quienes les dimos clases aun recordamos a estudiantes como Nacho, los dos Albertos (Vela y Rojas), Violeta, Martha, Juan Diego, Laura, Daniel Gruner, Pieckarevics y… mejor le paro, porque parece que estoy pasando lista.

Empecé hablando de los Diablos Rojos y del béisbol, porque para la temporada de 1976, aposté con Alberto Vela sobre los partidos del Play Off. Alberto había jugado béisbol de niño y era como Jorge Martinez y yo un fan de ese deporte (Unos años mas tarde sería yo manager de equipos infantiles), pero tenía un pequeño defecto, igual que Jorge, era Tigrista. Como esa temporada los Diablos avanzaban en cada serie del Play off, Alberto perdía y perdía apuestas. Las apuestas consistían en libros. Al final no se cuántos libros me “debía” y pactamos en que me pagará con uno solo. Me preguntó cuál libro quería y le dije que el de Levi-Civita sobre el cálculo absoluto, es decir cálculo tensorial. Con un poco de pesar, como debía corresponder a alguien que odiaba a los Diablos, escribió Alberto una dedicatoria en las primeras páginas del libro. La firma iba antecedida por la frase: El Tigrista empedernido.

Pues ese alumno notable, empedernido seguidor de los pupilos de Alejo Peralta, acaba de ser distinguido con el Premio Nacional de Química, vale decir que no es el primero de esa generación que obtiene un reconocimiento semejante, ya Nacho lo había recibido antes. Como alguien que tuvo la suerte de darles clase, me ha dado un gusto enorme. Creo que todos sabíamos que solo era cuestión de tiempo para que fueran llegando los reconocimientos.

Alberto Vela y Jorge Pieckarevics decidieron estudiar Física. Por cierto que Jorge me regaló también un libro interesante: “La filosofía Científica” de Hans Reichenbach. Jorge se cambió de carrera y Alberto empezó a llevar carreras simultáneas, pero creo que iniciar física desde los primeros semestres era algo que debió resultarle aburrido. Así que se quedó en la Facultad de Química y empezó a colaborar en el grupo de Química Cuántica con José Luis Gázquez. Cuando José Luis se fue a la UAM Iztapalapa, Alberto se fue con él. Se que después estuvo fuera del país, en estancia posdoctoral. Lo reencontré a finales de los noventa cuando organizamos en la DGSCA un evento de cómputo en paralelo, ahí Alberto presentó su desarrollo de una máquina, creó que le llamaban la hormiga, construida mediante la conexión de varios procesadores de PC.

En 1999, para conmemorar los 25 años de la Facultad, dedicamos las conferencias del ciclo de Ciencia, Concienicia y Café al tema de la creación de las Unidades Multidisciplinarias, invitamos entonces a Alberto a hablar, lo hizo con el título: “Cuautitlan Exporta”. Por cierto que el cartel de ese ciclo lo diseñó Norberto.

Hace un buen rato que no veo a Alberto Vela, pero le tengo el mismo aprecio de siempre y guardo, como puede verse, un excelente recuerdo de aquellas conversaciones en el taller de matemáticas, a donde llegaba ese tigrista empedernido con su Leithold de cálculo, bajo el brazo, en busca del reto de las integrales que no se dejaran resolver. Al final, ya ven, sigue en lo mismo, buscando desafíos en el apasionante mundo de la ciencia. Un abrazo mi querido Alberto y a través de tu persona un reconocimiento a esa generación notable.