Más para avisar que lo había visto que por confirmarlo le
dije a mis acompañantes:
– Creo que es Ernesto Cardenal.
-Sí es, me corroboraron.
-Me gustaría entrevistarlo dije, quisiera saber qué piensa
de la revolución Sandinista, ahora. Me
acordé del libro que Piketti acababa de estar firmando en la fería “El Capital
en el Siglo XXI” y completé la frase: que piensa de la revolución… de las
revoluciones en el siglo XXI.
-Pues entrevístalo, me dijeron mis acompañantes, que no se
habían dado cuenta que sólo lo había expresado como un deseo, no como una
voluntad. En ese momento pensé que era posible hablar con él. Estaba en la mesa
de al lado, sólo, mientras su ayudante
se había levantado a tomar algo del bufet.
Aunque muchas personas no lo creen, siempre he sido
tremendamente tímido en algunas circunstancias. Está era una de ellas. Pensaba
lo desagradable que ha de ser que quieras desayunar con calma y que de la mesa
de al lado se paré alguien a querer hablar contigo, nada más porque te
reconoció. Me parecía una descortesía
terrible.
Sin embargo me levanté de la mesa y… me dirigí a su
ayudante. Le pregunté si pensaba que
sería posible hablar con él un momento. Me dijo que sí, que Cardenal iba a dar
una conferencia de prensa en un rato más, pero que como a eso de las 10:15
estarían en el Lobby y sería un buen momento para hacerlo.
Regresamos cada uno a su mesa y seguimos desayunando,
pasadas apenas las diez de la mañana, Pedro -que así me había dicho llamarse,
el acompañante- pidió la cuenta en la mesa de Ernesto Cardenal, en la que
desayunaba también una mujer, que pienso era otra poeta traducida al alemán por el mismo traductor de
Cardenal.
Nosotros ya habíamos terminado de desayunar y únicamente
estábamos a la espera de que el poeta nicaragüense y sus acompañantes lo
hicieran. Cuando ellos salieron, dejamos pasar unos minutos porque Cardenal
camina con lentitud.
El problema fue que dejamos pasar demasiado tiempo y los
perdimos de vista. Cuando salimos al Lobby del hotel se iba un taxi y pensamos
que lo habíamos perdido, hasta que alguien a quien platicamos nuestra
desventura, nos dijo: está del otro lado del hall.
La timidez volvió a aparecer mientras me acercaba yo al
grupo donde se encontraba Ernesto Cardenal en el centro, sentado ya en una
silla de ruedas. Me acerqué a Pedro y se hizo a un lado para darme acceso a
Cardenal, mientras me presentaba a una de las personas al lado de él, como el
traductor de la poesía de Cardenal.
Quedamos Cardenal y yo de frente. Le dije si venía con
frecuencia a la FIL de Guadalajara y me contestó que sí. Después hice un juego
de palabras sobre la revolución de las palabras y la palabra revolución para
preguntarle: ¿Qué es hoy para usted la palabra revolución?
Se sonrió y me dijo: No me hagas preguntas difíciles.
Después intercambiamos algunas frases más, en las que me
enteré del libro que venía a presentar y de que vive en Managua. Fue muy cortés,
pero obviamente está un poco cansado de este tipo de conversaciones. Hubiera
sido más inteligente de mi parte preguntarle por las cosas que a él le interesan, la poesía por ejemplo y no
juegos de palabras mensos.
Nos tomamos la clásica foto y me despedí de él, muy agradecido por los minutos que me
concedió.
El encuentro con él me hizo recordar algunos de sus poemas
como la famosa oración por Marilyn Monroe o el de hazme justicia señor, tan
adecuado en estos momentos:
Hazme
justicia Señor
porque soy inocente
Porque he confiado en ti
y no en los líderes
Defiéndeme en el Consejo de Guerra
defiéndeme en el Proceso de testigos falsos
y falsas pruebas
No me siento con ellos en sus mesas redondas
ni brindo en sus banquetes
No pertenezco a sus organizaciones
ni estoy en sus partidos
ni tengo acciones en sus compañías
ni son mis socios
Lavaré mis manos entre los inocentes
y estaré alrededor de tu altar Señor
No me pierdas con los políticos sanguinarios
en cuyos cartapacios no hay más que el crimen
y cuyas cuentas bancarias están hechas de sobornos
No me entregues al Partido de los hombres inicuos
¡Libértame Señor!
Y bendeciré en nuestra comunidad al Señor
en nuestras asambleas
porque soy inocente
Porque he confiado en ti
y no en los líderes
Defiéndeme en el Consejo de Guerra
defiéndeme en el Proceso de testigos falsos
y falsas pruebas
No me siento con ellos en sus mesas redondas
ni brindo en sus banquetes
No pertenezco a sus organizaciones
ni estoy en sus partidos
ni tengo acciones en sus compañías
ni son mis socios
Lavaré mis manos entre los inocentes
y estaré alrededor de tu altar Señor
No me pierdas con los políticos sanguinarios
en cuyos cartapacios no hay más que el crimen
y cuyas cuentas bancarias están hechas de sobornos
No me entregues al Partido de los hombres inicuos
¡Libértame Señor!
Y bendeciré en nuestra comunidad al Señor
en nuestras asambleas
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