Me escribe mi amigo el Doctor Guzmán Peredo para compartir conmigo una historia de matemáticas que le resultó interesante. La historia es la siguiente:
Un hombre
que tenía 17 camellos y 3 hijos, murió.
Cuando el
testamento fue leído, decía que la mitad de los camellos sería para el hijo
mayor, un tercio para el segundo y un noveno para el tercero.
¿Qué
hacer?
Eran
diecisiete camellos; ¿Cómo dar la mitad al hermano mayor?
Uno de
los animales debería ser cortado a la mitad.
Eso no
resolvería nada, porque un tercio sería dado al segundo hijo. Y la novena parte
al tercero.
Los hijos
corrieron a buscar al hombre más erudito de la ciudad, un matemático.
El razonó
mucho y no consiguió la solución, aunque era un buen matemático.
Alguien
sugirió: "Es mejor buscar a alguien que sepa de camellos, no de
matemáticas".
Encontraron
entonces a hombre sabio y con mucha experiencia.
Le
contaron el problema.
El hombre
se rio y dijo: "Muy fácil, no se preocupen".
Al sabio,
le habían regalado un camello. Se los prestó a los herederos para hacer las
cuentas.
Con los
18 camellos, procedió a hacer la división. Nueve fueron dados al primer hijo,
que quedó satisfecho. Al segundo le tocó la tercera parte - seis camellos - y
al tercero le fueron dados dos camellos - la novena parte. Al concluir el
reparto sobró un camello, el que fue prestado y devuelto al sabio.
Esta
historia -menciona el texto que me envía, el Doctor Guzmán- fue adaptada del libro "Palabras de
fuego", de Rajneesh
y sirve para ilustrar la
diferencia entre la sabiduría y la erudición. El texto concluye diciendo:
"La sabiduría es práctica, lo que no sucede con la erudición. La cultura
es abstracta la sabiduría es terrenal;
la erudición son palabras y la sabiduría es experiencia."
El
problema es ingenioso, pero no comparto
ni la reflexión del párrafo anterior -sobre
la que haré un comentario en mi próximo post- ni la afirmación de que el “hombre más erudito
de la ciudad, un matemático (…) razonó mucho y no consiguió la solución”. Cualquier
matemático –mediano, ya no digamos bueno- hubiera dado con la solución. Quiero compartir con los lectores del blog,
parte de lo que pensé al disfrutar el problema.
La
solución, que propone el sabio, sorprende a primera vista. La razón es que aparentemente con sólo ver el problema
desde otro ángulo (agregar y restar un camello es algo que puede hacerse aún
sin que exista el camello realmente) se logra cumplir la voluntad del fallecido,
sin terminar en una carnicería de camellos.
Pero si
examinamos con más detalle el asunto vemos que 1/2+1/3+1/9 suma 17/18 es decir que
en el testamento no se estipula el destino de 1/18 de los camellos.
Lo que
logra la estratagema del sabio del pueblo es distribuir ese diezochoavo de la
herencia (17/18) de camello -no asignado en el testamento- entre los herederos,
lo que evita que tengan que sacrificar a ningún animal.
En
estricto sentido la voluntad del testamentario no se cumplió cabalmente, pero
todo sea con tal de no derramar sangre inocente.
Otra
manera de abordar el problema es distribuir la herencia por turnos, cumpliendo
la voluntad del fallecido, pero “redondeando” el número de camellos hacía el
entero inferior, excepto cuando sobre un camello, en cuyo caso se asignará el
camello restante al hijo en turno de heredar.
Con este
método, al primer hijo le corresponde, en el primer turno, la mitad de 17, (8.5), que se redondeada a 8. Al segundo la tercera
parte de 17, (5.66..), que se redondea a 5 y el tercero la novena parte de 17,
(1.88..), que se redondea a 1.
Al final
de serie de repartos, se han asignado 8+5+1 = 14 camellos y sobran aún tres, que
se pueden repartir, en una segunda tanda. Con la misma lógica, al primer
heredero le tocan ahora 3/2 = 1.5 es decir le corresponde otro camello. Al
segundo 3/3 = 1 y al último de los hijos, el último de los camellos que sobran.
Al final
del reparto el heredero número uno se quedó con 7+1 = 8 camellos, el segundo
con 5+1= 6 y el tercero con 1+1= 2
Mediante este
mecanismo se obtiene la misma solución del sabio del pueblo. Es menos
apantallante porque no hay un camello que aparece y desaparece y es más “difícil”
de entender, pero ¿a poco no la hubiera podido encontrar el matemático del
pueblo?
Seguramente
la hubiera encontrado, pero además como buen matemático se hubiera puesto a
pensar en las propiedades del 17, del 18 y sus factores primos que permiten
esta aparente paradoja. Se habría preguntado si existen otros casos semejantes.
En todo
caso, yo sí me lo pregunté y lo que encontré, es lo que les compartiré en el
siguiente texto, el día de mañana.
Baste por
ahora decir que agregar un camello más también resuelve el problema si el padre
tiene 9 camellos y decide heredarlos en fracciones de 1/ 2, 1/5 y 1/ 5 respectivamente
a sus tres hijos. En ese caso 10/2 + 10/5 + 10/5 = 5+2+2=9 y el camello
restante se devuelve.
Igualmente
funciona el préstamo de camello si la herencia es de 11 camellos para
repartirse entre tres herederos en las relaciones de 1/2, 1/4 y 1/6. Ahora el
camello “prestado” convierte el total a repartir en doce y 12/2 +12/4 +12/6 = 6
+ 3 + 2 = 11.
Como en
los dos casos anteriores, el camello prestado se devuelve y todos contentos.
En el próximo
post, mis comentarios.
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