No sé si me habría yo encontrado con Silvia Gurrola en un aeropuerto
o estación de tren en algún rincón del planeta, pues a ella le gusta viajar y
ha corrido mundo. A mí no me disgusta tampoco andar de un lado para otro, pero
el hecho es que nos conocimos en Tequisquiapan, en un evento de firma de
libros.
Como no había filas enormes de compradores, Silvia y yo,
frente a nuestros respectivos libros tuvimos oportunidad de platicar, resultó
que además del gusto por viajar, por escribir libros y por Tequisquiapan
teníamos amistades en común.
No pasó mucho para que en compañía de nuestras respectivas
parejas nos tomáramos un café y platicáramos sobre el duro oficio…no de
escribir, sino de distribuir los libros.
Unos días después de esa conversación Silvia me escribió,
invitándome a participar en la presentación que de su libro La dignidad Encarnada se haría en el
museo del estanquillo días más tarde. En el evento participaban también, además
de la propia Silvia, Henoc de Santiago y Bertha Alicia Esparza. Moderados todos
por Viridiana Villegas. Acepté con mucho
gusto.
El día de la presentación, llegué con algunas ideas, fruto
de mi acelerada lectura del libro. Listo por si me tocaba hablar en primer
lugar. Viridiana informó el orden en que intervendríamos y me tocó el segundo
turno, después de Berta Alicia Esparza. Mientras ella hablaba tomé una hoja de
papel y empecé, a partir de lo que ella iba leyendo, a hacer algunas notas para
el momento de hablar.
Lo que apunté fue lo siguiente:
- África
- Mujer y Poder
- Literatura
- Magia y Ciencia
- Mercaderes.
Cuando llego el momento de participar empecé por aclarar que
haría un resumen de lo que diría, por si no lograba retener la atención de la
audiencia mucho tiempo. El resumen fue:
Que el libro me había gustado y que recomendaba su lectura.
Después de eso comenté que si bien la acción del libro
transcurre en Mozambique, el libro es más universal. El mensaje que da es algo
que aplica igual en África que en Oaxaca; es una historia de derechos humanos y
de igualdad, es una historia de colonialismo y de lucha por la dignidad. La
protagonista bien podría llamarse Tranquilina o Taurina y vivir en la sierra
zongolíca y no en Mozambique. La novela, dije, es como esas gotas de agua que
albergan en su interior un ecosistema tan complejo como el mundo exterior. Una
especie de fractal que refleja en sus partes la complejidad del todo.
A continuación hablé de la relación entre la mujer y el
poder. Inicié citando algunos de los datos que da el propio libro acerca de que
la mitad femenina de la población posee apenas la centésima parte de la
riqueza. Dije que nadie podía negar que las mujeres han sido por mucho tiempo
víctimas de abuso del poder, pero que no sólo es asunto de género sino de una
cierta proclividad humana al abuso en general. Use para ejemplificar el caso de
un personaje de la novela, la doña, que es una mujer que en una posición de
mando se corrompe y humilla a los hombres sobre los que tiene la posibilidad de
mandar. Por supuesto que en la mayor parte de las sociedades son los hombres
quienes detentan el poder y quienes humillan a quienes no lo tienen, hombres y
mujeres. Con el agravante de que en el caso del abuso a las mujeres hay con
frecuencia una componente de abuso sexual.
El tema de la sexualidad, que está presente en todo el
libro, me llevó al de la literatura. Volví a plantear la pregunta de si se
puede al leer una obra, saber si su autor es hombre o mujer. Dije que en
principio se podría decir que no, que hombres y mujeres escriben igual. Aunque
mencioné que al leer a Alice Munro había sentido que los temas y la perspectiva
de sus relatos era profundamente femeninos.
Elogié el esfuerzo siempre presente en el libro, de
imaginar el pensamiento del otro, de ponerse en sus zapatos y sentir como él;
sobre todo por lo difícil que es para un autor hablar de los sentimientos
sexuales del otro género. Mencioné la
manera como en la novela se describe el encuentro de un joven, llamado Milagro,
con un par de chicas, digamos profesionales del querer. Compartí con el
auditorio mi pensamiento al leer ese pasaje y preguntarme que tan “real”
resultaba el comportamiento del protagonista al estar con las mujeres y luego
al platicarlo a su mentor y a la mujer que junto con su mentor conducían el
centro educativo en el que se encontraba el joven.
En todo caso la solución literaria que se le da en el libro
sirve para hacer pasar el mensaje que la autora quiere y ese es otro punto
interesante de comentar. La obra está escrita como una novela pero hay
abundancia de datos numéricos, de descripciones y hasta de notas lingüísticas y
culturales que traslucen la formación académica de su autora.
Ella misma, al hacer uso de la palabra más tarde, mencionó
su formación académica de pedagoga, su trabajo en los organismos
internacionales y su idea inicial de escribir un libro técnico con su
experiencia en África. Idea que abandonó porque pensó, con mucha razón, que con
la novela llegaría a un público más numeroso.
En el punto de la formación académica aproveché para hacer
muy rápido una mención de algo que a mí, con formación científica, me llamó la
atención: la relación de la magia con la religión en la sociedad mozambiqueña
descrita. Mencioné, como ejemplo, los métodos de control natal (como enterrar
la placenta dentro de una olla tapada) que el curandero recomienda y los que la
ciencia europea empieza a difundir a través de programas de salud, que para ser
aceptados requieren muchas veces ofrecer dádivas a quienes participan en ellos.
No quise abundar demasiado en el punto de la magia y
continué con el de los mercaderes. Al hablar de la literatura había mencionado la
visión que en el libro se tiene de la prostitución y del análisis que de ella
se hace desde el punto de vista de un fenómeno económico, es decir de “oferta y
demanda”. Retomé la idea para hablar de cómo en una sociedad víctima del
colonialismo, los mercaderes encuentran un campo propicio para sus productos.
En mi apresurada lectura me encontré en la novela con
mercaderes de sexo, de alcohol y de armas. El sexo como mercancía da a sus
oferentes una manera “fácil” de ganar dinero, aunque las pone en manos de sus
“protectores” y genera mafias y problemas de sanidad. Se mencionan en la novela
cifras de contagios de enfermedades de transmisión sexual, de menores de edad y
de violencia sufrida, como parte del “servicio”. Sin embargo -reflexiona una de
las personajes del libro- mientras los hombres demanden la “mercancía” habrá
quien la ofrezca.
Otra mercancía que sirve para mantener el estado de
dominación es el alcohol. El alcohol como actividad de hombres que beben
mientras las mujeres acarrean el agua. El alcohol como refugio del fracaso del “amor”
que el dinero deja de comprar, el alcohol como pretexto para el maltrato familiar.
Y finalmente los mercaderes de armas. Aquellos que le
venden armas a un bando y al otro, quienes siembran minas y cobran después por
desactivarlas. Mercaderes de la muerte y del sufrimiento. Personas sin más
moral que la del beneficio económico.
Al llegar a este punto pensé que era momento de concluir.
Quise hacerlo con una evocación personal. Platiqué a los oyentes que la primera
vez que había oído hablar de Mozambique fue en 1966, durante el campeonato
mundial de futbol en Inglaterra. En ese campeonato, el primero con cobertura en
vivo de la televisión, Portugal obtuvo
el tercer lugar gracias a la gran actuación de Eusebio, un joven nacido en
Mozambique. En esos años en que Mozambique libraba su guerra de independencia
contra Portugal, para mí, ese país era únicamente la tierra natal de una gran
estrella del futbol.
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