Buscar este blog

jueves, 4 de octubre de 2018

Paco Ibáñez El eterno rebelde.


Para Ivett Tinoco con mi gratitud.

Cuando supe que Paco Ibáñez se presentaría en la Feria Internacional del Libro del Estado de México (FILEM), levanté la mano para apuntarme al concierto. La generosidad de Ivett Tinoco hizo posible no sólo que pudiera verlo en el escenario y que me firmara, al final del espectáculo, una foto en la que aparece él junto a Brassens y Serrat, sino que también unas horas después estuviéramos en casa de ella cantando La Mauvais reputation.

La Mala reputación, como se llama la canción en castellano, es un himno de rebeldía, de libertad y de anarquía. Es un texto que habla de lo molesto que le resultan al mundo las personas que quieren seguir su propio camino[1], habla también del desdén al militarismo patriotero[2],  de cierta complicidad con el marginado y encono con el prepotente[3]. Es una canción con la que es muy fácil identificarse cuando se tiene un espíritu libre.

Unas horas antes, mientras lo oía cantar pensaba en que Paco Ibáñez era un eterno rebelde. Cuando me firmó su foto, nos tomaron una instantánea y cuando la subí al  Facebook, le puse así: Con el eterno rebelde.

En casa de Ivett tuve la suerte de quedar sentado junto a Paco y entre copa y copa que servía (me tocó atender enológicamente a las visitas. Incluido yo mismo, obvio.) hablaba con él. Le dije que había tres personas con las que me hubiera gustado mucho poder platicar: Borges, Brassens y él. Lo cual era totalmente cierto.

Con los dos primeros ya me sería imposible hacerlo, pero ahí estaba yo ahora  hablando con él; rodeado de buenos amigos. Además de Ivett y sus hijos, estaban  los músicos de Paco, su compañera Julia, una pareja de  amigos catalanes venidos de Torreón a escucharlo, Miguel Peraza, escultor mexicano, junto con su pareja, Margarita Ontiveros, Rosario Rogel y Mohsen, poeta persa traductor y musicalizador de versos de García Lorca.

Como ocurre en las reuniones exitosas, no había una conversación única. Los hilos de varias de ellas se mezclaban entre sí y con el ruido de los vasos, la música de fondo y las risas. Yo de tanto  en tanto me levantaba a abrir otra botella de vino y ver que todos estuvieran bien atendidos, en ese rubro. Miguel bebía vino blanco; Paco, cerveza y los demás, tinto. Todos casi, también mezcal.

En alguna de las vueltas de la conversación le pregunté a Paco cómo era Brassens. Me contestó: “Como sus canciones, sencillo, ingenioso y un poco tímido”. Hablamos de Séte y del cementerio marino.

Paco recordó la foto en la que le había solicitado su firma al final de su presentación. Me preguntó cómo la había obtenido. Le platiqué que era una captura de pantalla de un video que busqué en Internet, quedé de mandársela después. 

Traía yo la foto en el celular y lo saqué para mostrársela. Apareció mi Facebook y la foto con él, que acababa de subir. Paco vio lo del Eterno rebelde y le agradó. La foto tenía algunos cometarios que leímos juntos. Le pregunté su año de nacimiento. 1934, me contestó.

La plática colectiva iba por muchos rumbos, en una de mis vueltas de la cocina a la sala, alcancé a oír que Margarita bromeaba a Paco sobre “su do” y el do de su guitarrista. Un chiste local derivado de lo que Paco había dicho en escena.  

Volvimos a hablar de algunos temas que Paco había mencionado en su presentación. Comentó nuevamente sobre su vida en el país vasco, habló en euskera. Uno de sus músicos recordó que una mujer que le interesaba le dijo: “musu asko”, que él  mal interpretó  como mucho asco, cuando en realidad quiere decir muchos besos.

El asunto se volvió Trending Topic en la reunión. Todos queríamos saber cómo se dice dame un beso o dame dos o dame muchos.

Paco recordó a sus tíos, a su abuela, el ganado y las canciones de Jorge Negrete que, según ocurrencia de uno de sus tíos, le pedían cantar para hacer producir más a las vacas.  Cuando nos contaba esto, Paco imitaba el sonsonete de los mexicanos. Yo traté de responder imitando el acento español y me dijo: “sonó como de Zaragoza.” Ivett acotó: te faltaron como dos tequilas.

De repente, en una de mis vueltas a la cocina ya hablábamos de poesía persa. Ivett pidió silencio y Mohsen declamó en persa su traducción musicalizada de García Lorca.

El tema de la rebeldía se mantenía como eje de la conversación, hablamos del inminente “2 de octubre”. Para mostrarle a Paco lo que era esa fecha en la memoria colectiva, me dirigí a Rosario y le dije: 2 de octubre. Ella respondió: no se olvida. Hablamos entonces del mayo francés.

No recuerdo quien sacó a colación el tema del futbol (en una de esas y fui yo). Paco manifestó claramente que no lo veía, ni le interesaba. Le pregunté su opinión de Eduardo Galeano y me dijo que era un gran personaje, le hablé de la pasión de Galeano por el futbol y de sus libros sobre el tema.

Lo sé, me dijo, pero hay algo que no me gusta en la manera en que la gente sigue los deportes y me platicó que al día siguiente de una matanza en la guerra de Bosnia, Miguel Induráin había ganado el ascenso de los pirineos en el tour de Francia y la gente había estado mucho más interesada en lo que hacía Induráin que en la matanza del día anterior.

Caímos en el tema de las guerras y volvió a aparecer Brassens, cité la canción de Les imbéciles heureux qui sont nés quelque part, de ahí pasamos a Le pluiriel, que dice en traducción aproximada: cuando somos más de cuatro, somos una bola de pendejos.

En ese momento dimos con La mala reputación, me dijo que no se acordaba bien de la letra en francés. Yo tampoco, pero la empecé a tararear, mascullando la posible letra. El la cantaba en español. Rosario tuvo la buena ocurrencia de grabar un video que más tarde me compartió y de donde salió la foto que ilustra esta parte del texto.

Cuando terminamos,  le pregunté cómo había traducido a Brassens. Me contó que las traducciones las había hecho un amigo suyo de nombre Pierre Pascal.  

Algo más habremos hablado, pero ya no debe haber sido mucho; pues Paco estaba cansado por la presentación, por la altitud de la ciudad de Toluca y seguramente por la diferencia horaria con Europa.

Un poco más tarde Rosario los llevó a su hotel, mientras nosotros nos quedamos un rato platicando entre nosotros.

De regreso al hotel donde nos hospedamos iba yo aun pensando en lo conversado con Paco y me acordé la primera vez que supe de él, gracias a Jean Pierre Satgé, mi vecino en Toulouse, Francia.

Jean Pierre era un dibujante muy talentoso, que tocaba la guitarra y cantaba a Brassens. Un artista que se camuflaba como empleado de la BNP. Un día que le dije a Jean Pierre que me gustaría traducir a Brassens, me presentó la obra de Paco Ibáñez.

Me encantó el trabajo de Paco pues para la generación a la que pertenezco, la de la explosión de nacimientos que siguió al final de la segunda guerra mundial (baby boom), la rebeldía no era opcional.  
Desde que conocí de la existencia de Paco Ibáñez pasaron treinta y seis o treinta y siete años, hasta que mi destino se encontró con él en casa de Ivett, el sábado pasado. Muchas gracias


[1] Yo no pienso pues hacer ningún daño

Queriendo vivir fuera del rebaño;

No, a la gente no gusta que

Uno tenga su propia fe.


[2] Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me supo levantar.



[3] Si en la calle corre un ladrón
Y a la zaga va un ricachón
Zancadilla pongo al señor
Y aplastado el perseguidor

lunes, 24 de septiembre de 2018

Cerveza, hojas de cálculo, hechos no rutinarios y records mundiales.



La primera vez que supe de la existencia de una hoja de cálculo fue en los años ochenta en el laboratorio de Banlève en Francia, cuando realizaba mi doctorado. Las computadoras personales empezaban a irrumpir y los programas de cómputo para manejar datos de manera personalizada se iban a popularizar.
En ese momento estaba lejos de imaginar que más de treinta y seis años después iba yo a estar en México en una sala de juntas, en Las lomas,  frente a medio millar de programas de cómputo para la creación y manejo de hojas de cálculo,  juzgando sobre el establecimiento del record Guinness de mayor número de ellos. ¿Cómo llegué ahí?
Por una sucesión de hechos afortunados.
Algunas de las cosas que más disfruto en la vida son aquellas que me sacan de la rutina, por ejemplo tener que tomar un vuelo a Paris que se demora y en la fila de espera conocer a un escritor ganador del premio Tierra Adentro, que se volverá  cronista de modas y con el cual mantendré una amistad transatlántica.
Varios de esos sucesos no rutinarios se encadenaron para llevarme el 15 de mayo pasado a esa oficina en Las lomas.
Voy a obviar el relato de mis años con las Commodre 64, 128 y 16. No me detendré en las versiones de Lotus y de Quatro Pro con las que mi hija, que aún no sabía leer, se divertía haciendo gráficas de pie de una imaginaria distribución de los animales en el planeta. Digamos que era el market share de las especies, que ella se inventaba.
Mejor pasamos a 1997.  Por esas fechas (lo sé por qué es la época en que era yo Director de Cómputo para la Investigación, en la DGSCA), recibo una llamada de un amigo de la entonces ENEP  Iztacala, solicitando mi opinión para la contratación de un chico muy brillante.  El asunto se resolvió con la visita de ese muchacho a mi oficina, tuvimos una entrevista y me quedó claro que valía la pena contratarlo.
El joven era hijo de un profesor de la Facultad de Ciencias muy conocido y a quien por muchas razones yo le tenía respeto y cariño; una de ellas por que logré obtener MB (así se calificaba entonces) en la asignatura que él impartía y en la que no era fácil obtener esa nota. Él papá se llamaba Kurt y el hijo,  Gunnar. Ambos de apellido Wolf.
Gunnar y yo mantuvimos una relación poco frecuente, pero nos teníamos, como se dice, en “el radar”. El talento, la dedicación y el entusiasmo de Gunnar lo convirtieron en un referente del movimiento del software libre, así que cuando en 2008 Margarita Ontiveros y yo decidimos escribir el libro de las historias de la Historia del Cómputo en México, busqué a Gunnar para que nos hablara del tema. 
Nuevamente tomamos contacto y nuevamente dejamos de vernos, aunque como en el pasado “nos manteníamos en el radar”.
A finales del año pasado recibí en la DGTIC (la anterior DGSCA) a la Dra. Rosario Rogel, en estancia posdoctoral. Una de las actividades del programa de Rosario fue la difusión de  temas relativos al Open Access. Planeamos una serie de entrevistas anuales bajo el tiítulo de #UNAMUnlocked y claro que una de las primeras personas en las que pensé para que participará fue en Gunnar. El video con la participación de Gunnar puede verse en el siguiente enlace: https://www.youtube.co/watch?v=rx3WmlRI1fQ.
Unos días después de haber grabado la entrevista de Gunnar  recibo un correo en el que me pone en contacto con su amigo Ariel Fischman, experto en programas de hojas de cálculo por si podíamos hacer sinergia en platicar parte de la historia del desarrollo de este software.
En el texto con el cual Gunnar nos presentaba, me previene: me dice que Ariel es en la vida real asesor financiero, pero que no debería yo dejarme asustar, era buena persona. En ese mismo correo me platica Gunnar que: “Ariel es amante de las hojas de cálculo, y hace varios años se convirtió en coleccionista. Y hoy en día tiene la que, a nivel mundial, muy bien podría ser una de las mayores colecciones de programas de hoja de cálculo.” 
Guinness de mayor número de programas de hojas de cálculo. En el correo en el cual Gunnar nos puso en contacto incluyo este enlace a parte de la colección http://www.414c.com/en/galeria.aspx.
Tras las respuestas, agradecimientos e intercambios de números telefónicos de rigor, después de la presentación,  recibí una llamada de Ariel, donde me comentaba su interés por establecer el record
Me dijo Ariel que la oficina encargada de los records le solicitaba perfiles de dos expertos para certificar el intento de establecerlo y el resultado. Obviamente Gunnar sería uno y me pidió, para proponerme como el otro juez, mi CV y algunos datos más que le proporcioné.
Unos días más tarde, en un nuevo correo, Ariel me comentó que las personas de la oficina de records Guinness querían documentación más detallada de mi expertise en cómputo, pues mi doctorado es en Mecánica de Fluidos. Rebusqué en mis papeles digitales y encontré el comprobante de algún premio, de invitaciones a dar conferencia de temas de cómputo, nombramientos al frente de oficinas encargadas de cómputo y los mandamos.
Guinness nos palomeó y ya estábamos listos.  Ahora había que encontrar una fecha para llevar a cabo el intento, del que habíamos empezado a hablar a principios de abril. Mayo y sus múltiples días feriados nos dieron la oportunidad. Fijamos el 15 de Mayo, día en que no se trabaja en la UNAM para llevar a cabo el intento. Quedamos de vernos a las 7 am en las oficinas de Ariel.
Esa mañana mientras se arreglaba todo para la prueba y bebíamos un café, platicamos los tres un poco acerca de los records Guinness. Les conté que creía recordar que el origen del libro de records era compilar datos para zanjar apuestas en los pubs donde se vende la cerveza Guinnes,  en Inglaterra. Datos importantes como para dirimir quién es el hombre o la mujer más alta, más vieja, quién ha hecho más abdominales sin parar, etc.  Cifras que eventualmente deciden quien paga la cuenta de las cervezas y pues no es cuestión de cometer errores.
Más adelante traté de verificar mi creencia sobre el origen del libro de records y lo que dice Wikipedia es que:  Un día de 1951, Sir Hugh Beaver, por entonces director ejecutivo de Guinness Brewery había salido a cazar y debatía con sus compañeros si el pájaro de caza más rápido de Europa era el chorlito dorado  o el urogallo. Se le ocurrió que un libro que proporcionara la respuesta a este tipo de preguntas podría llegar a ser muy popular.  La idea de sir Hugh Beaver se convirtió en realidad cuando decidió encargarles a Norris y Ross McWhirter, que llevaban un tiempo a cargo de una compañía de investigación en Londres, que compilaran lo que se convirtió en El libro Guinness de los récords. La primera edición se publicó el 27 de agosto de 1955.
Ariel mientras tanto nos explicó las reglas del intento y las vicisitudes que tuvo que vencer  para que los encargados del libro Guinness aceptaran que era importante el tema de los manejadores de hojas de cálculo. Nos contó de los apoyos a su proyecto que consiguió de desarrolladores históricos de hojas de cálculo.
El escenario para llevar a cabo la prueba fue la enorme sala de juntas rectangular de la oficina de Ariel, con una mesa igualmente grande. Cubriendo completamente la pared del fondo de la sala que corre a lo largo del lado más grande del rectángulo hay un librero donde se acomodan los cientos de programas de cómputo para el manejo de las hojas de cálculo. En el lado opuesto se colocó una cámara para grabar toda la reunión, que debía desarrollarse completamente en inglés.
Frente a la cámara  Gunnar y yo, vistiendo los chalecos oficiales de jueces, alternadamente presentábamos cada una de las cajas de software y argumentábamos nuestro dictamen de aceptar o no, cada uno de ellos como válido.  En uno de los lados cortos de la sala rectangular estaba una pantalla en la que se desplegaba un contador con el número total de intentos y el número de los que resultaban exitosos.  

En el otro lado corto de la sala hay una enorme ventana que permite una espectacular vista de la ciudad.
Las reglas eran claras, contaban como elementos válidos, a) las cajas sin abrir, b) las que aún abiertas contaran con sus manuales y discos completos. No contaban como elementos válidos las versiones pirata -de las que no hubo ninguna- ni los programas de demostración “demos”, de los que sí hubo varios.  Por ser un record nuevo, la colección para ser incluida en el libro requería tener por lo menos 500 elementos aprobados.
Lo que creímos que sería una jornada de tres o cuatro horas, se sucedió por más seis. Desfilaron entre mis manos y frente a mis ojos muchos de los programas que había usado en los años ochenta.  Muchos eran versiones diferentes del mismo programa para diferentes sistemas operativos o en distintas versiones. En algunos casos llegamos a encontrar dos versiones iguales y por supuesto sólo contaron una vez.
Hacía la una o una y media de la tarde habíamos acabado de analizar los paquetes, de dar nuestros puntos de vista y de videograbarlos. Nos despedimos y quedamos a la espera de la revisión que el comité del libro Guinnes debía realizar.
Unas semanas más tarde, el 7 de Junio Ariel recibió la notificación de Guinness World Records de que el record quedaba establecido en 506 y él era el poseedor. 

Ese mismo día nos la dio a conocer a Gunnar, a mi y a Arturo  Tirado.  Arturo es un colaborador de Ariel que estuvo en toda la jornada de calificación apoyando en la filmación y en los detalles, pero seguramente también en toda la gestación del proyecto.
El correo en el que Ariel nos comparte la noticia dice: Estoy consciente que este proyecto para prácticamente cualquiera es irrelevante, pero nos enseña El Principito: “Es el tiempo que le has dedicado lo que la hace tan importante”.
La frase me dejo pensando en qué hace importantes las cosas que tratamos de alcanzar. Quizás simplemente el hecho de que como dijo Mallory cuando le preguntaron por qué quería subir al Everest: “Porque está ahí”  Porque los retos están ahí y nosotros vamos tras ellos.
Estoy seguro que no será el último reto que perseguirá Ariel y también lo estoy que Gunnar, Arturo y yo nos embarcaremos en otras aventuras porque somos ese tipo de personas que fueron una pesadilla para todos quienes trataron de encausarlos por el camino estándar.