A mi Horacio me parece un tipo sensacional, culto y sin esas envidias que provienen de la falta de la seguridad en uno mismo, lo cual lo hace ser generoso, es creativo y además escribe bien y es ameno. Como siempre digo estas cosas de él, Horacio suele, para compensar, decir otras de mí, por lo que después de unos años de oírnos elogiarnos mutuamente, decidimos crear la Sociedad de los Elogios Mutuos. Así pues, en este jueves, un texto de mi socio.
Reitero la invitación a los lectores a mandarme sus textos de divulgación para los próximos jueves, no vaya a ser que en ausencia de ellos, tenga yo que publicar otro texto mío.
Del oro del Sol al oro del banquero
Horacio García Fernández
“¿Para qué sirve el oro del Sol
si no puedo bajarlo a
( el banquero de Kirchhoff )
Durante el siglo XIX se fue configurando como una institución particularmente destacada en Física y Química y en los años 20 y primeros de la década del 30 anteriores a la segunda guerra mundial, era un centro obligado de reunión de los físicos jóvenes de todo el mundo, quienes allí encontraban a maestros como Max Born y James Franck.
En Gotinga nació, el 31 de marzo de 1811, Robert Wilhelm von Bunsen, quien allí creció, estudió en la universidad, y se doctoró en Química en
En 1838 entró a
En ese año fue invitado a cubrir la plaza que la muerte de Leopold Gmelin dejaba vacía en
Bunsen se dedicó a la investigación y la docencia. No se casó y cuando algún amigo le preguntaba por qué no lo hacía, invariablemente contestaba:- No tengo tiempo.-
Su trabajo de investigación se inició estudiando los llamados arsenicales, compuestos orgánicos del arsénico.
El trabajo del investigador químico implica riesgos. En él, el hombre entra en pugna con la materia tratando de descubrir su conducta y en ocasiones ésta parece defender sus secretos de manera violenta, presentándose con frecuencia el accidente.
En uno de sus experimentos estalló el compuesto arsenical y Bunsen quedó tuerto y gravemente afectado, en peligro de muerte, al inhalar los vapores venenosos desprendidos.
Nunca volvió a ensayar con esos compuestos y finalmente abandonó el estudio de
Desvió su atención hacia otros muchos problemas de Química y, preocupado por mejorar las condiciones de calentamiento de las sustancias en el laboratorio, buscó la forma de elevar la temperatura de los mecheros.
Alcanzó su objetivo en 1857 al construir un nuevo mechero, el famoso mechero de Bunsen, en el que la introducción de aire permite una combustión mas intensa y extensa de las sustancias, en la que se libera mayor cantidad de calor.
En la llama, mas caliente, del nuevo mechero, los analistas de minerales encontraron que al quemar sales de diferentes metales, se desprendían de ellas llamas de distinto color, siendo cada color característico de un metal específico.
Pronto se utilizó ésta propiedad de las sales metálicas para identificar la presencia de determinados metales en las sales derivadas de sus minerales.
En 1854 la clase de Física de
Kirchhoff se sintió atraído por aquellos fenómenos químicos en los que, como ocurría en las combustiones a la llama del mechero Bunsen, producían determinados colores.
Inspirado, propuso a Bunsen pasar la luz de color de cada llama incandescente de metales gasificados en el mechero, por una rendija y luego por un prisma a buscando conseguir y estudiar el espectro correspondiente.
Efectivamente, al pasar por el prisma, la luz procedente de los metales incandescentes formaba un espectro visible sobre una pantalla.
Pronto observaron que el espectro formado ¡era distinto para cada metal!. El sorprendente rtesultado ¡permitía identificar a un elemento químico por su espectro!.
Había nacido un nuevo aparato de análisis: el espectroscopio.
Bunsen y Kirchhoff se entusiasmaron.
En el Sol se produce una combustión de todos los elementos que en él se encuentran. ¿Sería posible identificar los espectros de cada uno de ellos en el espectro general de la luz solar?
Kirchhoff comentó esta posibilidad con su banquero, y tratando de comunicarle su entusiasmo, le habló de la posibilidad de hallar oro en el Sol.
Probablemente obsesionado por la riqueza el banquero respondió. -“¿Para qué sirve el oro del Sol si no puedo bajarlo a
Desalentado y molesto por el comentario, Kirchhoff no contestó.
Pasó el tiempo y, usando el espectroscopio, Bunsen y Kirchhoff, descubrieron, en 1860, el cesio y en 1861,el rubidio.
El gobierno británico recompensó poco después a Kirchhoff por sus trabajos y le entregó una medalla de oro.
Al regresar a Heidelberg, Kirchhoff, quién no olvidaba fácilmente los agravios, dedicó una de sus primeras visitas a su banquero y mostrándole la medalla le dijo: “Aquí tiene usted: el oro del Sol”.
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